martes, 29 de julio de 2014

Capítulo 25.- El sauce boxeador

La comida se sirvió con todo el esplendor de siempre, Sirius de inmediato comenzó a llenar su plato con todo lo que tenía enfrente, la mayoría lo comenzó a imitar pero con menos apuración que el oji gris. Todos excepto Remus que se había quedado pensativo.
-Hey lunático ¿qué te pasa?, ¿no quieres comer?- le pregunto Sirius.
-He no, no tengo mucha hambre- le dijo poniéndose de pie- yo regreso en un momento está bien- les dijo antes de irse.
Eso les pareció un poco extraño a sus amigos que no entendían lo que hacía. Entre ellos dora no dejaba de preguntarse qué le podría pasar. Preocupada por lo que su tío pudiera decir se levantó de su asiento también y se disponía a irse cuando.
-¿Y tú a dónde vas sobrina?- le pregunto Sirius.
-He, al baño, voy al baño- se excusó.
-Ha, al baño- dijo sin creerlo tomando algo de comida- toma sobrina, un bocadillo para el camino- le dijo pasándole la comida, era más que obvio que su excusa no serviría.
-Mam…á- se escuchó un grito desde el asiento de los Tonks juntos con otros balbuceos.
-Hija, creo que Teddy también quiere “ir al baño”- comento Andrómeda risueña. La metamorfomaga se acercó a recoger la pequeño Teddy y lo tomo en sus brazos.
-¿Dónde está la bolsa con sus cosas?-pregunto al aire antes de que Ted llamara su atención para dársela- ha muy bien.
-Y sobrina- le hablo Sirius- te recomiendo ir al baño por la ruta del árbol del lago- le dijo juguetonamente.
-Sí, claro- dijo la joven llevando a su pequeño que balbuceaba muchas cosas, entre ellas mam…á.
A algunos les pareció curioso que el niño le hablara de esa forma, para otras solo fue la confirmación de lo que habían estado pensado, y Ginny, Hermione, Harry y Ron se les dibujo una sonrisa en el rostro, al parecer ella ya sabía que era su hijo, ahora solo hacía falta que se enteraran a ciencia cierta quien era el padre.
Remus salió lo más deprisa del castillo como podía, llego al árbol frente al lago que era el lugar donde acostumbraban estar, donde estaban descansando cuando fueron traídos a esa aventura, y mirando la superficie del lago continuo con sus meditaciones, supuestamente el tiempo se había detenido para pudieran leer los libros, pero el sol salía y se ponía como si el tiempo corriera normalmente, amanecía atardecía y anochecía con gran normalidad, y eso lo preocupaba, recordaba que la luna llena estaba próxima, tal vez dos o tres días después de ese, no estaba seguro, debía de hacer sus cuentas, no había sentido la influencia de la luna sobre él, pero aun así sería posible que se librara de esa luna llena, y de no poder hacerlo, podría ir a la casa de los gritos.
-Pap…á- escucho un grito que lo saco de sus pensamientos, volteo al origen de ese ruido y vio como la peli rosa iba a donde él se encontraba con el pequeño peli azul en brazos.
-Dora, ¿qué están haciendo aquí?- le pregunto haciendo el intento de ponerse de pie, pero antes de hacerlo la joven se había sentado a su lado.
-Nada, solo vine a verte- le dijo sin importancia mientras el pequeño reclamaba a atención del castaño.
-No tenías porque- le dijo empezando a jugar con Teddy.
-Lo sé, pero saliste muy rápido, ha y también traje comida- le dijo sacándola- y bueno, sería una desgracia tirarla no crees- dijo risueña.
-Si está bien- acepto risueño.
-¿Y que te pasa?, te veías muy pensativo- hablo ella.
-No, no es importante- le dijo evadiendo el tema, no quería contarle acerca de su condición, no creía que ella lo supiera, y no quería que lo hiciera en ese momento- y quieres ayuda para dale de comer- pregunto viendo a Teddy.
-Pues sí, me vendría bien.
Entre platicas y juegos y darle de comer al pequeño se pasaron las horas libres que tenían, hasta ese momento o lo había notado, pero cuando Remus salió del castillo pensando en sus cosas se sentía solo, como vacío, pero todo cambio cuando vio a la metamorfomaga y a Teddy, sentía aún mejor que con sus amigos, y eso ya era mucho decir, era como si estar completo se llenara un gran vacío dentro de él, lo cual lo alegraba bastante, pero al mismo tiempo lo hacia sentirse un poco triste, ya que por un lado pensaba que no podía estar con ella. Era su corazón contra su lógica.
Cuando regresaron al comedor ya faltaban pocas personas, no tardaron mucho en llegar a sus asientos, y Sirius tardo mucho menos en sonreírles burlonamente, solo era cuestión de tiempos para…
-¿Y como se la pasaron?- los pico el animago.
-Bien tío, comimos, jugamos con Teddy, le dimos de comer, y le cambiamos un pañal, ¿quieres verlo?- le pregunto.
-No gracias sobrina, Que acabo de comer.
-Tú siempre acabas de comer Sirius, no veo que es lo extraño- ironizo Remus.
-Jajá, clásico de ti lunático- comento James- siempre que no quieres hablar de alguna cosa te pones a atacarnos y hacernos burlas- explicó el azabache ganándose una mirada fulminante del castaño.
-Eso es muy cierto mi lunático amigo- aseguro canuto- además yo solo pensaba que cuando mini cornamenta salió igual que tú, fue seguido por la pelirroja y regresaron como novios, no sería extraño que ustedes…
-Nosotros nada canuto, ya deja tus intrigas a un lado.
-Tranquilo hermano, yo solo pensaba…
-Nada bueno sale cuando piensas tío, así que mejor abstente- le interrumpió Tonks que estaba igual de incomoda.
-Ellos tiene razón Sirius, ya déjalos- los apoyo Andrómeda.
Andrómeda vio cómo su primo se enfurruñaba porque no lo dejaban expresarse, pero más que eso, seguía viendo la buena relación que tenía Remus con su hija y su nieto, y no es que no le gustara, el castaño le caía muy bien, pero no era un misterio para ella que era un licántropo, y no podía evitar sentir un poco de apuración por la seguridad de su hija y su nieto, y eso era algo que odiaba, odiaba sentirse así, odiaba sentir esa incomodad guiada por los prejuicios reinantes del mundo mágico, ella misma se tuvo que enfrentar  algunos de ellos para casarse con Ted, y con cada momento deseaban olvidarse de todo eso y alegrase por ellos desde el fondo de sus ser, sin que ella tuviera ningún tipo de apuración como esa, y es que se veían tan felices cuando estaban juntos, pero sobre todo Teddy, de eso estaba segura pues aun cuando ellos no lo supieran, ella también había salido del castillo un momento, y de lejos vio como eso tres se divertían con el sonriente niño antes de regresar a la lectura.
-Bueno, ya que están todos aquí- hablo Dumbledore sacando de sus pensamientos a Dromeda- a quien le gustaría leer.
-Cualquiera menos Ron o Harry- hablo Hermione- Que ya leí el tirulo del siguiente capítulo y no creo que ese par lo lea bien y completo.
-Jajá, entonces en el siguiente saldrá alguna travesura suya- aventuro Sirius con una sonrisa.
-En ese caso yo quiero leer- dijo Neville pidiendo el libro- muy bien, el capítulo se titula, “el sauce boxeador”.
Todos se quedaron sorprendidos de que ese árbol estuviera en el libro, es decir, que relevancia podría tener, pero pos su parte las madres se sintieron preocupadas, como han ocurrido la cosas en el primer libro, no sería extraño que sufrirían un incidente con ese árbol.
-Antes de que digan algo- comenzó a decir Harry.
-No pasó nada malo, al final- termino Ron.
-Eso no calma nuestra apuración Ronald- le dijo Molly.
-Solo espero que no hayan hecho alguna imprudencia o si no…- exclamo Lily asustado a los jóvenes por la oración incompleta.
Neville recordaba esa noche, pero ahora sabría la historia completa y de primera mano, por una parte se sentía mal por sus amigos por el problema que seguro tendrían, y por la otra estaba ansioso por comenzar a leer, pero al final de cuentas no podía retrasar el momento para siempre.
El final del verano llegó más rápido de lo que Harry habría querido. Estaba deseando volver a Hogwarts, pero por otro lado, el mes que había pasado en La Madriguera había sido el más feliz de su vida.
-Hay mi niño- exclamo Lily enternecida un poco, disminuyendo su enojo y apuración anterior.
-Esa es buena señal- comentó Ron a Harry al notar que su madre también se relajó con esa parte.
-Sí, pero al final nos terminaran gritando- respondió el azabache sabiendo que esa ternura solo era pasajera.
Le resultaba difícil no sentir envidia de Ron cuando pensaba en los Dursley y en la bienvenida que le darían cuando volviera a Privet Drive.
-No fue muy fuerte o si- pregunto Fred.
-Porque les podríamos hacer otra visita- propuso George.
-No, no fue tan fuerte como piensan- aseguro Harry.
-De cualquier forma deberíamos visitaros- atajo James- ya nos deben mucho y deben de pagar.
-Muy de acuerdo cornamenta- aseguró Sirius sobándose las manos.
La última noche, la señora Weasley hizo aparecer, por medio de un conjuro, una cena suntuosa que incluía todos los manjares favoritos de Harry y que terminó con un suculento pudín de melaza.
-No se puede aparecer comida, es una…
-De las cinco prohibiciones de la ley de Gamp de transfiguración elemental- recitaron Harry y Ron al mismo tiempo.
-Ya lo sabemos Hermione, pero en ese momento tenía doce años, como iba a saberlo- se justificó el azabache.
Fred y George redondearon la noche con una exhibición de las bengalas del doctor Filibuster, y llenaron la cocina con chispas azules y rojas que rebotaban del techo a las paredes durante al menos media hora. Después de esto, llegó el momento de tomar una última taza de chocolate caliente e ir a la cama.
-¿Cuándo será que ese bendito doctor Filibuster invente esa dichosas bengalas?- atajo Sirius- porque yo no las he visto en ninguna tienda de bromas, bueno, ni en zonco.
-¡¿Y crees que eso es importante animal?!- le recrimino Marlene.
-Bueno, importante lo que se dice importante, no, pero sería grandioso para las bromas- agregó James
-No deben de tardar mucho en sacarlas- Exclamo Sirius en voz alta.
-Y después tiene que esperar más de diecisiete años para que los gemelos vendan sus fuegos artificiales-comento Harry.
-Hay ahijado, no me arruines el momento- comentó canuto.
