La
comida se sirvió con todo el esplendor de siempre, Sirius de inmediato comenzó
a llenar su plato con todo lo que tenía enfrente, la mayoría lo comenzó a
imitar pero con menos apuración que el oji gris. Todos excepto Remus que se había
quedado pensativo.
-Hey
lunático ¿qué te pasa?, ¿no quieres comer?- le pregunto Sirius.
-He no,
no tengo mucha hambre- le dijo poniéndose de pie- yo regreso en un momento está
bien- les dijo antes de irse.
Eso les
pareció un poco extraño a sus amigos que no entendían lo que hacía. Entre ellos
dora no dejaba de preguntarse qué le podría pasar. Preocupada por lo que su tío
pudiera decir se levantó de su asiento también y se disponía a irse cuando.
-¿Y tú
a dónde vas sobrina?- le pregunto Sirius.
-He, al
baño, voy al baño- se excusó.
-Ha, al
baño- dijo sin creerlo tomando algo de comida- toma sobrina, un bocadillo para
el camino- le dijo pasándole la comida, era más que obvio que su excusa no
serviría.
-Mam…á-
se escuchó un grito desde el asiento de los Tonks juntos con otros balbuceos.
-Hija,
creo que Teddy también quiere “ir al baño”- comento Andrómeda risueña. La metamorfomaga
se acercó a recoger la pequeño Teddy y lo tomo en sus brazos.
-¿Dónde
está la bolsa con sus cosas?-pregunto al aire antes de que Ted llamara su
atención para dársela- ha muy bien.
-Y
sobrina- le hablo Sirius- te recomiendo ir al baño por la ruta del árbol del
lago- le dijo juguetonamente.
-Sí,
claro- dijo la joven llevando a su pequeño que balbuceaba muchas cosas, entre
ellas mam…á.
A
algunos les pareció curioso que el niño le hablara de esa forma, para otras
solo fue la confirmación de lo que habían estado pensado, y Ginny, Hermione,
Harry y Ron se les dibujo una sonrisa en el rostro, al parecer ella ya sabía
que era su hijo, ahora solo hacía falta que se enteraran a ciencia cierta quien
era el padre.
Remus
salió lo más deprisa del castillo como podía, llego al árbol frente al lago que
era el lugar donde acostumbraban estar, donde estaban descansando cuando fueron
traídos a esa aventura, y mirando la superficie del lago continuo con sus
meditaciones, supuestamente el tiempo se había detenido para pudieran leer los
libros, pero el sol salía y se ponía como si el tiempo corriera normalmente,
amanecía atardecía y anochecía con gran normalidad, y eso lo preocupaba,
recordaba que la luna llena estaba próxima, tal vez dos o tres días después de
ese, no estaba seguro, debía de hacer sus cuentas, no había sentido la
influencia de la luna sobre él, pero aun así sería posible que se librara de
esa luna llena, y de no poder hacerlo, podría ir a la casa de los gritos.
-Pap…á-
escucho un grito que lo saco de sus pensamientos, volteo al origen de ese ruido
y vio como la peli rosa iba a donde él se encontraba con el pequeño peli azul en
brazos.
-Dora, ¿qué
están haciendo aquí?- le pregunto haciendo el intento de ponerse de pie, pero
antes de hacerlo la joven se había sentado a su lado.
-Nada,
solo vine a verte- le dijo sin importancia mientras el pequeño reclamaba a atención
del castaño.
-No tenías
porque- le dijo empezando a jugar con Teddy.
-Lo sé,
pero saliste muy rápido, ha y también traje comida- le dijo sacándola- y bueno,
sería una desgracia tirarla no crees- dijo risueña.
-Si está
bien- acepto risueño.
-¿Y que
te pasa?, te veías muy pensativo- hablo ella.
-No, no
es importante- le dijo evadiendo el tema, no quería contarle acerca de su
condición, no creía que ella lo supiera, y no quería que lo hiciera en ese
momento- y quieres ayuda para dale de comer- pregunto viendo a Teddy.
-Pues sí,
me vendría bien.
Entre
platicas y juegos y darle de comer al pequeño se pasaron las horas libres que
tenían, hasta ese momento o lo había notado, pero cuando Remus salió del
castillo pensando en sus cosas se sentía solo, como vacío, pero todo cambio
cuando vio a la metamorfomaga y a Teddy, sentía aún mejor que con sus amigos, y
eso ya era mucho decir, era como si estar completo se llenara un gran vacío
dentro de él, lo cual lo alegraba bastante, pero al mismo tiempo lo hacia
sentirse un poco triste, ya que por un lado pensaba que no podía estar con
ella. Era su corazón contra su lógica.
Cuando
regresaron al comedor ya faltaban pocas personas, no tardaron mucho en llegar a
sus asientos, y Sirius tardo mucho menos en sonreírles burlonamente, solo era cuestión
de tiempos para…
-¿Y
como se la pasaron?- los pico el animago.
-Bien tío,
comimos, jugamos con Teddy, le dimos de comer, y le cambiamos un pañal, ¿quieres
verlo?- le pregunto.
-No gracias
sobrina, Que acabo de comer.
-Tú
siempre acabas de comer Sirius, no veo que es lo extraño- ironizo Remus.
-Jajá,
clásico de ti lunático- comento James- siempre que no quieres hablar de alguna
cosa te pones a atacarnos y hacernos burlas- explicó el azabache ganándose una
mirada fulminante del castaño.
-Eso es
muy cierto mi lunático amigo- aseguro canuto- además yo solo pensaba que cuando
mini cornamenta salió igual que tú, fue seguido por la pelirroja y regresaron
como novios, no sería extraño que ustedes…
-Nosotros
nada canuto, ya deja tus intrigas a un lado.
-Tranquilo
hermano, yo solo pensaba…
-Nada
bueno sale cuando piensas tío, así que mejor abstente- le interrumpió Tonks que
estaba igual de incomoda.
-Ellos
tiene razón Sirius, ya déjalos- los apoyo Andrómeda.
Andrómeda
vio cómo su primo se enfurruñaba porque no lo dejaban expresarse, pero más que
eso, seguía viendo la buena relación que tenía Remus con su hija y su nieto, y
no es que no le gustara, el castaño le caía muy bien, pero no era un misterio
para ella que era un licántropo, y no podía evitar sentir un poco de apuración
por la seguridad de su hija y su nieto, y eso era algo que odiaba, odiaba
sentirse así, odiaba sentir esa incomodad guiada por los prejuicios reinantes
del mundo mágico, ella misma se tuvo que enfrentar algunos de ellos para casarse con Ted, y con
cada momento deseaban olvidarse de todo eso y alegrase por ellos desde el fondo
de sus ser, sin que ella tuviera ningún tipo de apuración como esa, y es que se
veían tan felices cuando estaban juntos, pero sobre todo Teddy, de eso estaba
segura pues aun cuando ellos no lo supieran, ella también había salido del
castillo un momento, y de lejos vio como eso tres se divertían con el sonriente
niño antes de regresar a la lectura.
-Bueno,
ya que están todos aquí- hablo Dumbledore sacando de sus pensamientos a
Dromeda- a quien le gustaría leer.
-Cualquiera
menos Ron o Harry- hablo Hermione- Que ya leí el tirulo del siguiente capítulo
y no creo que ese par lo lea bien y completo.
-Jajá,
entonces en el siguiente saldrá alguna travesura suya- aventuro Sirius con una sonrisa.
-En ese
caso yo quiero leer- dijo Neville pidiendo el libro- muy bien, el capítulo se titula,
“el sauce boxeador”.
Todos
se quedaron sorprendidos de que ese árbol estuviera en el libro, es decir, que relevancia
podría tener, pero pos su parte las madres se sintieron preocupadas, como han
ocurrido la cosas en el primer libro, no sería extraño que sufrirían un
incidente con ese árbol.
-Antes
de que digan algo- comenzó a decir Harry.
-No pasó
nada malo, al final- termino Ron.
-Eso no
calma nuestra apuración Ronald- le dijo Molly.
-Solo
espero que no hayan hecho alguna imprudencia o si no…- exclamo Lily asustado a
los jóvenes por la oración incompleta.
Neville
recordaba esa noche, pero ahora sabría la historia completa y de primera mano,
por una parte se sentía mal por sus amigos por el problema que seguro tendrían,
y por la otra estaba ansioso por comenzar a leer, pero al final de cuentas no
podía retrasar el momento para siempre.
El final del verano llegó más rápido de lo
que Harry habría querido. Estaba deseando volver a Hogwarts, pero por otro
lado, el mes que había pasado en La Madriguera había sido el más feliz de su
vida.
-Hay mi
niño- exclamo Lily enternecida un poco, disminuyendo su enojo y apuración
anterior.
-Esa es
buena señal- comentó Ron a Harry al notar que su madre también se relajó con
esa parte.
-Sí,
pero al final nos terminaran gritando- respondió el azabache sabiendo que esa
ternura solo era pasajera.
Le resultaba difícil no sentir envidia de Ron
cuando pensaba en los Dursley y en la bienvenida que le darían cuando volviera
a Privet Drive.
-No fue
muy fuerte o si- pregunto Fred.
-Porque
les podríamos hacer otra visita- propuso George.
-No, no
fue tan fuerte como piensan- aseguro Harry.
-De
cualquier forma deberíamos visitaros- atajo James- ya nos deben mucho y deben
de pagar.
-Muy de
acuerdo cornamenta- aseguró Sirius sobándose las manos.
La última noche, la señora Weasley hizo
aparecer, por medio de un conjuro, una cena suntuosa que incluía todos los
manjares favoritos de Harry y que terminó con un suculento pudín de melaza.
-No se
puede aparecer comida, es una…
-De las
cinco prohibiciones de la ley de Gamp de transfiguración elemental- recitaron
Harry y Ron al mismo tiempo.
-Ya lo sabemos
Hermione, pero en ese momento tenía doce años, como iba a saberlo- se justificó
el azabache.
Fred y George redondearon la noche con una
exhibición de las bengalas del doctor Filibuster, y llenaron la cocina con
chispas azules y rojas que rebotaban del techo a las paredes durante al menos
media hora. Después de esto, llegó el momento de tomar una última taza de
chocolate caliente e ir a la cama.
-¿Cuándo
será que ese bendito doctor Filibuster invente esa dichosas bengalas?- atajo
Sirius- porque yo no las he visto en ninguna tienda de bromas, bueno, ni en
zonco.
-¡¿Y
crees que eso es importante animal?!- le recrimino Marlene.
-Bueno,
importante lo que se dice importante, no, pero sería grandioso para las bromas-
agregó James
-No
deben de tardar mucho en sacarlas- Exclamo Sirius en voz alta.
-Y después
tiene que esperar más de diecisiete años para que los gemelos vendan sus fuegos
artificiales-comento Harry.
-Hay ahijado,
no me arruines el momento- comentó canuto.
