martes, 4 de agosto de 2015

Capítulo 50.- La Saeta de Fuego

-Muy bien- deberíamos seguir dijo Angelina que estaba sentada junto con su amiga y compañera del esquipo que le pasaba el libro- el siguiente capítulo se llama “La Saeta de Fuego”

-¡¿Qué?!- exclamo James al escuchar a la chica- entonces, si terminaste comprando esa escoba- resalto- que bien- termino con una sonrisa volteando a ver a Sirius esperando que lo apoyara, pero la respuesta no fue la que esperaba, si bien le sonrió, no fue como usualmente lo hacía.

Harry no sabía muy bien cómo se las había apañado para regresar al sótano de Honeydukes, atravesar el pasadizo y entrar en el castillo. Lo único que sabía era que el viaje de vuelta parecía no haberle costado apenas tiempo y que no se daba muy clara cuenta de lo que hacía, porque en su cabeza aún resonaban las frases de la conversación que acababa de oír.

-Hay Harry- dijo Lily- te vas a obsesionar con esa platica cierto- añadió.

-Sin duda lo hará- corroboro Alice- no es alguien que deja las cosas por la paz.

Todos estaban de acuerdo con las chicas, con lo que llevaban leído ya sabían que Harry no dejaría de darle vuelta al asunto por un buen rato, pero aún se preguntaban cómo reaccionaría después que dejara de pensar en eso.

¿Por qué nadie le había explicado nada de aquello? Dumbledore, Hagrid, el señor Weasley, Cornelius Fudge... ¿Por qué nadie le había explicado nunca que sus padres habían muerto porque les había traicionado su mejor amigo?

-Porque sería demasiado fuerte para ti- expreso Ted- la propia reacción que tuviste ahí lo prueba, no estabas listo para algo así.

-Pero, con todo lo que había vivido hasta el momento- atajo un Slytherin.

-Aun así, el sigue siendo muy sensible con respecto al tema de sus padres- hablo Andrómeda- esa es la diferencia, y con lo que acababa de pasar con los dementores.

-Eso sin duda empeorara todo- concedió Ted

Ron y Hermione observaron intranquilos a Harry durante toda la cena, sin atreverse a decir nada sobre lo que habían oído, porque Percy estaba sentado cerca.

-Tan inoportuno como siempre hermanito- le acuso Fred- nomás no pueden hablar tranquilos contigo ahí.

-Si a esas vamos ustedes también han sido muy inoportunos- atajo Ron.

-Tal vez tengas razón Ronnie- le concedió George- pero no reaccionaríamos de la misma forma que Percy si nos enterábamos.

Cuando subieron a la sala común atestada de gente, descubrieron que Fred y George, en un arrebato de alegría motivado por las inminentes vacaciones de Navidad, habían lanzado media docena de bombas fétidas.

Los gemelos sonrieron divertidos por el recuerdo, pero eso rápidamente cambio por la represiva mirada de Molly que desaprobaba completamente la actitud de esos dos.

Harry, que no quería que Fred y George le preguntaran si había ido o no a Hogsmeade, se fue a hurtadillas hasta el dormitorio vacío y abrió el armario.

-¡Ven!, ustedes también pueden ser bastante molestos- les reclamo Ron.

-Aun así, debimos de hacer algo mas- aseguró Hermione- no debimos dejar que pasara por ese momento solo.

-Me habría gustado que hablaran con él- acepto Lily- pero él hubiera no existe, y no conseguirían mucho si Harry no quería abrirse.

-En otras palabras termina siendo mi culpa- exclamo el azabache.

-Pues sí, porque siempre actúas de esa forma tan hermética hasta con tus mejores amigos- reprendió Ginny a quien le hubiera gustado haber estado con él en esos momentos.

-Huy, mamá ya se enojó- comento por lo bajo James “S” a sus hermanos.
-Lo sé, pobre de papá- apoyo Albus mientras Harry trataba de abrazar a una pelirroja un tanto retraía en ese momento.

Echó todos los libros a un lado y rápidamente encontró lo que buscaba: el álbum de fotos encuadernado en piel que Hagrid le había regalado hacía dos años, que estaba lleno de fotos mágicas de sus padres.

Solo unos cuantos se imaginaron lo que el joven Potter estaba buscando, quería averiguar si encontraba evidenciad de lo que había oído, si podría encontrar a Sirius Black en esas viejas fotografías.

Se sentó en su cama, corrió las cortinas y comenzó a pasar las páginas hasta que...

Angelina leyó la descripción de la foto de la boda de James y Lily, de cómo se veían felices, lo cual fue de agrado para la pareja, pero entonces Harry encontró lo que había buscado.

Si no hubiera sabido que era la misma persona no habría reconocido a Black en aquella vieja fotografía. Su rostro no estaba hundido y amarillento como la cera, sino que era hermoso y estaba lleno de alegría.

¿Trabajaría ya para Voldemort cuando sacaron aquella foto? ¿Planeaba ya la muerte de las dos personas que había a su lado? ¿Se daba cuenta de que tendría que pasar doce años en Azkaban, doce años que lo dejarían irreconocible?

Sirius oía con atención cada línea que iban leyendo, pero no quería creer lo que escuchaba, quería sacarse la estúpida idea de que en algún momento pudiera haber actuado como lo dicen, pero no, el moriría antes de hacerle algo malo a James y Lily.

«Pero los dementores no le afectan —pensó Harry, fijándose en aquel rostro agradable y risueño

-No lo hacen de la misma manera que a los demás- comento Marlene- pero es obvio que si le afectaron por la forma demacrada en la que quedo.

—. No tiene que oír los gritos de mi madre cuando se aproximan demasiado...»

De seguro había otras cosas igual de malas que lo atormentaban, pensó Harry, la verdad es que nunca hablo mucho de su estancia en la prisión, pero se daba una idea bastante clara lo que debió de haber sufrido.

Harry cerró de golpe el álbum y volvió a guardarlo en el armario. Se quitó la túnica y las gafas y se metió en la cama, asegurándose de que las cortinas lo ocultaban de la vista.

Se abrió la puerta del dormitorio.


—¿Harry? —preguntó la dubitativa voz de Ron.

Pero Harry se quedó quieto, simulando que dormía. Oyó a Ron que salía de nuevo y se dio la vuelta para ponerse boca arriba, con los ojos muy abiertos.

Hermione vio acusadoramente al pelirrojo, ella esperaba que hiciera un mejor intento para hablar con él, para apoyarlo en ese momento.

-Ya Hermione- le dijo Ron después de un rato de sentir esa mirada- mira, hasta ella acepto que no podríamos hacer mucho si Harry no quería hablar- señalo a Lily

-Pero por lo menos lo hubieras intentado, debiste saber que estaba despierto.

-Si lo sabía, peor si lo intentaba terminaría exasperando y se pondría a gritar- razono Remus- y al final no conseguiríamos nada, o incluso estaría peor.

Sintió correr a través de sus venas, como veneno, un odio que nunca había conocido.

James y Lily escucharon eso con mucha preocupación, y sus hijos con impresión, los primeros porque sabían que eso podría causar que Harry hiciera alguna cosa mala y les preocupara que se dejara llevar por el odio, y los segundos sin poder creer que su padre llego a sentirse de semejante manera, y porque no, también se llegaban a sentir un poco preocupados por lo que podría hacer su padre.

Podía ver a Black riéndose de él en la oscuridad, como si tuviera pegada a los ojos la foto del álbum. Veía, como en una película, a Sirius Black haciendo que Peter Pettigrew (que se parecía a Neville Longbottom)

-Ha, muchas gracias colega- comento con ironía Neville que conocía bien la historia de lo ocurrido.

-Lo siento por la comparación- se disculpó el azabache mientras Neville le restaba importancia con un ademan de la mano.

Volara en mil pedazos. Oía (aunque no sabía cómo sería la voz de Black) un murmullo bajo y vehemente: «Ya está, Señor, los Potter me han hecho su guardián secreto...» Y entonces aparecía otra voz que se reía con un timbre muy agudo, la misma risa que Harry oía dentro de su cabeza cada vez que los dementores se le acercaban.

La narración de las visiones producidas por la imaginación de Harry en esos momentos no fue de agrado para nadie, pero en particular a los amigos de cierto oji gris quien se sentía peor por todo lo que su futuro ahijado sentía por él. 

—Harry..., tienes un aspecto horrible.

-Sin duda eso es lo que necesita que le digan- ironizo Gideon.

Harry no había podido pegar el ojo hasta el amanecer. Al despertarse, había hallado el dormitorio desierto, se había vestido y bajado la escalera de caracol hasta la sala común, donde no había nadie más que Ron, que se comía un sapo de menta y se frotaba el estómago, y Hermione, que había extendido sus deberes por tres mesas.

-Solo tres, yo pensaba que serían más- bromeo Fabián recibiendo una mirada severa de la castaña.

—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó Harry

—¡Se han ido! Hoy empiezan las vacaciones, ¿no te acuerdas? —preguntó Ron, mirando a Harry detenidamente—. Es ya casi la hora de comer. Pensaba ir a despertarte dentro de un minuto.

-Ni siquiera durmió- exclamo Lily con pena-

Harry se sentó en una silla al lado del fuego. Al otro lado de las ventanas, la nieve seguía cayendo. Crookshanks estaba extendido delante del fuego, como un felpudo de pelo canela.

—Es verdad que no tienes buen aspecto, ¿sabes? —dijo Hermione, mirándole la cara con preocupación.

-No creo que mejore pronto- aseguro Ted- le costara demasiado superar lo que acabaron de oír.

-Y no era nada fácil- apoyo James- en especial si no conocen bien lo que paso en realidad- argullo, el seguía insistiendo en la inocencia de su amigo, y nadie se atrevió a apoyarlo y mucho menos a contradecirlo

—Estoy bien —dijo Harry.

—Escucha, Harry —dijo Hermione, cambiando con Ron una mirada—. Debes de estar realmente disgustado por lo que oímos ayer. Pero no debes hacer ninguna tontería.

-Siendo tú, podrías hacer cualquier cosa- aseguro Fred- y puedo decir que es un poco terrorífico pensarlo.

-Pero al final no hizo nada hermanito- le contra dijo George- aunque no creo que le hayan faltado ganas para matarlo.

Varias miradas severas se posaron sobre el pelirrojo, quien aunque no estuviera equivocado, no era algo que les gustaba pensar que podría ocurrir.

—¿Cómo qué? —dijo Harry

—Como ir detrás de Black —dijo Ron, tajante.

-Sirius no le haría daño a Harry- exclamó James.

-Pero ellos no lo saben- le soltó Remus- además con lo que acabaron de escuchar, terminarían peleando y lanzando hechizos antes de siquiera cruzar dos palaras.

-Sería el peor momento para que se encontraran- apoyo Lily.