-Bueno, ya dejen sus tonterías y dejen que siga leyendo- exigió Marlene
A la mañana siguiente, les llevó mucho rato ponerse en marcha. Se levantaron con el canto del gallo, pero parecía que quedaban muchas cosas por preparar. La señora Weasley, de mal humor, iba de aquí para allá como una exhalación, buscando tan pronto unos calcetines como una pluma. Algunos chocaban en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada, y el señor Weasley, al llevar el baúl de Ginny al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.
-Igual que con nosotros- exclamo James
-Es que siempre dejarlas cosas para el ultimo día- acuso Remus.
-Hay no fastidies lunático- espeto Sirius.
-Ha mí me huele que hay una historia detrás de eso- exclamo divertida Marlene.
-Pues si- comento Remus- en una de esas ocasiones que estaban apurados así como los describen en el libro, y en una de esas Sirius y James se encontraron en la mitad de las escaleras y…
-¡Ya basta lunático!- le reclamo el oji miel.
-Chocaron de frente, rodando por las escaleras y terminaron en el suelo con sus caras a centímetros de distancia como si se tratar de una escena romántica- termino el castaño sin importarle los reclamos de su amigo.
-Entonces- comenzó Lily- James y Sirius casi se dan un be…
-¡¡Nooo!!- gritaron los hombres de inmediato mientras todos los estudiantes se reían de lo lindo por la apuración del par de amigos.
-Nos separamos de inmediato- aseguro James
-Si, después de unos minutos de estado de shock- aseguro Remus haciéndose oír entre las risas.
-¿Y tú donde estabas Remus?- le pregunto Marlene curiosa.
-Ya se- exclamo Nymphadora- de seguro Remus estaba desayunado tranquilamente con sus cosas perfectamente guardadas y listo para irse.
-Y de seguro eso es lo que más les molesta a ese par- aseguro Lily risueña.
-Pues si- acepto James- lo que no se es que después de tantas veces que nos pasó eso tenía que elegir precisamente la más vergonzosa de todas.
-Ustedes no hubieran hecho menos por mí- les aseguro.
A Harry no le entraba en la cabeza que ocho personas, seis baúles grandes, dos lechuzas y una rata pudieran caber en un pequeño Ford Anglia. Claro que no había contado con las prestaciones especiales que le había añadido el señor Weasley.
-Otra laguna legar me imagino- exclamo Molly viendo a su esposo con cierto rencor, mientras que Arthur se encogía en su lugar.
—No le digas a Molly ni media palabra —susurró a Harry al abrir el maletero y enseñarle cómo lo había ensanchado mágicamente para que pudieran caber los baúles con toda facilidad.
-¡¡Arthur Weasley!!- le grito su esposa.
-Va… vamos querida, es que otra forma no hubiéramos podido ir a ningún lado, además teníamos el tiempo encima.
Cuando por fin estuvieron todos en el coche, la señora Weasley echó un vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Ron, Fred, George y Percy estaban confortablemente sentados, unos al lado de otros, y dijo:
—Los muggles saben más de lo que parece, ¿verdad?
-Si claro- ironizo Molly molesta.
-Pero no es necesario que los muggles sepan mucho- comento Fabián.
-No cuando se tiene un esposo que hace las leyes- continúo Gideon.
-¿Están seguros que quieren a su cuñado?- pregunto Ted- porque solo están alimentando el fuego de su hoguera- se explicó.
-Claro que nos agrada- aseguro Fabián.
-Pero las bromas no respetan  a nadie- aseguro Gideon antes que guardaran silencio por la mirada fulminante de su hermana.
Ella y Ginny iban en el asiento delantero, que había sido alargado hasta tal punto que parecía un banco del parque—. Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso, ¿verdad?
El señor Weasley arrancó el coche y salieron del patio. Harry se volvió para echar una última mirada a la casa.
-En verdad lamentaste irte verdad- cuestiono Ron que no se podía creer aún que Harry sintiera envidia de él y su familia. Nunca se lo hubiera imaginado.
-Pues si un poco, era la primera vez que vivía en un verdadero hogar- aseguro Harry. Pero de inmediato le pido a Neville que continuara, no quería dar tiempo a que se volvieran a poner sentimentales y lo avergonzaran tratándole como un niño pequeño, le gustaba que su madre le mostrara afecto, pero no en un lugar tan público.
Apenas le había dado tiempo a preguntarse cuándo volvería a verla, cuando tuvieron que dar la vuelta, porque a George se le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster.
-Nos regresamos por eso- exclamo Molly son creerlo.
-Sí, aunque él dijo que se trataba de un libro- explicó Ginny recordando aquella ocasión.
-Pues claro, si mi gemelo decía la verdad no nos hubiéramos regresado- los justifico Fred a su estilo.
Cinco minutos después, el coche tuvo que detenerse en el corral para que Fred pudiera entrar a coger su escoba.
-Y esta vez si era verdad- exclamo Fred.
Y cuando ya estaban en la autopista, Ginny gritó que se había olvidado su diario y tuvieron que retroceder otra vez.
-Ojala y nunca lo hubiera recordado- se lamentó la pelirroja en voz baja sintiendo los brazos de Harry que la rodeaban. La historia apenas comenzaba.
Cuando Ginny subió al coche, después de recoger el diario, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.
El señor Weasley miró primero su reloj y luego a su mujer.
—Molly, querida...
—No, Arthur.
-¿Qué le quieres proponer cuñado?.-pregunto Gideon.
-No es obvio- atajo James- el auto puede volar.
-Pero en pleno día cualquiera los podría ver- aseguro Lily en represión a la emoción de su novio.
—Nadie nos vería. Este botón de aquí es un accionador de invisibilidad que he instalado. Ascenderíamos en el aire, luego volaríamos por encima de las nubes y llegaríamos en diez minutos. Nadie se daría cuenta...
—He dicho que no, Arthur, no a plena luz del día.
-Es lo más razonable- dijo en aprobación Lily.
Llegaron a Kings Cross a las once menos cuarto. El señor Weasley cruzó la calle a toda pastilla para hacerse con unos carritos para cargar los baúles, y entraron todos corriendo en la estación.
-Cuanta adrenalina se vive en eso momentos- comentó Sirius divertido por la situación.
-La emoción de llegar a la estación con solo unos segundos solo era superado por los gritos de Lily cuando nos atrapaba en alguna broma- aseguro James sonriente.
-Eso no es para sonreír querido- atajo la pelirroja que en el fondo también se estaba divirtiendo.
Harry ya había cogido el expreso de Hogwarts el año anterior. La dificultad estaba en llegar al andén nueve y tres cuartos, que no era visible para los ojos de los muggles. Lo que había que hacer era atravesar caminando la gruesa barrera que separaba el andén nueve del diez. No era doloroso, pero había que hacerlo con cuidado para que ningún muggle notara la desaparición.
—Percy primero —dijo la señora Weasley, mirando con inquietud el reloj que había en lo alto, que indicaba que sólo tenían cinco minutos para desaparecer disimuladamente a través de la barrera.
-Todo eso es un poco emocionante- comentó Frank- pero aún no sé qué tiene que ver el sauce boxeador.
-Yo me sentiría mejor si no tuviera nada que ver- exclamo Remus un poco preocupado, pero por otra parte se sentía mal ya que el árbol lo habían plantado para que él pudiera ir a Hogwarts.
Percy avanzó deprisa y desapareció. A continuación fue el señor Weasley. Lo siguieron Fred y George.
—Yo pasaré con Ginny, y vosotros dos nos seguís —dijo la señora Weasley a Harry y Ron, cogiendo a Ginny de la mano y empezando a caminar. En un abrir y cerrar de ojos ya no estaban.
-Y ahí comenzó todo verdad- expreso Fred.
-Yo aún siento algo de rencor porque nos dejaron afuera- aseguro George.
-Nosotros no los dejamos afuera de nada, así se dieron las cosas- se defendió Ron.
-De que están hablando ustedes- les pregunto Molly que no entendían su intercambio de palabras, varias persona posaron la vista en los jóvenes esperando una respuesta.
-Eso están a punto de leerlo, no se preocupen- atajo Harry sin muchos deseos de que continuarán.
—Vamos juntos, sólo nos queda un minuto —dijo Ron a Harry.
Harry se aseguró de que la jaula de Hedwig estuviera bien sujeta encima del baúl, y empujó el carrito contra la barrera. No le daba miedo; era mucho más seguro que usar los polvos flu. Se inclinaron sobre la barra de sus carritos y se encaminaron con determinación hacia la barrera, cogiendo velocidad. A un metro de la barrera, empezaron a correr y...
¡PATAPUM!
-Neville, lee con un poco más de seriedad por favor- le reprendió ligeramente Alice a su hijo.
-Pero es que así está escrito mamá, mira- se defendió el chico mostrándole el libro a la mujer.
-Pero entonces ¿qué ocurrió?- pregunto Frank que no entendía a que venía esa parte, al igual que muchos otros.
Los dos carritos chocaron contra la barrera y rebotaron.
-¡¿Qué?!- gritaron todos sin entender.
-¿Cómo es posible que eso haya pasado?, la barrera, ¿se ha cerrado?- pregunto en voz alta Remus.
-¿Cómo es posible?- pregunto James sin creerlo.
-Magia negra- aventuro Sirius.
-No lo creo, pero se requeriría mucha magia para lograrlo- exclamo Lily- pero lo que no se, es ¿por qué motivo o propósito habrán cerrado la barrera?
-Profesor, usted no podría saber que paso- le pregunto James a Dumbledore.
-Con tan poca información, solo puedo hacer suposiciones-expreso el anciano director- pero hay mucha magia en este mundo, y los magos no la conocen toda, e incluso las llegan a subestimar- expreso produciendo más preguntas que respuestas. Dumbledore pensaba que en ese momento, el único rostro conocido que quería evitar que el joven llegara a Hogwarts era el elfo, pero aun no  tenía pruebas para señalarlo.
El baúl de Ron saltó y se estrelló contra el suelo con gran estruendo, Harry se cayó y la jaula de Hedwig, al dar en el suelo, rebotó y salió rodando, con la lechuza dentro dando unos terribles chillidos.
-Hay pobre animal, que no ha sufrido bastante ya- exclamo Dora mientras jugaba con Teddy.
-Pero esa no es su culpa sobrina, es que la bendita barrera no los quieres dejar pasar- exclamo Sirius.
Todo el mundo los miraba, y un guardia que había allí cerca les gritó:
—¿Qué demonios estáis haciendo?