-Bueno,
ya dejen sus tonterías y dejen que siga leyendo- exigió Marlene
A la mañana siguiente, les llevó mucho rato
ponerse en marcha. Se levantaron con el canto del gallo, pero parecía que
quedaban muchas cosas por preparar. La señora Weasley, de mal humor, iba de
aquí para allá como una exhalación, buscando tan pronto unos calcetines como
una pluma. Algunos chocaban en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la
mano un trozo de tostada, y el señor Weasley, al llevar el baúl de Ginny al
coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una
gallina despistada.
-Igual
que con nosotros- exclamo James
-Es que
siempre dejarlas cosas para el ultimo día- acuso Remus.
-Hay no
fastidies lunático- espeto Sirius.
-Ha mí
me huele que hay una historia detrás de eso- exclamo divertida Marlene.
-Pues
si- comento Remus- en una de esas ocasiones que estaban apurados así como los
describen en el libro, y en una de esas Sirius y James se encontraron en la
mitad de las escaleras y…
-¡Ya
basta lunático!- le reclamo el oji miel.
-Chocaron
de frente, rodando por las escaleras y terminaron en el suelo con sus caras a
centímetros de distancia como si se tratar de una escena romántica- termino el
castaño sin importarle los reclamos de su amigo.
-Entonces-
comenzó Lily- James y Sirius casi se dan un be…
-¡¡Nooo!!-
gritaron los hombres de inmediato mientras todos los estudiantes se reían de lo
lindo por la apuración del par de amigos.
-Nos
separamos de inmediato- aseguro James
-Si, después
de unos minutos de estado de shock- aseguro Remus haciéndose oír entre las
risas.
-¿Y tú
donde estabas Remus?- le pregunto Marlene curiosa.
-Ya se-
exclamo Nymphadora- de seguro Remus estaba desayunado tranquilamente con sus
cosas perfectamente guardadas y listo para irse.
-Y de
seguro eso es lo que más les molesta a ese par- aseguro Lily risueña.
-Pues
si- acepto James- lo que no se es que después de tantas veces que nos pasó eso
tenía que elegir precisamente la más vergonzosa de todas.
-Ustedes
no hubieran hecho menos por mí- les aseguro.
A Harry no le entraba en la cabeza que ocho
personas, seis baúles grandes, dos lechuzas y una rata pudieran caber en un
pequeño Ford Anglia. Claro que no había contado con las prestaciones especiales
que le había añadido el señor Weasley.
-Otra
laguna legar me imagino- exclamo Molly viendo a su esposo con cierto rencor,
mientras que Arthur se encogía en su lugar.
—No le digas a Molly ni media palabra
—susurró a Harry al abrir el maletero y enseñarle cómo lo había ensanchado
mágicamente para que pudieran caber los baúles con toda facilidad.
-¡¡Arthur
Weasley!!- le grito su esposa.
-Va…
vamos querida, es que otra forma no hubiéramos podido ir a ningún lado, además
teníamos el tiempo encima.
Cuando por fin estuvieron todos en el coche,
la señora Weasley echó un vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Ron,
Fred, George y Percy estaban confortablemente sentados, unos al lado de otros,
y dijo:
—Los muggles saben más de lo que parece,
¿verdad?
-Si
claro- ironizo Molly molesta.
-Pero
no es necesario que los muggles sepan mucho- comento Fabián.
-No
cuando se tiene un esposo que hace las leyes- continúo Gideon.
-¿Están
seguros que quieren a su cuñado?- pregunto Ted- porque solo están alimentando
el fuego de su hoguera- se explicó.
-Claro
que nos agrada- aseguro Fabián.
-Pero
las bromas no respetan a nadie- aseguro
Gideon antes que guardaran silencio por la mirada fulminante de su hermana.
Ella y Ginny iban en el asiento delantero,
que había sido alargado hasta tal punto que parecía un banco del parque—.
Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso,
¿verdad?
El señor Weasley arrancó el coche y salieron
del patio. Harry se volvió para echar una última mirada a la casa.
-En
verdad lamentaste irte verdad- cuestiono Ron que no se podía creer aún que
Harry sintiera envidia de él y su familia. Nunca se lo hubiera imaginado.
-Pues
si un poco, era la primera vez que vivía en un verdadero hogar- aseguro Harry.
Pero de inmediato le pido a Neville que continuara, no quería dar tiempo a que
se volvieran a poner sentimentales y lo avergonzaran tratándole como un niño
pequeño, le gustaba que su madre le mostrara afecto, pero no en un lugar tan público.
Apenas le había dado tiempo a preguntarse
cuándo volvería a verla, cuando tuvieron que dar la vuelta, porque a George se
le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster.
-Nos
regresamos por eso- exclamo Molly son creerlo.
-Sí,
aunque él dijo que se trataba de un libro- explicó Ginny recordando aquella
ocasión.
-Pues
claro, si mi gemelo decía la verdad no nos hubiéramos regresado- los justifico
Fred a su estilo.
Cinco minutos después, el coche tuvo que
detenerse en el corral para que Fred pudiera entrar a coger su escoba.
-Y esta
vez si era verdad- exclamo Fred.
Y cuando ya estaban en la autopista, Ginny
gritó que se había olvidado su diario y tuvieron que retroceder otra vez.
-Ojala
y nunca lo hubiera recordado- se lamentó la pelirroja en voz baja sintiendo los
brazos de Harry que la rodeaban. La historia apenas comenzaba.
Cuando Ginny subió al coche, después de
recoger el diario, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.
El señor Weasley miró primero su reloj y
luego a su mujer.
—Molly, querida...
—No, Arthur.
-¿Qué
le quieres proponer cuñado?.-pregunto Gideon.
-No es
obvio- atajo James- el auto puede volar.
-Pero
en pleno día cualquiera los podría ver- aseguro Lily en represión a la emoción
de su novio.
—Nadie nos vería. Este botón de aquí es un
accionador de invisibilidad que he instalado. Ascenderíamos en el aire, luego
volaríamos por encima de las nubes y llegaríamos en diez minutos. Nadie se daría
cuenta...
—He dicho que no, Arthur, no a plena luz del
día.
-Es lo más
razonable- dijo en aprobación Lily.
Llegaron a Kings Cross a las once menos
cuarto. El señor Weasley cruzó la calle a toda pastilla para hacerse con unos
carritos para cargar los baúles, y entraron todos corriendo en la estación.
-Cuanta
adrenalina se vive en eso momentos- comentó Sirius divertido por la situación.
-La
emoción de llegar a la estación con solo unos segundos solo era superado por
los gritos de Lily cuando nos atrapaba en alguna broma- aseguro James
sonriente.
-Eso no
es para sonreír querido- atajo la pelirroja que en el fondo también se estaba divirtiendo.
Harry ya había cogido el expreso de Hogwarts
el año anterior. La dificultad estaba en llegar al andén nueve y tres cuartos,
que no era visible para los ojos de los muggles. Lo que había que hacer era
atravesar caminando la gruesa barrera que separaba el andén nueve del diez. No
era doloroso, pero había que hacerlo con cuidado para que ningún muggle notara
la desaparición.
—Percy primero —dijo la señora Weasley,
mirando con inquietud el reloj que había en lo alto, que indicaba que sólo
tenían cinco minutos para desaparecer disimuladamente a través de la barrera.
-Todo
eso es un poco emocionante- comentó Frank- pero aún no sé qué tiene que ver el
sauce boxeador.
-Yo me
sentiría mejor si no tuviera nada que ver- exclamo Remus un poco preocupado,
pero por otra parte se sentía mal ya que el árbol lo habían plantado para que
él pudiera ir a Hogwarts.
Percy avanzó deprisa y desapareció. A
continuación fue el señor Weasley. Lo siguieron Fred y George.
—Yo pasaré con Ginny, y vosotros dos nos
seguís —dijo la señora Weasley a Harry y Ron, cogiendo a Ginny de la mano y
empezando a caminar. En un abrir y cerrar de ojos ya no estaban.
-Y ahí
comenzó todo verdad- expreso Fred.
-Yo aún
siento algo de rencor porque nos dejaron afuera- aseguro George.
-Nosotros
no los dejamos afuera de nada, así se dieron las cosas- se defendió Ron.
-De que
están hablando ustedes- les pregunto Molly que no entendían su intercambio de
palabras, varias persona posaron la vista en los jóvenes esperando una
respuesta.
-Eso
están a punto de leerlo, no se preocupen- atajo Harry sin muchos deseos de que
continuarán.
—Vamos juntos, sólo nos queda un minuto —dijo
Ron a Harry.
Harry se aseguró de que la jaula de Hedwig
estuviera bien sujeta encima del baúl, y empujó el carrito contra la barrera.
No le daba miedo; era mucho más seguro que usar los polvos flu. Se inclinaron
sobre la barra de sus carritos y se encaminaron con determinación hacia la
barrera, cogiendo velocidad. A un metro de la barrera, empezaron a correr y...
¡PATAPUM!
-Neville,
lee con un poco más de seriedad por favor- le reprendió ligeramente Alice a su
hijo.
-Pero
es que así está escrito mamá, mira- se defendió el chico mostrándole el libro a
la mujer.
-Pero
entonces ¿qué ocurrió?- pregunto Frank que no entendía a que venía esa parte,
al igual que muchos otros.
Los dos carritos chocaron contra la barrera y
rebotaron.
-¡¿Qué?!-
gritaron todos sin entender.
-¿Cómo
es posible que eso haya pasado?, la barrera, ¿se ha cerrado?- pregunto en voz
alta Remus.
-¿Cómo
es posible?- pregunto James sin creerlo.
-Magia
negra- aventuro Sirius.
-No lo
creo, pero se requeriría mucha magia para lograrlo- exclamo Lily- pero lo que
no se, es ¿por qué motivo o propósito habrán cerrado la barrera?
-Profesor,
usted no podría saber que paso- le pregunto James a Dumbledore.
-Con
tan poca información, solo puedo hacer suposiciones-expreso el anciano
director- pero hay mucha magia en este mundo, y los magos no la conocen toda, e
incluso las llegan a subestimar- expreso produciendo más preguntas que
respuestas. Dumbledore pensaba que en ese momento, el único rostro conocido que
quería evitar que el joven llegara a Hogwarts era el elfo, pero aun no tenía pruebas para señalarlo.
El baúl de Ron saltó y se estrelló contra el
suelo con gran estruendo, Harry se cayó y la jaula de Hedwig, al dar en el
suelo, rebotó y salió rodando, con la lechuza dentro dando unos terribles
chillidos.
-Hay pobre
animal, que no ha sufrido bastante ya- exclamo Dora mientras jugaba con Teddy.
-Pero
esa no es su culpa sobrina, es que la bendita barrera no los quieres dejar
pasar- exclamo Sirius.
Todo el mundo los miraba, y un guardia que
había allí cerca les gritó:
—¿Qué demonios estáis haciendo?
