-Muy
bien, pásame el libro George, quiero leer- le pidió Ginny a su hermano, el pelirrojo
le paso l libro pero antes de llegar a ella Hermione lo intercepto.
-Lo
siento amiga- le dijo la castaña- pero según lo que me has platicado, me
imagino lo que tiene el siguiente capítulo, así que mejor lo leo yo.
-Pero
Hermione
-No Ginny-
le dijo con firmeza.
-Ha ya
se, de seguro ahí se verá como era pequeña Weasley de tímida- aseguro Sirius ganándose
una mirada asesina de la pelirroja.
EEsto
será interesante- comento james divertido recibiendo una mirada de enojo de
parte de su hijo.
-Muy
bien, el capítulo dice, “En Flourish y Blotts” leyó la castaña.
La vida en La Madriguera no se parecía en nada
a la de Privet Drive.
-Claro
que no, nuestra casa es mejor- aseguro Fred.
Los Dursley lo querían todo limpio y
ordenado; la casa de los Weasley estaba llena de sorpresas y cosas asombrosas.
-Es porque
nosotros somos asombrosos- aseguro George.
-¡¿Van a estar así todo el capítulo?!, ni siquiera
hemos terminado el primer párrafo y ya están molestando- reclamo la castaña.
-Ya
tranquila cuñada- le dijo Fred.
-Ella
tiene razón, así que dejen de interrumpir por cualquier tontería- les ordeno
Molly.
Harry se llevó un buen susto la primera vez
que se miró en el espejo que había sobre la chimenea de la cocina, y el espejo
le gritó: «¡Vaya pinta! ¡Métete bien la camisa!» El espíritu del ático aullaba
y golpeaba las tuberías cada vez que le parecía que reinaba demasiada
tranquilidad en la casa. Y las explosiones en el cuarto de Fred y George se consideraban
completamente normales.
-Al
principio nos asustaron, pero después se volvió común-comentó Arthur.
-Pero
que estaban haciendo que explotaban su propio cuarto-pregunto Sirius.
-Sin
saber, yo diría que trabajan en sus artículos de sortilegios Weasley- comentó
Harry con una sonrisa.
-Justamente
eso asíamos-aseguro George.
-Aunque
en ese momento solo eran ideas y experimentos- secundo Fred.
-Pues
la verdad me parece que muchas de sus cosas son inútiles, pero otras son
bastantes ingeniosas- aseguro Hermione antes de regresar a la lectura.
Lo que Harry encontraba más raro en casa de Ron,
sin embargo, no era el espejo parlante ni el espíritu que hacía ruidos, sino el
hecho de que allí, al parecer, todos le querían.
Todos
se quedaron mudos cuando leyeron esa última parte, sin pódelo evitar un par de lágrimas
traicioneras salieron de los ojos de Lily, Molly, Ginny y Hermione. Ron se quedó
impresionado, nunca pensó que su amigo pudiera sentir eso. Por su parte Harry
no sabía ni dónde meterse, aun cuando era cierto lo que pensaba, nunca pensó
que eso vendría escrito de esa forma.
-Hay mi
niño- dijo Lily acerca doce para abrazar a su hijo, Ginny se apartó un poco
para que pudieran tener privacidad- no es necesario-dijo acercando a la
pelirroja- tú también eres parte de la familia.
Por un
lado su madre, y por el otra su novia, Harry no sabía si sentirse apenado o
alegre por lo que estaba ocurriendo, pero aun así estaba muy sonrojado.
-No te
pongas rojo ahijado- se burló Sirius- además lo normal que te quieran.
-Además
somos amigos, eso es normal o no- atajo George.
-Eres
un buen chico, sería imposible no tomarte aprecio- agrego Molly.
-Hasta
la profesora McGonagall del futuro lo acepto- agrego Remus
-El
problema son esas bestias que tienes que soportar los que son anormales- acuso
James- el que haya personas que te quieran es lo más normal del mundo.- agrego
viéndolo con cariño.
Aunque
eran cierto lo que decían, Harry se sentía cada vez más y más avergonzado, ni
siquiera quería levantar la mirada, después de tantas cosas por las que había
pasado, se sentía como si volviera a tener doce años en los brazos de las dos
pelirrojas.. Cuanto se recompusieron del momento la castaña continua con la
lectura.
La señora Weasley se preocupaba por el estado
de sus calcetines e intentaba hacerle comer cuatro raciones en cada comida. Al
señor Weasley le gustaba que Harry se sentara a su lado en la mesa para someterlo
a un interrogatorio sobre la vida con los muggles, y le preguntaba cómo
funcionaban cosas tales como los enchufes o el servicio de correos.
-En
verdad lo tratan como si fuera uno más- comentó Alice.
-Bueno,
Molly ya había les había por puesto a james y a Lily que si por alguna razón
les pasaba algo ellos verían la forma de quedarse con Harry.
-¿Qué?-
preguntaron los del futuro.
-¿Por
qué la sorpresa chicos?- pregunto Sirius.
-Ha ya
recuerdo, es que ellos giraron después de dijeran eso, por eso no estaba
enterados- aseguro Dora.
-Hay
no- reclamo de inmediato Ginny sorprendiendo a todos- bueno, no es que no
quisiera que tuvieras una mejor infancia, pero si siendo la hermana de tu amigo
tardaste cinco años para declarárteme, no quiero saber qué pasaría si me vieras
como tu hermana- se explicó las pelirroja.
Los
gemelos se pusieron a reír abiertamente ante eso, Harry los vio mal pero eso no
basto para detenerlos.
-Pero debes
admitir pelirroja que sería una buena oportunidad- comento Sirius- dejando a un
lado el incesto con tu casi hermano, podían aprovechar cuando los demás estuvieran
dormidos para visitarse en las noches y liberar el estrés.
Entonces
todas las risas cesaron de inmediato, ese último comentario no les vino en granea
en ninguna parte, al contrario eso los hacia dudar.
-Potter-
hablaron los gemelos Weasley de una forma un tanto sombria.
-Que- respondió
James
-No
usted su hijo- explico Fred.
-Las
noches que te quedabas a dormir en casa…
-No,
nunca hice lo que Sirius propuso- le interrumpió Harry sabiendo por donde iba
la cosa- Hermione podrías continuar- le pidió a su amiga.
—¡Fascinante! —decía, cuando Harry le
explicaba cómo se usaba el teléfono—. Son ingeniosas de verdad, las cosas que
inventan los muggles para apañárselas sin magia.
-Con
eso ya te ganaste a tu suegro- aseguro Fabián.
-Sí,
dándole por su lado, pero si hubiera querido hacerlo intencionalmente, no lo
conseguirá- comentó Gideon.
-Eso es
parte del encanto Potter, aunque por lo general
funciona mejor con las mujeres- aseguro James.
-Sí,
muy efectivo- exclamo Lily viéndolo con reproche. Se había ganado un buen
problema para después.
Una mañana soleada, cuando llevaba más o
menos una semana en La Madriguera, Harry les oyó hablar sobre Hogwarts. Cuando
Ron y él bajaron a desayunar, encontraron al señor y la señora Weasley sentados
con Ginny a la mesa de la cocina.
-Hay
por Merlín no- exclamo la chica escondiendo la cara en el pecho de Harry.
Al ver a Harry Ginny dio sin querer un golpe
al cuenco de las gachas y éste se cayó al suelo con gran estrépito. Ginny solía
tirar las cosas cada vez que Harry entraba en la habitación donde ella estaba.
-Valla
que la traes mal hijo- comentó risueño James ganándose una mirada fea de parte
de su hijo.
Se metió debajo de la mesa para recoger el
cuenco y se levantó con la cara tan colorada y brillante como un tomate.
Haciendo como que no lo había visto, Harry se sentó y cogió la tostada que le
pasaba la señora Weasley.
-Entonces
si te diste cuenta- comentó por lo bajo la pelirroja.
-Pues sí,
pero no te preocupes, ya pronto pasaremos el capítulo- le dijo abrazándola dulcemente
recordando el consejo que le había dado su madre la vez anterior.
—Han llegado cartas del colegio —dijo el
señor Weasley entregando a Harry y a Ron dos sobres idénticos de pergamino
amarillento, con la dirección escrita en tinta verde—. Dumbledore ya sabe que
estás aquí, Harry; a ése no se le escapa una. También han llegado cartas para
vosotros dos —añadió, al ver entrar tranquilamente a Fred y George, todavía en
pijama.
-Yo no
me atrevería a decir eso- comentó Dumbledore- soy tan propenso a cometer errores
y dejar pasar por alto cosas.
-Pero
no es muy común que suceda- comento James y todos lo que conocían un poco al
director estaban de acuerdo.
-Pero
aun así, cometo errores joven Potter- reitero el director.
Hubo unos minutos de silencio mientras leían
las cartas. A Harry le indicaban que cogiera el tren a Hogwarts el 1 de
septiembre, como de costumbre, en la estación de Kings Cross. Se adjuntaba una
lista de los libros de texto que necesitaría para el curso siguiente:
Hermione
leyó cuales serían los libros que necesitarían para ese año.
-¡Siete
libros!- exclamo Sirius.
-¿Cómo
ese idiota tiene siete libros?- continúo Marlene.
-Y
sobre todo, ¿por qué se los piden todos?- termino James.
-No lo sé,
pero algo me dice que ese año la clase de DCAO será igual de inútil que la del
año pasado- atajo con molestia Remus.
-Pues
con esos libros claro que lo será- aseguro Sirius.
-Bueno,
las clases no fueron muy buenas, pero logramos aprender una o dos cosas útiles-
comento Harry recordando que fue cuando aprendió el hechizo de desarme.
Después de leer su lista, Fred echó un
vistazo a la de Harry
—¡También a ti te han mandado todos los
libros de Lockhart! —exclamó—. El nuevo profesor de Defensa Contra las Artes
Oscuras debe de ser un fan suyo; apuesto a que es una bruja.