—He perdido el control del carrito —dijo Harry entre jadeos, sujetándose las costillas mientras se levantaba. Ron salió corriendo detrás de la jaula de Hedwig, que estaba provocando tal escena que la multitud hacía comentarios sobre la crueldad con los animales.
-No sería extraño- comentó Marlene- aunque es cierto que fe un accidente y no algo intencional.
-A mí me alegra que estés mejorando tu talento para dar excusas- comento Lames.
-Sí, eso le será de mucha ayuda- ironizo Lily- pero dejemos eso de lado, y dejen que Neville continúe- apremio la pelirroja, quería saber pronto que había pasado.
—¿Por qué no hemos podido pasar? —preguntó Harry a Ron.
—Ni idea.
Ron miró furioso a su alrededor. Una docena de curiosos todavía los estaban mirando.
—Vamos a perder el tren —se quejó—. No comprendo por qué se nos ha cerrado el paso.
-Alguien se los ha cerrado, ¿pero quién podría ser?- expreso Ted curioso.
-Tal vez fue Malfoy, ya sabemos que le tiene rencor a Harry- se aventuró Sirius.
-Es posible, pero no creo que haya hecho algo como eso- razono james, con conocía Malfoy, pero ese no parecía su estilo- mejor continuemos escuchando.
Harry miró el reloj gigante de la estación y sintió náuseas en el estómago. Diez segundos..., nueve segundos... Avanzó con el carrito, con cuidado, hasta que llegó a la barrera, y empujó a continuación con todas sus fuerzas. La barrera permaneció allí, infranqueable.
Tres segundos..., dos segundos..., un segundo...
-Sí que somos muy exactos al hacer las cosas no- ironizo Fabián con una sonrisa.
—Ha partido —dijo Ron, atónito—. El tren ya ha partido. ¿Qué pasará si mis padres no pueden volver a recogernos? ¿Tienes algo de dinero muggle?
Harry soltó una risa irónica.
—Hace seis años que los Dursley no me dan la paga semanal.
-¿Paga semanal?- repitió en interrogación Gideon.
-A los niños muggles se les acostumbra dar algo de dinero cada semana para comprar sus cosas, en ocasiones lo hacen a cambio de realzar alguna tarea domestica- explicó Hermione como si estuviera en la escuela.
-Es sorprendente- dijo Sirius.
-Que a los niños les den dinero- pregunto Marlene.
-No, que en algún momento le hubieran dado algo así a Harry- explico el animago.
-Pues es otra cosa que añadiremos al pergamino- expreso Remus tomando el papel.
-Y sería buena idea hacer eso cuando Harry nazca- comentó james.
Ron pegó la cabeza a la fría barrera.
No oigo nada —dijo preocupado—. ¿Qué vamos a hacer? No sé cuánto tardarán mis padres en volver por nosotros.
Echaron un vistazo a la estación. La gente todavía los miraba, principalmente a causa de los alaridos incesantes de Hedwig.
-Y por qué no usan a Hedwin- propuso Lily-podrían avisar al colegio de lo que paso, estoy segura que Dumbledore entenderá.
 -Solo deben tener cuidado de no vean cuando la mandan, se vería un poco extraño- razono Marlene.
-Pero por el lado bueno tendrían otro día de vacaciones, así que relájense- expreso Sirius tratando de aligerar el ambiente.
—A lo mejor tendríamos que ir al coche y esperar allí —dijo Harry—. Estamos llamando demasiado la aten...
—¡Harry! —dijo Ron, con los ojos refulgentes—. ¡El coche!
-No lo aran- exclamo Lily sabiendo por donde iba la cosa.
-No pueden hacerlo- agregó Molly igual de preocupada, pues ella también había entendido.
-Oh yo creo que si lo aran- expreso Sirius encomiando.
-Sería una gran hazaña si lo logra- continuo James.
-Pero se meterían en muchos problemas- les trato de parar la pelirroja.
-Pero Lily, cariño, es el tipo de aventuras que marcan época, ni a nosotros se ha ocurrido hacer como eso- se defendió el azabache.
-Ya entienden porque estamos molestos con ellos- aseguro George.
-Pero ya vinos que no era cosa suya- aseguro Fred- nosotros incluso llegamos a pensar que lo tenían paneado, pero no.
—¿Qué pasa con él?
—¡Podemos llegar a Hogwarts volando!
—Pero yo creía...
—Estamos en un apuro, ¿verdad? Y tenemos que llegar al colegio, ¿verdad? E incluso a los magos menores de edad se les permite hacer uso de la magia si se trata de una verdadera emergencia, sección decimonovena o algo así de la Restricción sobre Chismes...
-Igual de bueno para inventar lagunas legales como su padre- comentó risueño Gideon.
-No es una de sus mejores cualidades- aseguro a señora Weasley pensando en los mil problemas que podrían pasar.
El pánico que sentía Harry se convirtió de repente en emoción.
Los merodeadores sonrieron con emoción por eso,  incluso Remus que sabía en los problemas que podrían tener, sentía como su sangre merodeadora lo dominaba en ese momento, después de tomo, el también tenía el espíritu de un bromista, pero claro, era más discreto que sus otros amigos.
—¿Sabes hacerlo volar?
—Por supuesto —dijo Ron, dirigiendo su carrito hacia la salida—. Venga, vamos, si nos damos prisa podremos seguir al expreso de Hogwarts.
Y abriéndose pasó a través de la multitud de muggles curiosos, salieron de la estación y regresaron a la calle lateral donde habían aparcado el viejo Ford Anglia. Ron abrió el gran maletero con unos golpes de varita mágica. Metieron dentro los baúles, dejaron a Hedwig en el asiento de atrás y se acomodaron delante.
-Y empieza su aventura- los animo Sirius con mucha alegría.
-Como que estas muy emocionando con esto- el comento la rubia medio divertida.
-Claro que si Marlene, si eso es muy emocionante-aseguro el hombre.
-Ya lo creo que estas emocionado, incluso hasta usaste mi nombre y no mi apellido- resalto la mujer impresionada.
—Comprueba que no nos ve nadie —le pidió Ron, arrancando el coche con otro golpe de varita. Harry sacó la cabeza por la ventanilla; el tráfico retumbaba por la avenida que tenían delante, pero su calle estaba despejada.
—Vía libre —dijo Harry.
-La calle estará libre, pero el problema será cuando estén en el aire- comento Ted.
Ron pulsó un diminuto botón plateado que había en el salpicadero y el coche desapareció con ellos. Harry notaba el asiento vibrar debajo de él, oía el motor, sentía sus propias manos en las rodillas y las gafas en la nariz, pero, a juzgar por lo que veía, se había convertido en un par de ojos que flotaban a un metro del suelo en una lúgubre calle llena de coches aparcados.
—¡En marcha! —dijo a su lado la voz de Ron.
Los bromistas estaban expectantes y emocionados por eso, sin duda era algo que a ellos les hubiera gustado intentar, esperaban saber cómo se desarrolla su aventura.
Fue como si el pavimento y los sucios edificios que había a cada lado empezaran a caer y se perdieran de vista al ascender el coche; al cabo de unos segundos, tenían todo Londres bajo sus pies, impresionante y neblinoso.
Entonces se oyó un ligero estallido y reaparecieron el coche, Ron y Harry.
-¿qué paso?- preguntaron algunos.
-De seguro el accionador de invisibilidad que Arthur instalo se ha estropeado- comento Lily en ese momento.
-¿Cómo estas tan segura querida?- le pregunto James.
-¿Qué otra cosa les podría pasar?- aseguro la peli roja como si fuera lo más obvio del mundo.
—¡Vaya! —dijo Ron, pulsando el botón del accionador de invisibilidad—. Se ha estropeado.
-Me das miedo pelirroja- hablo Sirius en broma.
Los dos se pusieron a darle golpes. El coche desapareció, pero luego empezó a aparecer y desaparecer de forma intermitente.
—¡Agárrate! —gritó Ron, y apretó el acelerador. Como una bala, penetraron en las nubes algodonosas y todo se volvió neblinoso y gris.
—¿Y ahora qué? —preguntó Harry, pestañeando ante la masa compacta de nubes que los rodeaba por todos lados.
-Deben de mantenerse oculto de la vista de los muggles, pero a la vez deben de ver por dónde van- aseguro Remus.
-Eso va a ser complicado- aseguro Dora- en especial con el auto apareciendo y desapareciendo.
—Tendríamos que ver el tren para saber qué dirección seguir —dijo Ron.
—Vuelve a descender, rápido.
Descendieron por debajo de las nubes, y se asomaron mirando hacia abajo con los ojos entornados.
—¡Ya lo veo! —gritó Harry—. ¡Todo recto, por allí!
El expreso de Hogwarts corría debajo de ellos, parecido a una serpiente roja.
-¿Por qué pones de ejemplo una serpiente?- exclamo Sirius.
-Porque no hay muchos trenes que parezcan tortugas- ironizo Marlene, provocado algunas risas.
-Pero podrían usar otra comparación no lo crees- le respondió.
-Si es posible- le concedió- con que otra forma se podría comparar el movimiento serpenteante de un tren he Sirius- le pregunto.
-Bueno pues… bueno…
-Descuida, te daré el tiempo que necesites para pensarlo y luego me respondes- le dijo risueña pidiéndole al chico  que continuara leyendo.
—Derecho hacia el norte —dijo Ron, comprobando el indicador del salpicadero—. Bueno, tendremos que comprobarlo cada media hora más o menos. Agárrate. —Y volvieron a internarse en las nubes. Un minuto después, salían al resplandor de la luz solar.
Aquél era un mundo diferente. Las ruedas del coche rozaban el océano de esponjosas nubes y el cielo era una extensión inacabable de color azul intenso bajo un cegador sol blanco.
-Poniéndolo de esa forma hasta suena poético- exclamo Hermione- pero al final la historia no termino tan bien.
-Pero aun así sería lindo pasear de esa forma- dijo Ginny imaginándose una cita con Harry en ese lugar.
-Tal vez en alguna ocasión- le dijo el azabache menos abrazándola, pese a lo desastroso que termino ese viaje, fue una bonita experiencia al principio, y más a ellos dos que les gustaba bolar sobre sus escobas.
—Ahora sólo tenemos que preocuparnos de los aviones —dijo Ron.
-¿Se encontraron alguno?- pregunto Arthur con el tono equivocado.
-Arthur, no me digas que eso te parece emociónate, porqué si no…
-Lo siento querida, si estoy preocupado por ellos, pero no puedo evitar emocionarme con esos aviones, a mí me parecen fascínate como logran volar en esas cosas.
