martes, 1 de julio de 2014

Capítulo 14.- El espejo de Oesed

Muy bien, a quien le gustaría leer el siguiente.
-Yo leeré- se ofreció Ted Tonks- muy bien el capítulo se llama, “el espejo de Oesed.
Los chicos del futuro que sabían parte de la historia quedaron impactados, ese sería un cáptalo muy difícil para todos, pero en especial para Harry y para sus padres.
-Oesed- repitió Lily por lo bajo- deseo
-¿Qué quieres Lis?- pregunto al azabache junto a ella.
-Ha no es nada- se apresuró a decir- Ted, por favor.
Se acercaba la Navidad. Una mañana de mediados de diciembre Hogwarts se descubrió cubierto por dos metros de nieve. El lago estaba sólidamente congelado y los gemelos Weasley fueron castigados por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran a Quirrell y lo golpearan en la parte de atrás de su turbante.
Ojala hubiéramos hecho más que eso- pensaron los jóvenes.
Las pocas lechuzas que habían podido llegar a través del cielo tormentoso para dejar el correo tuvieron que quedar al cuidado de Hagrid hasta recuperarse, antes de volar otra vez.
-¿Quien en su sano juicio mandan correo durante las tormentas?- cuestiono Dora.
-Eso suponiendo que supieran que había tormenta.- razono Lupin.
-Siempre tienes que saltar con la lógica- dijo juguetonamente
-Es un habito difícil de quitar- respondió siguiéndole el juego.
Todos estaban impacientes de que empezaran las vacaciones. Mientras que la sala común de Gryffindor y el Gran Comedor tenían las chimeneas encendidas, los pasillos, llenos de corrientes de aire, se habían vuelto helados, y un viento cruel golpeaba las ventanas de las aulas. Lo peor de todo eran las clases del profesor Snape, abajo en las mazmorras, en donde la respiración subía como niebla y los hacía mantenerse lo más cerca posible de sus calderos calientes.
-Claro, porque necesitaríamos calor para estudiar- ironizo Sirius.
-Mira quién habla de estudios Black- le rebatió Snape.
-Pues aun así tengo mejores notas que tu pelo grasiento- le increpo.
-Tu maldito…
-¡Los dos guarden silencio!- los callo Lily- ambos parecen una par de críos inmaduros.
-¡¡Yo no soy como él!!- dieron al mismo tiempo.
-Como sea. Ya dejen que Ted continúe leyendo.
—Me da mucha lástima —dijo Draco Malfoy, en una de las clases de Pociones— toda esa gente que tendrá que quedarse a pasar la Navidad en Hogwarts, porque no los quieren en sus casas.
Muchos resoplaron molestos, eso sin duda lo decía para molestar a Harry y nada más.
Mientras hablaba, miraba en dirección a Harry. Crabbe y Goyle lanzaron risitas burlonas. Harry, que estaba pesando polvo de espinas de pez león, no les hizo caso. Después del partido de quidditch, Malfoy se había vuelto más desagradable que nunca.
-Eso era posible- interrogaron los gemelos Prewett.
-Al parecer si- les respondió James
Disgustado por la derrota de Slytherin, había tratado de hacer que todos se rieran diciendo que un sapo con una gran boca podía reemplazar a Harry como buscador. Pero entonces se dio cuenta de que nadie lo encontraba gracioso, porque estaban muy impresionados por la forma en que Harry se había mantenido en su escoba. Así que Malfoy; celoso y enfadado, había vuelto a fastidiar a Harry por no tener una familia apropiada.
-Mejor no tener familia a tener a un infeliz como padre- increpo Sirius en contra de Lucius mientras este lo traba de acecinar con la mirada. Draco simplemente bajo la vista sintiéndose mal e interiormente le daba la razón al hombre.
Era verdad que Harry no iría a Privet Drive para las fiestas. La profesora McGonagall había pasado la semana antes, haciendo una lista de los alumnos que iban a quedarse allí para Navidad, y Harry puso su nombre de inmediato. Y no se sentía triste,
-Como podría, cualquiera elegiría Hogwarts que a esos malditos hijos de…
-¡¡Nymphadora!!
-¿Qué?, hay que llamar a las cosas por su nombre que no—se defendió la chica haciendo que muchos rieran y que todos (en especial los bromistas) estuvieran de acuerdo con sus palabras.
Ya que probablemente ésa sería la mejor Navidad de su vida. Ron y sus hermanos también se quedaban, porque el señor y la señora Weasley se marchaban a Rumania, a visitar a Charles.
-Si me entristeció que no fueran- acepto Chales- pero me alegra que no hayan dejado solo a su amigo.
Cuando abandonaron los calabozos, al finalizar la clase de Pociones, encontraron un gran abeto que ocupaba el extremo del pasillo. Dos enormes pies aparecían por debajo del árbol y un gran resoplido les indicó que Hagrid estaba detrás de él.