-Bueno si, pero no creo que si se encuentran después la situación mejore- aseguro James viendo a su hijo que le daba la razón sin decir palabra alguna.

Harry se dio cuenta de que habían ensayado aquella conversación mientras él estaba dormido.

-¿Lo hicieron?- les pregunto Charlie.

-No fue tanto un ensayo, pero si platicamos lo que le debíamos decir- aseguro Ron.

-Pues no les fue muy bien- exclamo Harry recordando como termino la conversación.

No dijo nada.

—No lo harás. ¿Verdad que no, Harry? —dijo Hermione.

—Porque no vale la pena morir por Black —dijo Ron.

Harry los miró. No entendían nada.

-Es lógico, porque no les has contado nada acerca de lo que te pasa-  dijo luna.

-Aunque no es como que entendieran exactamente lo que siente, pero estarían más consciente de su situación- agrego Alice “P”

—¿Sabéis qué veo y oigo cada vez que se me acerca un dementor? —Ron y Hermione negaron con la cabeza, con temor—. Oigo a mi madre que grita e implora a Voldemort.

-Eso de seguro los tomo por sorpresa- aseguro Rose- no podrían estar preparados ante esa revelación.

Y si vosotros escucharais a vuestra madre gritando de ese modo, a punto de ser asesinada, no lo olvidaríais fácilmente. Y si descubrierais que alguien que en principio era amigo suyo la había traicionado y le había enviado a Voldemort...

—No puedes hacer nada —dijo Hermione con aspecto afligido—. Los dementores atraparán a Black, lo mandarán otra vez a Azkaban... ¡y se llevará su merecido!

La castaña bajo la mirada apenada por sus palabras, aunque sabía que el aludido no le reprocharía nada, y le había pedido disculpas a su parte del futuro, aun así se sentía un poco mal por haberlo juzgado de esa manera tan severa.

—Ya oísteis lo que dijo Fudge. A Black no le afecta Azkaban como a la gente normal. No es un castigo para él como lo es para los demás.

—Entonces, ¿qué pretendes? —dijo Ron muy tenso—. ¿Acaso quieres... matar a Black?

La sola mención de la palabra provoco que a Lily se le helara la sangre, no le gustaba para nada que su hijo se encontrara en esa situación, y en cuanto a los Potter del futuro, ellos no podía creer que un padre se llegara a sentir así y mucho menos que fuera capaz de hacerlo, pero aun así se sintieron algo nerviosos, Lily “L” incluso, se abrazó con fuerza del brazo de Ginny.

—No seas tonto —dijo Hermione, con miedo—. Harry no quiere matar a nadie, ¿verdad que no, Harry?

Harry volvió a quedarse callado. No sabía qué pretendía. Lo único que sabía es que la idea de no hacer nada mientras Black estaba libre era insoportable.

Para todos fue comprensible la actitud del chico, ya era más que evidente que no era del tipo de personas que le gusta quedarse quieto y no hacer nada, aun cuando no estuviera preparado para hacerlo y sin estar seguro exactamente que ara.

—Malfoy sabe algo —dijo de pronto—. ¿Os acordáis de lo que me dijo en la clase de Pociones? «Pero en tu caso, yo buscaría venganza. Lo cazaría yo mismo.»

-Bueno, yo conocía la historia oficial del ministerio, pero solo eso- aseguro el Draco- pero de ahí en más no sabía nada.

-Pero solo eso era suficiente para alterarlo- agrego Astoria- al menos antes de que escuchara aquella conversación.

—¿Vas a seguir el consejo de Malfoy y no el nuestro? —dijo Ron furioso—. Escucha... ¿sabes lo que recibió a cambio la madre de Pettigrew después de que Black lo matara? Mi padre me lo dijo: la Orden de Merlín, primera clase, y el dedo de Pettigrew dentro de una caja. Fue el trozo mayor de él que pudieron encontrar. Black está loco, Harry, y es muy peligroso.

-Y después le quitaron esa orden de Merlín- dijo por lo bajo Ron

-Y por lo que tuvo que pasar su madre cuando se enteró de la verdad- agrego en el mismo tono Hermione.

—El padre de Malfoy debe de haberle contado algo —dijo Harry, sin hacer caso de las explicaciones de Ron—. Pertenecía al círculo de allegados de Voldemort.

-Eso es cierto- concedió el rubio- pero nunca me dijo nada concreto, la verdad lo único que pude intuir es que no eran compañeros.

-¿Cómo?, ¿sabías que era inocente?- pregunto en voz baja Astoria.

-No, pero mi padre nunca halaba de él como con los demás mortifagos- le respondió.

—Llámalo Quien Tú Sabes, ¿quieres hacer el favor? —repuso Ron enfadado.

—Entonces está claro que los Malfoy sabían que Black trabajaba para Voldemort...

-Nunca conseguirás que le diga de esa forma, como tú nunca usarías su verdadero nombre en ese momento- resalto Bill.

—¡Y a Malfoy le encantaría verte volar en mil pedazos, como Pettigrew! Contrólate. Lo único que quiere Malfoy es que te maten antes de que tengáis que enfrentaros en el partido de quidditch.

-No cgeo que el quidditch tenga algo que veg con los comentagios de Dgaco, o si- pregunto Fleur viendo al rubio que negó con la cabeza.

-La verdad es que solo lo dije para molestarlo, no tenía una idea de que podría hacer o que podría pasar al decirlo- confeso Draco.

-Vamos, como podrías hablar sin tener un propósito- le dijo James sin creer.

-Harry quería hacer algo con Black, pero no tenía ni idea que- lo defendió Astoria, y al final el azabache tuvo que aceptar que incuso él a esa edad no reflexionaba mucho en lo que hacía o decía.

—Harry, por favor —dijo Hermione, con los ojos brillantes de lágrimas—, sé sensato. Black hizo algo terrible, terrible. Pero no... no te pongas en peligro. Eso es lo que Black quiere... Estarías metiéndote en la boca del lobo si fueras a buscarlo. Tus padres no querrían que te hiciera daño, ¿verdad? ¡No querrían que fueras a buscar a Black!

Tanto James como Lily estuvieron de acuerdo en que no les gustaría que se metiera en cosas peligrosas, cosa que, por lo que habían leído hasta el momento, era algo verdaderamente difícil ocurriera, en cuanto a su  encuentro con Sirius, no sabían muy bien como sentirse, porque no sabían cómo reaccionarían los dos.

—No sabré nunca lo que querrían, porque por culpa de Black no he hablado con ellos nunca —dijo Harry con brusquedad.

Mientras Harry bajaba la vista apenado, muchos más de los presentes vieron con diferentes ideas en sus mentes en dirección a Sirius, quien no había producido ni un sonido desde antes que iniciara el capítulo, mientras que Marlene seguía tomándolo por la cintura tratando de poyarlo.

Después de un rato Harry lo vio directamente y trato de decir algo pero.

-Tienes la lengua tan certera y mortal como tu madre cachorro- comentó con una sonrisa triste cuando sintió la mirada del chico, a él le afectaba de diferente manera todo lo que decían, pero en específico los comentarios de Harry le daban directo donde más dolía.

-Sirius yo…- comenzó decir apesadumbrado pero.

-Descuida, lo entiendo- le interrumpió tratando de contenerse- mejor hay que seguir con la lectura.

Hubo un silencio en el que Crookshanks se estiró voluptuosamente, sacando las garras. El bolsillo de Ron se estremeció.

—Mira —dijo Ron, tratando de cambiar de tema—, ¡estamos en vacaciones! ¡Casi es Navidad! Vamos a ver a Hagrid. No le hemos visitado desde hace un montón de tiempo.

-No creo que sea buena idea- aseguro Albus- de seguro papá trataría de hablar con Hagrid de la conversación en las tres escobas.

-Es verdad, además se supone que no debería de salir del castillo en todo caso- agrego Rose.

—¡No! —dijo Hermione rápidamente—. Harry no debe abandonar el castillo, Ron.

-Sin duda muestras ser hija de Hermione sobrina- aseguro Fred- igual de aguafiestas que ella.

-¡Fred!- le regaño Molly

—Sí, vamos —dijo Harry incorporándose—. ¡Y le preguntaré por qué no mencionó nunca a Black al hablarme de mis padres!

-Y Albus tiene la mismísima mente siniestra y perturbada de su padre- atajo George- mi pésame hermanita.

-¡George!- volvió a gritar la señora Weasley- dejen de molestar a mis nietos.

Seguir discutiendo sobre Sirius Black no era lo que Ron había pretendido.

—Podríamos echar una partida de ajedrez —dijo apresuradamente—. O de gobstones. Percy dejó un juego.

-No lo convencerás con eso- aseguro Bill- sin quererlo ya se le metió esa idea en la cabeza, dudo que puedan sacarlo de mente con tanta facilidad.

—No. Vamos a ver a Hagrid —dijo Harry con firmeza.

Así que recogieron las capas de los dormitorios y se pusieron en camino, cruzando el agujero del retrato («¡En guardia, felones, malandrines!»). Recorrieron el castillo vacío y salieron por las puertas principales de roble.

Caminaron lentamente por el césped, dejando sus huellas en la nieve blanda y brillante, mojando y congelando los calcetines y el borde inferior de las capas. El bosque prohibido parecía ahora encantado. Cada árbol brillaba como plata y la cabaña de Hagrid parecía una tarta helada.

-Cuantas veces no vimos es paisaje, era algo agradable- comento Sirius.

-Sí, ya fuera para visitar a Hagrid o por algunas de nuestras incursiones al bosque, era una buena imagen- apoyo James.

-Pero no creo que en ese momento se fijaran en el paisaje- termino Sirius.

-¿Incursiones al bosque?- dijo interrogante McGonagall

-No entiendo porque se impresiona profesora- alego Frank- lo verdaderamente extraño es que nunca hubieran puesto un pie adentro por diversión.

Ron llamó a la puerta, pero no obtuvo respuesta.

—No habrá salido, ¿verdad? —preguntó Hermione, temblando bajo la capa.

-Por lo menos así evitaría que Harry lo interrogara acerca de Sirius- comento Charlie.

-Pero no fue así- comento Ron- él estaba en casa, pero hubo otra cosa que capto nuestra atención.

Ron pegó la oreja a la puerta.

—Hay un ruido extraño —dijo—. Escuchad. ¿Es Fang?

Harry y Hermione también pegaron el oído a la puerta. Dentro de la cabaña se oían unos suspiros de dolor.

La duda se instaló en todos los oyentes, que le podría haber pasado a Hagrid o a s perro para que actuar de esa manera, todos supusieron que se trataba de algo malo, pero esperaban que no fuera algo demasiado grabe.

—¿Pensáis que deberíamos ir a buscar a alguien? —dijo Ron, nervioso.

—¡Hagrid! —gritó Harry, golpeando la puerta—. Hagrid, ¿estás ahí?