-Ya Arthur, después hablaremos de eso- le aseguro la pelirroja.
Se miraron el uno al otro y rieron. Tardaron mucho en poder parar de reír.
Era como si hubieran entrado en un sueño maravilloso. Aquélla, pensó Harry, era seguramente la manera ideal de viajar: pasando copos de nubes que parecían de nieve, en un coche inundado de luz solar cálida y luminosa, con una gran bolsa de caramelos en la guantera e imaginando las caras de envidia que pondrían Fred y George cuando aterrizaran con suavidad en la amplia explanada de césped delante del castillo de Hogwarts.
-Pues si nos sorprendió mucho cuando llegaron- exclamo Fred.
-Aunque no fue un suave aterrizaje- les dijo George por lo bajo al par de amigos.
Neville fue relatando como revisaban cada cierto tiempo que seguían en rumbo y como el paisaje fue cambando conforme avanzaban.
Sin embargo, después de varias horas sin sobresaltos, Harry tenía que admitir que parte de la diversión se había esfumado.
-Se lo merecen por no haber estado en el tren- les acuso Hermione.
-Pero Hermione, aunque no hubiéramos tomado el coche aun así no hubiéramos podido abordar- se defendió Harry.
-Además, en todo caso hubiéramos perdió al menos un día de clases- atajo Ron- y eso es lo peor que nos podría pasar.
-Ustedes no piensan que eso es lo peor- exclamo la chica.
-Claro que no, solo te están dando por tu lado para que no los regañes- exclamo Sirius.
-Nosotros asíamos eso con Remus cada vez podíamos- continuo James.
-Pero nunca les resulto como esperaban- comento le castaño- al contrario, cuando me daban por mi lado sabía que algo habían hecho.
Los caramelos les habían dado una sed tremenda y no tenían nada que beber. Harry y Ron se habían despojado de sus jerséis, pero al primero se le pegaba la camiseta al respaldo del asiento y a cada momento las gafas le resbalaban hasta la punta de la nariz empapada de sudor.
-Bueno, eso se podría prevenir si se hubieran preparado- aseguro James- para la próxima vez…
-No abra próxima vez- aseguro Lily- si en el futuro siquiera se les ocurre hacer algo parecido yo misma me encargare que se arrepentirían de esa idea- les advirtió a todos- y tú y yo hablaremos de eso jovencito- le advirtió a Harry, que se encogió en su lugar.
-Pero…
-Shhh- lo silencio Marlene y por lo bajo agrego- por todos los  cielos Sirius, vez la tempestad y no te hincas, si dices una palabra pondrías tu vida en riesgo- le aseguro.
El oji gris analizo la situación viendo los labios fruncidos de la pelirroja sabía que la rubia tenía razón, lo mejor sería no decir nada y dejar que la lectura continuara.
Había dejado de maravillarse con las sorprendentes formas de las nubes y se acordaba todo el tiempo del tren que circulaba miles de metros más abajo, donde se podía comprar zumo de calabaza muy frío del carrito que llevaba una bruja gordita. ¿Por qué motivo no habrían podido entrar en el andén nueve y tres cuartos?
-Sería bueno saberlo- exclamo ojo loco- no dudo que los problemas solo estén comenzando.
-Gracias Alastor, ¿qué haríamos sin tus preocupantes comentarios?- atajo Frank viéndolo con rencor. Algo como eso solo lograba que la apuración fuera mayor, en especial las de las madres.
-Las cosas son como son, esa es la situación y ninguna palabra bonita lo cambiara- aseguro el auror.
-Tú no eres muy sensible cierto- comentó Nymphadora al que podría ser su mentor.
—No puede quedar muy lejos ya, ¿verdad? —dijo Ron, con la voz ronca, horas más tarde, cuando el sol se hundía en el lecho de nubes, tiñéndolas de un rosa intenso—. ¿Listo para otra comprobación del tren?
Éste continuaba debajo de ellos, abriéndose camino por una montaña coronada de nieve. Se veía mucho más oscuro bajo el dosel de nubes.
Ron apretó el acelerador y volvieron a ascender, pero al hacerlo, el motor empezó a chirriar.
-Les está fallando el coche- se impaciento la señora Weasley.
-Bueno, no creo que el auto este hecho para viajes tan largos- comento Ted.
-Cariño, mejor no digas nada- le pidió Andrómeda dándole una señal a Neville para que continuará.
Harry y Ron se intercambiaron miradas nerviosas.
—Seguramente es porque está cansado —dijo Ron—, nunca había hecho un viaje tan largo...
-Cansado, pues ni que fuera un caballo hermanito- exclamo Fred.
-Ustedes no conocen ese auto- les aseguro el pelirrojo.
Y ambos hicieron como que no se daban cuenta de que el chirrido se hacía más intenso al tiempo que el cielo se oscurecía. Las estrellas iban apareciendo en el firmamento. Se hacía de noche. Harry volvió a ponerse el jersey, tratando de no dar importancia al hecho de que los limpiaparabrisas se movían despacio, como en protesta.
—Ya queda poco —dijo Ron, dirigiéndose más al coche que a Harry—, ya queda muy poco —repitió, dando unas palmadas en el salpicadero con aire preocupado.
-¡Que ese no es un animal hermanito!- exclamo George.
-Ya les dije que no saben lo que paso, ese coche no es como ustedes se lo imaginan- les volvió a decir Ron como defensa, pero ya lo descubrirán.
Cuando, un poco más adelante, volvieron a descender por debajo de las nubes, tuvieron que aguzar la vista en busca de algo que pudieran reconocer.
—¡Allí! —gritó Harry de forma que Ron y Hedwig dieron un bote—. ¡Allí delante mismo!
En lo alto del acantilado que se elevaba sobre el lago, las numerosas torres y atalayas del castillo de Hogwarts se recortaban contra el oscuro horizonte.
-Deben aterrizar antes de que lleguen, o las defensas del castillo les causarían más problemas- razono Lily.
-Más problema, el auto ya les está fallando- aseguro Sirius.
-Con más razón deberían de aterrizar- dijo con apremio la pelirroja
Pero el coche había empezado a dar sacudidas y a perder velocidad.
—¡Vamos! —dijo Ron para animar al coche, dando una ligera sacudida al volante—. ¡Venga, que ya llegamos!
Los gemelos Weasley Prewett y otros más voltearon los ojos al leer esa parte, esa insistencia de Ron de tratar al auto como su fuera una criatura viviente, nada de lo que dijera serviría de algo.
El motor chirriaba. Del capó empezaron a salir delgados chorros de vapor. Harry se agarró muy fuerte al asiento cuando se orientaron hacia el lago.
El coche osciló de manera preocupante. Mirando por la ventanilla, Harry vio la superficie calma, negra y cristalina del agua, un par de kilómetros por debajo de ellos. Ron aferraba con tanta fuerza el volante, que se le ponían blancos los nudillos de las manos. El coche volvió a tambalearse.
Lily y Molly apretaban con fuerza las manos de sus respectivas parejas, eso iba de mal en peor, caerían en cualquier momento y eso les podría provocar heridas muy garbes, querían que eso terminar pronto y poder respirar con tranquilidad.
—¡Vamos! —dijo Ron.
Sobrevolaban el lago. El castillo estaba justo delante de ellos. Ron apretó el pedal a fondo.
Oyeron un estruendo metálico, seguido de un chisporroteo, y el motor se paró completamente.
-Ha con un demonio- increpo Lily sin poderse contener.
—¡Oh! —exclamó Ron, en medio del silencio.
-¡”Oh”!, ¡sobrevuelan ilegalmente todo Londres, están a punto de estrellarse y solo dices “oh”!- reclamo Molly.
-Bueno, realmente no importaba que dijera, eso no nos salvaría- dijo Ron con nerviosismo, pero fue peor.
-¡¡¿Y acaso crees que eso importa Ronald?!!- le grito.
-¡¡Están a punto de matarse y ni siquiera han empezado el año!!- continuo Lily en el mismo tono.
El morro del coche se inclinó irremediablemente hacia abajo. Caían, cada vez más rápido, directos contra el sólido muro del castillo.
-¡¡NOO!!- gritaron los padres de los involucrados.
-¡¿Por qué precisamente van en dirección al muro?!- exclamo Sirius, esa aventura se estaba convirtiendo en una pesadilla.
—¡Noooooo! —gritó Ron, girando el volante; esquivaron el muro por unos centímetros cuando el coche viró describiendo un pronunciado arco y planeó sobre los invernaderos y luego sobre la huerta y el oscuro césped, perdiendo altura sin cesar.
Ron soltó el volante y se sacó del bolsillo de atrás la varita mágica.
—¡ALTO! ¡ALTO! —gritó, dando unos golpes en el salpicadero y el parabrisas, pero todavía estaban cayendo en picado, y el suelo se precipitaba contra ellos...
-Eso no servirá de nada, ni siquiera es un hechizo- expreso Alastor
—¡CUIDADO CON EL ÁRBOL! —gritó Harry
-Con un carajo- increparon Lily y Remus impresionado a todos.
-Pero que es ese lenguaje Lupin, si ya se libraron del muro- le dijo su amigo risueño por su lenguaje.
-Sirius, ¿recuerdas el título del capítulo?- le pregunto desesperado.
-Claro que sí, es el sauce bo… oh mierda- exclamo al final pues ya había entendido, al igual que todos.
Todos conocían ese árbol, e incluso algunos habían tenido alguno que otro altercado con él, algunos por accidente, otros como un juego, pero todos sabían que al árbol no le gustaría que se estrellaran contra él, eso sin duda era aún peor de estrellarse con el muro.
cogiendo el volante, pero era demasiado tarde.
¡¡PAF!!
-Antes que digan algo- exclamo Neville en cuanto leyó eso- yo no estoy inventando nada, así está en el libro- aseguro mostrando el libro.
-Está bien hijo, pero por favor continua- le pidió su madre que se sentía
Con gran estruendo, chocaron contra el grueso tronco del árbol y se dieron un gran batacazo en el suelo. Del abollado capó salió más humo; Hedwig daba chillidos de terror; a Harry le había salido un doloroso chichón del tamaño de una bola de golf en la cabeza, al golpearse contra el parabrisas; y, a su lado, Ron emitía un gemido ahogado de desesperación.
—¿Estás bien? —le preguntó Harry inmediatamente.
-Ante todo simpe preocupado por tus amigos- exclamo james viendo al joven con cierto orgullo.
—¡Mi varita mágica! —dijo Ron con voz temblorosa—. ¡Mira mi varita!