—Hola, Hagrid. ¿Necesitas ayuda? —preguntó Ron, metiendo la cabeza entre las ramas.
-Oh eres muy considerado Ronnie- comenzó Fred.
-Pero con lo enclenques que eran como pretendías que lo ayudaran-concluyo George.
-Solo estaba tratando de ser amable- rebatió el pelirrojo.
.Y es algo que ustedes podrían aprender- los regaño Molly viéndolos con reproche.
—No, va todo bien. Gracias, Ron.
— ¿Te importaría quitarte de en medio? —La voz fría y gangosa de Malfoy llegó desde atrás—. ¿Estás tratando de ganar algún dinero extra, Weasley? Supongo que quieres ser guardabosques cuando salgas de Hogwarts... Esa choza de Hagrid debe de parecerte un palacio, comparada con la casa de tu familia.
-Tu maldito hijo de…
-¡Sirius/chicos!- gritaron Lily a su amigo y Molly a todos sus hijos.
-Pero…
-¡¡Pero nada!!- dijeron con más fuerza las pelirrojas- ¡¡cállense y siéntense!!
De mala gana todos obedecieron sin rechistar.
Ron se lanzó contra Malfoy justo cuando aparecía Snape en lo alto de las escaleras.
— ¡WEASLEY!
Ron soltó el cuello de la túnica de Malfoy.
—Lo han provocado, profesor Snape —dijo Hagrid, sacando su gran cabeza peluda por encima del árbol—. Malfoy estaba insultando a su familia.
—Lo que sea, pero pelear está contra las reglas de Hogwarts, Hagrid —dijo Snape con voz amable—. Cinco puntos menos para Gryffindor; Weasley, y agradece que no sean más. Y ahora marchaos todos.
-¡Y porque a ellos no les bajas puntos ¿he?!- interrogo con furia Lily a su “amigo”- ir contra los estudiantes a excepción de los de tu casa, eso es algo despreciable- termino con cierto asco en la voz y Severus bajo la vista, no podía defender lo indefendible.
-A ver querida pelirroja, ¿cómo tu si puedes gritarle a “ese” y nosotros…?
-Porque una cosa es reprenderlo por sus deficientes prácticas como educador y otra muy diferente es hacer acusaciones sin fundamentos Black
-Pero Lily…
-¡Ya cállate Black!- reclamo Marlene cansada por su terquedad- o te aremos callar.
-Tú y cuantas más McKinnon- rebatió el hombre, pero entonces se escucharon varios carraspeos de parte de Lily, Alice y Nymphadora- ¿Qué, tú también sobrina?, no importa, pues yo tengo a lunático y cornamenta de mi lado, cierto- volteo a ver a sus amigos.
-Sirius y yo hemos pasado muchas cosas juntos- comenzó el castaño- y siendo el cerebro del grupo que soy, yo digo, que te quedas solo colega, yo no pienso ir en contra de ellas - aseguro acercándose más a Nymphadora que sonreía arrogantemente.
-Y yo te ayudaría hermano, pero tarde años en convencer a Lily para ser mi novia, y aun no quiero morir, así que, hasta pronto canuto.
-Ustedes son solo un par de falderos traidores- acuso Black ante la diversión de muchos. Cuando por fin se calmaron Ted retomo la lectura.
Malfoy, Crabbe y Goyle pasaron bruscamente, sonriendo con presunción.
—Voy a atraparlo —dijo Ron, sacando los dientes ante la espalda de Malfoy—. Uno de estos días lo atraparé...
—Los detesto a los dos —añadió Harry—. A Malfoy y a Snape.
-Todos carrocho, todos lo hacemos- le aseguro canuto.
—Vamos, arriba el ánimo, ya es casi Navidad —dijo Hagrid—. Os voy a decir qué haremos: venid conmigo al Gran Comedor; está precioso.
Así que los tres siguieron a Hagrid y su abeto hasta el Gran Comedor, donde la profesora McGonagall y el profesor Flitwick estaban ocupados en la decoración.
El salón estaba espectacular. Guirnaldas de muérdago y acebo colgaban de las paredes, y no menos de doce árboles de Navidad estaban distribuidos por el lugar, algunos brillando con pequeños carámbanos, otros con cientos de velas.
-Las decoraciones siempre son magníficas- dijeron las chica.
— ¿Cuántos días os quedan para las vacaciones? —preguntó Hagrid.
—Sólo uno —respondió Hermione—. Y eso me recuerda... Harry, Ron, nos queda media hora para el almuerzo, deberíamos ir a la biblioteca.
-¡¿A la biblioteca antes de vacaciones?!- se escandalizaron James y Sirius- ¡ni lunático ni Lily hacían eso! -continuo el oji gris y los aludidos lo vieron con reproche.