-Pues ciertamente
no era una bruja- exclamo Fred.
-Pero
si era un fanático- aseguro George.
-No lo
creo- aseguro Hermione- su actitud más que fanatismo era de idolatría.
-¿Idolatría?-
se extrañó cornamenta- o no, por favor díganme que o fue él- pidió el hombre.
-Ya lo
descubrirás- fue lo único que dijo su hijo antes de su amiga regresara a la
lectura.
En ese instante, Fred vio que su madre lo
miraba severamente, y trató de disimular untándose mermelada en el pan.
—Todos estos libros no resultarán baratos
—observó George, mirando de reojo a sus padres—. De hecho, los libros de
Lockhart son muy caros...
—Bueno, ya nos apañaremos —repuso la señora
Weasley aunque parecía preocupada—. Espero que a Ginny le puedan servir muchas
de vuestras cosas.
-Posiblemente
sí, pero aun así sería un poco difícil para ella- cometo Alice.
-Hermanita,
ya sabemos cómo son, pero porque no le piden un préstamo a Harry.
-Aunque
no sería necesario un préstamo, él se los podría regalar con mucho gust…
-Pero
eso no sería correcto- les reprendió Molly antes de que Gideon terminara de
hablar.
-Pero ¿cuál
es el problema?- pregunto Gideon- si ese dinero al final también será de Ginny,
ya que después de todo será Harry es el que se termine tirando a nuestra
sobrina.
-¡¡Gideon!!
Reclamaron Molly Harry y Ginny, estos últimos más rojos que un tomate. James y
Sirius hicieron todo lo que podían para reprimir las risas, pues sabían que si
lo hacían abiertamente sería tanto como firmar su sentencia de muerte.
-¡¡Ya
dejen ese tema de una vez!!- continuo la seora Weasley molesta.
-¡¡Y más
les vale que dejen mis intimidades a un lado!!- les grito Ginny aún más
furiosa- y eso va para todos- aseguro viendo a sus hermanos y los jóvenes del
pasado.
—¿Es que ya vas a empezar en Hogwarts este
curso? —preguntó Harry a Ginny
Ella asintió con la cabeza, enrojeciendo
hasta la raíz del pelo, que era de color rojo encendido, y metió el codo en el plato
de la mantequilla. Afortunadamente, el único que se dio cuenta fue Harry,
porque Percy el hermano mayor de Ron, entraba en aquel preciso instante. Ya se
había vestido y lucía la insignia de prefecto de Hogwarts en el chaleco de
punto.
-¿Es
que viste todas mis humillantes actuaciones?- le pregunto aun con un poco de
molestia.
-Parece
que si- le dijo sobándole el brazo y dándole un beso en la frente.
—Buenos días a todos —saludó Percy con voz
segura—. Hace un hermoso día.
-Cuando
uno está enamorado, todos los días son buenos- comentó Sirius.
-Si,
como cuando Lily por fin acepto ser novia de James- comenzó Remus- a los dos
días siguientes amaneció con una tormenta, un viento bastante fuerte, llovía a
cantaros, truenos y rayos.
-Y cornamenta
se levantó de la cama, vio por la ventana y dijo “pero que bonito día no”-
terminaron a unísono esos dos.
Se sentó en la única silla que quedaba, pero
inmediatamente se levantó dando un brinco, y quitó del asiento un plumero gris
medio desplumado. O al menos eso es lo que Harry pensó que era, hasta que vio
que respiraba.
-¿¿Qué?!-
dijeron algunos impresionados y ligeramente horrorizados.
—¡Errol! —exclamó Ron, cogiendo a la
maltratada lechuza y sacándole una carta que llevaba debajo del ala—. ¡Por fin!
Aquí está la respuesta de Hermione. Le escribí contándole que te íbamos a
rescatar de los Dursley
-Pobre
criatura- exclamaron los gemelo Prewett.
-Ya
deberíamos jubilarlo- comento Ron- pero no tenemos para conseguir otra- los señores
Weasley bajaron la vista apenados.
-No deben
preocuparse con eso- le dijo Fred.
-Ustedes
nos han dado más de lo que creen- aseguro George.
Ron llevó a Errol hasta una percha que había
junto a la puerta de atrás e intentó que se sostuviera en ella, pero Errol
volvió a caerse, así que Ron lo dejó en el escurridero, exclamando en voz baja
«¡Pobre!». Luego rasgó el sobre y leyó la carta de Hermione en voz alta.
Hubo
algunas risas después de leer esa parte.
Querido
Ron
-Huy,
querido- se burlaron los gemelos de su hermano.
¡Y
Harry, si estás ahí:!
Leyó
esa parte con as fuerza para que cerraran la boca.
-Hay
cuñada, ya arruinaste el ambiente- le acuso Fred.
-No
arruine nada, así está escrito- se defendió.
-Pero
aun así no puedes negar que en ese momento ya querías a mi hermano- le dijo Ginny
con media sonrisa.
-Claro
que no- le rebatió mientras un tenue rubor apareció en sus mejillas.
-Entonces
porque te sonrojas- le acuso Harry con una sonrisa.
Hermione
vio con severidad a los novios, eso se los pagarían, si bien en ese tiempo aún
no se habían aclarado sus sentimientos, si sentían algo por el otro. Pero a
ninguno de los les gustaba que hablaran de eso.
Espero
que todo saliera bien y que Harry esté estupendamente, y que no hayas tenido que
saltarte las normas para sacarlo, Ron, porque eso traería problemas también a
Harry.
-Jeje,
pues no ocurrió precisamente así-comento Sirius.
-Eso no
es algo para celebrar- le reprendió Lily.
He
estado muy preocupada y, si Harry está bien, te ruego que me escribas lo antes
posible para contármelo, aunque quizá sería mejor que usaras otra lechuza,
porque creo que ésta no aguantará un viaje más.
-Bueno,
ya tienen a Hedwin para enviarle la correspondencia- comento James- ella si
legra seguro.
-Es una
ave muy astuta- comento Tonks.
Por
supuesto, estoy muy atareada con los deberes escolares
-¡¿Queeeeé?!-gritaron
los merodeadores y los hermanos Prewett
-¿Cómo
puedes estar ocupada con los deberes si ni siquiera empiezan las clases?-
pegunto Sirius sin poderlo creer.
-Teníamos
deberes para las vacaciones recuerdan- les recordó a todos- además quería estar
preparada para las clases que tendríamos en ese año.
-Pero
aun así no crees que exageras, digo, ni lunático hacia esas cosas.- atajo James.
-Pues
sí, pero así es ella, nada se puede hacer- atajo Ron para que la dejaran
tranquila.
(«¿Cómo
puede ser?», se preguntó Ron horrorizado. «¡Si estamos en vacaciones!»),
Nuevamente
vieron sorprendidos de Sirius a Ron por lo parecido de sus palabras.
Y el
próximo miércoles nos vamos a Londres a comprar los nuevos libros. ¿Por qué no
quedamos en el callejón Diagon?
Contadme
qué ha pasado en cuanto podáis. Un beso de
Hermione
-Huy- dijeron
nuevamente los gemelos bromeando a Ron- un beso de Hermione.
Eso
pareció que molesto a la castaña, dejo el libro abierto sobre la mesa con
cierta fuerza, se puso de pie de golpe lo que provocó que los gemelos
pelirrojos se echaran atrás asustados por lo que podía pasarles. Se acercó
a ron, y regresando a su altura le planto un largo y hasta ligeramente ofensivo
beso en los labios. Todos sin excepción se quedaron con la boca abierta, en
particular los gemelos que parecían petrificados. Cundo termino de besarlo vio
que había logrado su cometido, ese par no molestaría por un buen raro, y con
una sonrisa de suficiencia y como si no hubiera pasado nada tomo asiento y
retomo la lectura.
—Bueno, no estaría mal, podríamos ir también
a comprar vuestro material —dijo la señora Weasley, comenzando a quitar las
cosas de la mesa—. ¿Qué vais a hacer hoy?
Harry, Ron, Fred y George planeaban subir la
colina hasta un pequeño prado que tenían los Weasley. Como estaba rodeado de
árboles que lo protegían de las miradas indiscretas del pueblo que había abajo,
allí podían practicar el quidditch, con tal de que tuvieran cuidado de no volar
muy alto.
-Muy
bien, con eso lograras ponerte al día y en condición hijo-lo animo James.
-Porque
no me extraña que estés emocionado- ironizo Lily con una sonrisa.
Aunque no podían usar verdaderas pelotas de
quidditch, porque si se les escaparan y llegaran a sobrevolar el pueblo, la
gente lo vería como un fenómeno de difícil explicación; en su lugar, se
arrojaban manzanas. Se turnaban para montar en la Nimbus 2.000 de Harry, que
era con mucho la mejor escoba; a la vieja Estrella Fugaz de Ron incluso la
adelantaban las mariposas.
-Esos
fueron buenos veranos- comentó Ron- en esos días aun estábamos tranquilos y sin
preocupaciones.
-¿Qué
quieres decir con eso?- le pregunto Lily.
-Son
cosas algo complicadas que contar mamá, ya lo leerán en su momento- se justificó
Harry pensando que en efecto fueron los tiempos más tranquilos. Lily no estaba conforme
con eso, pero ya no dijo más.
-No
crees que accedió muy fácil- le pregunto por lo bajo Dora a Remus.
-Es
porque le dijo mamá, en este momento es su mejor arma para apaciguarla.
-¿En
serio?- le pregunto.
-Por
supuesto, o a ti no gustaría que Teddy te dijera mamá- la chica lo pensó por un
momento, si le gustaría que lo hiciera claramente, ya que hasta ahora solo
balbuceaba- sí, seria lindo- le aseguro tomándolo por un brazo.
Cinco minutos después se encontraban subiendo
la colina, con las escobas al hombro. Habían preguntado a Percy si quería ir
con ellos, pero les había dicho qué estaba ocupado. Harry sólo había visto a
Percy a las horas de comer; el resto del tiempo lo pasaba encerrado en su
cuarto.