—He perdido el control del carrito —dijo
Harry entre jadeos, sujetándose las costillas mientras se levantaba. Ron salió
corriendo detrás de la jaula de Hedwig, que estaba provocando tal escena que la
multitud hacía comentarios sobre la crueldad con los animales.
-No sería
extraño- comentó Marlene- aunque es cierto que fe un accidente y no algo
intencional.
-A mí
me alegra que estés mejorando tu talento para dar excusas- comento Lames.
-Sí,
eso le será de mucha ayuda- ironizo Lily- pero dejemos eso de lado, y dejen que
Neville continúe- apremio la pelirroja, quería saber pronto que había pasado.
—¿Por qué no hemos podido pasar? —preguntó
Harry a Ron.
—Ni idea.
Ron miró furioso a su alrededor. Una docena
de curiosos todavía los estaban mirando.
—Vamos a perder el tren —se quejó—. No
comprendo por qué se nos ha cerrado el paso.
-Alguien
se los ha cerrado, ¿pero quién podría ser?- expreso Ted curioso.
-Tal
vez fue Malfoy, ya sabemos que le tiene rencor a Harry- se aventuró Sirius.
-Es
posible, pero no creo que haya hecho algo como eso- razono james, con conocía
Malfoy, pero ese no parecía su estilo- mejor continuemos escuchando.
Harry miró el reloj gigante de la estación y
sintió náuseas en el estómago. Diez segundos..., nueve segundos... Avanzó con
el carrito, con cuidado, hasta que llegó a la barrera, y empujó a continuación
con todas sus fuerzas. La barrera permaneció allí, infranqueable.
Tres segundos..., dos segundos..., un
segundo...
-Sí que
somos muy exactos al hacer las cosas no- ironizo Fabián con una sonrisa.
—Ha partido —dijo Ron, atónito—. El tren ya
ha partido. ¿Qué pasará si mis padres no pueden volver a recogernos? ¿Tienes
algo de dinero muggle?
Harry soltó una risa irónica.
—Hace seis años que los Dursley no me dan la
paga semanal.
-¿Paga
semanal?- repitió en interrogación Gideon.
-A los
niños muggles se les acostumbra dar algo de dinero cada semana para comprar sus
cosas, en ocasiones lo hacen a cambio de realzar alguna tarea domestica- explicó
Hermione como si estuviera en la escuela.
-Es
sorprendente- dijo Sirius.
-Que a
los niños les den dinero- pregunto Marlene.
-No,
que en algún momento le hubieran dado algo así a Harry- explico el animago.
-Pues
es otra cosa que añadiremos al pergamino- expreso Remus tomando el papel.
-Y sería
buena idea hacer eso cuando Harry nazca- comentó james.
Ron pegó la cabeza a la fría barrera.
No oigo nada —dijo preocupado—. ¿Qué vamos a
hacer? No sé cuánto tardarán mis padres en volver por nosotros.
Echaron un vistazo a la estación. La gente
todavía los miraba, principalmente a causa de los alaridos incesantes de
Hedwig.
-Y por
qué no usan a Hedwin- propuso Lily-podrían avisar al colegio de lo que paso, estoy
segura que Dumbledore entenderá.
-Solo deben tener cuidado de no vean cuando la
mandan, se vería un poco extraño- razono Marlene.
-Pero
por el lado bueno tendrían otro día de vacaciones, así que relájense- expreso Sirius
tratando de aligerar el ambiente.
—A lo mejor tendríamos que ir al coche y
esperar allí —dijo Harry—. Estamos llamando demasiado la aten...
—¡Harry! —dijo Ron, con los ojos
refulgentes—. ¡El coche!
-No lo
aran- exclamo Lily sabiendo por donde iba la cosa.
-No
pueden hacerlo- agregó Molly igual de preocupada, pues ella también había
entendido.
-Oh yo
creo que si lo aran- expreso Sirius encomiando.
-Sería
una gran hazaña si lo logra- continuo James.
-Pero
se meterían en muchos problemas- les trato de parar la pelirroja.
-Pero Lily,
cariño, es el tipo de aventuras que marcan época, ni a nosotros se ha ocurrido
hacer como eso- se defendió el azabache.
-Ya
entienden porque estamos molestos con ellos- aseguro George.
-Pero
ya vinos que no era cosa suya- aseguro Fred- nosotros incluso llegamos a pensar
que lo tenían paneado, pero no.
—¿Qué pasa con él?
—¡Podemos llegar a Hogwarts volando!
—Pero yo creía...
—Estamos en un apuro, ¿verdad? Y tenemos que
llegar al colegio, ¿verdad? E incluso a los magos menores de edad se les
permite hacer uso de la magia si se trata de una verdadera emergencia, sección
decimonovena o algo así de la Restricción sobre Chismes...
-Igual
de bueno para inventar lagunas legales como su padre- comentó risueño Gideon.
-No es
una de sus mejores cualidades- aseguro a señora Weasley pensando en los mil problemas
que podrían pasar.
El pánico que sentía Harry se convirtió de
repente en emoción.
Los
merodeadores sonrieron con emoción por eso,
incluso Remus que sabía en los problemas que podrían tener, sentía como
su sangre merodeadora lo dominaba en ese momento, después de tomo, el también tenía
el espíritu de un bromista, pero claro, era más discreto que sus otros amigos.
—¿Sabes hacerlo volar?
—Por supuesto —dijo Ron, dirigiendo su
carrito hacia la salida—. Venga, vamos, si nos damos prisa podremos seguir al
expreso de Hogwarts.
Y abriéndose pasó a través de la multitud de
muggles curiosos, salieron de la estación y regresaron a la calle lateral donde
habían aparcado el viejo Ford Anglia. Ron abrió el gran maletero con unos
golpes de varita mágica. Metieron dentro los baúles, dejaron a Hedwig en el
asiento de atrás y se acomodaron delante.
-Y
empieza su aventura- los animo Sirius con mucha alegría.
-Como
que estas muy emocionando con esto- el comento la rubia medio divertida.
-Claro
que si Marlene, si eso es muy emocionante-aseguro el hombre.
-Ya lo
creo que estas emocionado, incluso hasta usaste mi nombre y no mi apellido-
resalto la mujer impresionada.
—Comprueba que no nos ve nadie —le pidió Ron,
arrancando el coche con otro golpe de varita. Harry sacó la cabeza por la
ventanilla; el tráfico retumbaba por la avenida que tenían delante, pero su
calle estaba despejada.
—Vía libre —dijo Harry.
-La
calle estará libre, pero el problema será cuando estén en el aire- comento Ted.
Ron pulsó un diminuto botón plateado que
había en el salpicadero y el coche desapareció con ellos. Harry notaba el
asiento vibrar debajo de él, oía el motor, sentía sus propias manos en las
rodillas y las gafas en la nariz, pero, a juzgar por lo que veía, se había
convertido en un par de ojos que flotaban a un metro del suelo en una lúgubre
calle llena de coches aparcados.
—¡En marcha! —dijo a su lado la voz de Ron.
Los
bromistas estaban expectantes y emocionados por eso, sin duda era algo que a
ellos les hubiera gustado intentar, esperaban saber cómo se desarrolla su
aventura.
Fue como si el pavimento y los sucios
edificios que había a cada lado empezaran a caer y se perdieran de vista al
ascender el coche; al cabo de unos segundos, tenían todo Londres bajo sus pies,
impresionante y neblinoso.
Entonces se oyó un ligero estallido y reaparecieron
el coche, Ron y Harry.
-¿qué
paso?- preguntaron algunos.
-De
seguro el accionador de invisibilidad que Arthur instalo se ha estropeado-
comento Lily en ese momento.
-¿Cómo
estas tan segura querida?- le pregunto James.
-¿Qué
otra cosa les podría pasar?- aseguro la peli roja como si fuera lo más obvio
del mundo.
—¡Vaya! —dijo Ron, pulsando el botón del
accionador de invisibilidad—. Se ha estropeado.
-Me das
miedo pelirroja- hablo Sirius en broma.
Los dos se pusieron a darle golpes. El coche
desapareció, pero luego empezó a aparecer y desaparecer de forma intermitente.
—¡Agárrate! —gritó Ron, y apretó el
acelerador. Como una bala, penetraron en las nubes algodonosas y todo se volvió
neblinoso y gris.
—¿Y ahora qué? —preguntó Harry, pestañeando
ante la masa compacta de nubes que los rodeaba por todos lados.
-Deben
de mantenerse oculto de la vista de los muggles, pero a la vez deben de ver por
dónde van- aseguro Remus.
-Eso va
a ser complicado- aseguro Dora- en especial con el auto apareciendo y
desapareciendo.
—Tendríamos que ver el tren para saber qué
dirección seguir —dijo Ron.
—Vuelve a descender, rápido.
Descendieron por debajo de las nubes, y se
asomaron mirando hacia abajo con los ojos entornados.
—¡Ya lo veo! —gritó Harry—. ¡Todo recto, por
allí!
El expreso de Hogwarts corría debajo de
ellos, parecido a una serpiente roja.
-¿Por qué
pones de ejemplo una serpiente?- exclamo Sirius.
-Porque
no hay muchos trenes que parezcan tortugas- ironizo Marlene, provocado algunas
risas.
-Pero podrían
usar otra comparación no lo crees- le respondió.
-Si es
posible- le concedió- con que otra forma se podría comparar el movimiento
serpenteante de un tren he Sirius- le pregunto.
-Bueno
pues… bueno…
-Descuida,
te daré el tiempo que necesites para pensarlo y luego me respondes- le dijo
risueña pidiéndole al chico que
continuara leyendo.
—Derecho hacia el norte —dijo Ron,
comprobando el indicador del salpicadero—. Bueno, tendremos que comprobarlo
cada media hora más o menos. Agárrate. —Y volvieron a internarse en las nubes.
Un minuto después, salían al resplandor de la luz solar.
Aquél era un mundo diferente. Las ruedas del
coche rozaban el océano de esponjosas nubes y el cielo era una extensión
inacabable de color azul intenso bajo un cegador sol blanco.
-Poniéndolo
de esa forma hasta suena poético- exclamo Hermione- pero al final la historia
no termino tan bien.
-Pero
aun así sería lindo pasear de esa forma- dijo Ginny imaginándose una cita con
Harry en ese lugar.
-Tal
vez en alguna ocasión- le dijo el azabache menos abrazándola, pese a lo
desastroso que termino ese viaje, fue una bonita experiencia al principio, y
más a ellos dos que les gustaba bolar sobre sus escobas.
—Ahora sólo tenemos que preocuparnos de los
aviones —dijo Ron.
-¿Se encontraron
alguno?- pregunto Arthur con el tono equivocado.
-Arthur,
no me digas que eso te parece emociónate, porqué si no…
-Lo
siento querida, si estoy preocupado por ellos, pero no puedo evitar emocionarme
con esos aviones, a mí me parecen fascínate como logran volar en esas cosas.
-Ya Arthur,
después hablaremos de eso- le aseguro la pelirroja.