-¡¿Cómo tú pudiste cometer semejante crimen hijo?! -agregó el azabache con dramatismo.
-Porque no mejor se callan y seguimos leyendo- respondió Harry en parte divertido en parte molesto.
—Sí, claro, tienes razón —dijo Ron, obligándose a apartar la vista del profesor Flitwick, que sacaba burbujas doradas de su varita, para ponerlas en las ramas del árbol nuevo.
-¡¿Tú también Ronnie?!- exclamaron los gemelos Weasley de la misma forma.
-Hay sobrinito, ¡¿Cómo puedes hacernos esto?!- comentó Fabián.
-Que no vez que este paso te volverás un  prefecto- continuo Gideon.
Los del futuro rieron levemente porque en efecto en su cuarto año lo habían hecho prefecto de su casa, si esa era su reacción ahora no, se podía imaginar cómo actuarían cuando se enteraran.
— ¿La biblioteca? —Preguntó Hagrid, acompañándolos hasta la puerta—. ¿Justo antes de las fiestas? Un poco triste, ¿no creéis?
-¡Ya ven!, hasta Hagrid lo piensa- atajo canuto.
—Oh, no es un trabajo —explicó alegremente Harry—. Desde que mencionaste a Nicolás Flamel, estamos tratando de averiguar quién es.
-A bueno siendo así es otra historia cierto canuto.
-Muy cierto cornamenta.
-Pueden cerrar sus bocas de una vez- exclamo Lily un poco desesperada- y ustedes- les hablo al trio- ¿cómo se pueden meter en esos asuntos?, eso es algo que no les debe concernir- reprendió la mujer al trio.
-Pero querida, no es nada malo, solo quieren saber quién es Flamel.
-Para descubrir que es lo que guarda el perro de tres cabezas- resalto ella
-Ya ríndete James- le aconsejo Lupin- sabes que nunca le ganas en una discusión.
— ¿Qué? —Hagrid parecía impresionado—. Escuchadme... Ya os lo dije... No os metáis. No tiene nada que ver con vosotros lo que custodia ese perro.
—Nosotros queremos saber quién es Nicolás Flamel, eso es todo —dijo Hermione.
—Salvo que quieras ahorrarnos el trabajo —añadió Harry—. Ya hemos buscado en miles de libros y no hemos podido encontrar nada... Si nos das una pista... Yo sé que leí su nombre en algún lado.
-¿En serio?- peguntaron los merodeadores.
-Sí, fue en el cromo de ranas de chocolate de Dumbledore- dijo por sorpresa de todos Lily.
—No voy a deciros nada —dijo Hagrid con firmeza.
—Entonces tendremos que descubrirlo nosotros —dijo Ron. Dejaron a Hagrid malhumorado y fueron rápidamente a la biblioteca.
Habían estado buscando el nombre de Flamel desde que a Hagrid se le escapó, porque ¿de qué otra manera podían averiguar lo que quería robar Snape? El problema era la dificultad de buscar; sin saber qué podía haber hecho Flamel para figurar en un libro. No estaba en Grandes magos del siglo XX ni en Notables nombres de la magia de nuestro tiempo; tampoco figuraba en Importantes descubrimientos en la magia moderna ni en Un estudio del reciente desarrollo de la hechicería. Y además, por supuesto, estaba el tamaño de la biblioteca, miles y miles de libros, miles de estantes, cientos de estrechas filas...
-Claro que no lo encontraran ahí- comento Dumbledore por lo bajo a los profesores- tienen que explorar más hacia el pasado- los que sabían a que se refería asintieron en conformidad.
Hermione sacó una lista de títulos y temas que había decidido investigar; mientras Ron se paseaba entre una fila de libros y los sacaba al azar. Harry se acercó a la Sección Prohibida. Se había preguntado si Flamel no estaría allí.
-Lo dudo realmente hijo- hablo Lily
Pero por desgracia, hacía falta un permiso especial, firmado por un profesor, para mirar alguno de los libros de aquella sección, y sabía que no iba a conseguirlo. Allí estaban los libros con la poderosa Magia del Lado Oscuro, que nunca se enseñaba en Hogwarts y que sólo leían los alumnos mayores, que estudiaban cursos avanzados de Defensa Contra las Artes Oscuras.
-Son tétricos, pero a la vez muy informativos- comento Hermione por lo bajo.
Como Ron y Harry se unirían al equipo de aurores, habían obtenido permiso para entrar a la sección prohibida por parte de McGonagall, y constantemente Ron le mostraba los libros para que le echara una mano para estudiar.
— ¿Qué estás buscando, muchacho?
—Nada —respondió Harry.
-Eso lo saco de Lily- exclamo Remus de inmediato.