-Cielos,
el amor sí que hace estragos en los hombres- comento Sirius.
-No
solo a los hombres canuto, recuerda a aquella chica que no te dejaba ni a sol
ni a sombra- le recordó James.
-Jeje
eso si fue divertido, fue la única ocasión en que el mujeriego corría
despavorido porque era perseguido por una mujer- comentó Remus.
-Hay no
es justo, ¿por qué lo más divertido paso en su época?- reclamo Tonks que aun
sujetaba el brazo del castaño.
-Eso no
fue divertido- reclamo el animago- además no sé porque te ríes lunático, pues cuando
me libre de esa se fue contigo, cuántas veces no la sorprendimos entrando en tu
cama durante las noches- le recordó a Remus a quien se le borro la sonrisa, esa
chica en verdad estaba loca.
-¿En
serio?- pregunto Dora que apretó con más fuera el brazo del hombre mientras su
cabello adquiría un leve tono rojizo, por alguna razón le molestaba imaginarse dicha
escena.
-Sí, y
eso sin contar las veces que se infiltró en el baño- la joven se molestó aún
más- por suerte la pudimos ahuyentar y para el siguiente año ella y se había
ido del colegio-comentó James.
-Claro,
lo dices con tanta calma porque no se te pego a ti- le acuso canuto. Después de
un par de risas Hermione se disponía a seguir leyendo.
-He
Dora- le dijo Remus por lo bajo- me podrías soltar, es que me estas lastimando.
-He ha
si, perdón- respondió la entonces pelirroja soltándolo del todo.
—Me gustaría saber qué se lleva entre manos
—dijo Fred, frunciendo el entrecejo—. No parece el mismo. Recibió los
resultados de sus exámenes el día antes de que llegaras tú; tuvo doce M.H.B. y
apenas se alegró.
—Matriculas de Honor en Brujería —explicó
George, viendo la cara de incomprensión de Harry—. Bill también sacó doce. Si
no nos andamos con cuidado, tendremos otro Premio Anual en la familia. Creo que
no podría soportar la vergüenza.
Los
gemelos Prewett se pusieron a reír por eso al igual que Sirius y James, ese par
eran unos dignos bromistas como ellos. Hermione leyó la parte que hablaba de Bill
y Charlie Weasley y los respectivos trabajos de cada uno.
—No sé cómo se las van a arreglar papá y mamá
para comprarnos todo lo que necesitamos este curso —dijo George después de una
pausa—. ¡Cinco lotes de los libros de Lockhart! Y Ginny necesitará una túnica y
una varita mágica, entre otras cosas.
La
menor de los Weasley se sintió un poco mal, esa era una de las tantas tristezas
que dejo en ese maldito diario, y por eso le ocurrió todo eso.
Harry no decía nada. Se sentía un poco
incómodo. En una cámara acorazada subterránea de Gringotts, en Londres, tenía
guardada una pequeña fortuna que le habían dejado sus padres.
-No debes
sentirte mal querido- le dijo la seora Weasley.
-No
puede evitarlo, aun si un terremoto destruyera la casa él se sentiría culpable-
comento ron que recibió un codazo de parte de Hermione.
-Sé que
no debería hacerlo señora Weasley- comenzó el azabache- pero aun así yo me
sentía un poco inútil al no poder ayudarlos después de todo lo que habían por mí,
sé que no tenía que hacer nada y ustedes nuca me lo reprocharían, pero aun así
me hubiera gustado corresponderles su cariño- termino sorprendiendo a más de uno,
ya que él no era del tiempo de persona que expresara sus sentimientos tan
abiertamente.
Naturalmente, ese dinero sólo servía en el
mundo mágico; no se podían utilizar galeones, sickles ni knuts en las tiendas
muggles. A los Dursley nunca les había dicho una palabra sobre su cuenta
bancaria en Gringotts. Y la verdad es que no creía que su aversión a todo lo
relacionado con el mundo de la magia se hiciera extensiva a un buen montón de
oro
-Esos malditos
avariciosos- espeto Sirius.
Al domingo siguiente, la señora Weasley los
despertó a todos temprano. Después de tomarse rápidamente media docena de
emparedados de beicon cada uno, se pusieron las chaquetas y la señora Weasley,
cogiendo una maceta de la repisa de la chimenea de la cocina, echó un vistazo
dentro.
-Valla,
comen igual que canuto- exclamo James juguetonamente- casi es glotonería no lo creen.
-En el
caso de Harry no lo creo- comentó Sirius.
-El solo
estaría reponiendo todo lo que comió con los Dursley- término Marlene.
-Gracias,
por reabrir la herida- ironizo Lily viéndolos con rencor.
—Ya casi no nos queda, Arthur —dijo con un
suspiro—. Tenemos que comprar un poco más... ¡bueno, los huéspedes primero!
¡Después de ti, Harry, cielo!
Y le ofreció la maceta.
Harry vio que todos lo miraban.
—¿Qué... qué es lo que tengo que hacer?
—tartamudeó.
-Ha
claro, él nunca ha usado los polvos flu- comento Ted- eso podría ser un
problema, tal vez lo mejor sería ir de otra forma.
-En ese
momento sería lo más rápido- comento James.
-Además
tarde o temprano debe aprender- atajo Frank.
-Pero
si no sale bien quién sabe dónde podría parar- comentó Lily.
—Él nunca ha viajado con polvos flu —dijo Ron
de pronto—. Lo siento, Harry, no me acordaba.
—¿Nunca? —le preguntó el señor Weasley—. Pero
¿cómo llegaste al callejón Diagon el año pasado para comprar las cosas que
necesitabas?
—En metro...
—¿De verdad? —inquirió interesado el señor
Weasley—. ¿Había escaleras mecánicas? ¿Cómo son exactamente...?
Los
bromistas se pusieron a reír divertidos.
-Hay
cuñado, tu no cambias en lo más mínimo- le acuso Fabián.
—Ahora no, Arthur —le interrumpió la señora
Weasley
-Bueno,
en eso tienes razón Molly- concedió Lily- ya después abra tiempo para las
explicaciones- agrego con una sonrisa afable.
Los polvos flu son mucho más rápidos, pero la
verdad es que si no los has usado nunca...
—Lo hará bien, mamá —dijo Fred—. Harry,
primero míranos a nosotros.
-No
servirá mucho, no es lo mismo ver que hacer- comento Remus.
-Cuando
yo lo hice por primera vez termine siete chimeneas más lejos de donde se
suponía debía llegar- recordó Dora.
-Y no
te asustaste sobrina.
-No,
pero los dueños del local se impresionaron de que una niña saliera de la
chimenea, al parecer hacia mucho que no se usaba- relato la joven
Cogió de la maceta un pellizco de aquellos
polvos brillantes, se acercó al fuego y los arrojó a las llamas.
Produciendo un estruendo atronador, las
llamas se volvieron de color verde esmeralda y se hicieron más altas que Fred.
-¡¡¿Qué?!!-
gritaron Fred y George sorprendidos llamando la atención de todos.
-¿Que
ocurre con ustedes?- le pregunto Molly expectante.
-Es
que… que fue… ese beso…- dieron al mismo tiempo.
-Apenas
salieron del shock jajá- se carcajeo Sirius viendo al par de gemelos
pelirrojos.
-Es que
no lo esperábamos- se justificó George.
-Bueno,
ese bonito momento de silencio se terminó por fin- ironizo Hermione antes de
retomar la lectura.
Éste se metió en la chimenea, gritando: «¡Al
callejón Diagon!», y desapareció.
—Tienes que pronunciarlo claramente, cielo
—dijo a Harry la señora Weasley, mientras George introducía la mano en la
maceta—, y ten cuidado de salir por la chimenea correcta.
-Eso de
seguro fue muy útil- irónico Gideon.
—¿Qué? —preguntó Harry nervioso, al tiempo
que la hoguera volvía a tronar y se tragaba a George.
—Bueno, ya sabes, hay una cantidad tremenda
de chimeneas de magos entre las que escoger, pero con tal de que pronuncies
claro...
-Imagínate
que llegaras a una casa en done una pareja estuviera en paños menores disfrutando
de…
-¡¡Sirius
Black!!, ni siquiera en este momento puedes dejar tus lascivos pensamientos- le
recrimino Marlene.
-No
puedo evitarlo McKinnon, si hasta cuando te veo a ti pienso…
-Si en
algún momento quieres tener descendencia más te vale que no digas nada más Black-
le advirtió toda roja levantándose por sobre él
—Lo hará bien, Molly, no te apures —le dijo
el señor Weasley, sirviéndose también polvos flu.
—Pero, querido, si Harry se perdiera, ¿cómo
se lo íbamos a explicar a sus tíos?
—A ellos les daría igual —la tranquilizó
Harry—. Si yo me perdiera aspirado por una chimenea, a Dudley le parecería una
broma estupenda, así que no se preocupe por eso.
-Claro
que no, solos los que te queremos nos preocuparíamos por eso- le aseguró Ginny
abrazando al azabache.
—Bueno, está bien..., ve después de Arthur
—dijo la señora Weasley—. Y cuando entres en el fuego, di adónde vas.
—Y mantén los codos pegados al cuerpo —le
aconsejó Ron.
—Y los ojos cerrados —le dijo la señora
Weasley—. El hollín...
—Y no te muevas —añadió Ron—. O podrías salir
en una chimenea equivocada...
-Eso
solo me puso más nerviosos amigo- le dijo al pelirrojo.
-Lo
siento, pero es que era en serio- se justificó el chico
—Pero no te asustes y vayas a salir demasiado
pronto. Espera a ver a Fred y George.