-Eso es un no a tu pregunta sobrino- ironizaron los gemelos Prewet.

Hubo un rumor de pasos y la puerta se abrió con un chirrido. Hagrid estaba allí, con los ojos rojos e hinchados, con lágrimas que le salpicaban la parte delantera del chaleco de cuero.

—¡Lo habéis oído! —gritó, y se arrojó al cuello de Harry

-No han escuchado nada, pero sea lo que sea, están a punto de averiguarlo- comentó Alice con cierta preocupación.

-Debió de ser algo malo que se deprimiera tanto- agrego Neville.

Como Hagrid tenía un tamaño que era por lo menos el doble de lo normal, aquello no era cuestión de risa. Harry estuvo a punto de caer bajo el peso del otro, pero Ron y Hermione lo rescataron, cogieron a Hagrid cada uno de un brazo y lo metieron en la cabaña, con la ayuda de Harry Hagrid se dejó llevar hasta una silla y se derrumbó sobre la mesa, sollozando de forma incontrolada. Tenía el rostro lleno de lágrimas que le goteaban sobre la barba revuelta.

-Oh valla- exclamo el semi gigante, no se había puesto tan mal desde hacía algún tiempo.

-Debe de ser algo que te afectara mucho para que terminaras así- aseguro Arthur.

-Me apuesto que eso tiene algo que ver con Malfoy- espeto Sirius.

-¿El hijo o el padre?- pregunto James.

-Del maldito imbécil del padre- resalto el animago.

—¿Qué pasa, Hagrid? —le preguntó Hermione aterrada.

Harry vio sobre la mesa una carta que parecía oficial.

—¿Qué es, Hagrid?

Hagrid redobló los sollozos, entregándole la carta a Harry, que la leyó en voz alta:

Angelina leyó la carta del ministerio donde lo eximían de la responsabilidad del ataque ocurrido en su clase, las precarias palabras de celebración de Ron, para concluir con la decisión de llevar el caso a la Comisión para las Criaturas Peligrosas por la queja de Lucius Malfoy.

-Sabía que ese maldito tenía algo que ver- aseguro Sirius.

-Nadie te contradijo Sirius- intervino Remus- pero eso explica porque esta tan deprimido, esta triste por la fortuna de su hipogrifo.

-Y con mucha razón- exclamo Charlie- esa maldita comisión tiene una mente demasiada cerrada y querrán sacrificarlo sin importar que sea inofensivo.

-Tu nunca cambiaste- le acuso Dora divertida- siempre mostrando esa adoración hacia los animales.

-Sí, supongo que por esa razón no funciono su relación- dijo en son de burla Bill consiguiendo varias reacciones.

-Tranquilízate lunático- atajo Sirius al ver como se ensombrecía la mirada del castaño- ya sabemos que mi sobrina se quedara contigo, que importa que no perdiera contigo la virgi…

-Ya cállate Sirius- le reclamo Dora roja de la vergüenza- no te permito que hables de mis intimidades- aseguro- y Charlie y yo nunca tuvimos una relación como esa- agrego viendo especialmente a Remus de forma involuntaria.

-Debes de estar feliz no Remus- dijo Jame- eso quiere decir que se está guardando para ti.

-James ya cierra la boca- le reclamo Lily, aunque por dentro, se sentía un tanto divertida por lo que decían de ellos.

Seguía la relación de los miembros del Consejo Escolar.

—¡Vaya! —dijo Ron—. Pero, según nos has dicho, Hagrid, Buckbeak no es malo. Seguro que lo consideran inocente.

—No conoces a los monstruos que hay en la Comisión para las Criaturas Peligrosas... —dijo Hagrid con voz ahogada, secándose los ojos con la manga

-Eso es verdad- corroboro Charlie- y que ese idiota de Lucius este atizando el fuego solo ara que todo empeore.

—. La han tomado con los animales interesantes.

Tanto Charlie como Hagrid asintieron por lo que su yo futuro de este último había dicho. Algunos tenían una opinión de lo que era un “animal interesante” para ellos, pero nadie lo expreso abiertamente.

Un ruido repentino, procedente de un rincón de la cabaña de Hagrid, hizo que Harry, Ron y Hermione se volvieran. Buckbeak, el hipogrifo, estaba acostado en el rincón, masticando algo que llenaba de sangre el suelo.

—¡No podía dejarlo atado fuera, en la nieve! —dijo con la voz anegada en lágrimas—. ¡Completamente solo! ¡En Navidad!

-Hay Hagrid, siempre actuando de esa forma- hablo James- siempre tratando a esos animales como si fueran tus hermanos o incluso tus propios hijos.

-Eso demuestra que tiene un corazón muy grande y es muy sensible pese a su apariencia ruda- aseguro Alice.

-Excepto cuando se molesta- intervino Sirius recordado el comentario del capítulo anterior, en el que aseguro que lo hubiera destrozado si lo hubiera encontrado, algunos más recordaron ese preciso momento- en ese momento es alguien de temer.

Harry, Ron y Hermione se miraron. Nunca habían coincidido con Hagrid en lo que él llamaba «animales interesantes» y otras personas llamaban «monstruos terroríficos». Pero Buckbeak no parecía malo en absoluto. De hecho, a juzgar por los habituales parámetros de Hagrid, era una verdadera ricura.

-En eso tienen razón- aseguro Fabián- como la acromantula del libro anterior.

-Y también está el dragón y el perro de tres cabezas del primero- agrego Gideon.

-Eso me recuerda que tengo algo de qué hablar contigo jovencito- le dijo a uno de sus hijos.

-¡Yo! ¡¿Pero qué hice?!- pregunto Charlie, pues era a él a quien estaba viendo su madre.

-El llevarte de contrabando a un dragón ilegal te parece poco- explico Molly.

-A eso- respondió desanimado- muchas gracias tío- reprendió a Gideon que sonrió en disculpas.

—Tendrás que presentar una buena defensa, Hagrid —dijo Hermione sentándose y posando una mano en el enorme antebrazo de Hagrid—. Estoy segura de que puedes demostrar que Buckbeak no es peligroso.

-Eso sería lo mejor, aunque no creo que de mucho resultado- aseguro Remus- ya lo dijo Charlie, todos ellos estarán en su contra.

-Pero no hace mal intentar hacer algo-aseguro a la defensiva Lily- tal vez Dumbledore pueda hacer algo.

—¡Dará igual! —sollozó Hagrid—. Lucius Malfoy tiene metidos en el bolsillo a todos esos diablos de la Comisión. ¡Le tienen miedo!

-Incluso algunos de ellos eran compañeros suyos- atajo Kingsley- como el verdugo que era un mortifago.

-Lo sabían y aun así no lo apresaron- espeto Alastor molesto.

-Mi padre también era mortifago, y conservo toda su fortuna y posición- agrego Draco- es obvio que el ministerio no realizo bien su trabajo- el comentario del rubio fue mal recibido tanto por Lucius como por Fudge.

-Habrá mucho que hacer con ese malito sistema del ministerio.

-eso será después Alastor- le dijo Dumbledore- ahora por favor, continúe jovencita.

Y si pierdo el caso, Buckbeak...

Se pasó el dedo por el cuello, en sentido horizontal. Luego gimió y se echó hacia delante, hundiendo el rostro en los brazos.

Muchos de los presentes sintieron una gran empatía con el semi gigante, la verdad, también estaban sintiendo pena por el hipogrifo, deseando que no terminara matando al pobre animal.

—¿Y Dumbledore? —preguntó Harry.

-Igual que tu lis- le dijo por la bajo James con media sonrisa en el rostro.
—Ya ha hecho por mí más que suficiente —gimió Hagrid—. Con mantener a los dementores fuera del castillo y con Sirius Black acechando, ya tiene bastante.

Los presentes voltearon a ver al azabache preguntándose como reaccionaria, sería posible que aprovechara ese momento para interrogar al gigante acerca de Black, o simplemente lo dejaría pasar por el estado actual del guarda bosques.

Ron y Hermione miraron rápidamente a Harry, temiendo que comenzara a reprender a Hagrid por no contarle toda la verdad sobre Black. Pero Harry no se atrevía a hacerlo. Por lo menos en aquel momento en que veía a Hagrid tan triste y asustado.

-Pero eso no quiere decir que dejara el tema- aseguró Bill.

-Pog lo menos con eso pensaga en otga cosa pog un tiempo- agrego Fleur

-Seria mejor que lo olvidara por completo- termino Molly.

—Escucha, Hagrid —dijo—, no puedes abandonar. Hermione tiene razón. Lo único que necesitas es una buena defensa. Nos puedes llamar como testigos...

-Eso poco valdrá con esos tipos- aseguro Arthur, que sabía un poco de ellos aun trabajando en una área diferente- dudo que quieran escuchar a unos niños aun cuando digan la verdad.

—Estoy segura de que he leído algo sobre un caso de agresión con hipogrifo —dijo Hermione pensativa— donde el hipogrifo quedaba libre. Lo consultaré y te informaré de qué sucedió exactamente.

-Eso podría ser tanto una mentira como algo real- comento Fabián- no sé porque su afán por leer toda la biblioteca antes de graduarse- agrego ganándose un par de miradas severas de parte de Hermione y Rose.

Hagrid lanzó un gemido aún más fuerte. Harry y Hermione miraron a Ron implorándole ayuda.

—Eh... ¿preparo un té? —preguntó Ron. Harry lo miró sorprendido—. Es lo que hace mi madre cuando alguien está preocupado —musitó Ron encogiéndose de hombros.

-Jeje una intervención inesperada sobrino- dijo medio en tono de burla Gideon mientras el joven se sonrojaba un poco- pero al menos demuestras tu apoyo moral a la situación.

Por fin, después de que le prometieran ayuda más veces y con una humeante taza de té delante, Hagrid se sonó la nariz con un pañuelo del tamaño de un mantel, y dijo:

—Tenéis razón. No puedo dejarme abatir. Tengo que recobrarme...

-En especial si no le quiere pedir ayuda a Dumbledore- aseguro Frank- necesitara toda su entereza para sacar al hipogrifo de esa.

Fang, el jabalinero, salió tímidamente de debajo de la mesa y apoyó la cabeza en una rodilla de Hagrid.

—Estos días he estado muy raro —dijo Hagrid, acariciando a Fang con una mano y limpiándose las lágrimas con la otra—. He estado muy preocupado por Buckbeak y porque a nadie le gustan mis clases.

-Debería de tratar de hacer algo mejor- propuso Scorpius.

-Con la poca confianza que Tiene en ese momento no se atrevería- aseguro Rose- además con lo del caso estará más enfocarlo en salvar al hipogrifo.

-Es verdad- le concedió el rubio- pero aun así, tal vez podrían tratar de ayúdalo en mejorar su clase.