Se había partido prácticamente en dos pedazos, y la punta oscilaba, sujeta sólo por unas pocas astillas.
-¡Ha!- exclamo Draco con algo de fuerza sorprendiendo a todos.
-¿Y a ti que te pasa?- le pregunto Astoria sin entender su actitud.
-No nada, es que acabo de recordar algo- les contó- regreso en un momento, ustedes continúen- le dijo.
Se levantó de su asiento y fue a la sala de menesteres que estaba apareciendo, aun cuando les dijo que continuaran nadie tuvo la intención de proseguir la lectura pues estaban expectantes por lo que estaba haciendo el rubio. Después de un momento el joven salió de la habitación y se topó con que todos tenían la vista puesto en él.
-Y bien, ¿qué era eso que recordaste?- le pregunto Astoria.
-Ha bueno, es algo de ellos- señalo a Ron y a Hermione.
Se acercó a la pareja que lo veía sin entender nada,  entonces el extendió el brazo y les paso un par de varas que ellos conocían muy bien.
-¡Mi varita!- dijeron los dos al unísono- ¿pero cómo?- continuo Hermione.
-Estábamos limpiando la casa y las encontramos entre varias cosas que teníamos por ahí, y aprovechando que estaba con Astoria quería llevárselas, pero entonces esa luz nos trajo y con todo esto de los libros se me olido que las traía- explicó.
-Y necesitabas tener a la chica para ir- le cuestiono George medio en burla.
-Algo así- le respondió- ella me daba fuerza y me ayudaría a defenderme.
-Bueno, me alegra tener mi varita devuelta- exclamo el pelirrojo- pero aun así nada ha cambiado.
-Hay Ronald- exclamo Hermione- yo si te agradezco por traerme mi varita, por fin poder disponer de “esta” como es debido- exclamo viendo la otra varita que tenía.
Aun cuando cada uno se había acostumbrado a la otra varita, se sentían mejor de tener las suyas, y en particular la castaña se alegraba de que por fin se podía deshacer de la barita de Bellatrix, si bien no siempre recordaba que la tenía, cuando lo hacía le nacía el deseo de quemarla, ahora si lo aria sin problemas.
-Bueno, como ya arreglaron eso, y no nos dirán como terminaron sus varitas en la casa de su enemigo-comenzó Sirius viendo a los jóvenes del futuro, que asistieron- Neville, podría continuar.
-Sí, ya quiero sabe cómo termino todo- exclamo Remus preocupado por lo que les pudo hacer ese árbol.
Harry abrió la boca para decir que estaba seguro de que podrían recomponerla en el colegio, pero no llegó a decir nada. En aquel mismo momento, algo golpeó contra su lado del coche con la fuerza de un toro que les embistiera y arrojó a Harry sobre Ron, al mismo tiempo que el techo del coche recibía otro golpe igualmente fuerte.
Todos se comenzaron a despertar, particularmente las pelirrojas que no dejaban de estrujar lo que tenían en frente, lo que para desgracia de sus parejas eran sus manos, ese árbol les podía destrozar de un solo golpe, en especial con esas ramas más gruesas donde de seguro estaban.
—¿Qué ha pasado?
Ron ahogó un grito al mirar por el parabrisas, y Harry sacó la cabeza por la ventanilla en el preciso momento en que una rama, gruesa como una serpiente pitón, golpeaba en el coche destrozándolo.
-Hay Harry, hay Harry- repetía Lily apurada.
El árbol contra el que habían chocado les atacaba. El tronco se había inclinado casi el doble de lo que estaba antes, y azotaba con sus nudosas ramas pesadas como el plomo cada centímetro del coche que tenía a su alcance.
-¡Deben salir de ahí!- grito Molly con apuración- no importa como lo hagan deben salir de ahí de inmediato- apremio la pelirroja.
—¡Aaaaag! —gritó Ron, cuando una rama retorcida golpeó en su puerta produciendo otra gran abolladura; el parabrisas tembló entonces bajo una lluvia de golpes de ramitas, y una rama gruesa como un ariete aporreó con tal furia el techo, que pareció que éste se hundía.
-¡Está destrozando el auto!- grito alguien desde la mesa de Gryffindor.
La situación era apremiante, todos estaban impacientes por lo que se leía y en especial los padres de los jóvenes y los familiares (incluyendo también a Sirius y Remus), se sentían impotentes al no poder hacer algo para ayudarlos.
—¡Escapemos! —gritó Ron, empujando la puerta con toda su fuerza, pero inmediatamente el salvaje latigazo de otra rama lo arrojó hacia atrás, contra el regazo de Harry.
-Lo bueno es que solo son amigos, de otra forma eso sería…
-¡¡Sirius!! este no es momento para tus bromas- le reclamo Marlene.
-Solo quería aligerar el ambiente- se justificó el oji gris.
-Pues no lo hagas, no por el momento, o de otra forma descubrirás quien es Marlene McKinnon, entendiste- le dijo con seguridad.
—¡Estamos perdidos! —gimió, viendo combarse el techo.
De repente el suelo del coche comenzó a vibrar: el motor se ponía de nuevo en funcionamiento.
-¡Póngalo en marca deprisa!-apremio Ted impaciente- bajen de ahí de inmediato y aléjense.
—¡Marcha atrás! —gritó Harry, y el coche salió disparado. El árbol aún trataba de golpearles, y pudieron oír crujir sus raíces cuando, en un intento de arremeter contra el coche que escapaba, casi se arranca del suelo.
-Por fin escaparon- dijo Frank y todos se pusieron a festejar que por fi lograron salir del apuro.
-Yo siempre me he preguntado que hace ese árbol plantado en el colegio- pregunto Nymphadora al aire logrando que el castaño se sintiera un poco incómodo.
-Ciertamente es un peligro tener algo así en un colegio- razono Lupin como quien no quiere la cosa.
-Pues si Remus, pero no menos que tantas otras cosas que hay en los territorios del castillo- razono la peli rosa- pero es que a mí me parece haber visto un túnel debajo del árbol y bueno, me da curiosidad que habría adentro.
-Dime, que no intentabas burlar ese maldito árbol para entrar al túnel- exigió con voz seria Andrómeda.
-Muy bien, “yo no he intentado burlar al árbol para entrar al túnel”- dijo, pero era evidente que no era cierto.
-Hay Nymphadora- se lamentó la mujer..
-No me pasó nada mamá, bueno, en una ocasión me rompí un hueso, pero la enferma lo repara en un segundo.
-Y con lo torpe que era no fue necesario que invitara una excusa- comentó Charlie ganándose una mirada penetrante de la joven.
-No debiste intentar entrar ahí- le reclamo Remus- y no creo que debas decir que ella es torpe- le reclamo a Charlie- termino de hablar el castaño.
-Yo solo quería saber qué cosa había de bajo- se justico la joven- de casualidad no sale en los libros- le pregunto a los del futuro.
-¿Cómo va a venir en los libros sobrina?
-Pues de hecho, si viene, pero hasta el tercer libro- les comento Harry, lo que causa muchas preguntas al respecto- Neville, por favor- le pidió a su migo que continuara.
—Por poco —dijo Ron jadeando—. ¡Así se hace, coche!
El coche, sin embargo, había agotado sus fuerzas. Con dos golpes secos, las puertas se abrieron y Harry sintió que su asiento se inclinaba hacia un lado y de pronto se encontró sentado en el húmedo césped. Unos ruidos sordos le indicaron que el coche estaba expulsando el equipaje del maletero; la jaula de Hedwig salió volando por los aires y se abrió de golpe, y la lechuza salió emitiendo un fuerte chillido de enojo y voló apresuradamente y sin parar en dirección al castillo. A continuación, el coche, abollado y echando humo, se perdió en la oscuridad, emitiendo un ruido sordo y con las luces de atrás encendidas como en un gesto de enfado.
-¡En verdad parece un animal!- exclamaron lo gemelos sin poderlo creer.
-Debió ser alguna propiedad del hechizo que se utilizó, seguramente adquirió un poco de vida, en especial de tanto tiempo de uso- comentó Dumbledore.
-Entonces mejor que se pierda en el bosque- exclamo Fred.
-Sí, sería muy difícil tenerlo si se siente como un animal- continuo George.
-Tendrían que cuidarlo como si fuera un perrito, e imagínense que pasaría si se enojara- aseguro Fabián.
-Lo peor vendría al momento de recoger sus gracias, se imaginan lo que tendría que…
-Ya es suficiente del auto no lo creen- les reclamo Molly- estoy feliz de que salieran de esa sin nada roto, pero aun así no debieron de tomar el auto en primer lugar.
-Ella tiene razón, y en lo personal- vio a su hijo fijamente- me alegra que tengas los genes deportivos de James, porque con esta “aventura” se me antoja dejar tu escoba bajo llave algunos meses.
-¡¡ ¿Qué?, no, por favor mamá!!- dijo Harry
-¡¡ ¿Qué?, no, por favor Lily!!- dijo James al mismo tiempo.
-Silencio, silencio- les dijo a cada uno, era evidente que nada ganarían discutiendo con ella, lo mejor sería hablar con ella cuando estuviera más calmada.
—¡Vuelve! —le gritó Ron, blandiendo la varita rota—. ¡Mi padre me matará!
Pero el coche desapareció de la vista con un último bufido del tubo de escape.
-Interprétenlo como quieran- comento Fred logrando varias risas, cada quien pensó que les pudo increpar el coche.
—¿Es posible que tengamos esta suerte? —preguntó Ron embargado por la tristeza mientras se inclinaba para recoger a Scabbers, la rata—. De todos los árboles con los que podíamos haber chocado, tuvimos que dar contra el único que devuelve los golpes.
Los gemelos Weasley rieron modestamente para no llamar la atención de su madre.
-¿Y ustedes de que ríen?- le reclamo Molly, no sirvió de nada contener su risa.
-Es algo de humor turbio como el que este maneja- dijo Marlene señalando a Sirius.
-Será todo lo que quieras, pero bien que te hace reír mi turbio humor o no McKinnon- le devolvió el animago con media sonrisa.
Se volvió para mirar el viejo árbol, que todavía agitaba sus ramas pavorosamente.
—Vamos —dijo Harry, cansado—. Lo mejor que podemos hacer es ir al colegio.
No era la llegada triunfal que habían imaginado.
-No será como lo planearon, pero solo terminaron con un par de rasguños o no, de cualquier forma fue un triunfo- razono James sonriente.
Con el cuerpo agarrotado, frío y magullado, cada uno cogió su baúl por la anilla del extremo, y los arrastraron por la ladera cubierta de césped, hacia arriba, donde les esperaban las inmensas puertas de roble de la entrada principal.