Haciendo un considerable esfuerzo para
acordarse de todas estas cosas, Harry cogió un pellizco de polvos flu y se
acercó al fuego. Respiró hondo, arrojó los polvos a las llamas y dio unos pasos
hacia delante. El fuego se percibía como una brisa cálida. Abrió la boca y un
montón de ceniza caliente se le metió en la boca.
—Ca-ca-llejón Diagon —dijo tosiendo.
-No va
a legar- se preocupó Lily.
-Pero
no puede llegar a más de un par de chimeneas, o no- intervino Andrómeda
recordando la vez que Nymphadora se perdió.
-Tranquila
mamá, no pasó nada malo- le aseguró el azabache.
-Pero
aun así fueron momentos angustiantes- dijo Ginny- yo y mi mamá estábamos muy
preocupadas.
Hermione
fue describiendo las sensaciones que Harry fue experimentado durante el viaje
por la chimenea, como sentía que daba vueltas y del golpe que se dio en el
codo, el ruido ensordecedor, de cómo sintió que los emparedados con beicon se
revolvían en su estamos hasta que callo de bruces y se le rompían las gafas
Mareado, magullado y cubierto de hollín, se
puso de pie con cuidado y se quitó las gafas rotas. Estaba completamente solo,
pero no tenía ni idea de dónde. Lo único que sabía es que estaba en la chimenea
de piedra de lo que parecía ser la tienda de un mago, apenas iluminada, pero no
era probable que lo que vendían en ella se encontrara en la lista de Hogwarts.
-No, no
puede ser ese lugar- exclamo Sirius sintiendo un extraño presentimiento, el
mismo que sintió en una ocasión que su madre lo saco a comprar algunas cosas.
Hermione
leyó con cierto miedo lo que tenía esa extraña mesa, una mano cortada, huesos
humanos en el mostrador, las máscaras de aspectos diabólicos, y la primera
impresión del callejón que el joven pudo ver a través de la ventana.
-¡El callejón
Knockturn!- exclamo Sirius.
-Peor
suerte no podría tener- se lamentó Lily poniendo las manos en su rostro.
Cuanto antes saliera de allí, mejor.
-Gran
idea- aseguro James- pero ten cuidado de que no te vean, o pensarían que andas
en malos pasos.
Con la nariz aún dolorida por el topetazo, Harry
se fue rápida y sigilosamente hacia la puerta, pero antes de que hubiera
salvado la mitad de la distancia, aparecieron al otro lado del escaparate dos
personas, y una de ellas era la última a la que Harry habría querido
encontrarse en su situación: perdido, cubierto de hollín y con las gafas rotas.
Era Draco Malfoy.
-¡¿Qué?!-
grito Narcisa- ¿qué haces tú en ese lugar?- interrogo a su hijo.
-Ya lo
vera a continuación- le dijo el joven.
Harry repasó apresuradamente con los ojos lo
que había en la tienda y encontró a su izquierda un gran armario negro, se
metió en él y cerró las puertas, dejando una pequeña rendija para echar un
vistazo. Unos segundos más tarde sonó un timbre y Malfoy entró en la tienda.
-¿Estuviste
escondido ahí todo el tiempo?- le pregunto Draco
-Sí, y
escuche todo lo que hablaron- le aseguro.
-Siempre
caes justo en el momento- pensó en voz alta el rubio al enterarse de esas
cosas.
-No
siempre es bueno, por lo general siempre caemos cuando hay problemas- atajo
Harry recordando tantos y tantos momentos complicados.
El hombre que iba detrás de él no podía ser
sino su padre. Tenía la misma cara pálida y puntiaguda, y los mismos ojos de un
frío color gris. El señor Malfoy cruzó la tienda, mirando vagamente los
artículos expuestos, y pulsó un timbre que había en el mostrador antes de
volverse a su hijo y decirle:
—No toques nada, Draco.
-Ni
siquiera debiste llevarlo a ese lugar- reprendió Narcisa.
-Todos
los idiotas son iguales a él- agrego con molestia Sirius- la maniática de mi madre
hacia lo mismo- contó provocando un poco de coraje en su hermano Regulus, pero
no dijo nada.
Malfoy, que estaba mirando el ojo de cristal,
le dijo:
—Creía que me ibas a comprar un regalo.
-Querías
algo de ese maldito lugar- le reprendió Narcisa.
-En esa
época estaba muy desubicado- se defendió el chico.
-Con
esa porquería de padre que se podría esperar- espeto Sirius
—Te dije que te compraría una escoba de
carreras —le dijo su padre, tamborileando con los dedos en el mostrador.
—¿Y para qué la quiero si no estoy en el
equipo de la casa? —preguntó Malfoy, enfurruñado—. Harry Potter tenía el año
pasado una Nimbus 2.000. Y obtuvo un permiso especial de Dumbledore para poder
jugar en el equipo de Gryffindor. Ni siquiera es muy bueno, sólo porque es famoso...
Famoso por tener esa ridícula cicatriz en la frente...
-Claro,
como si el inútil de Lucius pudiera usar una escoba- espeto James molesto- ese
maldito solo esta celoso.
Draco
bajo la vista mientras era reconfortado por Astoria.
Malfoy se inclinó para examinar un estante
lleno de calaveras.
—A todos les parece que Potter es muy
inteligente sólo porque tiene esa maravillosa cicatriz en la frente y una
escoba mágica...
—Me lo has dicho ya una docena de veces por
lo menos —repuso su padre dirigiéndole una mirada fulminante—, y te quiero
recordar que sería mucho más... prudente dar la impresión de que tú también lo
admiras, porque en la clase todos lo ven como el héroe que hizo desaparecer al
Señor Tenebroso... ¡Ah, señor Borgin!
-Claro,
solo porque te conviene infeliz- increpo james.
-Por lo
menos ese chico es honesto con su forma de ser y no solo porque le conviene- le
grito Alastor molesto- al menos tu hijo pelea de frente.
-Bueno,
eso es algo- acepto Sirius
Tras el mostrador había aparecido un hombre
encorvado, alisándose el grasiento cabello.
—¡Señor Malfoy, qué placer verle de nuevo!
—respondió el señor Borgin con una voz tan pegajosa como su cabello—. ¡Qué
honor...! Y ha venido también el señor Malfoy hijo. Encantado. ¿En qué puedo servirles?
Precisamente hoy puedo enseñarles, y a un precio muy razonable...
—Hoy no vengo a comprar, señor Borgin, sino a
vender —dijo el padre de Malfoy.
-Conque
a vender he- dijo ojo loco- sería interesante ver donde guardas tus cosas,
Malfoy- fijo si ojo mágico en el como si con eso pudiera averiguarlo.
-Tal
vez-comenzó Sirius por lo bajo a sus amigos- cuando esta lectura termine
Alastor tenga una aliada- dijo viendo a su prima Narcisa que tenía una mirada
penetrante y llena de coraje puesta sobre su esposo
—¿A vender? —La sonrisa desapareció
gradualmente de la cara del señor Borgin.
—Usted habrá oído, por supuesto, que el
ministro está preparando más redadas —empezó el padre de Malfoy, sacando un
pergamino del bolsillo interior de la chaqueta y desenrollándolo para que el
señor Borgin lo leyera—. Tengo en casa algunos... artículos que podrían ponerme
en un aprieto, si el Ministerio fuera a llamar a...
-Claro
que deben se tomar precauciones, si ya es mucha suerte que siga libre en eso días-
increpo Frank, el como muchos otros quería ver al mayor de los Malfoy detrás de
las rejas.
El señor Borgin se caló unas gafas y examinó
la lista.
—Pero me imagino que el Ministerio no se
atreverá a molestarle, señor.
El padre de Malfoy frunció los labios.
—Aún no me han visitado. El apellido Malfoy
todavía inspira un poco de respeto, pero el Ministerio cada vez se entromete
más. Incluso corren rumores sobre una nueva Ley de defensa de los muggles...
Sin duda ese rastrero Arthur Weasley, ese defensor a ultranza de los muggles,
anda detrás de todo esto...
Todos
los que opinaban lo contrario, en especial los Weasley, se pusieron de pie reclamando
e incluso insultando al hombre que se encogió en su lugar, estaban a un paso de
lanzar maldiciones.
-Silencio-
grito Dumbledore- entiendo la indignación de cada uno- algo que en verdad era
cierto, el mismo veía con severidad a Malfoy- pero nada se puede hacer por el
momento, ya en su momento podrán arreglar cuentas con el señor.
Poco a
poco todos se fueron sentando pero sin quitarla la vista.
Harry sintió que lo invadía la ira.
Los
merodeadores se sintieron complacidos por escuchar la reacción del chico.
—Y, como ve, algunas de estas cosas podrían
hacer que saliera a la luz...
—¿Puedo quedarme con esto? —interrumpió
Draco, señalando la mano cortada que estaba sobre el cojín.
—¡Ah, la Mano de la Gloria! —dijo el señor
Borgin, olvidando la lista del padre de Malfoy y encaminándose hacia donde
estaba Draco—. ¡Si se introduce una vela entre los dedos, alumbrará las cosas
sólo para el que la sostiene! ¡El mejor aliado de los ladrones y saqueadores!
Su hijo tiene un gusto exquisito, señor.
-No,
pues en que buena estima que tiene ese infeliz- exclamo Sirius. Ese maldito
nunca le cayó bien.
—Espero que mi hijo llegue a ser algo más que
un ladrón o un saqueador, Borgin —repuso fríamente el padre de Malfoy.
Y el señor Borgin se apresuró a decir:
—No he pretendido ofenderle, señor, en
absoluto...
—Aunque si no mejoran sus notas en el colegio
—añadió el padre de Malfoy, aún más fríamente—, puede, claro está, que sólo
sirva para eso.
-¡¿Cómo
te atreves a tratar así a tu hijo?!- increpo Narcisa enojada.
-¡Tu
cierra la boca maldita!- le increpo Lucius molesto por la osadía de hablarle
así, pero en cuanto termino de abrir sintió un fuerte dolor en el pecho y un
segundo después se impactó en contra el muro mientras que Sirius y Andrómeda se
acercaban a él con varita en mano.