Se miraron el uno al otro y rieron. Tardaron
mucho en poder parar de reír.
Era como si hubieran entrado en un sueño
maravilloso. Aquélla, pensó Harry, era seguramente la manera ideal de viajar:
pasando copos de nubes que parecían de nieve, en un coche inundado de luz solar
cálida y luminosa, con una gran bolsa de caramelos en la guantera e imaginando
las caras de envidia que pondrían Fred y George cuando aterrizaran con suavidad
en la amplia explanada de césped delante del castillo de Hogwarts.
-Pues
si nos sorprendió mucho cuando llegaron- exclamo Fred.
-Aunque
no fue un suave aterrizaje- les dijo George por lo bajo al par de amigos.
Neville
fue relatando como revisaban cada cierto tiempo que seguían en rumbo y como el
paisaje fue cambando conforme avanzaban.
Sin embargo, después de varias horas sin
sobresaltos, Harry tenía que admitir que parte de la diversión se había
esfumado.
-Se lo
merecen por no haber estado en el tren- les acuso Hermione.
-Pero
Hermione, aunque no hubiéramos tomado el coche aun así no hubiéramos podido abordar-
se defendió Harry.
-Además,
en todo caso hubiéramos perdió al menos un día de clases- atajo Ron- y eso es
lo peor que nos podría pasar.
-Ustedes
no piensan que eso es lo peor- exclamo la chica.
-Claro
que no, solo te están dando por tu lado para que no los regañes- exclamo
Sirius.
-Nosotros
asíamos eso con Remus cada vez podíamos- continuo James.
-Pero nunca
les resulto como esperaban- comento le castaño- al contrario, cuando me daban
por mi lado sabía que algo habían hecho.
Los caramelos les habían dado una sed
tremenda y no tenían nada que beber. Harry y Ron se habían despojado de sus
jerséis, pero al primero se le pegaba la camiseta al respaldo del asiento y a
cada momento las gafas le resbalaban hasta la punta de la nariz empapada de
sudor.
-Bueno,
eso se podría prevenir si se hubieran preparado- aseguro James- para la próxima
vez…
-No
abra próxima vez- aseguro Lily- si en el futuro siquiera se les ocurre hacer
algo parecido yo misma me encargare que se arrepentirían de esa idea- les
advirtió a todos- y tú y yo hablaremos de eso jovencito- le advirtió a Harry,
que se encogió en su lugar.
-Pero…
-Shhh-
lo silencio Marlene y por lo bajo agrego- por todos los cielos Sirius, vez la tempestad y no te hincas,
si dices una palabra pondrías tu vida en riesgo- le aseguro.
El oji
gris analizo la situación viendo los labios fruncidos de la pelirroja sabía que
la rubia tenía razón, lo mejor sería no decir nada y dejar que la lectura
continuara.
Había dejado de maravillarse con las
sorprendentes formas de las nubes y se acordaba todo el tiempo del tren que
circulaba miles de metros más abajo, donde se podía comprar zumo de calabaza
muy frío del carrito que llevaba una bruja gordita. ¿Por qué motivo no habrían
podido entrar en el andén nueve y tres cuartos?
-Sería
bueno saberlo- exclamo ojo loco- no dudo que los problemas solo estén
comenzando.
-Gracias
Alastor, ¿qué haríamos sin tus preocupantes comentarios?- atajo Frank viéndolo
con rencor. Algo como eso solo lograba que la apuración fuera mayor, en especial
las de las madres.
-Las
cosas son como son, esa es la situación y ninguna palabra bonita lo cambiara-
aseguro el auror.
-Tú no
eres muy sensible cierto- comentó Nymphadora al que podría ser su mentor.
—No puede quedar muy lejos ya, ¿verdad? —dijo
Ron, con la voz ronca, horas más tarde, cuando el sol se hundía en el lecho de
nubes, tiñéndolas de un rosa intenso—. ¿Listo para otra comprobación del tren?
Éste continuaba debajo de ellos, abriéndose
camino por una montaña coronada de nieve. Se veía mucho más oscuro bajo el
dosel de nubes.
Ron apretó el acelerador y volvieron a
ascender, pero al hacerlo, el motor empezó a chirriar.
-Les está
fallando el coche- se impaciento la señora Weasley.
-Bueno,
no creo que el auto este hecho para viajes tan largos- comento Ted.
-Cariño,
mejor no digas nada- le pidió Andrómeda dándole una señal a Neville para que
continuará.
Harry y Ron se intercambiaron miradas
nerviosas.
—Seguramente es porque está cansado —dijo
Ron—, nunca había hecho un viaje tan largo...
-Cansado,
pues ni que fuera un caballo hermanito- exclamo Fred.
-Ustedes
no conocen ese auto- les aseguro el pelirrojo.
Y ambos hicieron como que no se daban cuenta
de que el chirrido se hacía más intenso al tiempo que el cielo se oscurecía.
Las estrellas iban apareciendo en el firmamento. Se hacía de noche. Harry
volvió a ponerse el jersey, tratando de no dar importancia al hecho de que los
limpiaparabrisas se movían despacio, como en protesta.
—Ya queda poco —dijo Ron, dirigiéndose más al
coche que a Harry—, ya queda muy poco —repitió, dando unas palmadas en el
salpicadero con aire preocupado.
-¡Que
ese no es un animal hermanito!- exclamo George.
-Ya les
dije que no saben lo que paso, ese coche no es como ustedes se lo imaginan- les
volvió a decir Ron como defensa, pero ya lo descubrirán.
Cuando, un poco más adelante, volvieron a
descender por debajo de las nubes, tuvieron que aguzar la vista en busca de
algo que pudieran reconocer.
—¡Allí! —gritó Harry de forma que Ron y
Hedwig dieron un bote—. ¡Allí delante mismo!
En lo alto del acantilado que se elevaba
sobre el lago, las numerosas torres y atalayas del castillo de Hogwarts se
recortaban contra el oscuro horizonte.
-Deben
aterrizar antes de que lleguen, o las defensas del castillo les causarían más
problemas- razono Lily.
-Más
problema, el auto ya les está fallando- aseguro Sirius.
-Con más
razón deberían de aterrizar- dijo con apremio la pelirroja
Pero el coche había empezado a dar sacudidas
y a perder velocidad.
—¡Vamos! —dijo Ron para animar al coche,
dando una ligera sacudida al volante—. ¡Venga, que ya llegamos!
Los
gemelos Weasley Prewett y otros más voltearon los ojos al leer esa parte, esa
insistencia de Ron de tratar al auto como su fuera una criatura viviente, nada
de lo que dijera serviría de algo.
El motor chirriaba. Del capó empezaron a
salir delgados chorros de vapor. Harry se agarró muy fuerte al asiento cuando
se orientaron hacia el lago.
El coche osciló de manera preocupante. Mirando
por la ventanilla, Harry vio la superficie calma, negra y cristalina del agua,
un par de kilómetros por debajo de ellos. Ron aferraba con tanta fuerza el
volante, que se le ponían blancos los nudillos de las manos. El coche volvió a
tambalearse.
Lily y
Molly apretaban con fuerza las manos de sus respectivas parejas, eso iba de mal
en peor, caerían en cualquier momento y eso les podría provocar heridas muy
garbes, querían que eso terminar pronto y poder respirar con tranquilidad.
—¡Vamos! —dijo Ron.
Sobrevolaban el lago. El castillo estaba
justo delante de ellos. Ron apretó el pedal a fondo.
Oyeron un estruendo metálico, seguido de un
chisporroteo, y el motor se paró completamente.
-Ha con
un demonio- increpo Lily sin poderse contener.
—¡Oh! —exclamó Ron, en medio del silencio.
-¡”Oh”!,
¡sobrevuelan ilegalmente todo Londres, están a punto de estrellarse y solo
dices “oh”!- reclamo Molly.
-Bueno,
realmente no importaba que dijera, eso no nos salvaría- dijo Ron con
nerviosismo, pero fue peor.
-¡¡¿Y acaso
crees que eso importa Ronald?!!- le grito.
-¡¡Están
a punto de matarse y ni siquiera han empezado el año!!- continuo Lily en el
mismo tono.
El morro del coche se inclinó
irremediablemente hacia abajo. Caían, cada vez más rápido, directos contra el
sólido muro del castillo.
-¡¡NOO!!-
gritaron los padres de los involucrados.
-¡¿Por
qué precisamente van en dirección al muro?!- exclamo Sirius, esa aventura se estaba
convirtiendo en una pesadilla.
—¡Noooooo! —gritó Ron, girando el volante;
esquivaron el muro por unos centímetros cuando el coche viró describiendo un
pronunciado arco y planeó sobre los invernaderos y luego sobre la huerta y el
oscuro césped, perdiendo altura sin cesar.
Ron soltó el volante y se sacó del bolsillo
de atrás la varita mágica.
—¡ALTO! ¡ALTO! —gritó, dando unos golpes en
el salpicadero y el parabrisas, pero todavía estaban cayendo en picado, y el
suelo se precipitaba contra ellos...
-Eso no
servirá de nada, ni siquiera es un hechizo- expreso Alastor
—¡CUIDADO CON EL ÁRBOL! —gritó Harry
-Con un
carajo- increparon Lily y Remus impresionado a todos.
-Pero
que es ese lenguaje Lupin, si ya se libraron del muro- le dijo su amigo risueño
por su lenguaje.
-Sirius,
¿recuerdas el título del capítulo?- le pregunto desesperado.
-Claro
que sí, es el sauce bo… oh mierda- exclamo al final pues ya había entendido, al
igual que todos.
Todos
conocían ese árbol, e incluso algunos habían tenido alguno que otro altercado
con él, algunos por accidente, otros como un juego, pero todos sabían que al
árbol no le gustaría que se estrellaran contra él, eso sin duda era aún peor de
estrellarse con el muro.
cogiendo el volante, pero era demasiado
tarde.
¡¡PAF!!
-Antes
que digan algo- exclamo Neville en cuanto leyó eso- yo no estoy inventando
nada, así está en el libro- aseguro mostrando el libro.
-Está
bien hijo, pero por favor continua- le pidió su madre que se sentía
Con gran estruendo, chocaron contra el grueso
tronco del árbol y se dieron un gran batacazo en el suelo. Del abollado capó
salió más humo; Hedwig daba chillidos de terror; a Harry le había salido un
doloroso chichón del tamaño de una bola de golf en la cabeza, al golpearse
contra el parabrisas; y, a su lado, Ron emitía un gemido ahogado de desesperación.
—¿Estás bien? —le preguntó Harry
inmediatamente.
-Ante todo
simpe preocupado por tus amigos- exclamo james viendo al joven con cierto
orgullo.
—¡Mi varita mágica! —dijo Ron con voz
temblorosa—. ¡Mira mi varita!
Se había partido prácticamente en dos
pedazos, y la punta oscilaba, sujeta sólo por unas pocas astillas.