-¿Qué podrían hacer ellos?

-Intentaran armar un argumento para ganarle al ministerio, creo que también pudieron haberlo ayudado con su clase.

-Ya ven porque decimos que son novios, siempre se comportan así

-¡¡Cállate James!!- le reclamaron Rose y Scorpius al mismo tiempo.

-La verdad nunca se nos ocurrió eso- acepto Hermione tratando de desviar el tema- aunque nada eso habría pasado si Draco.

-Si no hubiera intentado pasarme de listo si- termino el rubio- pero no paso lo mismo el año siguiente con esas… cosas…

-Sí, no nos lo recuerdes- termino Ron.

—De verdad que nos gustan —se apresuró a mentir Hermione.

—¡Sí, son estupendas! —dijo Ron, cruzando los dedos bajo la mesa

-Gracias chicos- les dijo Hagrid por su intento de apoyarlo.

—. ¿Cómo están los gusarajos?

—Muertos —dijo Hagrid con tristeza—. Demasiada lechuga.

—¡Oh, no! —exclamó Ron. El labio le temblaba.

-Eso hace más difícil tratar de animarlo- dijo Fred.

—Y los dementores me hacen sentir muy mal —añadió Hagrid, con un estremecimiento repentino—. Cada vez que quiero tomar algo en Las Tres Escobas, tengo que pasar junto a ellos. Es como estar otra vez en Azkaban.

Lily “L” se estrechó al brazo de Ginny, la mención de los dementores le disgustaba y perturbaba bastante, se podría decir que ya los odiaba y no le agradaba que aparecieran tan seguido tanto en el libro como en el pasado de su padre.

Se quedó callado, bebiéndose el té. Harry, Ron y Hermione lo miraban sin aliento. No le habían oído nunca mencionar su estancia en Azkaban. Después de una breve pausa, Hermione le preguntó con timidez:

—¿Tan horrible es Azkaban, Hagrid?

-Eso es gustar del dolor cuñada- dijo George suponiendo que la respuesta será algo que no les gustara a ninguno de ellos.

—No te puedes hacer ni idea —respondió Hagrid, en voz baja—. Nunca me había encontrado en un lugar parecido. Pensé que me iba a volver loco. No paraba de recordar cosas horribles: el día que me echaron de Hogwarts, el día que murió mi padre, el día que tuve que desprenderme de Norbert... —Se le llenaron los ojos de lágrimas. Norbert era la cría de dragón que Hagrid había ganado cierta vez en una partida de cartas—. Al cabo de un tiempo uno no recuerda quién es. Y pierde el deseo de seguir viviendo. Yo hubiera querido morir mientras dormía.

El rostro de Sirius perdió ligeramente el color mientras sentía la fuerza de los brazos de Marlene, él tenía muchos de esos recuerdos horribles, muchos por cortesía de su “querida” madre, incluso él se estaba comenzando a preguntar cómo no se perdió completamente por estar doce años encerrado ahí. Y además de todo,  se sentía más perturbado por imaginarse estar ahí.

Cuando me soltaron, fue como volver a nacer; todas las cosas volvían a aparecer ante mí. Fue maravilloso. Sin embargo, los dementores no querían dejarme marchar.

—¡Pero si eras inocente! —exclamó Hermione.

-Los dementores no son seres que comprendan de esas cosas- alego Dumbledore- son criaturas despiadadas que solo les interesan su propio bienestar, y no les interesa a quienes afecten.

Hagrid resopló.

—¿Y crees que eso les importa? Les da igual. Mientras tengan doscientas personas a quienes extraer la alegría, les importa un comino que sean culpables o inocentes. —Hagrid se quedó callado durante un rato, con la vista fija en su taza de té.

Él anciano director asintió y muchos de los presente que ignoraban, o que sabían poco de esas criaturas, comenzaron a sentir más aversión por ellos, y se preguntaban cómo terminaron siendo guardianes de la cárcel mágica.

Luego añadió en voz baja—: Había pensado liberar a Buckbeak, para que se alejara volando... Pero ¿cómo se le explica a un hipogrifo que tiene que esconderse? Y... me da miedo transgredir la ley... —Los miró, con lágrimas cayendo de nuevo por su rostro—. No quisiera volver a Azkaban.

-Abra algo que puedan hacer para ayudarlo- aseguro Lily preocupada por el animal- solo hay que pensar cómo conseguirlo.

La visita a la cabaña de Hagrid, aunque no había resultado divertida, había tenido el efecto que Ron y Hermione deseaban. Harry no se había olvidado de Black, pero tampoco podía estar rumiando continuamente su venganza y al mismo tiempo ayudar a Hagrid a ganar su caso.

-Bueno eso es algo- comento James- pero ¿por cuánto tiempo continuaremos con ese asunto de Sirius?

-Hasta en fin del libro- respondió Ron- aún faltan un par de apariciones- agrego recordando especialmente la noche que lo vio con un cuchillo junto a su cama.

Angelina fue leyendo como los tres pasaban los días sacando grandes cantidades del libro de la biblioteca para buscar algo que los pudieran ayudar en el caso de Buckbeak, pero por desgracia varias de las cosas que leían no eran realmente útiles para su caso en particular.

Entretanto, en el resto del castillo habían colgado los acostumbrados adornos navideños, que eran magníficos, a pesar de que apenas quedaban estudiantes para apreciarlos.

-Me alaga que quieran ayudarme chicos- dijo Hagrid- pero también me siento mal de que no estén disfrutando de sus vacaciones.

-No importa mi enorme amigo, de cualquier forma esos primeros días no podrían disfrutar sus vacaciones- aseguro Fred.

-Sí, con lo obsesivo y dramático que es Harry, de seguro se pasarían esos días tratando de convencerlos que no fuera tras Sirius- agrego George. El azabache los vio con reproche, pero no se atrevió a reclamarle nada pues aunque quisiera negarlo, tenían algo de razón lo que decían.

En los corredores colgaban guirnaldas de acebo y muérdago; dentro de cada armadura brillaban luces misteriosas; y en el vestíbulo los doce habituales árboles de Navidad brillaban con estrellas doradas.

-No importa cuántas veces lo veamos o los leamos, el castillo en esa época es maravilloso- aseguro Alice ante la sonrisa de muchos de sus compañeros.

-Sí, sobretodo el muérdago- aseguro James- cuantas veces intente atrapar a Lily debajo de uno.

-Y cuantas veces te ponías debajo de ellos a propósito para que te besaran- le reprocho la pelirroja.

-Si me hubieras hecho caso antes eso no había pasado- fue su argumento de defensa.

-Esa no es una excusa James- le aseguro.

-Entonces ella preferiría que escapara del muérdago como lunático- atajo Sirius- los ultimo dos años hacia lo posible para evadirlos, cuando antes buscaba que lo besuquearan.

-¿Eso es verdad?- Pregunto con recelo Dora.

-Claro que no, yo nunca estuve buscando nada de eso- se defendió de inmediato el castaño.

En los pasillos había un fuerte y delicioso olor a comida que, antes de Nochebuena, se había hecho tan potente que incluso Scabbers sacó la nariz del bolsillo de Ron para olfatear.

La mañana de Navidad, Ron despertó a Harry tirándole la almohada.

-Bonita forma de despertarlo sobrino- le dijo divertido Gideon- aunque hay formas mejores de hacerlo.

—¡Despierta, los regalos!

-Apenas despertaste y ya vas directo al punto principal, muy bien sobrino- le celebro Fabián.

Harry cogió las gafas y se las puso. Entornando los ojos para ver en la semioscuridad, miró a los pies de la cama, donde se alzaba una pequeña montaña de paquetes. Ron rasgaba ya el papel de sus regalos.

—Otro jersey de mamá. Marrón otra vez. Mira a ver si tú tienes otro.

-Eso te pasa por nunca decirle a tu madre que no te gustaba ese color- reprendió Hermione.

-Ella tenía muchas cosas que hacer, además no era algo verdaderamente importante- aseguro Ron.

-Aun así debiste habérmelo dicho- aseguro Molly- no quiero que te incomodes con los regalos que…

-No, si los aprecio, pero es algo sin importancia, mejor hay que seguir leyendo- le interrumpió el pelirrojo queriendo terminar ya con ese tema.

Harry tenía otro. La señora Weasley le había enviado un jersey rojo con el león de Gryffindor en la parte de delante, una docena de pastas caseras, un trozo de pastel y una caja de turrón.

Lily y James sonrieron felices por ver una vez más como había alguien que cuidaba y le daba el cariño que ellos no podían darle.

Al retirar las cosas, vio un paquete largo y estrecho que había debajo.

—¿Qué es eso? —preguntó Ron mirando el paquete y sosteniendo en la mano los calcetines marrones que acababa de desenvolver.

—No sé...

Harry abrió el paquete y ahogó un grito al ver rodar sobre la colcha una escoba magnífica y brillante. Ron dejó caer los calcetines y saltó de la cama para verla de cerca.

-Es la escoba, esa magnífica escoba de los primeros capítulos- aseguro con emoción James, parecía como si fuera a él a quien se lo regalaron.

—No puedo creerlo —dijo con la voz quebrada por la emoción. Era una Saeta de Fuego, idéntica a la escoba de ensueño que Harry había ido a ver diariamente a la tienda del callejón Diagon. El palo brilló en cuanto Harry le puso la mano encima. La sentía vibrar. La soltó y quedó suspendida en el aire, a la altura justa para que él montara. Sus ojos pasaban del número dorado de la matrícula a las aerodinámicas ramitas de abedul y perfectamente lisas que formaban la cola.

-Sin lugar a dudas el mejor relajo de ese año- aseguro James- ya después veremos cómo superarlo nosotros- aseguro abrazando a Lily por los hombros.

—¿Quién te la ha enviado? —preguntó Ron en voz baja.

—Mira a ver si hay tarjeta —dijo Harry.

Ron rasgó el papel en que iba envuelta la escoba.

—¡Nada! Caramba, ¿quién se gastaría tanto dinero en hacerte un regalo?

-Eso podría traer algunos problemas- comento Remus pensativo.

-¿Cómo podría traer problemas?, yo creo que se te está pasando la paranoia de cornamenta- le acuso Sirius.

-¡Hey!- le reclamo de inmediato el azabache.

-¿Por qué dices que la escoba les puede traer problemas?- pregunto Dora tratando de apoyarlo.

-No la escoba, sino el que se la regalaran y no dijera quien- respondió recibiendo un bufido de fastidio de canuto- eso es verdad Sirius, como dijo Ron, quien habría gastado tato para darle un regalo así.

-Yo lo haría- salto de inmediato Sirius.

-Exacto

-Por supuesto- exclamo Teddy comprendiendo- podrían creer que la escoba la enviaste tú, y como piensas que quieres matarlo podrían pensar que le hiciese algo malo para que no funcionara y lo lastimara.