-¡¡No
vuelvas a dirigirte a ella de esa manera!!-
vocifero Sirius con la vista desencajada.
-¡¡Solo
nos aseguraremos de que nazca Draco y después nos encargaremos de ti infeliz!!-
aseguro Andrómeda lista para maldecirlo.
-Y
descubrirás lo terrible que pueden ser los Black- le aseguro sombríamente, a más
de uno se le hubiera helado la sangre.
Entre
Ted y Marlene lograron tranquilizar lo suficiente a su respectivo como para que
regresaran a sus asientos y poder continuar con la lectura. Mientras que
Lucius, todo adolorido hacia lo mismo.
—No es culpa mía —replicó Draco—. Todos los
profesores tienen alumnos enchufados. Esa Hermione Granger mismo...
—Vergüenza debería darte que una chica que no
viene de una familia de magos te supere en todos los exámenes —dijo el señor
Malfoy bruscamente.
-Eso
nunca ha importado- exclamo Remus- el uno sea bueno en algo o no nada tiene ver
que lo sangre.
-Y qué
hay de los genes deportivos de Harry- comento James.
-La
sangre no es lo mismo que los genes, hay que estudiar un poco no cree- le acuso
Dora.
-Eso
fue un poco grosero no crees rosita.
-Las
cosas son como son cornamenta, eso no lo puedes evitar- aseguro Lupin.
—¡Ja! —se le escapó a Harry por lo bajo,
encantado de ver a Draco tan avergonzado y furioso.
—En todas partes pasa lo mismo —dijo el señor
Borgin, con su voz almibarada—. Cada vez tiene menos importancia pertenecer a
una estirpe de magos.
—No para mí —repuso el señor Malfoy, resoplando
de enfado.
—No, señor, ni para mí, señor —convino el
señor Borgin, con una inclinación.
-Solo
porque le conviene- exclamo sirius.
-No lo
dudo, esa es un escoria como todos los suyos- apoyo Marlene molesta.
—En ese caso, quizá podamos volver a fijarnos
en mi lista —dijo el señor Malfoy, lacónicamente—. Tengo un poco de prisa,
Borgin, me esperan importantes asuntos que atender en otro lugar.
Se pusieron a regatear. Harry espiaba
poniéndose cada vez más nervioso conforme Draco se acercaba a su escondite,
curioseando los objetos que estaban a la venta.
Varios estudiantes
se quedaron tensos pesando que pasaría, en ese momento el joven Potter tenía
puros enemigos ahí afuera, y estaban impaciente de lo que podría pasar.
Se detuvo a examinar un rollo grande de
cuerda de ahorcado y luego leyó, sonriendo, la tarjeta que estaba apoyada
contra un magnífico collar de ópalos:
Cuidado:
no tocar Collar embrujado.
Hasta
la fecha se ha cobrado las vidas de diecinueve muggles que lo poseyeron.
-Oh por
dios- exclamo la profesora McGonagall- ese lugar sin duda es una atrocidad-
aseguro mientras el trio recordaba cómo casi una compañera se convertía en una víctima
más.
Draco se volvió y reparó en el armario. Se
dirigió hacia él, alargó la mano para coger la manilla...
—De acuerdo —dijo el señor Malfoy en el
mostrador—. ¡Vamos, Draco!
Cuando Draco se volvió, Harry se secó el
sudor de la frente con la manga.
-Hay-
exclamaron algunos que se relajaron, ese fue un momento de mucha tensión.
-Estuve
tan cerca de descubrirte- se impresiono Draco- no creo que tu suerte sea tan
mala como dicen.
-Solo
en ocasiones- aseguro Harry.
—Que tenga un buen día, señor Borgin. Le
espero en mi mansión mañana para recoger las cosas.
En cuanto se cerró la puerta, el señor Borgin
abandonó sus modales afectados.
—Quédese los buenos días, señor Malfoy, y si
es cierto lo que cuentan, usted no me ha vendido ni la mitad de lo que tiene
oculto en su mansión.
-Ese
maldito infeliz- increpo Lucius que se sobaba el pecho, apenas y se podía mover
y hablar bien, le costó muy caro el exabrupto contra su esposa.
-Ente
ellos no hay lealtad, ni existe el honor, la traición es único que conocen-
increpo Alastor.
Y se metió en la trastienda mascullando.
-Ahora
esperemos que tu suerte no se haya acabado, sal lo más sigiloso que puedas y
lárgate de ahí- le dijo Lily.
Harry aguardó un minuto por si volvía, y luego,
con el máximo sigilo, salió del armario y, pasando por delante de las
estanterías de cristal, se fue de la tienda por la puerta delantera.
-Un
problema menos, ahora solo tiene que salir de ahí- le apremio james.
-Cuando
nosotros entramos por curiosidad, no estabas tan nervioso, incluso hasta
estabas emocionado- le recordó Sirius.
-Es
diferente canuto, éramos mayores, e íbamos los tres juntos, porque ese Peter no
se atrevió a seguirnos- a los chicos del futuro los le agrado que mencionaran a
la rata traidora, pero lo trataron de disimular, al fin y al cabo se
terminarían enterando de todo.
-Y también
recuerda que para ese momento ya éramos buenos duelistas y conocíamos varios hechizos.
-Pero él
está solo, apenas tiene doce años y no está preparado mágicamente para
defenderse- termino Dora preocupada.
Hermione
fue describiendo como estaba todo el lugar y las demás tiendas que se dedicaban
a las artes obscuras, desde las cabezas reducidas hasta las arañas negras gigantes
que provocaron un escalofrió de parte de Ron.
Dos brujos de aspecto miserable lo miraban
desde el umbral y murmuraban algo entre ellos.
-Que no
se le acerquen a mi hijo o yo misma saldo de la tumba solo para estrangularlos-
espeto Lily apretando el brazo de su novio con fuerza.
-Lily,
me gusta que cuides tanto a Harry, yo haría lo mismo, pero querida, mi brazo no
tiene nada que ver con esos malditos del callejón- le dijo llamadle la atención
a su brazo.
-Hay
querido, perdón- se disculpó soltándolo mientras él movía su brazo que estaba
bastante entumido.
-Hay,
el precio del amor- comentó Sirius ganándose un pellizco de parte de Marlene-
auch McKinnon, primero tenemos que ser novios y después vienen los maltratos.
-Ya
quisieras tenerme como novia- le rebatió, aunque tenía una pequeña risa en la
comisura de los labios- pero en lo que llegue la que te atrape, yo seré la que
te torture- termino jalándole una oreja haciendo que todo se rieran, menos
claro, las de su club de fans.
Harry se apartó asustado, procurando
sujetarse bien las gafas y salir de allí lo antes posible.
Un letrero viejo de madera que colgaba en la
calle sobre una tienda en la que vendían velas envenenadas, le indicó que
estaba en el callejón Knockturn. Esto no le podía servir de gran ayuda, dado
que Harry no había oído nunca el nombre de aquel callejón.
-Ni deberías
de haberlo conocido- exclamo la señora Weasley
preguntándose donde estaban ellos en ese momento.
Con la boca llena de cenizas, no debía de
haber pronunciado claramente las palabras al salir de la chimenea de los
Weasley. Intentó tranquilizarse y pensar qué debía hacer.
—¿No estarás perdido, cariño? —le dijo una
voz al oído, haciéndole dar un salto.
-Ni se
le ocurra acercarse a…
-Lily,
tranquila, nadie aquí es responsable de que esa arpía este cerca de Harry-
intervino el azabache antes de que lo volviera a pescar del brazo.
-Está
bien, no are nada tranquilo- dijo la pelirroja un poco divertida por la premura
de su novio- pero es que el solo pensar que está ahí solo me, grrr… no lo puedo
evitar.
-Lo
sabemos Lily, a nadie nos gusta por lo que esta pasando- aseguro Remus- Hermione,
podrías continuar.
Tenía ante él a una bruja decrépita que
sostenía una bandeja de algo que se parecía horriblemente a uñas humanas
enteras. Lo miraba de forma malévola, enseñando sus dientes sarrosos. Harry se
echó atrás.
—Estoy bien, gracias —respondió—. Yo sólo...
—¡HARRY! ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
-¿Quién
es?- preguntaron algunos.
-No importa,
es un amigo, eso es más que suficiente- aseguro Fabián.
El corazón de Harry dio un brinco, y la bruja
también, con lo que se le cayeron al suelo casi todas las uñas que llevaba en
la bandeja, y le echó una maldición mientras la mole de Hagrid, el guardián de
Hogwarts, se acercaba con paso decidido y sus ojos de un negro azabache
destellaban sobre la hirsuta barba.
-Hagrid-
gritaron emocionados- ahora si solo un loco se te para en frente- continúo
Sirius.
-Con un
guardaespaldas de esas dimensiones- dijo Fred.
-Es una
suerte que te veas tan imponente e intimidante- continuo George.
-Gracias
Hagrid, llegaste en el momento justo- le dijo Lily más tranquila.
-No hay
de que, para mi será un gusto poder ayudarlo- aseguró el hombretón.
—¡Hagrid! —dijo Harry, con la voz ronca por
la emoción—. Me perdí..., y los polvos flu...
Hagrid cogió a Harry por el pescuezo y le
separó de la bruja, con lo que consiguió que a ésta le cayera la bandeja
definitivamente al suelo.
Los gritos de la bruja les siguieron a lo
largo del retorcido callejón hasta que llegaron a un lugar iluminado por la luz
del sol. Harry vio en la distancia un edificio que le resultaba conocido, de
mármol blanco como la nieve: era el banco de Gringotts. Hagrid lo había
conducido hasta el callejón Diagon.
Ahora
todos pudieron respirar tranquilos, en especial aquellos que nunca habían
pensado siquiera poner un pie, por lo que varios estaban horrorizados por la existencia
de dicho lugar.