-Es cierto, mi esposa es muy lista pero no es buena para las excusas- la chica se sonrojo ante eso.
La señora Pince, la bibliotecaria, empuñó un plumero ante su cara.
—Entonces, mejor que te vayas. ¡Vamos, fuera!
Harry salió de la biblioteca, deseando haber sido más rápido en inventarse algo. Él, Ron y Hermione se habían puesto de acuerdo en que era mejor no consultar a la señora Pince sobre Flamel. Estaban seguros de que ella podría decírselo, pero no podían arriesgarse a que Snape se enterara de lo que estaban buscando.
-Esa es una buena precaución- hablo Alastor- pero hay otras formas de saber la verdad.
-No sugieres que usen alguna poción o hechizo ¿verdad?- interrogo Fabián.
-Si fueran magos más experimentados si- aseguro el hombre- pero para su edad lo mejor sería que trataran de engañarla y que soltara información sin que tuviera la intención-aclaro el auror.
-Con palabas, cielos, eso algo poco propio para ti no crees- comento Gideon ganándose una mirada acecina del hombre.
Harry los esperó en el pasillo, para ver si los otros habían encontrado algo, pero no tenía muchas esperanzas. Después de todo, buscaban sólo desde hacía quince días y en los pocos momentos libres, así que no era raro que no encontraran nada. Lo que realmente necesitaban era una buena investigación, sin la señora Pince pegada a sus nucas.
Cinco minutos más tarde, Ron y Hermione aparecieron negando con la cabeza. Se marcharon a almorzar.
—Vais a seguir buscando cuando yo no esté, ¿verdad? —Dijo Hermione—. Si encontráis algo, enviadme una lechuza.
—Y tú podrás preguntarle a tus padres si saben quién es Flamel —dijo Ron—. Preguntarle a ellos no tendrá riesgos.
—Ningún riesgo, ya que ambos son dentistas —respondió Hermione.
-¿Qué son dentiscas?- pegunto James.
-Dentistas, es una profesión muggle en la que dedican al cuidado de los dientes- explico Lily- y si no tienes algo más inteligente que añadir deja que sigan leyendo- le reprendió la pelirroja por su innecesario interrupción.
Cuando comenzaron las vacaciones, Ron y Harry tuvieron mucho tiempo para pensar en Flamel. Tenían el dormitorio para ellos y la sala común estaba mucho más vacía que de costumbre, así que podían elegir los mejores sillones frente al fuego. Se quedaban comiendo todo lo que podían pinchar en un tenedor de tostar (pan, buñuelos, melcochas) y planeaban formas de hacer que expulsaran a Malfoy, muy divertidas, pero imposibles de llevar a cabo.
-Harry, como puedes pensar en eso- reprendió Lily.
-Era solo un niño, además no dudo que él también pensaba eso- se defendió el azabache.
-De hecho si, en más de una ocasión- acepto el rubio ante la mirada represiva de su madre.
Ron también comenzó a enseñar a Harry a jugar al ajedrez mágico. Era igual que el de los muggles, salvo que las piezas estaban vivas, lo que lo hacía muy parecido a dirigir un ejército en una batalla. El juego de Ron era muy antiguo y estaba gastado. Como todo lo que tenía, había pertenecido a alguien de su familia, en este caso a su abuelo.
Los señores Weasley bajaron la cabeza un poco apenados por no poder darle algo mejor a sus hijos, pero una mirada compresiva de todos sus hijos y de varios de los presentes, los hizo sentirse un poco mejor.
Sin embargo, las piezas de ajedrez viejas no eran una desventaja. Ron las conocía tan bien que nunca tenía problemas en hacerles hacer lo que quería.
Harry jugó con el ajedrez que Seamus Finnigan le había prestado, y las piezas no confiaron en él. Él todavía no era muy buen jugador, y las piezas le daban distintos consejos y lo confundían, diciendo, por ejemplo: «No me envíes a mí. ¿No ves el caballo? Muévelo a él, podemos permitirnos perderlo».
-Constantemente es el destino que corre esa pieza- menciono Arthur y Lupin lo secundo asintiendo.
En la víspera de Navidad, Harry se fue a la cama, deseoso de que llegara el día siguiente, pensando en toda la diversión y comida que lo aguardaban, pero sin esperar ningún regalo.
-¿Como que no esperabas regalos?, si es la mejor parte- exclamo Sirius.
-¿Y de quien los recibiría?, de los Dursley- contraataco el azabache- era raro que me regalan algo, y estando en el castillo no esperaba que tan siquiera intentaran enviarme algo- dijo sin darle importancia a lo que el animago se quedó sin palabras.
Sin embargo James y Lily escuchaban todo eso con tristeza, le dolía que a pesar de lo bueno que le pasaba, aun no podía tener una infancia normal.