-Pero yo no lo haría

-Eso lo sabemos Sirius- aseguro Remus- pero eso no impedirá que piensen algo así.

—Bueno —dijo Harry, atónito—. Estoy seguro de que no fueron los Dursley.

—Estoy seguro de que fue Dumbledore —dijo Ron, dando vueltas alrededor de la Saeta de Fuego, admirando cada centímetro—. Te envió anónimamente la capa invisible...

-Dumbledore parece tenerle mucho aprecio a Harry, pero dudo que eso haya pasado- aseguro Frank.

-Además la capa era de papá, el profesor Dumbledore solamente se la regreso- agrego Albus.

—Había sido de mi padre —dijo Harry—. Dumbledore se limitó a remitírmela. No se gastaría en mí cientos de galeones. No puede ir regalando a los alumnos cosas así.

—Ése es el motivo por el que no podría admitir que fue él —dijo Ron—. Por si algún imbécil como Malfoy lo acusaba de favoritismo. ¡Malfoy! —Ron se rió estruendosamente—. ¡Ya verás cuando te vea montado en ella! ¡Se pondrá enfermo! ¡Ésta es una escoba de profesional!

Varias miradas se posaron sobe el rubio.

-Quieren que lo diga cierto- exclamo- pues sí, no me sentí bien cuando supe lo de la escoba, y sí, me dio envidia.

Astoria lo abrazo dulcemente para darle animo a su novio, ya que no creía que fuera fácil que aceptara todo lo que le molestaba y sobre todo, sus sentimiento en aquella etapa tan desastrosa en su vida.

—No me lo puedo creer —musitó Harry pasando la mano por la Saeta de Fuego mientras Ron se retorcía de la risa en la cama de Harry pensando en Malfoy.

—¿Quién...?

—Ya sé... quién ha podido ser... ¡Lupin!

—¿Qué? —dijo Harry riéndose también—. ¿Lupin? Mira, si tuviera tanto dinero, podría comprarse una túnica nueva.

Una sonrisa un tanto triste se dibujó en la cara de Remus, pero lo que realmente llamo la atención, fue la mirada profunda y molesta de cierta peli rosa  que no le habría gustado el comentario del azabache.

-Yo, perdón, no intentaba ser descortés ni mucho menos

-Descuida, no hay problema- le aseguro Remus.

-Que bien, pero no creo te lo decía a ti colega- atajo James- se lo decía a esa novia tuya que está matando a mi Harry con la mirada- explico señalando a Dora consiguiendo que varios pares de ojos se fueran directo a ella.

-Bueno, es solo que no me pareció correcto- aseguro la metamorfomaga después de un momento. Pero eso no borro la sonrisa dulce y divertida de Andrómeda, Lily e incluso Sirius.

—Sí, pero le caes bien —dijo Ron—. Cuando tu Nimbus se hizo añicos, él estaba fuera, pero tal vez se enterase y decidiera acercarse al callejón Diagon para comprártela.

—¿Que estaba fuera? —preguntó Harry—. Durante el partido estaba enfermo.

—Bueno, no se encontraba en la enfermería —dijo Ron—. Yo estaba allí limpiando los orinales, por el castigo de Snape, ¿te acuerdas?

Los amigos del castaño supusieron donde podría haber estado, y por su parte, Sirius y James no pudieron evitar pensar que por incongruencias como esa sospecharon y descubrieron la condición de su querido amigo.

-Pero entonces donde se encontraba- pregunto una joven de Gryffindor del pasado.

-Eso no viene al tema justo ahora- intervino Dumbledore.

Harry miró a Ron frunciendo el entrecejo.

—No me imagino a Lupin haciendo un regalo como éste.

—¿De qué os reís los dos?

Hermione acababa de entrar con el camisón puesto y llevando a Crookshanks, que no parecía contento con el cordón de oropel que llevaba al cuello.

-Oh, oh- exclamaron los pares de gemelos, no solo por el hecho que metiera al gato al cuarto, sino porque se imaginaban como reaccionaria cuando le contaran de la escoba.

—¡No lo metas aquí! —dijo Ron, sacando rápidamente a Scabbers de las profundidades de la cama y metiéndosela en el bolsillo del pijama.

Nuevamente el pelirrojo se reprochaba internamente por haber cuidado con tanta vehemencia a ese maldito traidor.

Pero Hermione no le hizo caso. Dejó a Crookshanks en la cama vacía de Seamus y contempló la Saeta de Fuego con la boca abierta.

—¡Vaya, Harry! ¿Quién te la ha enviado?

—No tengo ni idea. No traía tarjeta.

-Mal movimiento- atajo Andrómeda- eso solo la ara sospechar, del regalo, habría sido mejor decirle otra cosa.

-Le siguieres que dijera una mentira mamá- le dijo Dora.

-Bueno, en ese punto puede ser necesario- defendió Ted a su esposa- eso de seguro producirá alguna pelea entre ellos, como sugirió Remus.

Ante su sorpresa, Hermione no estaba emocionada ni intrigada. Antes bien, se ensombreció su rostro y se mordió el labio.

—¿Qué te ocurre? —le preguntó Ron.

—No sé —dijo Hermione

-Y ahí va, se pondrá e aguafiestas y le arruinara el buen rato- dijo con ligera exasperación Fred.

-Es verdad cuñada, deberías disfrutar de las cosas buenas que llegan solas- agregó George.

-Lo aria si no tuviéramos a unos psicópatas tratando de hacernos daño cada vez que pueden- le reclamo molesta la castaña.

-¿Eso lo dices por mí?- pregunto Sirius.

-No, yo me refiero a otro tipo de psicópatas- le respondió.

-O de acuerdo, solo quería estar seguro- agregó sin darle mayor importancia.

—. Pero es raro, ¿no os parece? Lo que quiero decir es que es una escoba magnífica, ¿verdad?

Ron suspiró exasperado:

—Es la mejor escoba que existe, Hermione —aseguró.

—Así que debe de ser carísima...

—Probablemente costó más que todas las escobas de Slytherin juntas —dijo Ron con cara radiante.

-Es muy probable que así haya sido- aseguro Draco.

-Supongo que eso lo ara mucho más sospechoso- agrego Scorpius.

—Bueno, ¿quién enviaría a Harry algo tan caro sin si quiera decir quién es?

—¿Y qué más da? —preguntó Ron con impaciencia—. Escucha, Harry, ¿puedo dar una vuelta en ella? ¿Puedo?

—Creo que por el momento nadie debería montar en esa escoba —dijo Hermione.

Harry y Ron la miraron.

-No es extraño que Ron y Hermione se peleen por cualquier cosa- aseguro Lily- pero en esta ocasión hasta Harry la tomara contra ti.

-Es verdad, para ambos el quidditch es muy importante, y no tomaran a bien tus consejos- agrego Marlene- y más si se lo cuentas a un profesor.

-Los días que seguirán serán muy duros para ti- termino con lamentación Alice.

-Lo sabía, pero alguien debía de cuidarlos, incluso de ellos mismos- aseguro Hermione con una sonrisa melancólica.

—¿Qué crees que va a hacer Harry con ella? ¿Barrer el suelo? —preguntó Ron.

Pero antes de que Hermione pudiera responder; Crookshanks, saltó desde la cama de Seamus al pecho de Ron.

-Eso los distraerá un poco, pero al final terminaran peleados por ese asunto- aseguro Bill.

—¡LLÉVATELO DE AQUÍ! —bramó Ron, notando que las garras de Crookshanks le rasgaban el pijama y que Scabbers intentaba una huida desesperada por encima de su hombro. Cogió a Scabbers por la cola y fue a propinar un puntapié a Crookshanks, pero calculó mal y le dio al baúl de Harry; volcándolo. Ron se puso a dar saltos, aullando de dolor.

Los bromistas soltaron un par de risas tenues por la ironía de que fuera precisamente ron quien terminara golpeado, además claro de la típica burla de sus hermanos cuando hacia alguna tontería.

A Crookshanks se le erizó el pelo. Un silbido agudo y metálico llenó el dormitorio. El chivatoscopio de bolsillo se había salido de los viejos calcetines de tío Vernon y daba vueltas encendido en medio del dormitorio.

-Otra vez esa cosa- increpo Alastor- sigue actuando igual que la vez del tren, no creo que sea una coincidencia, debe de hacer algo que provoque que reaccione.

-No deberías relajarte un poco ojo loco- le restó importancia Kingsley que conocía de sobra su forma de ser.

-Relajarme- refunfuño- el dejar pasar detalles como ese solo traerán más problemas- en sus adentros el trio le dio la razón al consumado auror.

—¡Se me había olvidado! —dijo Harry, agachándose y cogiendo el chivatoscopio—. Nunca me pongo esos calcetines si puedo evitarlo...

En la palma de la mano, el chivatoscopio silbaba y giraba. Crookshanks le bufaba y enseñaba los colmillos.

-El ruido debe de estale molestando los oídos- razono Rose.

-Puede ser, lo mismo pasa con sus hijos cuando escuchan un ruido fuerte- apoyo Hugo.

—Sería mejor que sacaras de aquí a ese gato —dijo Ron furioso. Estaba sentado en la cama de Harry, frotándose el dedo gordo del pie—. ¿No puedes hacer que pare ese chisme? —preguntó a Harry mientras Hermione salía a zancadas del dormitorio, los ojos amarillos de Crookshanks todavía maliciosamente fijos en Ron.

Entre más leían acerca de ese gato, más de los presentes se sumaba a la idea que ese gato no era un animal común y corriente, debía de tener algunas habilidades especiales para ser tan perceptivo como lo era.

Harry volvió a meter el chivatoscopio en los calcetines y éstos en el baúl. Lo único que se oyó entonces fueron los gemidos contenidos de dolor y rabia de Ron. Scabbers estaba acurrucada en sus manos. Hacía tiempo que Harry no la veía, porque siempre estaba metida en el bolsillo de Ron, y le sorprendió desagradablemente ver que Scabbers, antaño gorda, ahora estaba esmirriada; además, se le habían caído partes del pelo.

—No tiene buen aspecto, ¿verdad? —observó Harry.

—¡Es el estrés! —dijo Ron—. ¡Si esa estúpida bola de pelo la dejara en paz, se encontraría perfectamente!

-El gato solo era parte del problema- aseguro Ron, el estrés era sufrido mas por Sirius que por la propia Crookshanks

Pero Harry, acordándose de que la mujer de la tienda de animales mágicos había dicho que las ratas sólo vivían tres años, no pudo dejar de pensar que, a menos que Scabbers tuviera poderes que nunca había revelado, estaba llegando al final de su vida. Y a pesar de las frecuentes quejas de Ron de que Scabbers era aburrida e inútil, estaba seguro de que Ron lamentaría su muerte.