—¡No tienes remedio! —le dijo Hagrid de mala
uva, sacudiéndole el hollín con tanto ímpetu que casi lo tira contra un barril
de excrementos de dragón que había a la entrada de una farmacia
-Perdón
por eso Harry- se disculpó el hombre.
-No hay
problema amigo- le aseguro.
Merodeando por el callejón Knockturn... No
sé, Harry, es un mal sitio... Será mejor que nadie te vea por allí.
-Merodear-
hablo James- es una buena palabra, pero aun así el no estaba haciendo eso.
-Pues
sí, pero cualquiera que lo conozca dudaría que estuviera perdido- comento
Remus- digo, después de todo con los antecedentes tantos propios como los de su
padre lo acusan- se explicó.
-Bueno,
eso tiene razón hermano, no eres precisamente alguien que se quede quieto- comentó
Ron con una gran sonrisa.
-Y
miren quien lo dice- comento George.
-Sí, su
principal secuas- termino Fred.
Los
jóvenes se sintieron un tanto incomodos, ciertamente habían pasado pro
demasiadas cosas juntos.
—Ya me di cuenta —dijo Harry, agachándose
cuando Hagrid hizo ademán de volver a sacudirle el hollín—. Ya te he dicho que
me había perdido. ¿Y tú, qué hacías?
-Eso no
importa mucho, lo que importa es que estaba ahí- aseguró Ted.
—Buscaba un repelente contra las babosas
carnívoras —gruñó Hagrid—. Están echando a perder las berzas. ¿Estás solo?
—He venido con los Weasley, pero nos hemos
separado —explicó Harry—. Tengo que buscarlos... Bajaron juntos por la calle.
—¿Por qué no has respondido a ninguna de mis
cartas? —preguntó a Harry, que se veía obligado a trotar a su lado (tenía que
dar tres pasos por cada zancada que Hagrid daba con sus grandes botas). Harry
se lo explicó todo sobre Dobby y los Dursley.
»¡Condenados muggles! —gruñó Hagrid—. Si
hubiera sabido...
-Habría
sido divertido verlo llegar a la puerta de su casa- comento james.
-Hubiera
derribado la puerta como la vez anterior, habría tomado a Harry y a correr-
aseguro Sirius.
-Se
merecían un buen susto por lo que le hicieron a mi bebe- comentó Lily avergonzado
nuevamente a Harry.
-Mamá,
en ese momento ya no era un bebé- le dijo el azabache.
-Hay
joven Potter, para una madre siempre serás su bebé- aseguró Nymphadora que había
sufrido de los mismo con su madre.
-Es
casi un credo entre nosotras- aseguro Alice.
-Inevitable-
apoyo Andrómeda.
—¡Harry! ¡Harry! ¡Aquí!
Harry vio a Hermione Granger en lo alto de
las escaleras de Gringotts. Ella bajó corriendo a su encuentro, con su espesa
cabellera castaña al viento.
—¿Qué les ha pasado a tus gafas? Hola,
Hagrid. ¡Cuánto me alegro de volver a veros! ¿Vienes a Gringotts, Harry?
-No
crees que es buena idea dejar un espacio entre los saludos y las preguntas para
que te respondan- indago Sirius ganándose una mirada fulminante de la castaña.
-Mejor
ya no digas nada, créeme lo que te digo- le aseguro Ron que reconocía dicha
mirada de su novia.
—Tan pronto como encuentre a los Weasley
—respondió Harry.
—No tendréis que esperar mucho —dijo Hagrid
con una sonrisa.
Harry y Hermione miraron alrededor. Corriendo
por la abarrotada calle llegaban Ron, Fred, George, Percy y el señor Weasley.
—Harry —dijo el señor Weasley jadeando—.
Esperábamos que sólo te hubieras pasado una chimenea. —Se frotó su calva
brillante—. Molly está desesperada..., ahora viene.
-Mamá estaba
como loca, en un minuto se imaginó mil y una tragedias diferentes, y eso solo
me hacía estar más preocupada- confeso Ginny.
-Perdóname
por eso- le dijo Harry a su novia mientras la abrazaba y le daba un beso en los
labios.
-Hey,
hey, dejen eso para después- les reclamo Ron.
-Nosotros
no te reclamamos el besote que te dio Hermione o si- se defendió la pelirroja.
-Porque
recuerda que Hermione es como mi hermana he-le recordó Harry. Pero a la mención
del beso de la castaña se quedó todo rojo y callado.
—¿Dónde has salido? —preguntó Ron.
—En el callejón Knockturn —respondió Harry
con voz triste.
—¡Fenomenal! —exclamaron Fred y George a la
vez.
—A nosotros nunca nos han dejado entrar
—añadió Ron, con envidia.
-Y no
creo que los dejen nunca- ironizo Harry.
-Gracias
por tu apoyo compañero- comento Fred.
-De
nada amigos- les respondió con una sonrisa.
—Y han hecho bien —gruñó Hagrid.
La señora Weasley apareció en aquel momento a
todo correr, agitando el bolso con una mano y sujetando a Ginny con la otra.
—¡Ay, Harry... Ay, cielo... Podías haber
salido en cualquier parte!
-No,
como todo Potter tenía que salir en el peor lugar- comento Sirius.
-Nunca
he conocido una suerte tan ambivalente como la de los Potter- aseguro Draco con
una sonrisa burlona.
-Pues
ya vez sobrino- le aseguro Sirius- este loco nos metía y sacaba de tantos
apuros al mismo tiempo- aseguro el oji gris. Pasando el brazo por los hombros
de James.
-Bueno,
ya dejen eso y que sigan con la lectura- pidió el azabache mayor.
Respirando aún con dificultad, sacó del bolso
un cepillo grande para la ropa y se puso a quitarle a Harry el hollín con el
que no había podido Hagrid. El señor Weasley le cogió las gafas, les dio un
golpecito con la varita mágica y se las devolvió como nuevas.
-Sería
bueno que aprendieras ese hechizo hijo- le recomendó Lily de forma maternal.
—Bueno, tengo que irme —dijo Hagrid, a quien
la señora Weasley estaba estrujando la mano en ese instante («¡El callejón
Knockturn! ¡Menos mal que usted lo ha encontrado, Hagrid!», le decía)—. ¡Os
veré en Hogwarts! —dijo, y se alejó a zancadas, con su cabeza y sus hombros
sobresaliendo en la concurrida calle.
—¿A que no adivináis a quién he visto en
Borgin y Burkes? —preguntó Harry a Ron y Hermione mientras subían las escaleras
de Gringotts—. A Malfoy y a su padre.
-Apenas
se vieron, y ya les está contando lo que te ocurrió- comento Neville divertido.
-Siempre
están haciendo todo juntos- agrego Luna.
—¿Y compró algo Lucius Malfoy? —preguntó el
señor Weasley, con acritud.
—No, quería vender.
—Así que está preocupado —comentó el señor
Weasley con satisfacción, a pesar de todo—. ¡Cómo me gustaría coger a Lucius
Malfoy!
-Y
nosotros te damos todo nuestro poyo cuñado- aseguraron los gemelos Prewett.
-Y yo
no pienso dejarte todo el trabajo- apoyo Alastor
—Ten cuidado, Arthur —le dijo severamente la
señora Weasley mientras entraban en el banco y un duende les hacía reverencias
en la puerta—. Esa familia es peligrosa, no vayas a dar un paso en falso.
—¿Así que no crees que un servidor esté a la
altura de Lucius Malfoy? —preguntó indignado el señor Weasley, pero en aquel
momento se distrajo al ver a los padres de Hermione, que estaban ante el
mostrador que se extendía a lo largo de todo el gran salón de mármol, esperando
nerviosos a que su hija los presentara.
-Con
eso será suficiente para distraerlo- aseguro Ted- con su fanatismo con los
muggles estará más que emocionado por conocerlos.
»¡Pero ustedes son muggles! —observó
encantado el señor Weasley—. ¡Esto tenemos que celebrarlo con una copa! ¿Qué
tienen ahí? ¡Ah, están cambiando dinero muggle! ¡Mira, Molly! —dijo, señalando
emocionado el billete de diez libras esterlinas que el señor Granger tenía en
la mano.
-Hay
Arthur, siempre me haces pasar ese tipo de vergüenzas con los demás- le
recrimino Molly.
-Pero
no es nada malo cielo.
-No es que
sea malo que los conozcas, pero que es eso de fijarse y hablar de tanta
exaltación con él del dinero o las cosas que tenían- le aseguro- al menos deberías
de tratar de contener un poco tu entusiasmo.
-Eso es
algo que me gustaría ver- le comento George a su gemelo. Su padre era en las
cosas muggles, como ellos eran con sus bromas, no podían evitar ser quienes
eran.
—Nos veremos aquí luego —dijo Ron a Hermione,
cuando otro duende de Gringotts se disponía a conducir a los Weasley y a Harry
a las cámaras acorazadas donde se guardaba el dinero.
Hermione
leyó como subieron a eso carros y bajaron por lo rieles a la casi vacía cámara
de los Weasley, cosa que hizo sentir mal a Harry y a los Weasley. Relato como
Molly saco todo lo que había en su cámara y después continuaron a la suya donde
expreso que el chico se sintió peor aún y tomo lo primero que vio sin pensar.
-La
verdad nunca había visto tantas monedas- revelo Ginny en un momento.
-¿Tú lo
viste?- pregunto avergonzado.
-Sí,
aunque al final mi mamá me reprendió por chismosa- le dijo con una risa.
-Supongo
que lo que viste no te hizo tanta gracia como ahora- le dijo.
-Pues
la verdad no, peor solo tenía once años- se justificó abrazándolo con ternura mientras
volvía a prestar atención a la lectura.
Cuando salieron a las escaleras de mármol, el
grupo se separó. Percy musitó vagamente que necesitaba otra pluma. Fred y
George habían visto a su amigo de Hogwarts, Lee Jordan. La señora Weasley y
Ginny fueron a una tienda de túnicas de segunda mano. Y el señor Weasley
insistía en invitar a los Granger a tomar algo en el Caldero Chorreante.