—Me parece que ya ha comenzado el banquete —dijo Ron, dejando su baúl al principio de los escalones y acercándose sigilosamente para echar un vistazo a través de una ventana iluminada—. ¡Eh, Harry, ven a ver esto... es la Selección!
-La selección de la mini pelirroja- exclamo Sirius- de seguro te quedaste ahí hasta que pasar Ginny o no- le pico a su ahijado.
-Claro que no me quede ahí- le aseguro el azabache.
Harry se acercó a toda prisa, y juntos contemplaron el Gran Comedor.
Neville leyó como estaba adornado el gran comedor con las innumerables velas sobre las cuatro meas y el techo encantado para ver el cielo nocturno.
A través de la confusión de los sombreros negros y puntiagudos de Hogwarts, Harry vio una larga hilera de alumnos de primer curso que, con caras asustadas, iban entrando en el comedor. Ginny estaba entre ellos; era fácil de distinguir por el color intenso de su pelo, que revelaba su pertenencia a la familia Weasley.
-Me viste en la selección- dijo curiosa, pues pensaba que en realidad no lo había hecho.
-Un momento- acepto el azabache- identifique tu hermoso cabello rojo- le dio un abrazo y un beso en la mejilla, ella sonrió contenta con lo que le decía.
Mientras tanto, la profesora McGonagall, una bruja con gafas y con el pelo recogido en un apretado moño, ponía el famoso Sombrero Seleccionador de Hogwarts sobre un taburete, delante de los recién llegados.
Neville leyó lo del viejo sombrero que seleccionaba  a los estudiantes nueva en alguna de las cuatro casas, del recuerdo de Harry cuando fue seleccionado, los angustioso segundos cuando casi fue seleccionado para Slytherin y como termino en Gryffindor. Así como la historia de su casa en año pasado.
Habían llamado a un chaval muy pequeño, de pelo castaño, para que se pusiera el sombrero. Harry desvió la mirada hacia el profesor Dumbledore, el director, que se hallaba contemplando la Selección desde la mesa de los profesores, con su larga barba plateada y sus gafas de media luna brillando a la luz de las velas. Varios asientos más allá, Harry vio a Gilderoy Lockhart, vestido con una túnica color aguamarina.
-¿Que colores de túnica usa ese imbécil?- exclamo Sirius.
-No a todos nos gusta usar tonos obscuros de ropa como tú- le reclamo Marlene.
-¿Qué?, ¿no me dirás que te gusta su forma de vestir?- le pregunto sin poderlo creer.
-Pues no mucho, pero no puedes negar que es lindo- expreso la rubia.
-¡¡Es un pedante, estúpido, mal parido, tú no puedes sentir nada por alguien así, tú no puedes querer…!!
-Y se puede saber quién dijo que lo quería- le interrumpió la rubia- yo solo dije que se veía lindo eso era todo.
-Bueno, pero se sobre entiende lo otro- exclamo sabiendo que había cometido un error.
Marlene sonrió divertida pensando que  había picado el orgullo del hombre, pero muchos otros pensaron que no era solo eso, su reacción parecía como si se hubiera sentido celoso.
Y al final estaba Hagrid, grande y peludo, apurando su copa.
—Espera... —dijo Harry a Ron en voz baja—. Hay una silla vacía en la mesa de los profesores. ¿Dónde está Snape?
-¡Está enfermo!- grito de inmediato James
-¡Murió!- aventuro Sirius.
-¡Se calló de un barranco durante las vacaciones!
-¡No, a lo mejor le encomendaron llevarse al perro de tres cabezas y lo mastico un rato!
-¡O tal vez…!
-¡O tal vez deberían callarse par de brutos-increpo el aludido molesto!
-Cálmate Snape- le dijo James- no es como si no desearas esas coas para nosotros, o me equivoco- Severus no respondió nada, pero era masque evidente que era cierto.
Severus Snape era el profesor que menos le gustaba a Harry.
-A nadie le agrada Snape Harry- aseguró Nymphadora- solo los que son de Slytherin pueden sentir un poco de aprecio porque ellos favorece.
-Lo cual es indígnate viniendo de un profesor.- aseguro McGonagall.
Y Harry resultó ser el alumno que menos le gustaba a Snape, que daba clase de Pociones y era cruel, sarcástico y sentía aversión por todos los alumnos que no fueran de Slytherin, la casa a la que pertenecía.
—¡A lo mejor está enfermo! —dijo Ron, esperanzado.
-Ojala compañero- le dijo James.
—¡Quizá se haya ido —dijo Harry—, porque tampoco esta vez ha conseguido el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras!
-No sabría decir quién sería pero para la clase, si él o Lockhart- exclamo Remus con sinceridad.
—O quizá lo han echado —dijo Ron con entusiasmo—. Como todo el mundo lo odia...
-Lo dudo, por algo así no creo que lo echen, menos si está en manos de alguien como Dumbledore- comento Ted.
—O tal vez —dijo una voz glacial detrás de ellos— quiera averiguar por qué no habéis llegado vosotros dos en el tren escolar.
-¡¡Hay con un demonio!!- grito Sirius- pero qué demonios le importa Harry a es infeliz.
-Solo busca la forma de castigarlo, por supuesto- aseguro James- no, si es un estúpido rencoroso de mier…
-¡James!
-Pero es cierto Lily.
-Ya dejen de una vez ese vocabulario de cantina de mala muerte- le reclamo la pelirroja- Neville, continua.
Harry se dio media vuelta. Allí estaba Severus Snape, con su túnica negra ondeando a la fría brisa. Era un hombre delgado de piel cetrina, nariz ganchuda y pelo negro y grasiento que le llegaba hasta los hombros, y en aquel momento sonreía de tal modo que Ron y Harry comprendieron inmediatamente que se habían metido en un buen lío.
-Ya estaban metidos en uno desde antes de que los descubrieran- aseguro Andrómeda- pero aun así pudieron encontrarse con otro profesor.
-Pero es como ellos dicen querida- intervino Ted- él solo está buscando como perjudicarlos.
—Seguidme —dijo Snape.
Sin atreverse a mirarse el uno al otro, Harry y Ron siguieron a Snape escaleras arriba hasta el gran vestíbulo iluminado con antorchas, donde las palabras producían eco. Un delicioso olor de comida flotaba en el Gran Comedor, pero Snape los alejó de la calidez y la luz y los condujo abajo por la estrecha escalera de piedra que llevaba a las mazmorras.
-¡¿Y donde piensas llevarlo infeliz?!- increpo James- tú serás un profesor pero es la profesora McGonagall la que debe poner la disciplina con ellos.
-En eso es cierto, eso no es algo que te compete Severus- aseguro Remus.
-Solo quiere asustar a unos pobres niños, merecido se tiene que no tenga a nadie en el mundo que lo quiera- increpo con malignidad Nymphadora.
Snape trataba de hacer oídos sordos ante todo eso, pero lo último que dijo la metamorfomaga si le había llegado, recordaba la última vez que hablo Lily, que para su desgracia fue ara cortar todo contacto con él, era cierto que ahora estaba solo y le dolía, tal vez ese dolor logre hacerlo cambiar.
—¡Adentro! —dijo, abriendo una puerta que se encontraba a mitad del frío corredor, y señalando su interior.
Entraron temblando en el despacho de Snape. Los sombríos muros estaban cubiertos por estantes con grandes tarros de cristal, dentro de los cuales flotaban cosas verdaderamente asquerosas, cuyo nombre en aquel momento a Harry no le interesaba en absoluto. La chimenea estaba apagada y vacía. Snape cerró la puerta y se volvió hacia ellos.
-¿Que tienes ahí quejicus, a tus parientes?- lo pico Sirius.
-Más bien a los tuyos Black- le reclamo Severus.
—Así que —dijo con voz melosa— el tren no es un medio de transporte digno para el famoso Harry Potter y su fiel compañero Weasley. Queríais hacer una llegada a lo grande, ¿eh, muchachos?
-¡Tu idiota!, que te crees al hablarle a mi hijo de esa forma-le grito James.
-Es como se merece ser tratado- espeto Snape.
-Él pudo lastimarse o morir en ese momento, y lo que se merece es ser tratado con desprecio, que clase de enfermo puede pensar eso- increpo Lily molesta silenciando a Snape.
—No, señor, fue la barrera en la estación de Kings Cross lo que...
—¡Silencio! —dijo Snape con frialdad—. ¿Qué habéis hecho con el coche?
-No me cabe en la cabeza como Dumbledore lo dejo ser profesor- increpo McGonagall, esa no era forma de tratar a los estudiantes.
Ron tragó saliva. No era la primera vez que a Harry le daba la impresión de que Snape era capaz de leer el pensamiento. Pero enseguida comprendió, cuando Snape desplegó un ejemplar de El Profeta Vespertino de aquel mismo día.
—Os han visto —les dijo enfadado, enseñándoles el titular:
«MUGGLES» DESCONCERTADOS
POR UN FORD ANGLIA VOLADOR
Neville leyó el artículo que venía en el profeta.
-En total, seis o siete muggles. Tengo entendido que tu padre trabaja en el Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles —dijo, mirando a Ron y sonriendo de manera aún más desagradable—. Vaya, vaya..., su propio hijo...
-Ni siquiera se atreva a tomarlo en contra de nuestro padre- increpo Bill viendo con coraje al hombre.
Harry sintió como si una de las ramas más grandes del árbol furioso le acabara de golpear en el estómago. Si alguien averiguara que el señor Weasley había encantado el coche... No se le había ocurrido pensar en eso...
—He percibido, en mi examen del parque, que un ejemplar muy valioso de sauce boxeador parece haber sufrido daños considerables —prosiguió Snape.
-Huy si, un árbol valiosísimo- ironizo Sirius- todos desearían tener un árbol así en su patio trasero.
-Sí, qué más da que destruya una parte de la casa con tal de tener algo de tanto valor- continuo James en el mismo tono.
—Ese árbol nos ha hecho más daño a nosotros que nosotros a... —se le escapó a Ron.
—¡Silencio! —interrumpió de nuevo Snape—. Por desgracia, vosotros no pertenecéis a mi casa, y la decisión de expulsaros no me corresponde a mí. Voy a buscar a las personas a quienes compete esa grata decisión. Esperad aquí.
-Eso lo debiste hacer desde el principio- atajo Remus
Neville leyó como se quedaron solos en aquella mazmorra viendo las cosas extrañas que tenía y los pensamientos de Harry de su situación no mejoraría mucho, pues aunque la profesora McGonagall, fuera mejor que Snape ella era muy estricta.