-Eso es verdad- concedió Ginny- actúas exactamente igual con Pig, siempre quejándote pero cuidándolo lo mejor que puedes- agrego.

-Tal vez deberías ser un poco más sincero con tus sentimientos- exclamo Bill.

-Sí, todos queremos ver a un Ronnie más sensible- dijo Fred con un tono de chillón y burlesco.

-No me refiero a eso- le reprendió Bill enojado- además no hay nada de malo que un hombre exprese lo que siente.

-Yo lo hacía, pero aun así.

-Tu no expresabas tus sentimientos James, lo gritaban a los cuatro vientos con un tono de voz que cualquiera creería que no era en serio- le contradijo Lily.

-Y no ayudaba en nada que estuvieran castigados cada momento por alguna estúpida broma- apoyo Marlene.

-Y mucho menos cuando se pavoneaban en público tan seguido con alguna de sus “admiradoras”- termino Alice.

-Bueno, en comparación yo no estoy tan mal- salto el pelirrojo

-Mejor ni hables Ronald- le reprendió Hermione recordando la relación que el chico tuvo en quinto año.

Aquella mañana, en la sala común de Gryffindor; el espíritu navideño estuvo ausente. Hermione había encerrado a Crookshanks en su dormitorio, pero estaba enfadada con Ron porque había querido darle una patada. Ron seguía enfadado por el nuevo intento de Crookshanks de comerse a Scabbers. Harry desistió de reconciliarlos

-Sería inútil tratar de hacerlo- aseguro Remus- lo mejor era quedarse al margen de la situación.

-Aunque de esa forma el ambiente se vuelve algo deprimente- atajo Dora.

-Lo mejor en ese caso es encerrarlo en una habitación pequeña y dejarlos pelear- hablo Sirius- eso hicimos con James y Remus

-Y también contigo y James- le reclamo Remus.

-Sí, es cierto- el oji gris se quedó meditando- ahora que lo pienso, de los tres tú fuiste el más conflictivo cornamenta.

-Y ¿por qué se pelearon entre ustedes?- les pregunto Dora- me es difícil verlos discutir por algo.

-Bueno, James y Sirius se pelearon porque el primero pensó que el segundo estaba tratando de ganarle el puesto como capitán del equipo de quidditch, incluso le acuso de sabotearlo.

-Y cornamenta se peleó con lunático porque cuando este se hizo prefecto y lo acusó de estar tratando de seducir a Lily durante sus rondas, pero descuida sobrina, ellos nunca tuvieron nada- explico Sirius.

-Quidditch y Lily, las dos grandes pasiones de James, porque no me extraña- comento Ted produciendo algunas risas y un leve sonrojo del azabache.

Y se dedicó a examinar la Saeta de Fuego que había bajado con él a la sala común.

-Potter tena que ser- declaro Lily con media sonrisa en el rostro.

-No solo los Potter somos así, mi nuera también es una gran fanática- se defendió James.

-Pero ella no cuenta, recuerda que al final también terminara siendo una Potter  verdad- resalto Gideon.

-En ese caso Ron hubiera sido un mejor ejemplo que Ginny- agrego Fabián.

No se sabía por qué, esto también parecía poner a Hermione de malhumor. No decía nada, pero no dejaba de mirar con malos ojos la escoba, como si ella también hubiera criticado a su gato.

-No me gusta que juzguen a tan magnifica escoba de esa manera- aseguro James “S”- ella no ha hecho nada.

-Mejor no digas nada James- le reprendió Rose.

A la hora del almuerzo bajaron al Gran Comedor y descubrieron que habían vuelto a arrimar las mesas a los muros, y que ahora sólo había, en mitad del salón, una mesa con doce cubiertos.

-Guau, en verdad que el castillo quedo vacío- exclamo Hugo- en esa ocasión ni siquiera ustedes se quedaron- agrego el niño  volteando a ver a los gemelos y a Percy.

-No, ese año fuimos a casa- dijo George- no había suficiente gente como para jugar bromas.

Se encontraban allí los profesores Dumbledore, McGonagall, Snape, Sprout y Flitwick, junto con Filch, el conserje, que se había quitado la habitual chaqueta marrón y llevaba puesto un frac viejo y mohoso. Sólo había otros tres alumnos: dos del primer curso, muy nerviosos, y uno de quinto de Slytherin, de rostro huraño.

-Hagrid no está presente, supongo que con lo del juicio no está de humor para ir a la fiesta- comento Frank

-O le estará haciendo compañía al hipogrifo en su casa, ya vimos que no lo quería dejar solo- agrego Ted- ojala que no beba mucho.

-Tu tampoco estas presente en esa ocasión- resalto por lo bajo Dora volteando a ver a Remus

-Debió ser por la luna- respondió el castaño mientras la peli rosa maldecía en el mismo tono que había utilizado.

—¡Felices Pascuas! —dijo Dumbledore cuando Harry, Ron y Hermione se acercaron a la mesa—. Como somos tan pocos, me pareció absurdo utilizar las mesas de los colegios. ¡Sentaos, sentaos!

-Supongo que es lo más conveniente- dijo Andrómeda- pero sin duda el compartir la mesa con los profesores y el director es suficiente para poner nervioso a eso pobres chicos- agrego pensando en los de primer grado.

-Pero ninguno de ellos muerde, o bueno, Filch tal vez podría pero Dumbledore no- hablo Gideon.

-Es verdad, de hecho parece que es de los que más disfruta y aprovecha esa temporada- apoyo Fabián.

Harry, Ron y Hermione se sentaron juntos al final de la mesa.

—¡Cohetes sorpresa! —dijo Dumbledore entusiasmado, alargando a Snape el extremo de uno grande de color de plata. Snape lo cogió a regañadientes y tiró. Sonó un estampido, el cohete salió disparado y dejó tras de sí un sombrero de bruja grande y puntiagudo, con un buitre disecado en la punta.

Los bromistas y alguno que otro de los presentes (en especial los que vengan del futuro) exhalaron tremendas carcajadas por lo antes leído, sin duda, aun recordaban lo ocurrido con el boggart de Neville, pero claro, a Severus no le hizo ni pisca de gracia, en especial porque parcia que todo había sido planeado por alguien.

Harry, acordándose del boggart, miró a Ron y los dos se rieron. Snape apretó los labios y empujó el sombrero hacia Dumbledore, que enseguida cambió el suyo por aquél.
-
Como juego o broma está bien- dijo Frank- pero el problema es que mi madre lo usa todo el tiempo.

-El tiempo en que te avergonzaba por llevar eso ya paso cariño, relájate- le recomendó Alice.

-No es muy fácil borrar esos bochornosos recuerdos, querida- le reclamo nuevamente el auror.

—¡A comer! —aconsejó a todo el mundo, sonriendo.

Mientras Harry se servía patatas asadas, las puertas del Gran Comedor volvieron a abrirse. Era la profesora Trelawney, que se deslizaba hacia ellos como si fuera sobre ruedas. Dada la ocasión, se había puesto un vestido verde de lentejuelas que acentuaba su aspecto de libélula gigante.

-¡Hey!- reclamaron de inmediato Lavender y Parvati por el pensamiento de Harry, aunque no muchos se sumaron a la indignación de las jóvenes.

—¡Sybill, qué sorpresa tan agradable! —dijo Dumbledore, poniéndose en pie.

—He estado consultando la bola de cristal, señor director —dijo la profesora Trelawney con su voz más lejana—. Y ante mi sorpresa, me he visto abandonando mi almuerzo solitario y reuniéndome con vosotros. ¿Quién soy yo para negar los designios del destino? Dejé la torre y vine a toda prisa, pero os ruego que me perdonéis por la tardanza

La gran mayoría que no creían en la excusa de la profesora se preguntaron cual debía ser la verdadera razón por la que salió de su enclaustro en la torre donde daba clases.

—Por supuesto —dijo Dumbledore, parpadeando—. Permíteme que te acerque una silla...
E hizo, con la varita, que por el aire se acercara una silla que dio unas vueltas antes de caer ruidosamente entre los profesores Snape y McGonagall. La profesora Trelawney, sin embargo, no se sentó. Sus enormes ojos habían vagado por toda la mesa y de pronto dio un leve grito.

—¡No me atrevo, señor director! ¡Si me siento, seremos trece! ¡Nada da peor suerte! ¡No olvidéis nunca que cuando trece comen juntos, el primero en levantarse es el primero en morir!

-Oh por Merlín- exclamo Lily- siempre tiene que estar hablando de la muerte, no se siente conforme si no dice nada sobre eso.

-Claro que no- aseguro de inmediato Ron- basta con que ocurra algo como una fractura o una caída grabe para que este contenta- una par de miradas severas de unas chicas fulminaban al pelirrojo que ni se inmutaba por ello.

-Supongo que está tratando de llamar la atención, o de hacerse la interesante y por eso solo habla de eso- argullo Remus recibiendo ahora él, las miradas molesta de las jóvenes.

—Nos arriesgaremos, Sybill —dijo impaciente la profesora McGonagall—. Por favor, siéntate. El pavo se enfría.

Los bromistas se vieron entre ellos con sonrisas picaras, sin duda es muy poco frecuente que Sybill Trelawney y Minerva McGonagall se encontraran cara a cara, dos polos completamente opuestos el uno del otro, por ese motivo todos ellos esperaban impacientes el enfrentamiento verbal que suponían que ocurriría.

La profesora Trelawney dudó. Luego se sentó en la silla vacía con los ojos cerrados y la boca muy apretada, como esperando que un rayo cayera en la mesa. La profesora McGonagall introdujo un cucharón en la fuente más próxima.

—¿Quieres callos, Sybill?

La profesora Trelawney no le hizo caso. Volvió a abrir los ojos, echó un vistazo a su alrededor y dijo:

—Pero ¿dónde está mi querido profesor Lupin?

-Más le vale que no salga con sus idioteces- exclamo James, es cierto que su castaño amigo tenía el espíritu de todo un merodeador, pero también era cierto que se deprimía con mucha facilidad.

—Me temo que ha sufrido una recaída —dijo Dumbledore, animando a todos a que se sirvieran—. Es una pena que haya ocurrido el día de Navidad.

-Pero ella ya debía haberlo sabido o no- exclamo Rose.

—Pero seguro que ya lo sabías, Sybill.

La profesora Trelawney dirigió una mirada gélida a la profesora McGonagall.

-Claro, no podía ser otra que la hija de Hermione- exclamo Fres- aunque las dos tienen razón cierto.

-Cierto hermano- le apoyo George- nuestra profesora le bloqueo el camino a esa farsante.

-¡Ella no es una farsante!- salto Lavender.

-Pero tampoco es una adivina como ella alardea- aseguro Harry- ya lo verán, ni siquiera es consiente cuando hace una verdadera profecía- agrego.

Todos los que permanecían incrédulos en las profecías, se impresionaron que fuera Harry quien dijera eso.