-Relájense, ya cambaremos todo eso- trato de animarlos Remus que había notado su estado.
-Sí, eso es cierto- hablo ahora Sirius- incluso aremos fiestas que duraran varios días y llenaremos la casa de juguetes solo para él.
Aquellos que conocían al hombre sabían que si era capaz de dejar bacía su bóveda de Gringotts para  conseguirlo. Harry por su parte se sentía feliz por la idea de pasar esos días feliz como cualquier otro chico normal, pero no le agradaba tanto eso que le dieran todo lo que quería y hasta lo que no.
Cuando al día siguiente se despertó temprano, lo primero que vio fue unos cuantos paquetes a los pies de su cama.
—¡Feliz Navidad! —lo saludó medio dormido Ron, mientras Harry saltaba de la cama y se ponía la bata.
—Para ti también —contestó Harry—. ¡Mira esto! ¡Me han enviado regalos!
-Era eso o recibir unos nabos- comento canuto y los del futuro rieron.
—¿Qué esperabas, nabos? —dijo Ron, volviéndose hacia sus propios paquetes, que eran más numerosos que los de Harry
-Mira nada más, la misma mente retorcida- comentó Marlene y todos comenzaron a reír.
Harry cogió el paquete que estaba más arriba. Estaba envuelto en papel de embalar y tenía escrito: «Para Harry de Hagrid». Contenía una flauta de madera, toscamente trabajada. Era evidente que Hagrid la había hecho. Harry sopló y la flauta emitió un sonido parecido al canto de la lechuza.
-Muchas gracias Hagrid, ese fue un hermoso detalle- dijo con felicidad Lily.
-Y además nos fue muy útil- comento por lo bajo el azabache a sus amigos.
El segundo, muy pequeño, contenía una nota.
«Recibimos tu mensaje y te mandamos tu regalo de Navidad. De tío Vernon y tía Petunia.» Pegada a la nota estaba una moneda de cincuenta peniques.
-Oh pero que detalle- ironizo Lily,
—Qué detalle —comentó Harry.
Era increíble como su humor cambiaba de un párrafo al otro, ahora estaba viendo a su hijo con ternura mientras le revolvía el cabello nuevamente.
Ron estaba fascinado con los cincuenta peniques.
—¡Qué raro! —dijo— ¡Qué forma! ¿Esto es dinero?
-¡Es igual a Arthur!- comentaron al unísono los gemelos Prewett
-Eso no es malo- rebatió Ron haciendo que su padre lo viera con orgullo.
-Por supuesto que no es malo Ron- aseguro su madre- siempre que no tengas un cuarto repleto de cachivaches muggles- felicito a su hijo y reprendió a su esposo en la misma oración.
—Puedes quedarte con ella —dijo Harry, riendo ante el placer de Ron—. Hagrid, mis tíos... ¿Quién me ha enviado éste?
—Creo que sé de quién es ése —dijo Ron, algo rojo y señalando un paquete deforme—. Mi madre. Le dije que creías que nadie te regalaría nada y.. oh, no —gruñó—, te ha hecho un jersey Weasley.
-¿Un qué?- preguntaron algunos.
Harry abrió el paquete y encontró un jersey tejido a mano, grueso y color verde esmeralda, y una gran caja de pastel de chocolate casero.
-Enserio Molly, gracias- le dijo Lily viendo a la mujer.
-De nada querida, ustedes hubieran hecho lo mismo por cualquiera de mis hijos- hablo la señora Weasley.
-Aunque no sería algo casero- atajo Sirius- a este inútil hasta se le quema el agua- señaló a James que lo vio con rencor mientras algunos reían
-Pero yo si soy muy buena en eso Sirius- le recordó la castaña con una ligera molestia.
-Valla hermanita, igual a nuestra madre- comento Gideon, ya que cada año recibían una bufanda, un gorro o un jersey tejido.
-Sí, solo que en ese tiempo serian jerseys Prewett- apoyo Fabián.
—Cada año nos teje un jersey —dijo Ron, desenvolviendo su paquete— y el mío siempre es rojo oscuro.
—Es muy amable de parte de tu madre —dijo Harry probando el pastel, que era delicioso.
-Ya me está dando hambre- comento Sirius- Remus, ¿me das un chocolate?- pegunto alzando la mano.
-Claro que no canuto- dijo de manea cortante.
-Remus, ¿me das un chocolate?- dijo esta vez Tonks y el licántropo de inmediato le alcanzo uno.
-¡Hey!, ¿por qué ella si le das y no a mí?
-Te recuerdo que estos chocolates nos lo enviaron a nosotros- resalto Remus- así que deja de interrumpir con tus cosas- término haciendo que su amigo se sentara con los brazos cruzados.