Diez minutos después, Snape volvió, y se confirmó que era la profesora McGonagall quien lo acompañaba. Harry había visto en varias ocasiones a la profesora McGonagall enfadada, pero, o bien había olvidado lo tensos que podía poner los labios, o es que nunca la había visto tan enfadada.
-Nosotros conocemos muy bien esa actitud verdad chicos- les dijo Sirius a su compañeros.
-Sí, cuantas veces estuvimos en el banquillo de los acusados recibiendo el juicio de McGonagall.
-Y siempre es tan difícil como la primera vez- aseguro Remus y los otros dos estuvieron de acuerdo con él.
Ella levantó su varita al entrar. Harry y Ron se estremecieron, pero ella simplemente apuntaba hacia la chimenea, donde las llamas empezaron a brotar al instante.
-Descuiden chicos, ella será estricta, pero es muy justa- aseguró Frank- bueno la gran mayoría de la veces- agrego recordando los ciento cincuenta puntos que les quito en el primer libro.
—Sentaos —dijo ella, y los dos se retiraron a dos sillas que había al lado del fuego—. Explicaos —añadió. Sus gafas brillaban inquietantemente.
-Dos simples palabras- comenzó Fred.
-Y con eso era suficiente- termino George. Ellos también habían estado en esa situación más de una vez..
Ron comenzó a narrar toda la historia, empezando por la barrera de la estación, que no les había dejado pasar.
—... así que no teníamos otra opción, profesora, no pudimos coger el tren.
—¿Y por qué no enviasteis una carta por medio de una lechuza? Imagino que tenéis alguna lechuza —dijo fríamente la profesora McGonagall a Harry.
-Es lo que yo digo- aseguro Lily que pensó en eso- pero no, esa maldita sangre merodeadora de su padre o lo deja pensar con claridad.
-Bueno querida, en teoría la idea en realidad fue de Ron- aseguro James tratando de apoyar a su hijo.
-Ha, pues muchas gracias señor Potter- ironizo el pelirrojo disgustado por echarle el problema a él.
-La idea fue de él, pero Harry no se opuso en lo más mínimo, al contario, le fascino la idea- rebatió la pelirroja- cada quien se debe hacer responsable de sus acciones.
Harry se quedó mirándola con la boca abierta. Ahora que la profesora lo mencionaba, parecía obvio que aquello era lo que tenían que haber hecho.
—No-no lo pensé...
—Eso —observó la profesora McGonagall— es evidente.
-Al igual que el año pasado- aseguro la profesora por el incidente de la trampilla del año pasado.
Llamaron a la puerta del despacho y Snape la abrió, más contento que unas pascuas. Era el director, el profesor Dumbledore.
Harry tenía todo el cuerpo agarrotado. La expresión de Dumbledore era de una severidad inusitada. Miró de tal forma a los dos alumnos que tenía debajo de su gran nariz aguileña, que en aquel momento Harry habría preferido estar con Ron recibiendo los golpes del sauce boxeador.
-Debes de respetar mucho al profesor para pensar así cierto-se aventuró Ted.
-Lo peor solo está por venir- aseguro James.
-¿Por qué dices eso?- le pregunto Lily.
-ya lo veras cariño.
Hubo un prolongado silencio, tras el cual Dumbledore dijo:
—Por favor, explicadme por qué lo habéis hecho.
Habría sido preferible que hubiera gritado. A Harry le pareció horrible el tono decepcionado que había en su voz. No sabía por qué, pero no podía mirar a Dumbledore a los ojos, y habló con la mirada clavada en sus rodillas.
-¿Era por eso?- pregunto nuevamente Lily.
-Sí, cada vez que él nos regañaba usaba ese tono de voz, tal vez parezca ridículo, pero solo con eso nos hacía sentirnos mal y arrepentidos.
-Bueno, a Sirius no tanto, pero en lo que éramos James y yo- agregó el castaño que recordaba muy bien esas ocasiones.
-Hey tranquilo lunático, yo también me sentía mal.
-Pero lo superabas con mayor rapidez que ellos vedad- intervino Marlene risueña.
Se lo contó todo a Dumbledore, salvo lo de que el señor Weasley era el propietario del coche encantado, simulando que Ron y él se habían encontrado un coche volador a la salida de la estación. Supuso que Dumbledore les interrogaría inmediatamente al respecto, pero Dumbledore no preguntó nada sobre el coche.
-Tal vez ya lo sepa- aseguro Ted- es curioso como siempre se entera de ciertas cosas. Todos los que habían tenido contacto con el director le dieron la razón al hombre.
Cuando Harry acabó, el director simplemente siguió mirándolos a través de sus gafas.
—Iremos a recoger nuestras cosas —dijo Ron en un tono de voz desesperado.
-No seas tan dramático pelirrojo- le dijo Sirius al joven- eso déjaselo a cornamenta o a Harry.
-¡¡Oye!!- reclamaron padre e hijo al mismo tiempo.
—¿Qué quieres decir, Weasley? —bramó la profesora McGonagall.
—Bueno, nos van a expulsar, ¿no? —dijo Ron.
Harry miró a Dumbledore.
—Hoy no, señor Weasley —dijo Dumbledore—. Pero quiero dejar claro que lo que habéis hecho es muy grave. Esta noche escribiré a vuestras familias. He de advertiros también que si volvéis a hacer algo parecido, no tendré más remedio que expulsaros.
-Bueno, los Dursley no les importo y no tiene como reclamarle a mi ahijado- aseguro el oji gris.
-Pero la señora Weasley si- resalto Remus- por lo que no se libraran de esa con tanta facilidad.
Por la expresión de Snape, parecía como si sólo se hubieran suprimido las Navidades. Se aclaró la garganta y dijo:
-Trágate esa pedazo de…
-¡¡Sirius!!, el lenguaje-lo detuvo Marlene.
-Si me van a regañar por lo menos esperen a que termine de hablar o no- se defendió el hombre.
-Claro que no- aseguro Dora- no quiero que Teddy aprenda ese lenguaje de ti- agrego jugando con el niño.
—Profesor Dumbledore, estos muchachos han transgredido el decreto para la restricción de la magia en menores de edad, han causado daños graves a un árbol muy antiguo y valioso... Creo que actos de esta naturaleza...
-Ya cállate, que eso no te corresponde quejicus- le reclamo James molesto.
—Corresponderá a la profesora McGonagall imponer el castigo a estos muchachos, Severus —dijo Dumbledore con tranquilidad—. Pertenecen a su casa y están por tanto bajo su responsabilidad. —Se volvió hacia la profesora McGonagall—. Tengo que regresar al banquete, Minerva, he de comunicarles unas cuantas cosas. Vamos, Severus, hay una tarta de crema que tiene muy buena pinta y quiero probarla.
Los bromistas se pusieron a reír frente al desenlace hecho por el director.
-Con todo respeto profesor- comenzó James- podrá ser todo lo grande y sabio del mundo, pero eso no le quita lo loco.
-Muchas gracias joven Potter- exclamo Dumbledore con una gran sonrisa, pese a lo travieso que podían ser, sin duda eran d los mejore estudiantes que había tenido hasta ahora.
Al salir del despacho, Snape dirigió a Ron y Harry una mirada envenenada. Se quedaron con la profesora McGonagall, que todavía los miraba como un águila enfurecida.
—Lo mejor será que vayas a la enfermería, Weasley, estás sangrando.
-Por primera vez es Ron y no Harry e que está cubierto de Harry- comento Ginny.
-¿Como que lo dices con mucha alegría no lo crees hermanita?- ironizo Ron.
-Y de que te extrañas, las chicas siempre están primero que los amigos, si no lo crees mira a cornamenta, este infeliz nos deja abandonado para estar con la pelirroja.
-Lo dice el que nos abandonaba en medio de una broma para encamarse con alguien- rebatió Remus.
-Por lo que no tienes moral para reclamarles nada- aseguro Marlene.
—No es nada —dijo Ron, frotándose enseguida con la manga la herida que tenía en la ceja—. Profesora, quisiera ver la selección de mi hermana.
—La Ceremonia de Selección ya ha concluido —dijo la profesora McGonagall—. Tu hermana está también en Gryffindor.
—¡Bien! —dijo Ron.
-Fantástico- celebraron los Weasley.
-Una leoncita para mi lencito- dijo James.
-¡Papá!- les reclamo Harry, no le gusto que se refiriera así de él, era muy vergonzoso. Ginny también se sonrojo un poco, pero no le desagrado tanto como al azabache.
—Y hablando de Gryffindor... —empezó a decir severamente la profesora McGonagall.
Pero Harry la interrumpió.
—Profesora, cuando nosotros cogimos el coche, el curso aún no había comenzado, así que, en realidad, a Gryffindor no habría que quitarle puntos, ¿no? —dijo, mirándola con temor.
-Hay ahijado, no sé si eras muy valiente o muy tonto
-¡Sirius!- le reclamo Lily ante eso.
-Pero es cierto, nunca se debe discutir con la profesora- aseguro el animago.
La profesora McGonagall le dirigió una mirada penetrante, pero Harry estaba seguro de que había estado a punto de sonreír. Tenía los labios menos tensos, eso era evidente.
—No quitaremos puntos a Gryffindor —dijo ella, y Harry se sintió muy aliviado—. Pero vosotros dos seréis castigados.
-¡¡No puedo creer que lo ha logrado!!- exclamo nuevamente Sirius- porque el sí pude discutirle, y además casi hacerla sonreír.
-En primera lo que le dijo no se compara a las tonterías que usted solía decime señor Black- le dijo la profesor McGonagall- en segunda, no estoy convencida que quisiera quitarles puntos, y en tercera, el joven Potter estaba mostrando bastante lealtad por su casa- termino de decir minerva
-Y recuerden que esa es una cualidad que ella parecía- aseguro Lily.
Eso era menos malo de lo que Harry se había temido. En cuanto a que Dumbledore escribiera a los Dursley, le daba lo mismo. Harry sabía perfectamente que los Dursley lamentarían que el sauce boxeador no lo hubiera aplastado.
Los amigos y familiares del joven bufaron con molestia, si bien era cierto, no les gustaba, por lo que al final agregaron un par de líneas más al pergamino de las bromas.
La profesora McGonagall volvió a levantar su varita y apuntó con ella al escritorio de Snape. Sonó un ¡plop! y apareció un gran plato de emparedados, dos copas de plata y una jarra de zumo frío de calabaza.
-Fantástico- exclamo Sirius.
-No dirás que tienes hambre verdad- indago Marlene.