-¡Ha!-
exclamo Draco con algo de fuerza sorprendiendo a todos.
-¿Y a
ti que te pasa?- le pregunto Astoria sin entender su actitud.
-No
nada, es que acabo de recordar algo- les contó- regreso en un momento, ustedes
continúen- le dijo.
Se levantó
de su asiento y fue a la sala de menesteres que estaba apareciendo, aun cuando
les dijo que continuaran nadie tuvo la intención de proseguir la lectura pues estaban
expectantes por lo que estaba haciendo el rubio. Después de un momento el joven
salió de la habitación y se topó con que todos tenían la vista puesto en él.
-Y
bien, ¿qué era eso que recordaste?- le pregunto Astoria.
-Ha
bueno, es algo de ellos- señalo a Ron y a Hermione.
Se acercó
a la pareja que lo veía sin entender nada,
entonces el extendió el brazo y les paso un par de varas que ellos
conocían muy bien.
-¡Mi
varita!- dijeron los dos al unísono- ¿pero cómo?- continuo Hermione.
-Estábamos
limpiando la casa y las encontramos entre varias cosas que teníamos por ahí, y
aprovechando que estaba con Astoria quería llevárselas, pero entonces esa luz
nos trajo y con todo esto de los libros se me olido que las traía- explicó.
-Y
necesitabas tener a la chica para ir- le cuestiono George medio en burla.
-Algo así-
le respondió- ella me daba fuerza y me ayudaría a defenderme.
-Bueno,
me alegra tener mi varita devuelta- exclamo el pelirrojo- pero aun así nada ha
cambiado.
-Hay
Ronald- exclamo Hermione- yo si te agradezco por traerme mi varita, por fin poder
disponer de “esta” como es debido- exclamo viendo la otra varita que tenía.
Aun
cuando cada uno se había acostumbrado a la otra varita, se sentían mejor de
tener las suyas, y en particular la castaña se alegraba de que por fin se podía
deshacer de la barita de Bellatrix, si bien no siempre recordaba que la tenía,
cuando lo hacía le nacía el deseo de quemarla, ahora si lo aria sin problemas.
-Bueno,
como ya arreglaron eso, y no nos dirán como terminaron sus varitas en la casa
de su enemigo-comenzó Sirius viendo a los jóvenes del futuro, que asistieron-
Neville, podría continuar.
-Sí, ya
quiero sabe cómo termino todo- exclamo Remus preocupado por lo que les pudo
hacer ese árbol.
Harry abrió la boca para decir que estaba
seguro de que podrían recomponerla en el colegio, pero no llegó a decir nada.
En aquel mismo momento, algo golpeó contra su lado del coche con la fuerza de
un toro que les embistiera y arrojó a Harry sobre Ron, al mismo tiempo que el
techo del coche recibía otro golpe igualmente fuerte.
Todos
se comenzaron a despertar, particularmente las pelirrojas que no dejaban de
estrujar lo que tenían en frente, lo que para desgracia de sus parejas eran sus
manos, ese árbol les podía destrozar de un solo golpe, en especial con esas
ramas más gruesas donde de seguro estaban.
—¿Qué ha pasado?
Ron ahogó un grito al mirar por el
parabrisas, y Harry sacó la cabeza por la ventanilla en el preciso momento en
que una rama, gruesa como una serpiente pitón, golpeaba en el coche
destrozándolo.
-Hay
Harry, hay Harry- repetía Lily apurada.
El árbol contra el que habían chocado les
atacaba. El tronco se había inclinado casi el doble de lo que estaba antes, y azotaba
con sus nudosas ramas pesadas como el plomo cada centímetro del coche que tenía
a su alcance.
-¡Deben
salir de ahí!- grito Molly con apuración- no importa como lo hagan deben salir
de ahí de inmediato- apremio la pelirroja.
—¡Aaaaag! —gritó Ron, cuando una rama
retorcida golpeó en su puerta produciendo otra gran abolladura; el parabrisas
tembló entonces bajo una lluvia de golpes de ramitas, y una rama gruesa como un
ariete aporreó con tal furia el techo, que pareció que éste se hundía.
-¡Está
destrozando el auto!- grito alguien desde la mesa de Gryffindor.
La situación
era apremiante, todos estaban impacientes por lo que se leía y en especial los
padres de los jóvenes y los familiares (incluyendo también a Sirius y Remus),
se sentían impotentes al no poder hacer algo para ayudarlos.
—¡Escapemos! —gritó Ron, empujando la puerta
con toda su fuerza, pero inmediatamente el salvaje latigazo de otra rama lo
arrojó hacia atrás, contra el regazo de Harry.
-Lo
bueno es que solo son amigos, de otra forma eso sería…
-¡¡Sirius!!
este no es momento para tus bromas- le reclamo Marlene.
-Solo
quería aligerar el ambiente- se justificó el oji gris.
-Pues
no lo hagas, no por el momento, o de otra forma descubrirás quien es Marlene
McKinnon, entendiste- le dijo con seguridad.
—¡Estamos perdidos! —gimió, viendo combarse
el techo.
De repente el suelo del coche comenzó a
vibrar: el motor se ponía de nuevo en funcionamiento.
-¡Póngalo
en marca deprisa!-apremio Ted impaciente- bajen de ahí de inmediato y aléjense.
—¡Marcha atrás! —gritó Harry, y el coche
salió disparado. El árbol aún trataba de golpearles, y pudieron oír crujir sus
raíces cuando, en un intento de arremeter contra el coche que escapaba, casi se
arranca del suelo.
-Por
fin escaparon- dijo Frank y todos se pusieron a festejar que por fi lograron
salir del apuro.
-Yo
siempre me he preguntado que hace ese árbol plantado en el colegio- pregunto
Nymphadora al aire logrando que el castaño se sintiera un poco incómodo.
-Ciertamente
es un peligro tener algo así en un colegio- razono Lupin como quien no quiere
la cosa.
-Pues
si Remus, pero no menos que tantas otras cosas que hay en los territorios del
castillo- razono la peli rosa- pero es que a mí me parece haber visto un túnel
debajo del árbol y bueno, me da curiosidad que habría adentro.
-Dime,
que no intentabas burlar ese maldito árbol para entrar al túnel- exigió con voz
seria Andrómeda.
-Muy
bien, “yo no he intentado burlar al árbol para entrar al túnel”- dijo, pero era
evidente que no era cierto.
-Hay
Nymphadora- se lamentó la mujer..
-No me pasó
nada mamá, bueno, en una ocasión me rompí un hueso, pero la enferma lo repara
en un segundo.
-Y con
lo torpe que era no fue necesario que invitara una excusa- comentó Charlie ganándose
una mirada penetrante de la joven.
-No
debiste intentar entrar ahí- le reclamo Remus- y no creo que debas decir que
ella es torpe- le reclamo a Charlie- termino de hablar el castaño.
-Yo
solo quería saber qué cosa había de bajo- se justico la joven- de casualidad no
sale en los libros- le pregunto a los del futuro.
-¿Cómo
va a venir en los libros sobrina?
-Pues
de hecho, si viene, pero hasta el tercer libro- les comento Harry, lo que causa
muchas preguntas al respecto- Neville, por favor- le pidió a su migo que
continuara.
—Por poco —dijo Ron jadeando—. ¡Así se hace,
coche!
El coche, sin embargo, había agotado sus
fuerzas. Con dos golpes secos, las puertas se abrieron y Harry sintió que su
asiento se inclinaba hacia un lado y de pronto se encontró sentado en el húmedo
césped. Unos ruidos sordos le indicaron que el coche estaba expulsando el
equipaje del maletero; la jaula de Hedwig salió volando por los aires y se
abrió de golpe, y la lechuza salió emitiendo un fuerte chillido de enojo y voló
apresuradamente y sin parar en dirección al castillo. A continuación, el coche,
abollado y echando humo, se perdió en la oscuridad, emitiendo un ruido sordo y
con las luces de atrás encendidas como en un gesto de enfado.
-¡En verdad
parece un animal!- exclamaron lo gemelos sin poderlo creer.
-Debió
ser alguna propiedad del hechizo que se utilizó, seguramente adquirió un poco
de vida, en especial de tanto tiempo de uso- comentó Dumbledore.
-Entonces
mejor que se pierda en el bosque- exclamo Fred.
-Sí, sería
muy difícil tenerlo si se siente como un animal- continuo George.
-Tendrían
que cuidarlo como si fuera un perrito, e imagínense que pasaría si se enojara-
aseguro Fabián.
-Lo
peor vendría al momento de recoger sus gracias, se imaginan lo que tendría que…
-Ya es
suficiente del auto no lo creen- les reclamo Molly- estoy feliz de que salieran
de esa sin nada roto, pero aun así no debieron de tomar el auto en primer
lugar.
-Ella
tiene razón, y en lo personal- vio a su hijo fijamente- me alegra que tengas
los genes deportivos de James, porque con esta “aventura” se me antoja dejar tu
escoba bajo llave algunos meses.
-¡¡
¿Qué?, no, por favor mamá!!- dijo Harry
-¡¡
¿Qué?, no, por favor Lily!!- dijo James al mismo tiempo.
-Silencio,
silencio- les dijo a cada uno, era evidente que nada ganarían discutiendo con
ella, lo mejor sería hablar con ella cuando estuviera más calmada.
—¡Vuelve! —le gritó Ron, blandiendo la varita
rota—. ¡Mi padre me matará!
Pero el coche desapareció de la vista con un
último bufido del tubo de escape.
-Interprétenlo
como quieran- comento Fred logrando varias risas, cada quien pensó que les pudo
increpar el coche.
—¿Es posible que tengamos esta suerte?
—preguntó Ron embargado por la tristeza mientras se inclinaba para recoger a
Scabbers, la rata—. De todos los árboles con los que podíamos haber chocado,
tuvimos que dar contra el único que devuelve los golpes.
Los
gemelos Weasley rieron modestamente para no llamar la atención de su madre.
-¿Y ustedes
de que ríen?- le reclamo Molly, no sirvió de nada contener su risa.
-Es
algo de humor turbio como el que este maneja- dijo Marlene señalando a Sirius.
-Será
todo lo que quieras, pero bien que te hace reír mi turbio humor o no McKinnon-
le devolvió el animago con media sonrisa.
Se volvió para mirar el viejo árbol, que
todavía agitaba sus ramas pavorosamente.
—Vamos —dijo Harry, cansado—. Lo mejor que
podemos hacer es ir al colegio.
No era la llegada triunfal que habían
imaginado.
-No
será como lo planearon, pero solo terminaron con un par de rasguños o no, de
cualquier forma fue un triunfo- razono James sonriente.
Con el cuerpo agarrotado, frío y magullado,
cada uno cogió su baúl por la anilla del extremo, y los arrastraron por la ladera
cubierta de césped, hacia arriba, donde les esperaban las inmensas puertas de
roble de la entrada principal.