El siguiente regalo también tenía golosinas, una gran caja de ranas de chocolate, de parte de Hermione.
Le quedaba el último. Harry lo cogió y notó que era muy ligero. Lo desenvolvió.
Algo fluido y de color gris plateado se deslizó hacia el suelo y se quedó brillando. Ron bufó.
-Eso… eso es- comenzó James con sorpresa y emoción.
-Creo que si cornamenta amigo- termino canuto
Mientras tanto una idea se comenzó a formar en la mente el anciano director, una disipación como esa se le hacía muy particular, tal vez se podría tratar de una de esas tres antiguas reliquias, cuya búsqueda la había salido tan cara.
—Había oído hablar de esto —dijo con voz ronca, dejando caer la caja de grageas de todos los sabores, regalo de Hermione—. Si es lo que pienso, es algo verdaderamente raro y valioso.
—¿Qué es?
-Algo que te será muy útil cachorito- comenzó canuto.
-Me atrevería a decir que es la herencia más valiosa de la familia Potter.-agrego James con un brillo especial en sus ojos.
-Y de seguro le darás un mejor uso que este par- termino Remus sonriendo.
Harry cogió el género brillante y plateado. El tocarlo producía una sensación extraña, como si fuera agua convertida en tejido.
—Es una capa invisible —dijo Ron, con una expresión de temor reverencial—. Estoy seguro... Pruébatela.
Todos sin excepción, quedaron sorprendidos ante lo que decían, muy pocos sabían de la existencia de esa capa.
Harry se puso la capa sobre los hombros y Ron lanzó un grito.
—¡Lo es! ¡Mira abajo!
Harry se miró los pies, pero ya no estaban. Se dirigió al espejo. Efectivamente: su reflejo lo miraba, pero sólo su cabeza suspendida en el aire, porque su cuerpo era totalmente invisible. Se puso la capa sobre la cabeza y su imagen desapareció por completo.
Increíble- dijeron muchos al tiempo que Dumbledore afianzaba su feria de la capa, sin duda ese artefacto le sería muy útil a joven Potter.
—¡Hay una nota! —dijo de pronto Ron—. ¡Ha caído una nota!
Harry se quitó la capa y cogió la nota. La caligrafía, fina y llena de curvas, era desconocida para él. Decía:
Tu padre dejó esto en mi poder antes de morir. Ya es tiempo de que te sea devuelto. Utilízalo bien.
Una muy Feliz Navidad para ti.
-Pero quien te la pudo haber enviado- indago Sirius- cornamenta nunca se separa de esa capa.
-Tal vez alguno de ustedes-se aventuró James.
-Pero por lo que hemos leído ninguno de ellos tiene una verdadera participación- dijo Lily con un leve tono de reproche.
-Entones quien puso ser Lis.
-Saldrá en el final del libro- hablo Harry interrumpiéndolos.
-¡Hasta el final!- exclamo el oji gris- no podríamos saltarnos unas hojas y…
-¡No Sirius!- le aseguraron sus amigos Lily, Marlene, los Weasley y los profesores.
No tenía firma. Harry contempló la nota. Ron admiraba la capa.
—Yo daría cualquier cosa por tener una —dijo— Lo que sea. ¿Qué te sucede?
—Nada —dijo Harry Se sentía muy extraño. ¿Quién le había enviado la capa? ¿Realmente había pertenecido a su padre?
-No tengo idea pequeño, y si, era mía- aseguro el azabache- aunque antes también fue de mi padre- agrego.
Antes de que pudiera decir o pensar algo, la puerta del dormitorio se abrió de golpe y Fred y George Weasley entraron. Harry escondió rápidamente la capa. No se sentía con ganas de compartirla con nadie más.
-¡Hay Harry cómo pudiste!- dramatizó Fred.
-¡Y nosotros que te queremos tanto!- lo segundo George.
-¡Compartimos nuestros secretos!- y agrego en un susurro para que solo él lo escuchara- y también a nuestra hermana.
-¡Eres como un hermano para nosotros, y nos lo ocultaste!
-¡¿Por qué Harry?, ¿Por qué?!- terminaron al mismo tempo con falsas lágrimas en los ojos mientras los demás negaban con la cabeza divertidos.
—¡Feliz Navidad!
—¡Eh, mira! ¡A Harry también le han regalado un jersey Weasley!
Fred y George llevaban jerséis azules, uno con una gran letra F y el otro con la G.
—El de Harry es mejor que el nuestro —dijo Fred cogiendo el jersey de Harry—. Es evidente que se esmera más cuando no es para la familia.
-Y lo sigo diciendo- aseguro este.
-¡¡Fred!!- le grito la su madre.
— ¿Por qué no te has puesto el tuyo, Ron? —Quiso saber George—. Vamos, pruébatelo, son bonitos y abrigan.