-Bueno,
mis padres si se sintieron un poco incomodos, pero se sentían agradecidos por
su atención señor Weasley- le aseguro la chica.
—Nos veremos dentro de una hora en Flourish y
Blotts para compraros los libros de texto —dijo la señora Weasley, yéndose con
Ginny—. ¡Y no os acerquéis al callejón Knockturn! —gritó a los gemelos, que ya
se alejaban.
Entonces
la castaña relato como el trio se fueron
a hacer sus cosas, de los tres helados que compraron por parte de Harry que se
sentía bien en compartir eso con sus amigos, de cómo vieron los escaparates,
que fueron a compa tinta y pergaminos, el encuentro con los gemelos en la
tienda de bromas.
-Y para
eso utilizan su dinero- les recrimino Molly.
-Tranquila
mamá, es solo un poco de diversión- se justificó George.
Y por último
el encuentro con Percy en la tienda de trastos usados mientras leía ese
“interesante” libro que encontró.
—«Estudio sobre los prefectos de Hogwarts y
sus trayectorias profesionales»—leyó Ron en voz alta de la contracubierta—.
Suena fascinante...
—Marchaos —les dijo Percy de mal humor.
-Jajá,
sin duda una gran lectura- se burló Sirius.
-Yo
compre ese libro en una ocasión- confeso Remus- fue el mayor desperdicio de mi
dinero.
-Sí, lo
terminamos quemando en una noche- recordó James.
-Sí,
los peores cigarrillos que nos hemos fumado- comentó sin pensar Sirius
-¡¿Qué?!,
¡usaron el libro para hacer cigarros!- les reclamo Lily a lo que los tres quedaron
sin color en sus rostros- esperen, ¿¡no habrá sido aquella ocasión que quemaron
las cortinas y la cama de James?!- los tres voltearon los ojos, nada bueno
vendría de esa respuesta.
-No fue
nuestra culpa pelirroja- se justificó el hombre- es solo que antes de eso
estuvimos tomando un poco.
-¡¡Y
aparte estaban ebrios!!- les grito nuevamente.
-hay Sirius,
en qué cabeza cabe tapar un crimen confesando otro- se lamentó Marlene que se estaba
divirtiendo.
-No
deberías gozar tanto las desgracias ajenas McKinnon- le reclamo Sirius.
—Desde luego, Percy es muy ambicioso, lo
tiene todo planeado; quiere llegar a ministro de Magia... —dijo Ron a Harry y
Hermione en voz baja, cuando salieron dejando allí a Percy
-Pero
al final la ambición pudo más que su razón- comentó por lo bajo Fred viendo mal
a su hermano.
Una hora después, se encaminaban a Flourish y
Blotts. No eran, ni mucho menos, los únicos que iban a la librería. Al acercarse,
vieron para su sorpresa a una multitud que se apretujaba en la puerta, tratando
de entrar. El motivo de tal aglomeración lo proclamaba una gran pancarta
colgada de las ventanas del primer piso:
GILDEROY LOCKHART
firmará hoy ejemplares de su autobiografía
EL ENCANTADOR
de
12.30 a 16.30 horas
-¡¿Qué?!-
gritaron los merodeadores- llegaron el mismo día que ese imbécil hacia sus
cosas.
-James,
cuida ese lenguaje- le reclamo Lily.
—¡Podremos conocerle en persona! —chilló
Hermione—. ¡Es el que ha escrito casi todos los libros de la lista!
-No
creo que lo haya escrito- aseguro Frank que también tuvo algunos altercados con
ese idiota.
La multitud estaba formada principalmente por
brujas de la edad de la señora Weasley. En la puerta había un mago con aspecto
abrumado, que decía:
—Por favor, señoras, tengan calma..., no
empujen..., cuidado con los libros...
Harry, Ron y Hermione consiguieron al fin
entrar. En el interior de la librería, una larga cola serpenteaba hasta el
fondo, donde Gilderoy Lockhart estaba firmando libros. Cada uno cogió un
ejemplar de Recreo con la «banshee» y se unieron con disimulo al grupo de los
Weasley, que estaban en la cola junto con los padres de Hermione.
-Pero
que desperdicio de dinero- seguro Sirius- pero quien podría estar tan demente
como para encargar los libros de ese bueno para nada.
-Hay
por lo menos una persona, y en verdad espero que no sea él- atajo James.
—¡Qué bien, ya estáis aquí! —dijo la señora
Weasley. Parecía que le faltaba el aliento, y se retocaba el cabello con las manos—.
Enseguida nos tocará.
-Y nuestra
hermanita esta igual de perdida que las demás- aseguro Gideon.
-Sí, no
todo es una car bonita he Molly- continuo Fabián.
-¡Ya
cierren la boca!- exclamo la señora Weasley toda roja por las insinuaciones de
sus hermanos, y más teniendo a su esposo a un lado.
La
joven narro como fueron avanzo hasta poder a Gilderoy Lockhart sentado, rodeado
de sus fotografías y describía como iba vestido para la ocasión, mientras lo
hacia la joven no dejaba de pregonarse como se había sentido ligeramente
atraída por ese idiota cuando tenía doce. También narro como un hombrecillo
irritante iba sacando fotos
—Fuera de aquí —gruñó a Ron, retrocediendo
para lograr una toma mejor—. Es para el diario El Profeta.
—¡Vaya cosa! —exclamó Ron, frotándose el pie
en el sitio en que el fotógrafo lo había pisado.
-Imbécil-
increpo Ron recordando eso.
Gilderoy Lockhart lo oyó y levantó la vista.
Vio a Ron y luego a Harry, y se fijó en él. Entonces se levantó de un salto y
gritó con rotundidad:
—¿No será ése Harry
Potter?
Hay no,
no me digas que él…- comenzó james.
-No sé
lo que pienses, pero no era nada bueno- le aseguro Harry.
La multitud se hizo a un lado, cuchicheando
emocionada. Lockhart se dirigió hacia Harry y cogiéndolo del brazo lo llevó
hacia delante. La multitud aplaudió. Harry se notaba la cara encendida cuando
Lockhart le estrechó la mano ante el fotógrafo, que no paraba un segundo de
sacar fotos, ahumando a los Weasley.
—Y ahora sonríe, Harry —le pidió Lockhart con
su sonrisa deslumbrante—Tú y yo juntos nos merecemos la primera página.
-Y con
lo que le agrada llamar la atención- comento Alice con ironía pensando en lo
parecido que era a Lily.
-Hasta
yo me molestaría de estar cerca de ese imbécil- aseguro James.
-Y
miren que el asía de todo para poder llamar la atención de los demás- aseguro
Sirius risueño.
-No me
ayudes hermano- le reclamo.
-Como
sea- le restó importancia Lily- eso no será de agrado para mi hijo.
Cuando le soltó la mano, Harry tenía los
dedos entumecidos. Quiso volver con los Weasley, pero Lockhart le pasó el brazo
por los hombros y lo retuvo a su lado.
—Señoras y caballeros —dijo en voz alta,
pidiendo silencio con un gesto de la mano—. ¡Éste es un gran momento! ¡El
momento ideal para que les anuncie algo que he mantenido hasta ahora en
secreto! Cuando el joven Harry entró hoy en Flourish y Blotts, sólo pensaba
comprar mi autobiografía, que estaré muy contento de regalarle. —La multitud aplaudió de nuevo
-Claro,
para que querrá mi ahijado un pedazo de basura- increpo Sirius- un montón de
papel que no serviría ni para limpiarse el trasero.
-¡Sirius!-
le grito Marlene- está bien que ese libro no sirve, pero de todos modos no
deben habar de esa forma.
-Pero más
claro no podría ser.
-Como
sea Sirius, respeto.
Él no sabía —continuó Lockhart, zarandeando a
Harry de tal forma que las gafas le resbalaron hasta la punta de la nariz— que
en breve iba a recibir de mí mucho más que mi libro El encantador. Harry y sus
compañeros de colegio contarán con mi presencia. ¡Sí, señoras y caballeros,
tengo el gran placer y el orgullo de anunciarles que este mes de septiembre seré
el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en el Colegio Hogwarts de
Magia!
-¡¿Qué?!-
gritaron de inmediato, la exclamación
resonó por todo el lugar.
-¡El
año pasado tenían a ese maldito como maestro, y ahora a ese estúpido que no
puede ni limpiarse el trasero!- grito el licántropo poniéndose de pie.
-¡¡Remus,
Señor Lupin!!- gritaron Nymphadora y la profesora McGonagall al mismo tiempo-
nunca creí que usted usaría un vocabulario como ese- continúo Minerva.
-Eso
solo lo hace cuando de verdad está molesto- aseguro James medio divertido- pero
yo ya me lo imaginaba, que otro idiota habría pedido sus libros
-Lo
siento, pero es que ese idiota no pude educar aquí- aseguro igual de molesto-
cualquier otro hubiera sido mejor opción.
-Ese
fue el problema verdad- agrego Ron viendo a su amigo llamando la atención de
todo.
-¿Qué
quieren decir con eso?- les pregunto Molly.
-Pues
que ese año no había ningún otro candidato- les dijo Harry aclarando la
situación.
-Eso no
puede ser- se lamentó toando asiento.
-Mejor
continuo leyendo- dijo Hermione tomando el libro.
-Remus-
le hablo por lo bajo la peli rosa- para la próxima cuida mejor tus palabras si,
que ejemplo le estas dando a Teddy- le acuso.
A los
dos les pareció extraño que pusiera de ejemplo a Teddy, pero ya no podía hacer
nada.
La multitud aplaudió y vitoreó al mago, y
Harry fue obsequiado con las obras completas de Gilderoy Lockhart.