—Por supuesto que lo sabía, Minerva —dijo en voz baja—. Pero no quiero alardear de saberlo todo. A menudo obro como si no estuviera en posesión del ojo interior, para no poner nerviosos a los demás.

—Eso explica muchas cosas —respondió la profesora McGonagall.

Varios de los presentes rieron modestamente, solo unos pocos fueron testigos de la plática en su momento, por lo que no podían divertirse por la discusión de las profesoras.

-¿Cómo pudieron guardar seriedad ante eso?- les interrogo Sirius a los chicos.

-No lo hicieron- respondió Hermione- no reían abiertamente pero no dejaron de cuchichear durante todo el desayuno.

-No creo que lo pudieran evitar- dijo Hugo poniéndose en su situación.

La profesora Trelawney elevó la voz:

—Si te interesa saberlo, he visto que el profesor Lupin nos dejará pronto.

-Esa maldita no sabe nada- espeto de inmediato Teddy.

-Eso es evidente hijo, ella no sabe nada de adivinación y mucho menos de Remus- le aseguro Dora que también se había molestado un poco por el comentario.

Él mismo parece comprender que le queda poco tiempo. Cuando me ofrecí a ver su destino en la bola de cristal, huyó.

-No tenías que lunático- aseguro Sirius- ella no vería nada y aun cuando lo hiciera solo unos necios le creerían sus mentiras.

-¡Hey!- reclamaron un par de chicas.

—Me lo imagino.

—Dudo —observó Dumbledore, con una voz alegre pero fuerte que puso fin a la conversación entre las profesoras McGonagall y Trelawney— que el profesor Lupin esté en peligro inminente. Severus, ¿has vuelto a hacerle la poción?

—Sí, señor director —dijo Snape.

-Bueno, eso es algo- cometo James- pero desde ahora será Lily quien le prepare esa poción- aseguro- bueno, al menos hasta que la esposa de lunático aprenda a prepararla.

-¿Esposa?- repitió Remus.

-Si claro, la loca de pelo rosa que siempre se sienta a tu lado y con la que duermes en las noches- alego el azabache.

-¡Yo no duermo con ella!- aseguro con un leve sonrojo.

-Claro que si lunático- aseguro Sirius- aun no la macillas pero si duermen juntos mi perverso amigo, por lo menos en la misma habitación.

-Exacto, yo nunca dije que tenía relaciones, fuiste tú quien lo dio por sentado- agrego James divertido.

-Ya cállense los dos- les reclamo un poco más rojo después de notar que había caído en su juego.

—Bien —dijo Dumbledore—. Entonces se levantará y dará una vuelta por ahí en cualquier momento. Derek, ¿has probado las salchichas? Son estupendas.

El muchacho de primer curso enrojeció intensamente porque Dumbledore se había dirigido directamente a él, y cogió la fuente de salchichas con manos temblorosas.

-Debe estar muy incómodo de que el director le hable tan a la ligera- comento Rose

-Pero así de loco esta nuestro director- aseguro Ron recibiendo un leve golpe de Hermione.

-Lo que quiere decir, es que él no toma mucho en cuenta la posición de poder como maestro o director, y por eso habla con esa ligereza con todos- exclamo la castaña.

-Guau, todo eso querías decir hermanito- dijo burlón George.

-Si- respondió Ron- supongo

La profesora Trelawney se comportó casi con normalidad hasta que, dos horas después, terminó la comida. Atiborrados con el banquete y tocados con los gorros que habían salido de los cohetes sorpresa, Harry y Ron fueron los primeros en levantarse de la mesa, y la profesora dio un grito.

-Ya va a empezar otra vez con sus supersticiones- exclamo Alice.

-Pero ahí está McGonagall, ella no dejara que sus palabrerías lleguen muy lejos- le dijo Fran suponiendo que ella le pondría un algo a la profesora de adivinación.

— ¡Queridos míos! ¿Quién de los dos se ha levantado primero? ¿Quién?

—No sé —dijo Ron, mirando a Harry con inquietud.

-Hay Ron, en verdad que eras muy crédulo- se lamentó Hermione.

-Es verdad, incluso te creías todo lo que nosotros te decíamos- continua Fed.

-Y eso después de muchas bromas que ya te habíamos hecho- termino George.

-¿Eso es cierto papá?-  le pregunto incrédulo Hugo.

-Pues…

-Sí, Ron siempre ha sido así, y aun ahora continua con su misma credulidad- respondió Hermione en lugar el pelirrojo.

-¡Hermione!- le reclamo Ron. 

—Dudo que haya mucha diferencia —dijo la profesora McGonagall fríamente—. A menos que un loco con un hacha esté esperando en la puerta para matar al primero que salga al vestíbulo.

Varias risas se dejaron escuchar en ese momento.

-Hay por Merlín, ¿por qué la profesora McGonagall no era tan divertida en nuestra época?- comento Fabián entre risas.

-Lo mismo digo- apoyo Gideon-  a nosotros solo nos demostró su lado más duro y severo de todos.

Incluso Ron se rió. La profesora Trelawney se molestó.

— ¿Vienes? —dijo Harry a Hermione.

—No —contestó Hermione—. Tengo que hablar con la profesora McGonagall.

-¿Qué tiene que hablar con ella?- pegunto James “S”.

-Del regalo de Harry nietecito- contesto James con cierto deje de molestia en la vos- solo imagina que le dirá alguien como ella.

-O demonios- dijo James “S” después de mediarlo un momento

—Probablemente para saber si puede darnos más clases —bostezó Ron yendo al vestíbulo, donde no había ningún loco con un hacha.

-¡Ronald!- le reclamo de inmediato Molly.

Cuando llegaron al agujero del cuadro, se encontraron a sir Cadogan celebrando la Navidad con un par de monjes, antiguos directores de Hogwarts y su robusto caballo. Se levantó la visera de la celada y les ofreció un brindis con una jarra de hidromiel.

— ¡Felices, hip, Pascuas! ¿La contraseña?

-Siempre me he preguntado cómo le hacen para embargarse-  Comento Sirius- cosa que es bastante común.

-Igual que ustedes- aseguro Marlene- no tengo idea de donde les cabía tanto alcohol.

-Eso sigue siendo un misterio hasta para nosotros- volvió a hablar el oji gris.

—«Vil bellaco» —dijo Ron.

— ¡Lo mismo que vos, señor! —exclamó sir Cadogan, al mismo tiempo que el cuadro se abría hacia delante para dejarles paso.

-Deberían de aprovechar ese momento para salir con escoba antes de que llegue Hermione- comento Fabián.

-Sería lo ideal, pero no creo que ellos supongan siquiera lo que pasara a continuación- se lamentó Gideon.

Harry fue directamente al dormitorio, cogió la Saeta de Fuego y el equipo de mantenimiento de escobas mágicas que Hermione le había regalado para su cumpleaños.

-No podrás hacer nada con el equipo hijo- aseguro James- la escoba esta nueva y sin uso, por lo que debe de estar en prefectas condiciones.

Bajó con todo y se puso a mirar si podía hacerle algo a la escoba; pero no había ramitas torcidas que cortar y el palo estaba ya tan brillante que resultaba inútil querer sacarle más brillo.

James puso su sonrisa fanfarrona en ese momento, igual que siempre lo hacía cuando acertaba en algo, parecía que se había convertido más en un auto reflejo como en algo consiente.

Él y Ron se limitaron a sentarse y a admirarla desde cada ángulo hasta que el agujero del retrato se abrió y Hermione apareció acompañada por la profesora McGonagall.

-O no- dijeron varios al tiempo que suponían lo que vendría.

Aunque la profesora McGonagall era la jefa de la casa de Gryffindor; Harry sólo la había visto en la sala común en una ocasión y para anunciar algo muy grave.

-También iba cuando hacíamos mucho escándalo en la sala común- comento Frank.

-Cuantas veces interrumpió las fiestas que estos realizaban y que muchos otros estaban dispuestos a ayudarlos- agrego Marlene refiriéndose a los merodeadores.

Él y Ron la miraron mientras sostenían la Saeta de Fuego. Hermione pasó por su lado, se sentó, cogió el primer libro que encontró y ocultó la cara tras él.

-No servirá de nada- dijo Teddy- prácticamente viven juntos, tarde o temprano tendrás que confrontarlos.

-Aun así, sabía que eso los disgustaría a ambos y no tenía fuerza para verlos en ese momento- acepto Hermione.

—Conque es eso —dijo la profesora McGonagall con los ojos muy abiertos, acercándose a la chimenea y examinando la Saeta de Fuego—. La señorita Granger me acaba de decir que te han enviado una escoba, Potter.

Harry y Ron se volvieron hacia Hermione. Podían verle la frente colorada por encima del libro, que estaba del revés.

-Eso solo confirma lo que pensábamos- aseguro Ted- pero eso no ayudara en nada a la chica, lo mejor habría sido que omitiera el hecho de que fue quien le dijo de la escoba.

-Pero aun así solo hubiera sido cuestión de tiempo, es obvio que sabrían que ella fue quien le dijo- le revió Andrómeda.

— ¿Puedo? —pidió la profesora McGonagall. Pero no aguardó a la respuesta y les quitó de las manos la Saeta de Fuego. La examinó detenidamente, de un extremo a otro—. Mmm... ¿Y no venía con ninguna nota, Potter? ¿Ninguna tarjeta? ¿Ningún mensaje de ningún tipo?

—Nada —respondió Harry, como si no comprendiera.

-Hay papá- Se lamentó James “S”- eso es lo peor que pudiste haberle dicho a la profesora- le aseguro- deberías de tener un poco más de malicia para mentir.

-Y tu deberías de tener menos por lo que estoy oyendo- le rebatió Ginny suponiendo como seria en chico en el futuro.

-Además, Potter si tiene bastante malicia, pero solo la usa con cierto tipo de personas- agrego Draco.

—Ya veo... —dijo la profesora McGonagall—. Me temo que me la tendré que llevar; Potter.

— ¿Qué?, ¿qué? —dijo Harry, poniéndose de pie de pronto—. ¿Por qué?

—Tendremos que examinarla para comprobar que no tiene ningún hechizo           —explicó la profesora McGonagall—. Por supuesto, no soy una experta, pero seguro que la señora Hooch y el profesor Flitwick la desmontarán.

-¡¿Qué?! pero si es una escoba nueva, como pueden hacer eso- exclamo James con la aprobación de su nieto James “S”.

-Porque es la única forma de asegurarse que no tenga nada malo- le aseguro la profesora McGonagall.

-Pero profesora.

-Pero nada joven Potter, además la señora Hooch y el profesor Flitwick serán perfectamente capaces de dejar esa escoba en perfectas condiciones cuando terminen de analizarla.

-De eso puede estar segura Minerva- apoyo el diminuto profesor de encantamientos.