—Detesto el rojo oscuro —se quejó Ron, mientras se lo pasaba por la cabeza.
-Lo lamento Ron- se disculpó su madre.
-No hay problema mamá- le restó importancia el chico.
—No tenéis la inicial en los vuestros —observó George—. Supongo que ella piensa que no os vais a olvidar de vuestros nombres. Pero nosotros no somos estúpidos... Sabemos muy bien que nos llamamos Gred y Feorge.
-Eso es muy ingenioso no Gabián
-Mucho mi querido Fideon- hablaron los gemelo Prewett haciéndolos reír a todos.
—¿Qué es todo ese ruido?
Percy Weasley asomó la cabeza a través de la puerta, con aire de desaprobación. Era evidente que había ido desenvolviendo sus regalos por el camino, porque también tenía un jersey bajo el brazo, que Fred vio.
—¡P de prefecto! Pruébatelo, Percy, vamos, todos nos lo hemos puesto, hasta Harry tiene uno.
—Yo... no... quiero —dijo Percy, con firmeza, mientras los gemelos le metían el jersey por la cabeza, tirándole las gafas al suelo.
-Lo siento por eso- se disculpó Percy al recordar lo petulante de su postura en ese tiempo.
-No hay problema bobo- hablo George.
—Y hoy no te sentarás con los prefectos —dijo George—. La Navidad es para pasarla en familia.
-En eso tienen mucha razón- comento Bill como el mayor de los hermanos.
Cogieron a Percy y se lo llevaron de la habitación, con los brazos sujetos por el jersey.
Harry no había celebrado en su vida una comida de Navidad como aquélla. Un centenar de pavos asados, montañas de patatas cocidas y asadas, soperas llenas de guisantes con mantequilla, recipientes de plata con una grasa riquísima y salsa de moras, y muchos huevos sorpresa esparcidos por todas las mesas. Estos fantásticos huevos no tenían nada que ver con los flojos artículos de los muggles, que Dudley habitualmente compraba, ni con juguetitos de plástico ni gorritos de papel.
-Por supuesto que no, nuestras cosas están más elaboradas- aseguro Sirius.
-Y no han visto lo que Fred y yo hemos estado planeando.
-Serán unos artículos de bromas exclusivos para esas fiestas.
-¿Qué son?- peguntaron de inmediato los bromistas.
-Tendrán que esperar a que los inventemos- rebatieron los gemelos Weasley logrando que los otros los vieran con rencor.
Ted continuo relatando como se desarrolló la fiesta, la forma en que los profesores estaban conviviendo entre ellos, de cómo Percy casi se rompe un diente gracias a un sickle de plata dentro del pavo y del beso en la mejilla de Hagrid a McGonagall que termino sonrojándose.
-Solo en contadas ocasiones hemos visto tan relajada a la profesora McGonagall- comentó Remus.
-Pero no es extraño ver a nuestro Hagrid subido de copas- agrego Sirius logrando que el gigante se sonrojara.
-¡Porque no mejor no cierras la boca!- intervino Lily
-Es cierto, tú te has embriagado tres o cuatro veces por cada una de Hagrid- resalto Marlene a lo que al animago no pudo reclamar nada.
Cuando Harry finalmente se levantó de la mesa, estaba cargado de cosas de las sorpresas navideñas, y que incluían globos luminosos que no estallaban, un juego de Haga Crecer Sus Propias Verrugas y piezas nuevas de ajedrez. Los ratones blancos habían desaparecido, y Harry tuvo el horrible presentimiento de que iban a terminar siendo la cena de Navidad de la Señora Norris.
-Sería una lástima- comento Tonks que no le gustaba la idea.
Harry y los Weasley pasaron una velada muy divertida, con una batalla de bolas de nieve en el parque. Más tarde, helados, húmedos y jadeantes, regresaron a la sala común de Gryffindor para sentarse al lado del fuego. Allí Harry estrenó su nuevo ajedrez y perdió espectacularmente con Ron. Pero sospechaba que no habría perdido de aquella manera si Percy no hubiera tratado de ayudarlo tanto.
-Lo mejor es siempre jugar tu propio juego- hablo Remus- de esa forma si ganas o pierdes es solo responsabilidad tuya.
-Entonces ¿por qué te molestaste con migo y me hechizaste aquella vez lunático?
-Porque cuando ibas a perder golpeaste el tablero tirándolo a piso, y rompiste varias piezas en magnifico estado, canuto- le recordó a su amigo con voz de reproche.
Después de un té con bocadillos de pavo, buñuelos, bizcocho borracho y pastel de Navidad, todos se sintieron tan hartos y soñolientos que no podían hacer otra cosa que irse a la cama; no obstante, permanecieron sentados y observaron a Percy, que perseguía a Fred y George por toda la torre Gryffindor porque le habían robado su insignia de prefecto.