—Me parece que ya ha comenzado el banquete
—dijo Ron, dejando su baúl al principio de los escalones y acercándose
sigilosamente para echar un vistazo a través de una ventana iluminada—. ¡Eh, Harry,
ven a ver esto... es la Selección!
-La
selección de la mini pelirroja- exclamo Sirius- de seguro te quedaste ahí hasta
que pasar Ginny o no- le pico a su ahijado.
-Claro
que no me quede ahí- le aseguro el azabache.
Harry se acercó a toda prisa, y juntos
contemplaron el Gran Comedor.
Neville
leyó como estaba adornado el gran comedor con las innumerables velas sobre las
cuatro meas y el techo encantado para ver el cielo nocturno.
A través de la confusión de los sombreros
negros y puntiagudos de Hogwarts, Harry vio una larga hilera de alumnos de
primer curso que, con caras asustadas, iban entrando en el comedor. Ginny
estaba entre ellos; era fácil de distinguir por el color intenso de su pelo,
que revelaba su pertenencia a la familia Weasley.
-Me viste
en la selección- dijo curiosa, pues pensaba que en realidad no lo había hecho.
-Un momento-
acepto el azabache- identifique tu hermoso cabello rojo- le dio un abrazo y un
beso en la mejilla, ella sonrió contenta con lo que le decía.
Mientras tanto, la profesora McGonagall, una
bruja con gafas y con el pelo recogido en un apretado moño, ponía el famoso
Sombrero Seleccionador de Hogwarts sobre un taburete, delante de los recién
llegados.
Neville
leyó lo del viejo sombrero que seleccionaba
a los estudiantes nueva en alguna de las cuatro casas, del recuerdo de
Harry cuando fue seleccionado, los angustioso segundos cuando casi fue
seleccionado para Slytherin y como termino en Gryffindor. Así como la historia
de su casa en año pasado.
Habían llamado a un chaval muy pequeño, de
pelo castaño, para que se pusiera el sombrero. Harry desvió la mirada hacia el
profesor Dumbledore, el director, que se hallaba contemplando la Selección
desde la mesa de los profesores, con su larga barba plateada y sus gafas de
media luna brillando a la luz de las velas. Varios asientos más allá, Harry vio
a Gilderoy Lockhart, vestido con una túnica color aguamarina.
-¿Que
colores de túnica usa ese imbécil?- exclamo Sirius.
-No a
todos nos gusta usar tonos obscuros de ropa como tú- le reclamo Marlene.
-¿Qué?,
¿no me dirás que te gusta su forma de vestir?- le pregunto sin poderlo creer.
-Pues
no mucho, pero no puedes negar que es lindo- expreso la rubia.
-¡¡Es
un pedante, estúpido, mal parido, tú no puedes sentir nada por alguien así, tú
no puedes querer…!!
-Y se
puede saber quién dijo que lo quería- le interrumpió la rubia- yo solo dije que
se veía lindo eso era todo.
-Bueno,
pero se sobre entiende lo otro- exclamo sabiendo que había cometido un error.
Marlene
sonrió divertida pensando que había
picado el orgullo del hombre, pero muchos otros pensaron que no era solo eso,
su reacción parecía como si se hubiera sentido celoso.
Y al final estaba Hagrid, grande y peludo,
apurando su copa.
—Espera... —dijo Harry a Ron en voz baja—.
Hay una silla vacía en la mesa de los profesores. ¿Dónde está Snape?
-¡Está
enfermo!- grito de inmediato James
-¡Murió!-
aventuro Sirius.
-¡Se calló
de un barranco durante las vacaciones!
-¡No, a
lo mejor le encomendaron llevarse al perro de tres cabezas y lo mastico un
rato!
-¡O tal
vez…!
-¡O tal
vez deberían callarse par de brutos-increpo el aludido molesto!
-Cálmate
Snape- le dijo James- no es como si no desearas esas coas para nosotros, o me
equivoco- Severus no respondió nada, pero era masque evidente que era cierto.
Severus Snape era el profesor que menos le
gustaba a Harry.
-A nadie
le agrada Snape Harry- aseguró Nymphadora- solo los que son de Slytherin pueden
sentir un poco de aprecio porque ellos favorece.
-Lo
cual es indígnate viniendo de un profesor.- aseguro McGonagall.
Y Harry resultó ser el alumno que menos le
gustaba a Snape, que daba clase de Pociones y era cruel, sarcástico y sentía
aversión por todos los alumnos que no fueran de Slytherin, la casa a la que
pertenecía.
—¡A lo mejor está enfermo! —dijo Ron,
esperanzado.
-Ojala
compañero- le dijo James.
—¡Quizá se haya ido —dijo Harry—, porque
tampoco esta vez ha conseguido el puesto de profesor de Defensa Contra las
Artes Oscuras!
-No
sabría decir quién sería pero para la clase, si él o Lockhart- exclamo Remus
con sinceridad.
—O quizá lo han echado —dijo Ron con
entusiasmo—. Como todo el mundo lo odia...
-Lo
dudo, por algo así no creo que lo echen, menos si está en manos de alguien como
Dumbledore- comento Ted.
—O tal vez —dijo una voz glacial detrás de
ellos— quiera averiguar por qué no habéis llegado vosotros dos en el tren
escolar.
-¡¡Hay
con un demonio!!- grito Sirius- pero qué demonios le importa Harry a es
infeliz.
-Solo
busca la forma de castigarlo, por supuesto- aseguro James- no, si es un estúpido
rencoroso de mier…
-¡James!
-Pero
es cierto Lily.
-Ya
dejen de una vez ese vocabulario de cantina de mala muerte- le reclamo la
pelirroja- Neville, continua.
Harry se dio media vuelta. Allí estaba
Severus Snape, con su túnica negra ondeando a la fría brisa. Era un hombre
delgado de piel cetrina, nariz ganchuda y pelo negro y grasiento que le llegaba
hasta los hombros, y en aquel momento sonreía de tal modo que Ron y Harry
comprendieron inmediatamente que se habían metido en un buen lío.
-Ya
estaban metidos en uno desde antes de que los descubrieran- aseguro Andrómeda-
pero aun así pudieron encontrarse con otro profesor.
-Pero
es como ellos dicen querida- intervino Ted- él solo está buscando como
perjudicarlos.
—Seguidme —dijo Snape.
Sin atreverse a mirarse el uno al otro, Harry
y Ron siguieron a Snape escaleras arriba hasta el gran vestíbulo iluminado con
antorchas, donde las palabras producían eco. Un delicioso olor de comida
flotaba en el Gran Comedor, pero Snape los alejó de la calidez y la luz y los
condujo abajo por la estrecha escalera de piedra que llevaba a las mazmorras.
-¡¿Y
donde piensas llevarlo infeliz?!- increpo James- tú serás un profesor pero es
la profesora McGonagall la que debe poner la disciplina con ellos.
-En eso
es cierto, eso no es algo que te compete Severus- aseguro Remus.
-Solo
quiere asustar a unos pobres niños, merecido se tiene que no tenga a nadie en
el mundo que lo quiera- increpo con malignidad Nymphadora.
Snape
trataba de hacer oídos sordos ante todo eso, pero lo último que dijo la
metamorfomaga si le había llegado, recordaba la última vez que hablo Lily, que
para su desgracia fue ara cortar todo contacto con él, era cierto que ahora
estaba solo y le dolía, tal vez ese dolor logre hacerlo cambiar.
—¡Adentro! —dijo, abriendo una puerta que se
encontraba a mitad del frío corredor, y señalando su interior.
Entraron temblando en el despacho de Snape.
Los sombríos muros estaban cubiertos por estantes con grandes tarros de
cristal, dentro de los cuales flotaban cosas verdaderamente asquerosas, cuyo
nombre en aquel momento a Harry no le interesaba en absoluto. La chimenea
estaba apagada y vacía. Snape cerró la puerta y se volvió hacia ellos.
-¿Que
tienes ahí quejicus, a tus parientes?- lo pico Sirius.
-Más
bien a los tuyos Black- le reclamo Severus.
—Así que —dijo con voz melosa— el tren no es
un medio de transporte digno para el famoso Harry Potter y su fiel compañero
Weasley. Queríais hacer una llegada a lo grande, ¿eh, muchachos?
-¡Tu
idiota!, que te crees al hablarle a mi hijo de esa forma-le grito James.
-Es
como se merece ser tratado- espeto Snape.
-Él
pudo lastimarse o morir en ese momento, y lo que se merece es ser tratado con
desprecio, que clase de enfermo puede pensar eso- increpo Lily molesta
silenciando a Snape.
—No, señor, fue la barrera en la estación de
Kings Cross lo que...
—¡Silencio! —dijo Snape con frialdad—. ¿Qué
habéis hecho con el coche?
-No me
cabe en la cabeza como Dumbledore lo dejo ser profesor- increpo McGonagall, esa
no era forma de tratar a los estudiantes.
Ron tragó saliva. No era la primera vez que a
Harry le daba la impresión de que Snape era capaz de leer el pensamiento. Pero
enseguida comprendió, cuando Snape desplegó un ejemplar de El Profeta
Vespertino de aquel mismo día.
—Os han visto —les dijo enfadado,
enseñándoles el titular:
«MUGGLES» DESCONCERTADOS
POR UN FORD ANGLIA VOLADOR
Neville
leyó el artículo que venía en el profeta.
-En total, seis o siete muggles. Tengo
entendido que tu padre trabaja en el Departamento Contra el Uso Incorrecto de
los Objetos Muggles —dijo, mirando a Ron y sonriendo de manera aún más
desagradable—. Vaya, vaya..., su propio hijo...
-Ni siquiera
se atreva a tomarlo en contra de nuestro padre- increpo Bill viendo con coraje
al hombre.
Harry sintió como si una de las ramas más
grandes del árbol furioso le acabara de golpear en el estómago. Si alguien
averiguara que el señor Weasley había encantado el coche... No se le había
ocurrido pensar en eso...
—He percibido, en mi examen del parque, que
un ejemplar muy valioso de sauce boxeador parece haber sufrido daños
considerables —prosiguió Snape.
-Huy
si, un árbol valiosísimo- ironizo Sirius- todos desearían tener un árbol así en
su patio trasero.
-Sí,
qué más da que destruya una parte de la casa con tal de tener algo de tanto
valor- continuo James en el mismo tono.
—Ese árbol nos ha hecho más daño a nosotros
que nosotros a... —se le escapó a Ron.
—¡Silencio! —interrumpió de nuevo Snape—. Por
desgracia, vosotros no pertenecéis a mi casa, y la decisión de expulsaros no me
corresponde a mí. Voy a buscar a las personas a quienes compete esa grata
decisión. Esperad aquí.
-Eso lo
debiste hacer desde el principio- atajo Remus
Neville
leyó como se quedaron solos en aquella mazmorra viendo las cosas extrañas que tenía
y los pensamientos de Harry de su situación no mejoraría mucho, pues aunque la
profesora McGonagall, fuera mejor que Snape ella era muy estricta.