-Claro que no- aseguro el hombre- pero solo espera al siguiente capítulo, espero que me hayas guardado algo de comida otra vez he.
-¿Y por qué debería de hacerlo?, no soy tu madre.
-Y que bueno que no lo eres, alguien tan bonita no puede ser tan amargada como mi madre- dio sin pensar logrando un leve sonrojo en la rubia.
-Como sea, tú deberías de guardar tu propia comida- agrego, no quería que la vieran sonrojadas por un cumplido de él, aun cuando le gustara.
-Lo haría, pero siempre me la como antes de tiempo.
-Ha, lógico.
—Comeréis aquí y luego os iréis directamente al dormitorio —indicó—. Yo también tengo que volver al banquete.
Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Ron profirió un silbido bajo y prolongado.
—Creí que no nos salvábamos —dijo, cogiendo un emparedado.
—Y yo también —contestó Harry, haciendo lo mismo.
-Por fortuna se libraron- comento Fred.
-Pero aún les falta cierta preparación- aseguro George.
-Pero más les vale no incitarlos ustedes con sus “experiencia”- aseguró Molly viendo con represión a sus hijos, dándoles a entender el castigo que recibirían.
—Pero ¿cómo es posible que tengamos tan mala suerte? —dijo Ron con la boca llena de jamón y pollo—. Fred y George deben de haber volado en ese coche cinco o seis veces y nunca los ha visto ningún muggle. —Tragó y volvió a dar otro bocado—. ¿Y por qué no pudimos atravesar la barrera?
-Esa es una buena pregunta- aseguró Alastor- quien podría haber causado que no atravesaran la barrera- pegunto al aire.
-Quien haya sido, fue una mala pasada para ellos- aseguro Frank- eso les causo muchos problemas.
-Y por suerte no salieron heridos- aseguro Alice.
Harry se encogió de hombros.
—Tendremos que andarnos con mucho cuidado de ahora en adelante —dijo, tomando un refrescante trago de zumo de calabaza
Con semejante problema aun antes de iniciar el curso, no lo dudo- aseguro James.
Si al menos hubiéramos podido subir al banquete...
-La profesora no los hubiera dejado- aseguro Lily.
—Ella no quería que hiciéramos ningún alarde —dijo Ron inteligentemente—. No quiere que nadie llegue a pensar que está bien eso de llegar volando en un coche.
-Bien dicho hermano- lo felicito Bill.
-No muy seguido actúas como el responsable del grupo Ron- comentó la castaña.
-Ha, pues muchas gracias Hermione- le dijo un poco molesto a lo la chica lo abrazo l le dio un beso en la mejilla.
-No te sonrojes hermanito- le grito Fred.
-Solo es un simple besito en la mejilla- continuó George.
-¡Ya cierren la boca!- dijo terminantemente el pelirrojo.
Neville elato como terminaron de comer del palto de emparedados que seguían apareciendo y se fueron a la torre de Gryffindor por los solitarios pasillos del castillo, pasando en frente de las pinturas y las armaduras hasta llegar a la entrada de la torre donde estaba la pintura al óleo de la dama gorda.
—La contraseña —exigió ella, al verlos acercarse.
—Esto... —dijo Harry.
-No la van a saber- comento Lily- no han visto a nadie de su casa para que se les dijera la contraseña.
-Ni siquiera la profesora se los dijo antes de dejarlos comiendo en las mazmorras- comento Remus.
No conocían la contraseña del nuevo curso, porque aún no habían visto a ningún prefecto, pero casi al instante les llegó la ayuda; detrás de ellos oyeron unos pasos veloces y al volverse vieron a Hermione que corría a ayudarles.
-No será tan fácil- aseguro Sirius- siendo como Remus les reclamara su llegada y los regañara, cierto lunático- comento viendo a su amigo de reojo.
—¡Estáis aquí! ¿Dónde os habíais metido? Corren los rumores más absurdos... Alguien decía que os habían expulsado por haber tenido un accidente con un coche volador.
—Bueno, no nos han expulsado —le garantizó Harry.
James se comenzó a reír con algo de fuerza, él hubiera dicho una broma muy similar  a la de su hijo, y le llenaba de alegría esas pequeñas similitudes que tenían entre ellos.
-Pero ese no es un rumor absurdo, es un gran logro- aseguro sirius.
-Y eso casi les costó la cabeza- aseguro Molly molesta- así que deja de adornar la situación y sobre todo, deja de incitarlos.
—¿Quieres decir que habéis venido hasta aquí volando? —preguntó Hermione, en un tono de voz casi tan duro como el de la profesora McGonagall.
—Ahórrate el sermón —dijo Ron impaciente— y dinos cuál es la nueva contraseña.
—Es «somormujo» —dijo Hermione deprisa—, pero ésa no es la cuestión…
-¡¡Eso es!!- celebraron los bromistas.
-¿Y a ustedes que les pasa?- pregunto Dora si entender su reacción.
-Es que Hermione se equipó en el orden- le explico Remus- mira, en esa situación primero los debió de regañar y después decirles la contraseña.
-Ha, porque de otra forma se escaparían cierto.
-Sí, además de que no creo que los demás los dejen a solas por esa noche.
-¿qué quieres decir con eso Remus?
Ya lo veras- le pidió a Neville que continuara.
No pudo terminar lo que estaba diciendo, sin embargo, porque el retrato de la señora gorda se abrió y se oyó una repentina salva de aplausos. Al parecer, en la casa de Gryffindor todos estaban despiertos y abarrotaban la sala circular común, de pie sobre las mesas revueltas y las mullidas butacas, esperando a que ellos llegaran. Unos cuantos brazos aparecieron por el hueco de la puerta secreta para tirar de Ron y Harry hacia dentro, y Hermione entró detrás de ellos.
-A ya comprendo, sus compañeros van a celebrar que llegaron volando al colegio- razono Dora.
-exactamente- aseguro Remus que ya veía venir tal cosa.
—¡Formidable! —gritó Lee Jordan—. ¡Soberbio! ¡Qué llegada! Habéis volado en un coche hasta el sauce boxeador. ¡La gente hablará de esta proeza durante años!
—¡Bravo! —dijo un estudiante de quinto curso con quien Harry no había hablado nunca.
Alguien le daba palmadas en la espalda como si acabara de ganar una maratón. Fred y George se abrieron camino hasta la primera fila de la multitud y dijeron al mismo tiempo:
—¿Por qué no nos llamasteis?
-Hay, eso me tare recuerdos no es cierto canuto-comenzó con voz soñadora.
-Muy cierto cornamenta- continuo de la misma forma.
-Después de ganar un partido o la copa de quidditch- continuo james.
-Al realizar una broma de esas épicas que todos disfrutaban- recordó Sirius.
-Cuando ganábamos la copa de las casas.
-Siempre eran grandiosas las celebraciones, y siempre terminábamos con dos o tres jovencitas para pasar la noche.
-Incluso Remus se metía alguna chicha.
En especial cuando le dábamos unas copitas.
 -Pues yo no estaría tan contenta por eso- exclamo Lily recordando las veces que el sin vergüenza de su novio se iba a la recamara con las zorras esas.
-Porque su descaro les costara muy caro- aseguro Marlene igual de molesta por la actitud del oji gris, ella odiaba cuando él hacia eso.
-Yo solo espero que lo hayan disfrutado, y ojala no se arrepientan he Remus- aseguro Nymphadora, ella estaba divertida escuchando de sus fiestas, pero cuando mencionaron a Lupin toda esa diversión se convirtió en coraje.
-¿Pero a mí por qué?- pegunto el castaño notando el enojo proveniente de ella.
-Porqué tú también estuviste involucrado- le dijo
-Por lo tanto los tres tendrán un castigo- aseguraron las otras dos.
-Pero Lily.
-Pero Marlene
-Pero nada- dijeron al unísono las mencionadas.
-Se me hace que se metieron en problemas con sus respectivas parejas- comentó Ginny a su novio.
-Lo sé- aseguro el joven.
Ron estaba azorado y sonreía sin saber qué decir. Harry se fijó en alguien que no estaba en absoluto contento. Al otro lado de la multitud de emocionados estudiantes de primero, vio a Percy que trataba de acercarse para reñirles.
-Claro, tenía que ser un prefecto perfec…- no pudo continuar pues Marlene y Lily le enviaban miradas fulminantes- a ya me callo.
Harry le dio a Ron con el codo en las costillas y señaló a Percy con la cabeza. Inmediatamente, Ron entendió lo que le quería decir.
-Como no lo iba a entender, con la carita de amigos que tiene Percy- aseguro George en broma.
—Tenemos que subir..., estamos algo cansados —dijo, y los dos se abrieron paso hacia la puerta que había al otro lado de la estancia, que daba a una escalera de caracol y a los dormitorios.
—Buenas noches —dijo Harry a Hermione, volviéndose. Ella tenía la misma cara de enojo que Percy.
-Claro, de seguro se convertirá en una prefecta- comentó Sirius pese a las miradas recelosas que le enviaban aun las mujeres.
Neville leyó como alcanzaron las escaleras y subieron, hasta llegar a la puerta de la habitación donde decía segundo curso, describió la forma de la sala, las camas así como que ya les habían llevado sus baúles.
Ron sonrió a Harry con una expresión de culpabilidad.
—Sé que no tendría que haber disfrutado de este recibimiento, pero la verdad es que...
Los gemelos Weasley, Prewett y los merodeadores sonrieron ante eso, ellos disfrutaban también de eso momentos.
La puerta del dormitorio se abrió y entraron los demás chicos del segundo curso de la casa Gryffindor: Seamus Finnigan, Dean Thomas y Neville Longbottom.
—¡Increíble! —dijo Seamus sonriendo.
—¡Formidable! —dijo Dean.
—¡Alucinante! —dijo Neville, sobrecogido.
Harry no pudo evitarlo. Él también sonrió.
-Esa es la actitud hijo- lo felicito un sonriente James.
-James, no te pongas a incitarlo está bien- le reclamo Lily- bueno, por lo menos ya están en el colegio, aunque por la forma en que inicio el año no estoy tan segura de que tan bien les ira- se lamentó la mujer.
-Pero antes que nada, esta lo que podría hacer nuestra hermanita- comento Gideon.
-Conociéndola, hará algo muy difícil de olvidar- aseguro Fabián.
-Bueno, ese es el final del capítulo- informo Neville.

-Pues ya no hay que perder más tiempo o si, vamos a leer el siguiente- Exclamo Frank
-Estoy de acuerdo con el señor Longbottom- ¿a quien le gustaría leer?