Tambaleándose un poco bajo el peso de los libros, logró abrirse camino desde la
mesa de Gilderoy, en que se centraba la atención del público, hasta el fondo de
la tienda, donde Ginny aguardaba junto a su caldero nuevo.
—Tenlos tú —le farfulló Harry, metiendo los
libros en el caldero—. Yo compraré los míos...
-Muy
caballeroso- alabo James.
-Eso
será un juego de libros menos- exclamo Sirius.
—¿A qué te gusta, eh, Potter? —dijo una voz
que Harry no tuvo ninguna dificultad en reconocer. Se puso derecho y se
encontró cara a cara con Draco Malfoy, que exhibía su habitual aire
despectivo—. El famoso Harry Potter. Ni siquiera en una librería puedes dejar
de ser el protagonista.
-Y aquí
otra gran aparición mía- se lamentó Draco sobándose la cien.
-Tranquilo
amor- le dijo Astoria- eso ya es el pasado- le abrazo cariñosamente
—¡Déjale en paz, él no lo ha buscado!
—replicó Ginny Era la primera vez que hablaba delante de Harry. Estaba
fulminando a Malfoy con la mirada.
-Huy,
la mini pelirroja defendiendo a su hombre- se burló el oji gris.
-Debe
tener cuidado, pues su carácter es muy fuerte- aseguro Fred.
-Como
el de todas las pelirrojas- continuo George.
—¡Vaya, Potter, tienes novia! —dijo Malfoy
arrastrando las palabras. Ginny se puso roja mientras Ron y Hermione se
acercaban, con sendos montones de los libros de Lockhart.
-Bueno,
ciertamente es mejor compañía esos Crabbe y Goyle- aseguro Harry- perdón por o
haberte defendido en ese momento- le dijo a su novia.
-Descuida,
ya no importa- le aseguro- pero después te cobrare por eso- le susurro pícaramente
poniéndole la piel de gallina la azabache.
—¡Ah, eres tú! —dijo Ron, mirando a Malfoy
como se mira un chicle que se le ha pegado a uno en la suela del zapato—. ¿A qué
te sorprende ver aquí a Harry, eh?
—No me sorprende tanto como verte a ti en una
tienda, Weasley —replicó Malfoy—. Supongo que tus padres pasarán hambre durante
un mes para pagarte esos libros.
-Debieron
dejarme golpearlo en ese momento- les dijo Ron.
-Y yo
les agradezco que no lo dejaron- aseguro Draco provocando las risas de algunos.
Ron se puso tan rojo como Ginny. Dejó los
libros en el caldero y se fue hacia Malfoy, pero Harry y Hermione lo agarraron
de la chaqueta.
—¡Ron! —dijo el señor Weasley, abriéndose
camino a duras penas con Fred y George—. ¿Qué haces? Vamos afuera, que aquí no
se puede estar.
-Si,
ahí apesta- aseguro James.
—Vaya, vaya..., ¡si es el mismísimo Arthur
Weasley!
Era el padre de Draco. El señor Malfoy había
cogido a su hijo por el hombro y miraba con la misma expresión de desprecio que
él.
-Y ya
llego la basura mayo- espeto Sirius.
Lucius
quería reclamarle algo al animago, pero aún le dolían el pecho por los hechizos
que recibió antes, no era tan idiota como para tentar a su suerte en ese
momento.
—Lucius —dijo el señor Weasley, saludándolo
fríamente.
—Mucho trabajo en el Ministerio, me han dicho
—comentó el señor Malfoy—. Todas esas redadas... Supongo que al menos te
pagarán las horas extras, ¿no? —Se acercó al caldero de Ginny y sacó de entre
los libros nuevos de Lockhart un ejemplar muy viejo y estropeado de la Guía de
transformación para principiantes—. Es evidente que no —rectificó—. Querido
amigo, ¿de qué sirve deshonrar el nombre de mago si ni siquiera te pagan bien
por ello?
Todos
miraron mal a ese infeliz, se estaba metiendo en problemas nuevamente, y Malfoy
lo sabía bien, casi podía sentir las miradas que se le clavaban en el cuerpo.
El señor Weasley se puso aún más rojo que Ron
y Ginny.
—Tenemos una idea diferente de qué es lo que
deshonra el nombre de mago, Malfoy —contestó.
-Ponlo
en su lugar Arthur- lo animaron los bromistas.
—Es evidente —dijo Malfoy, mirando de reojo a
los padres de Hermione, que lo miraban con aprensión—, por las compañías que
frecuentas, Weasley... Creía que ya no podías caer más bajo.
-Lo
dices tú, maldito mortifago- increpo Alastor que vio con rencor al rubio.
Hermione
leyó como se desarrolló toda la pelea entre Malfoy y el señor Weasley, mientras
que Molly trataba de calmar a su esposo.
—¡Caballeros, por favor, por favor! —gritó un
empleado.
Y luego, más alto que las otras voces, se
oyó:
—¡Basta ya, caballeros, basta ya!
-Nuevamente
Hagrid salva la situación- comentó Frank alegre.
-Me
hubiera gustado estar ahí- acepto Ted- yo con mucho gusto habría sostenido a
Lucius para que le diera con todo- aseguro risueño.
-Ted
Tonks- le reprimió Andrómeda.
Hagrid vadeaba el río de libros para
acercarse a ellos. En un instante, separó a Weasley y Malfoy. El primero tenía
un labio partido, y al segundo, una Enciclopedia de setas no comestibles le
había dado en un ojo. Malfoy todavía sujetaba en la mano el viejo libro sobre
transformación. Se lo entregó a Ginny, con la maldad brillándole en los ojos.
—Toma, niña, ten tu libro, que tu padre no
tiene nada mejor que darte
Harry y
Ginny pensaron que fue en ese momento, en ese instante cuando sentencio a la
pelirroja a su peor año de escuela, siendo que debía de ser de los mejores.
Librándose de Hagrid, que lo agarraba del
brazo, hizo una seña a Draco y salieron de la librería.
—No debería hacerle caso, Arthur —dijo
Hagrid, ayudándolo a levantarse del suelo y a ponerse bien la túnica—. En esa
familia están podridos hasta las entrañas, lo sabe todo el mundo. Son una mala
raza. Vamos, salgamos de aquí.
-Él
tiene razón Arthur- le concedió Lily- no debiste degradarte a pelear con esa
escoria.
-Pero
en su lugar posiblemente hubieras actuado igual pelirroja- le acuso Sirius-
aunque tu hubieras blandido tu varita una vez y con eso hubiera tenido para el
resto de su vida.
-Pues
si no quieres una denostación Sirius más te vale cerrar la boca- acuso Lily.
-Ya lo
ves, no es fácil dejar pasar los insultos- dijo feliz porque había expuesto su
punto.
Dio la impresión de que el empleado quería
impedirles la salida, pero a Hagrid apenas le llegaba a la cintura, y se lo
pensó mejor. Se apresuraron a salir a la calle. Los padres de Hermione todavía
temblaban del susto y la señora Weasley, que iba a su lado, estaba furiosa.
Se comenzaron
a reír abiertamente por el miedo que podía provocar Hagrid, de seguro el
empleado les quería reclamar por el alboroto.
—¡Qué buen ejemplo para tus hijos...,
peleando en público! ¿Que habrá pensado Gilderoy Lockhart?
—Estaba encantado —repuso Fred—. ¿No le
oísteis cuando salíamos de la librería? Le preguntaba al tío ese de El Profeta
si podría incluir la pelea en el reportaje. Decía que todo era publicidad.
-Ese
maldito de Lockhart- increpo James- a él que le importa lo que pase siempre que
consiga algo de atención.
-Por
eso decimos que era el único más arrogante que James- aseguró Sirius.
-El por
lo menos era discreto en algunas ocasiones- continua Remus.
-Sí, cuando
salían de la sala común para sus idioteces- les acuso Lily.
Pese a
todo tuvieron que aceptar que tenían razón, incluso Severus noto en su momento
que ese Lockhart era mucho más arrogante que Potter, cosa que nunca admitirá,
el siempre dirá que Potter era el rey de los arrogantes.
Los ánimos ya se habían calmado cuando el
grupo llegó a la chimenea del Caldero Chorreante, donde Harry, los Weasley y
todo lo que habían comprado volvieron a La Madriguera utilizando los polvos
flu.
-Yo
siempre me he preguntado- intervino Dora- no podríamos desarrollar un medio de transporte
agradable.
-Eso no
viene al caso Nymphadora- le reclamo Andrómeda
-Pero
es que todos los medios de transporte mágicos son terribles, las escobas son
buenas pero no se pueden usar en viajes largos, los polvos flu te llenan de
hollín y la aparición marea, a y además…
-Ya Nymphadora-
la silencio su madre, logrando que cruzara los brazos molesta.
-Ya tranquila-
le dijo Remus abrazándola por los hombros- Hermione, continua.
Antes se despidieron de los Granger, que abandonaron
el bar por la otra puerta, hacia la calle muggle que había al otro lado. El
señor Weasley iba a preguntarles cómo funcionaban las paradas de autobús, pero
se detuvo en cuanto vio la cara que ponía su mujer.
-Eso se
llama control- aseguro el oji gris riendo discretamente al igual que muchos.
Harry se quitó las gafas y se las guardó en
el bolsillo antes de utilizar los polvos flu. Decididamente, aquél no era su
medio de transporte favorito.
-Yo te
entiendo- le aseguro Dora.
-Bien
este es el final del capítulo- informo la castaña.
-Muy
bien, en ese caso creo que sería bueno tomar un descanso- propuso Dumbledore- y
si, también serviremos la comida- dijo divertido viendo como Sirius, Ron y
algunos otros querían hablar- después podremos retomar la lectura.
Algunos
se pusieron de pie para estirar la
piernas, la comida aparecería en un par de minutos por lo que todos podían
caminar ir al baño o lo que quisieran, pero otros como Sirius se quedaron
sentados esperando a que llegar la comida.
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