Diez minutos después, Snape volvió, y se
confirmó que era la profesora McGonagall quien lo acompañaba. Harry había visto
en varias ocasiones a la profesora McGonagall enfadada, pero, o bien había
olvidado lo tensos que podía poner los labios, o es que nunca la había visto
tan enfadada.
-Nosotros
conocemos muy bien esa actitud verdad chicos- les dijo Sirius a su compañeros.
-Sí,
cuantas veces estuvimos en el banquillo de los acusados recibiendo el juicio de
McGonagall.
-Y siempre
es tan difícil como la primera vez- aseguro Remus y los otros dos estuvieron de
acuerdo con él.
Ella levantó su varita al entrar. Harry y Ron
se estremecieron, pero ella simplemente apuntaba hacia la chimenea, donde las
llamas empezaron a brotar al instante.
-Descuiden
chicos, ella será estricta, pero es muy justa- aseguró Frank- bueno la gran mayoría
de la veces- agrego recordando los ciento cincuenta puntos que les quito en el
primer libro.
—Sentaos —dijo ella, y los dos se retiraron a
dos sillas que había al lado del fuego—. Explicaos —añadió. Sus gafas brillaban
inquietantemente.
-Dos
simples palabras- comenzó Fred.
-Y con
eso era suficiente- termino George. Ellos también habían estado en esa
situación más de una vez..
Ron comenzó a narrar toda la historia,
empezando por la barrera de la estación, que no les había dejado pasar.
—... así que no teníamos otra opción,
profesora, no pudimos coger el tren.
—¿Y por qué no enviasteis una carta por medio
de una lechuza? Imagino que tenéis alguna lechuza —dijo fríamente la profesora
McGonagall a Harry.
-Es lo
que yo digo- aseguro Lily que pensó en eso- pero no, esa maldita sangre merodeadora
de su padre o lo deja pensar con claridad.
-Bueno
querida, en teoría la idea en realidad fue de Ron- aseguro James tratando de
apoyar a su hijo.
-Ha,
pues muchas gracias señor Potter- ironizo el pelirrojo disgustado por echarle
el problema a él.
-La
idea fue de él, pero Harry no se opuso en lo más mínimo, al contario, le fascino
la idea- rebatió la pelirroja- cada quien se debe hacer responsable de sus
acciones.
Harry se quedó mirándola con la boca abierta.
Ahora que la profesora lo mencionaba, parecía obvio que aquello era lo que tenían
que haber hecho.
—No-no lo pensé...
—Eso —observó la profesora McGonagall— es
evidente.
-Al
igual que el año pasado- aseguro la profesora por el incidente de la trampilla
del año pasado.
Llamaron a la puerta del despacho y Snape la
abrió, más contento que unas pascuas. Era el director, el profesor Dumbledore.
Harry tenía todo el cuerpo agarrotado. La
expresión de Dumbledore era de una severidad inusitada. Miró de tal forma a los
dos alumnos que tenía debajo de su gran nariz aguileña, que en aquel momento
Harry habría preferido estar con Ron recibiendo los golpes del sauce boxeador.
-Debes
de respetar mucho al profesor para pensar así cierto-se aventuró Ted.
-Lo
peor solo está por venir- aseguro James.
-¿Por qué
dices eso?- le pregunto Lily.
-ya lo
veras cariño.
Hubo un prolongado silencio, tras el cual
Dumbledore dijo:
—Por favor, explicadme por qué lo habéis
hecho.
Habría sido preferible que hubiera gritado. A
Harry le pareció horrible el tono decepcionado que había en su voz. No sabía
por qué, pero no podía mirar a Dumbledore a los ojos, y habló con la mirada
clavada en sus rodillas.
-¿Era
por eso?- pregunto nuevamente Lily.
-Sí,
cada vez que él nos regañaba usaba ese tono de voz, tal vez parezca ridículo,
pero solo con eso nos hacía sentirnos mal y arrepentidos.
-Bueno,
a Sirius no tanto, pero en lo que éramos James y yo- agregó el castaño que
recordaba muy bien esas ocasiones.
-Hey
tranquilo lunático, yo también me sentía mal.
-Pero
lo superabas con mayor rapidez que ellos vedad- intervino Marlene risueña.
Se lo contó todo a Dumbledore, salvo lo de
que el señor Weasley era el propietario del coche encantado, simulando que Ron
y él se habían encontrado un coche volador a la salida de la estación. Supuso
que Dumbledore les interrogaría inmediatamente al respecto, pero Dumbledore no
preguntó nada sobre el coche.
-Tal
vez ya lo sepa- aseguro Ted- es curioso como siempre se entera de ciertas
cosas. Todos los que habían tenido contacto con el director le dieron la razón
al hombre.
Cuando Harry acabó, el director simplemente
siguió mirándolos a través de sus gafas.
—Iremos a recoger nuestras cosas —dijo Ron en
un tono de voz desesperado.
-No
seas tan dramático pelirrojo- le dijo Sirius al joven- eso déjaselo a
cornamenta o a Harry.
-¡¡Oye!!-
reclamaron padre e hijo al mismo tiempo.
—¿Qué quieres decir, Weasley? —bramó la
profesora McGonagall.
—Bueno, nos van a expulsar, ¿no? —dijo Ron.
Harry miró a Dumbledore.
—Hoy no, señor Weasley —dijo Dumbledore—.
Pero quiero dejar claro que lo que habéis hecho es muy grave. Esta noche
escribiré a vuestras familias. He de advertiros también que si volvéis a hacer
algo parecido, no tendré más remedio que expulsaros.
-Bueno,
los Dursley no les importo y no tiene como reclamarle a mi ahijado- aseguro el
oji gris.
-Pero
la señora Weasley si- resalto Remus- por lo que no se libraran de esa con tanta
facilidad.
Por la expresión de Snape, parecía como si
sólo se hubieran suprimido las Navidades. Se aclaró la garganta y dijo:
-Trágate
esa pedazo de…
-¡¡Sirius!!,
el lenguaje-lo detuvo Marlene.
-Si me
van a regañar por lo menos esperen a que termine de hablar o no- se defendió el
hombre.
-Claro
que no- aseguro Dora- no quiero que Teddy aprenda ese lenguaje de ti- agrego
jugando con el niño.
—Profesor Dumbledore, estos muchachos han
transgredido el decreto para la restricción de la magia en menores de edad, han
causado daños graves a un árbol muy antiguo y valioso... Creo que actos de esta
naturaleza...
-Ya
cállate, que eso no te corresponde quejicus- le reclamo James molesto.
—Corresponderá a la profesora McGonagall
imponer el castigo a estos muchachos, Severus —dijo Dumbledore con
tranquilidad—. Pertenecen a su casa y están por tanto bajo su responsabilidad.
—Se volvió hacia la profesora McGonagall—. Tengo que regresar al banquete,
Minerva, he de comunicarles unas cuantas cosas. Vamos, Severus, hay una tarta
de crema que tiene muy buena pinta y quiero probarla.
Los bromistas
se pusieron a reír frente al desenlace hecho por el director.
-Con
todo respeto profesor- comenzó James- podrá ser todo lo grande y sabio del
mundo, pero eso no le quita lo loco.
-Muchas
gracias joven Potter- exclamo Dumbledore con una gran sonrisa, pese a lo
travieso que podían ser, sin duda eran d los mejore estudiantes que había
tenido hasta ahora.
Al salir del despacho, Snape dirigió a Ron y
Harry una mirada envenenada. Se quedaron con la profesora McGonagall, que
todavía los miraba como un águila enfurecida.
—Lo mejor será que vayas a la enfermería,
Weasley, estás sangrando.
-Por
primera vez es Ron y no Harry e que está cubierto de Harry- comento Ginny.
-¿Como
que lo dices con mucha alegría no lo crees hermanita?- ironizo Ron.
-Y de
que te extrañas, las chicas siempre están primero que los amigos, si no lo
crees mira a cornamenta, este infeliz nos deja abandonado para estar con la
pelirroja.
-Lo
dice el que nos abandonaba en medio de una broma para encamarse con alguien- rebatió
Remus.
-Por lo
que no tienes moral para reclamarles nada- aseguro Marlene.
—No es nada —dijo Ron, frotándose enseguida
con la manga la herida que tenía en la ceja—. Profesora, quisiera ver la
selección de mi hermana.
—La Ceremonia de Selección ya ha concluido
—dijo la profesora McGonagall—. Tu hermana está también en Gryffindor.
—¡Bien! —dijo Ron.
-Fantástico-
celebraron los Weasley.
-Una
leoncita para mi lencito- dijo James.
-¡Papá!-
les reclamo Harry, no le gusto que se refiriera así de él, era muy vergonzoso.
Ginny también se sonrojo un poco, pero no le desagrado tanto como al azabache.
—Y hablando de Gryffindor... —empezó a decir
severamente la profesora McGonagall.
Pero Harry la interrumpió.
—Profesora, cuando nosotros cogimos el coche,
el curso aún no había comenzado, así que, en realidad, a Gryffindor no habría
que quitarle puntos, ¿no? —dijo, mirándola con temor.
-Hay ahijado,
no sé si eras muy valiente o muy tonto
-¡Sirius!-
le reclamo Lily ante eso.
-Pero
es cierto, nunca se debe discutir con la profesora- aseguro el animago.
La profesora McGonagall le dirigió una mirada
penetrante, pero Harry estaba seguro de que había estado a punto de sonreír.
Tenía los labios menos tensos, eso era evidente.
—No quitaremos puntos a Gryffindor —dijo
ella, y Harry se sintió muy aliviado—. Pero vosotros dos seréis castigados.
-¡¡No
puedo creer que lo ha logrado!!- exclamo nuevamente Sirius- porque el sí pude
discutirle, y además casi hacerla sonreír.
-En
primera lo que le dijo no se compara a las tonterías que usted solía decime
señor Black- le dijo la profesor McGonagall- en segunda, no estoy convencida
que quisiera quitarles puntos, y en tercera, el joven Potter estaba mostrando
bastante lealtad por su casa- termino de decir minerva
-Y
recuerden que esa es una cualidad que ella parecía- aseguro Lily.
Eso era menos malo de lo que Harry se había
temido. En cuanto a que Dumbledore escribiera a los Dursley, le daba lo mismo.
Harry sabía perfectamente que los Dursley lamentarían que el sauce boxeador no
lo hubiera aplastado.
Los
amigos y familiares del joven bufaron con molestia, si bien era cierto, no les
gustaba, por lo que al final agregaron un par de líneas más al pergamino de las
bromas.
La profesora McGonagall volvió a levantar su
varita y apuntó con ella al escritorio de Snape. Sonó un ¡plop! y apareció un
gran plato de emparedados, dos copas de plata y una jarra de zumo frío de
calabaza.
-Fantástico-
exclamo Sirius.
-No dirás
que tienes hambre verdad- indago Marlene.