— ¿Desmontarla? —repitió Ron, como si la profesora McGonagall estuviera loca.

—Tardaremos sólo unas semanas —aclaró la profesora McGonagall—. Te la devolveremos cuando estemos seguros de que no está embrujada.

-Y durante todo ese tiempo la peor lo pasara será Hermione- aseguro Alice- todo por esa obsesión que tienen por ese bendito juego.

-No se puede evitar que sean así- le restó importancia Hermione, después de todo, eso ya había pasado.

—No tiene nada malo —dijo Harry. La voz le temblaba—. Francamente, profesora...

—Eso no lo sabes —observó la profesora McGonagall con total amabilidad—, no lo podrás saber hasta que hayas volado en ella, por lo menos.

-Tiene  razón en eso ultimo- le concedió Lily quien por un lado sabía que si Sirius fue quien le mando la escoba, esta no tendría nada de malo, pero al mismo tiempo aliviada de que cuidaran así de su hijo.

Y me temo que eso será imposible hasta que estemos seguros de que no se ha manipulado. Te tendré informado.

-Dudo que tenga mucha tranquilidad esos días, en especial si Wood se entera- comento Cedric pensando en el antiguo capitán del equipo.

-De hecho si molesto bástate a la profesora por eso- aseguro Alicia.

La profesora McGonagall dio media vuelta y salió con la Saeta de Fuego por el retrato, que se cerró tras ella.

Harry se quedó mirándola, con la lata de pulimento aún en la mano.

-Hay hijo, créeme que yo te comprendo muy bien- le aseguro de inmediato James- ni siquiera pudiste subir una sola vez, eso debió ser tortuoso.

-Lo es, aún recuerdo cuando me hicieron los mismo a mí- aseguro James “S”.

-Pero a ti te quitaron tu nueva escoba porque hiciste explotar tu pastel de cumpleaños ensuciándonos a todos y a todo- aseguro Albus- por eso mamá te confiscaron la escoba.

-Pues yo comprendo que lo hicieron- aseguro Molly, ella estaba de acuerdo con el castigo que su hija le impartió a su nieto.

-Claro, tenía ser el castigo de una pelirroja- comento Sirius.

Ron se volvió hacia Hermione.

— ¿Por qué has ido corriendo a la profesora McGonagall?

Hermione dejó el libro a un lado. Seguía con la cara colorada. Pero se levantó y se enfrentó a Ron con actitud desafiante:

—Porque pensé (y la profesora McGonagall está de acuerdo conmigo) que la escoba podía habérsela enviado Sirius Black.

-Es el final- informo Angelina cerrando el libro y dejándolo sobre la mesa.

-Bueno, pero es un poco difícil para que un prófugo tan notoria pudiera comprar una escoba no es así- comento Scorpius.

-Debió encontrar una forma- aseguro James

-Pudo mandar el pedido de alguna manera, no es necesario que se presentara- aseguro Lily- no hacían eso cuando pedían cosas de zonco después que la profesora les ordeno no venderles nada.

-Sería la mejor opción para conseguirlo- aseguró Remus.

-Pero aun así sería arriesgado no, digo, sabrían de quien era el oro con la que la compraron- volvió a decir Scorpius.

-A los gnomos de Gringotts poco les importan los asuntos de los magos- aseguro Bill- no creo que se molestarían en repórtale al ministerio que alguien sacara oro de la cámara de un prófugo si es que diera el caso, dirían que el manejo del banco es exclusivo de ellos y que los magos no tenían por qué interferir.

-Bueno, creo que por hoy debemos dar por concluida la lectura de hoy- Dijo Dumbledore poniéndose de pie y llamando la atención de todos- entonces, procedamos a la cena y después, vallamos a tomar un merecido descanso.

Las mesas de todos se comenzaron a llenar de varios platillos diferentes, muchos de los presentes que ya tenían hambre no lo duraron dos veces para comenzar a llenar sus platos de comida.

Pero en esta ocasión había algo diferente, en esta ocasión uno de los que era de los primeros en atacar la comida, ahora la contemplaba sin intención de tomar algo, aun cuando se veía más compuesto, e incluso se había puesto a bromear y sonreír, Sirius Black aún tenía muy presente en su mente los últimos dos capítulos, aun se sentía ligeramente atormentado por todo, y ahora que habían terminado de leer, ya no había nada que lo distrajera de esos horribles pensamientos que comenzaron a surgir en él.

-Con permiso Marlene- dijo el oji gris separándose uno de los brazos de la joven (que  era con el que lo estaba abrazando) se puso de pie y se disponía a salir.

-¡Hey canuto!, ¿a dónde vas?- le pregunto de inmediato James- la comida ya está aquí.

-Sí, solo voy al baño- respondió en automático.

-Ha, bueno- dijo sin estar muy seguro, veía un poco extraño a su casi hermano- pero canuto, ¿estás bien?

-Sí, perfecto

-Tal vez debería…

-¡No James!- le interrumpió- tu siéntate, en un momento regreso- le dijo, aunque pocos le creyeron, en especial después usar el nombre de su mejor amigo en lugar de su apodo como acostumbraba.

Era evidente que tenía algo en que pensar y no dejaría que nadie lo acompañase, varios pares de ojos siguieron al hombre mientras salía del gran comedor, pero el dueño de un par de esos ojos que lo miraba se debatía entre seguirlo o quedarse donde estaba, después de todo, había una larga historia entre ellos, una que no era precisamente muy alegre.

******

Hacia un rato que la cena había terminado, y toda la comida había desaparecido del gran comedor, y en todo el tiempo en el que eso paso Sirius no volvió a mostrar su cara, para ese momento todos deberían de estar ya en sus respectivas habitaciones alistándose para dormir, pero algunas personas como Harry, James y Remus se encontraban muy pensativo con el tema de su amigo común en la cabeza, los dos primeros eran reconfortados y aconsejados por sus respectivas pelirrojas, pero el tercero estaba sentado inmerso en su mete.

En esta ocasión él bebe Teddy no solicito estar junto a él, pero aun así entro en la misma habitación que tenían los Tonks, tal vez por costumbre o simplemente para no estar solo, de cualquier forma nadie renegó de su presencia en ese lugar.

-Tranquilízate Remus- le dijo en cierto momento Andrómeda sacando al castaño de su mundo- lo dos sabemos lo terco que es mi primo, no servirá de nada que quisieran hablar con él ahora, lo mejor será esperar a que se calme.

-Lo se Andrómeda, pero aun así me preocupa que haga una locura- respondió.

-Tendremos que tener fe en él

-Sí, buena suerte con eso madre- ironizo Dora.

-¡Nymphadora, ese comentario no ayuda para nada!- le reprendió ella, mas sin embargo eso produjo una leve sonrisa en el joven.

 -Bueno, aun así creo que esperare a que regrese para verlo- dijo el licántropo un poco más tranquilo.

-Bueno, y que tal si tenemos un pequeño juego de ajedrez mientras lo esperas- le propuso de inmediato Teddy, creía que así podría distraerse un poco, y el aprovechaba para pasar un rato con su padre, la verdad es que siempre había querido jugar con el aun que fuera solo una vez.

-¿Sabes jugar?- le pregunto.

-Claro, y modestia aparte soy de los mejores de todo Hogwarts.

-Muy bien, acepto- dijo sonriente el oji miel, siempre disfrutaba de un juego de ajedrez con un buen oponente.

Sin perder mucho tiempo aparecieron un par de silla en frente de una mesa, y de una bolsa especial que tenía Teddy un muy bien conservado tablero de ajedrez con sus respectivas piezas, mientras los hombres acomodaban todo para iniciar el juego la mujeres se llevaron al bebe para cambiarlo de ropa y arrullarlo.

Después de que él bebe Teddy se había dormido, Dora decidió salir a ver si Remus y su hijo ya se habían ido a dormir o si seguían jugado, no se sorprendió para nada encontrarlos concentrados en las piezas que aún continuaban en pie en el tablero, mientras que cada uno sostenía un barra de chocolate, algo poco recomendable para esas horas, una sonrisa salió de Dora penando lo mucho que Teddy se parecía a ella, mira que heredar su adicción por el chocolate. Pero ahora que lo pensaba, no era un habito tan extraño como pensaba, después de todo Remus era igual que ellos, fue entonces cuando lo noto, la mirada tanto de Teddy como la Remus eran iguales, no solo en la expresión mientras se concentraba en sus piezas, sino también en el color de ojos, Teddy debió de haber cambado su aspecto inconscientemente mientras jugaba al punto de cambiar el tono de su cabello y ser una copia casi exacta de Remus.

Dora quedo sumamente sorprendida ante eso, por un momento quiso atribuir esa similitud a la habilidad de metamorfomagia de su hijo, pero entonces recordó la forma que Teddy lo veía, la forma que lo defendía, y más aún, su versión de bebe, aunque era muy sociable con todos, siempre a quienes más frecuentaba eran a ella y a Remus, seria acaso eso lo que conocen como  “el llamado de la sangre”, a su mente llegaron las bromas de su tío y por primera vez, le parecieron más serias que cualquier cosa, con su corazón latiendo a mil se retiró a su habitación sin que los jóvenes se dieran cuenta de que los vio, tenía muchas cosas en que penar, en serio ellos dos terminarían juntos en algún momento, aunque esa idea la dejaba intrigada, no podía decir que le desagradara dicha posibilidad.

Al final Remus no se había encontrado con Sirius, pues había estado jugando con Teddy hasta pasada la media noche.

12 comentarios:

  1. Wooo si amoooo como escribes sigue cuando puedas (prometo no molestar tanto esta vez) por fa siguee
    Porbre canuto :(
    Ya quiero que descubran que lunatico si es el padre de teddy

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    1. Me alegra que te guste, sí, estoy trabajando unas ideas de cómo se podrían enterrar de la paternidad de Lupin, pero antes quisiera avanzar un poco más en la relación de este con Dora.
      Ya continúo.

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  2. Pero ¿si vas a seguir? ¿verdad? ¿todos los libros?

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    1. Sí, mi intención es hacer los siete libros, pero como siempre existen imprevistos, no quisiera afirmar con tanta seguridad que los terminare para después quedar mal, siempre que pueda continuar ten por seguro que haré.

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  3. No quiero parecer pesada ni nada pero puedes seguir? Por faaa

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    1. Ya se está haciendo costumbre verte por aquí jeje.
      Si, ya continúo.
      P.D. por lo general siempre actualizo los martes (o al menos cuando es martes aquí en México) o más tardar los viernes, pero casi siempre son los martes.

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  4. por favor has todos los libros ME ENCANTA!!! y publica mas seguido si puedes

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    1. Sí, tengo la intención de hacer todos libros si no ocurre un imprevisto muy grande, y me gustaría poder actualizar más seguido, pero tengo muchas cosas que hacer.

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