-Claro
que no- aseguro el hombre- pero solo espera al siguiente capítulo, espero que
me hayas guardado algo de comida otra vez he.
-¿Y por
qué debería de hacerlo?, no soy tu madre.
-Y que
bueno que no lo eres, alguien tan bonita no puede ser tan amargada como mi
madre- dio sin pensar logrando un leve sonrojo en la rubia.
-Como
sea, tú deberías de guardar tu propia comida- agrego, no quería que la vieran
sonrojadas por un cumplido de él, aun cuando le gustara.
-Lo
haría, pero siempre me la como antes de tiempo.
-Ha,
lógico.
—Comeréis aquí y luego os iréis directamente
al dormitorio —indicó—. Yo también tengo que volver al banquete.
Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Ron
profirió un silbido bajo y prolongado.
—Creí que no nos salvábamos —dijo, cogiendo un
emparedado.
—Y yo también —contestó Harry, haciendo lo
mismo.
-Por
fortuna se libraron- comento Fred.
-Pero
aún les falta cierta preparación- aseguro George.
-Pero más
les vale no incitarlos ustedes con sus “experiencia”- aseguró Molly viendo con
represión a sus hijos, dándoles a entender el castigo que recibirían.
—Pero ¿cómo es posible que tengamos tan mala
suerte? —dijo Ron con la boca llena de jamón y pollo—. Fred y George deben de
haber volado en ese coche cinco o seis veces y nunca los ha visto ningún
muggle. —Tragó y volvió a dar otro bocado—. ¿Y por qué no pudimos atravesar la
barrera?
-Esa es
una buena pregunta- aseguró Alastor- quien podría haber causado que no
atravesaran la barrera- pegunto al aire.
-Quien
haya sido, fue una mala pasada para ellos- aseguro Frank- eso les causo muchos
problemas.
-Y por
suerte no salieron heridos- aseguro Alice.
Harry se encogió de hombros.
—Tendremos que andarnos con mucho cuidado de
ahora en adelante —dijo, tomando un refrescante trago de zumo de calabaza
Con
semejante problema aun antes de iniciar el curso, no lo dudo- aseguro James.
Si al menos hubiéramos podido subir al
banquete...
-La
profesora no los hubiera dejado- aseguro Lily.
—Ella no quería que hiciéramos ningún alarde
—dijo Ron inteligentemente—. No quiere que nadie llegue a pensar que está bien
eso de llegar volando en un coche.
-Bien
dicho hermano- lo felicito Bill.
-No muy
seguido actúas como el responsable del grupo Ron- comentó la castaña.
-Ha,
pues muchas gracias Hermione- le dijo un poco molesto a lo la chica lo abrazo l
le dio un beso en la mejilla.
-No te sonrojes
hermanito- le grito Fred.
-Solo
es un simple besito en la mejilla- continuó George.
-¡Ya
cierren la boca!- dijo terminantemente el pelirrojo.
Neville
elato como terminaron de comer del palto de emparedados que seguían apareciendo
y se fueron a la torre de Gryffindor por los solitarios pasillos del castillo,
pasando en frente de las pinturas y las armaduras hasta llegar a la entrada de
la torre donde estaba la pintura al óleo de la dama gorda.
—La contraseña —exigió ella, al verlos
acercarse.
—Esto... —dijo Harry.
-No la
van a saber- comento Lily- no han visto a nadie de su casa para que se les
dijera la contraseña.
-Ni siquiera
la profesora se los dijo antes de dejarlos comiendo en las mazmorras- comento
Remus.
No conocían la contraseña del nuevo curso,
porque aún no habían visto a ningún prefecto, pero casi al instante les llegó
la ayuda; detrás de ellos oyeron unos pasos veloces y al volverse vieron a
Hermione que corría a ayudarles.
-No
será tan fácil- aseguro Sirius- siendo como Remus les reclamara su llegada y
los regañara, cierto lunático- comento viendo a su amigo de reojo.
—¡Estáis aquí! ¿Dónde os habíais metido? Corren
los rumores más absurdos... Alguien decía que os habían expulsado por haber
tenido un accidente con un coche volador.
—Bueno, no nos han expulsado —le garantizó
Harry.
James
se comenzó a reír con algo de fuerza, él hubiera dicho una broma muy
similar a la de su hijo, y le llenaba de
alegría esas pequeñas similitudes que tenían entre ellos.
-Pero
ese no es un rumor absurdo, es un gran logro- aseguro sirius.
-Y eso
casi les costó la cabeza- aseguro Molly molesta- así que deja de adornar la
situación y sobre todo, deja de incitarlos.
—¿Quieres decir que habéis venido hasta aquí
volando? —preguntó Hermione, en un tono de voz casi tan duro como el de la
profesora McGonagall.
—Ahórrate el sermón —dijo Ron impaciente— y
dinos cuál es la nueva contraseña.
—Es «somormujo» —dijo Hermione deprisa—, pero
ésa no es la cuestión…
-¡¡Eso
es!!- celebraron los bromistas.
-¿Y a
ustedes que les pasa?- pregunto Dora si entender su reacción.
-Es que
Hermione se equipó en el orden- le explico Remus- mira, en esa situación primero
los debió de regañar y después decirles la contraseña.
-Ha, porque
de otra forma se escaparían cierto.
-Sí, además
de que no creo que los demás los dejen a solas por esa noche.
-¿qué
quieres decir con eso Remus?
Ya lo
veras- le pidió a Neville que continuara.
No pudo terminar lo que estaba diciendo, sin
embargo, porque el retrato de la señora gorda se abrió y se oyó una repentina
salva de aplausos. Al parecer, en la casa de Gryffindor todos estaban
despiertos y abarrotaban la sala circular común, de pie sobre las mesas
revueltas y las mullidas butacas, esperando a que ellos llegaran. Unos cuantos
brazos aparecieron por el hueco de la puerta secreta para tirar de Ron y Harry
hacia dentro, y Hermione entró detrás de ellos.
-A ya
comprendo, sus compañeros van a celebrar que llegaron volando al colegio-
razono Dora.
-exactamente-
aseguro Remus que ya veía venir tal cosa.
—¡Formidable! —gritó Lee Jordan—. ¡Soberbio!
¡Qué llegada! Habéis volado en un coche hasta el sauce boxeador. ¡La gente
hablará de esta proeza durante años!
—¡Bravo! —dijo un estudiante de quinto curso
con quien Harry no había hablado nunca.
Alguien le daba palmadas en la espalda como
si acabara de ganar una maratón. Fred y George se abrieron camino hasta la
primera fila de la multitud y dijeron al mismo tiempo:
—¿Por qué no nos llamasteis?
-Hay,
eso me tare recuerdos no es cierto canuto-comenzó con voz soñadora.
-Muy
cierto cornamenta- continuo de la misma forma.
-Después
de ganar un partido o la copa de quidditch- continuo james.
-Al realizar
una broma de esas épicas que todos disfrutaban- recordó Sirius.
-Cuando
ganábamos la copa de las casas.
-Siempre
eran grandiosas las celebraciones, y siempre terminábamos con dos o tres jovencitas
para pasar la noche.
-Incluso
Remus se metía alguna chicha.
En
especial cuando le dábamos unas copitas.
-Pues yo no estaría tan contenta por eso-
exclamo Lily recordando las veces que el sin vergüenza de su novio se iba a la
recamara con las zorras esas.
-Porque
su descaro les costara muy caro- aseguro Marlene igual de molesta por la
actitud del oji gris, ella odiaba cuando él hacia eso.
-Yo
solo espero que lo hayan disfrutado, y ojala no se arrepientan he Remus-
aseguro Nymphadora, ella estaba divertida escuchando de sus fiestas, pero
cuando mencionaron a Lupin toda esa diversión se convirtió en coraje.
-¿Pero
a mí por qué?- pegunto el castaño notando el enojo proveniente de ella.
-Porqué
tú también estuviste involucrado- le dijo
-Por lo
tanto los tres tendrán un castigo- aseguraron las otras dos.
-Pero Lily.
-Pero Marlene
-Pero
nada- dijeron al unísono las mencionadas.
-Se me
hace que se metieron en problemas con sus respectivas parejas- comentó Ginny a
su novio.
-Lo sé-
aseguro el joven.
Ron estaba azorado y sonreía sin saber qué
decir. Harry se fijó en alguien que no estaba en absoluto contento. Al otro
lado de la multitud de emocionados estudiantes de primero, vio a Percy que
trataba de acercarse para reñirles.
-Claro,
tenía que ser un prefecto perfec…- no pudo continuar pues Marlene y Lily le
enviaban miradas fulminantes- a ya me callo.
Harry le dio a Ron con el codo en las
costillas y señaló a Percy con la cabeza. Inmediatamente, Ron entendió lo que
le quería decir.
-Como no
lo iba a entender, con la carita de amigos que tiene Percy- aseguro George en
broma.
—Tenemos que subir..., estamos algo cansados
—dijo, y los dos se abrieron paso hacia la puerta que había al otro lado de la
estancia, que daba a una escalera de caracol y a los dormitorios.
—Buenas noches —dijo Harry a Hermione,
volviéndose. Ella tenía la misma cara de enojo que Percy.
-Claro,
de seguro se convertirá en una prefecta- comentó Sirius pese a las miradas
recelosas que le enviaban aun las mujeres.
Neville
leyó como alcanzaron las escaleras y subieron, hasta llegar a la puerta de la
habitación donde decía segundo curso, describió la forma de la sala, las camas
así como que ya les habían llevado sus baúles.
Ron sonrió a Harry con una expresión de
culpabilidad.
—Sé que no tendría que haber disfrutado de
este recibimiento, pero la verdad es que...
Los
gemelos Weasley, Prewett y los merodeadores sonrieron ante eso, ellos
disfrutaban también de eso momentos.
La puerta del dormitorio se abrió y entraron
los demás chicos del segundo curso de la casa Gryffindor: Seamus Finnigan, Dean
Thomas y Neville Longbottom.
—¡Increíble! —dijo Seamus sonriendo.
—¡Formidable! —dijo Dean.
—¡Alucinante! —dijo Neville, sobrecogido.
Harry no pudo evitarlo. Él también sonrió.
-Esa es la actitud hijo- lo felicito un
sonriente James.
-James,
no te pongas a incitarlo está bien- le reclamo Lily- bueno, por lo menos ya están
en el colegio, aunque por la forma en que inicio el año no estoy tan segura de
que tan bien les ira- se lamentó la mujer.
-Pero
antes que nada, esta lo que podría hacer nuestra hermanita- comento Gideon.
-Conociéndola,
hará algo muy difícil de olvidar- aseguro Fabián.
-Bueno,
ese es el final del capítulo- informo Neville.
-Pues
ya no hay que perder más tiempo o si, vamos a leer el siguiente- Exclamo Frank
-Estoy
de acuerdo con el señor Longbottom- ¿a quien le gustaría leer?