Fue el mejor día de Navidad de Harry.
-Tal vez ahí, pero cuando cambiemos las cosas pasara todas las nocividades con su familia- aseguro James ganándose una mirada de agradecimiento de su hijo.
Sin embargo, algo daba vueltas en un rincón de su mente. En cuanto se metió en la cama, pudo pensar libremente en ello: la capa invisible y quién se la había enviado.
Ron, ahíto de pavo y pastel y sin ningún misterio que lo preocupara, se quedó dormido en cuanto corrió las cortinas de su cama. Harry se inclinó a un lado de la cama y sacó la capa.
-Esto se pondrá bueno- Sirius se tallo las manos por la emoción.
De su padre... Aquello había sido de su padre. Dejó que el género corriera por sus manos, más suave que la seda, ligero como el aire. «Utilízalo bien», decía la nota.
Tenía que probarla. Se deslizó fuera de la cama y se envolvió en la capa. Miró hacia abajo y vio sólo la luz de la luna y las sombras. Era una sensación muy curiosa.
-Pero es grandiosa al mismo tiempo- hablo James recordando la primera vez que la utilizo.
«Utilízalo bien.»
De pronto, Harry se sintió muy despierto. Con aquella capa, todo Hogwarts estaba abierto para él.
-Esa es la actitud cachorro.
-Ya sabía que no podías ser  un prefecto perfecto- atajo James antes de ver la mirada furiosa de su novia- este digo…
-Mejor no digas nada cornamenta- le recomendó el castaño.
Mientras estaba allí, en la oscuridad y el silencio, la excitación se apoderó de él. Podía ir a cualquier lado con ella, a cualquier lado, y Filch nunca lo sabría.
Ron gruñó entre sueños. ¿Debía despertarlo? Algo lo detuvo. La capa de su padre... Sintió que aquella vez (la primera vez) quería utilizarla solo.
Harry le envió una mirada de disculpa a su amigo que se la devolvió como diciéndole que no importaba, después de todo lo que habían pasado no se molestaría por una insignificancia como esa.
Salió cautelosamente del dormitorio, bajó la escalera, cruzó la sala común y pasó por el agujero del retrato.
—¿Quién está ahí? —chilló la Dama Gorda. Harry no dijo nada. Anduvo rápidamente por el pasillo.
¿Adónde iría? De pronto se detuvo, con el corazón palptante, y pensó. Y entonces lo supo. La Sección Prohibida de la biblioteca.
-¡¡Noooo!!- gritaron con dramatismo dos de los merodeadores- esos genes Evans están tomando el control- continuo el oji gris que se ganó un golpe en la cabeza- auch pelirroja.
-Y la próxima vez será con la varita- le advirtió al hombre
-Teniendo todo Hogwarts para exploras decides ir a la biblioteca- exclamó james y varios chicos del futuro y del pasado les extraño eso.
-Podrías ir a las cocinas, al lago o incluso a la habitación de alguna chica.
-Sirius, tenía solo once años.
-Y eso que cachorro, a los catorce años tu padre y yo ya habíamos perdido la vir…-un fuerte golpe de su amigo lo obligo a guardar silencio- bueno, quiero decir…
-Mejor cierra la boca Black- le dijo la pelirroja con furia, estaban en problemas.
Iba a poder leer todo lo que quisiera, para descubrir quién era Flamel.
-A bueno, así la cosa cambia- dijo el azabache mayor con una dulce sonrisa a su novia, pero ella aún estaba molesta.
La biblioteca estaba oscura y fantasmal. Harry encendió una lámpara para ver la fila de libros. La lámpara parecía flotar sola en el aire y hasta el mismo Harry, que sentía su brazo llevándola, tenía miedo.
La Sección Prohibida estaba justo en el fondo de la biblioteca. Pasando con cuidado sobre la soga que separaba aquellos libros de los demás, Harry levantó la lámpara para leer los títulos.
-No servirá de mucho- comentó Remus- algunos de esos libros no tienes título y otros más que lo tienen esta escritas con runas u otras lenguas.
-Como sabes eso- pregunto Dora viéndolo a los ojos.
-James y Sirius estudian para ser aurores y yo veía interesante estudiar esos temas con ellos.
-Además siempre es útil tener al cerebro del grupo ahí para ayudarnos- agrego canuto
-Yo opino lo mismo- agrego Ron volteando a ver a Hermione.
-Entonces en el futuro me puedes ayudar a estudiar- hablo la metamorfomaga a Remus.
-Yo también te podría ayudar- dijo Sirius ufanamente.
-Si podrías, pero recuerda que fue Remus quien te enseña a ti- le recordó Lily
No le decían mucho. Las letras doradas formaban palabras en lenguajes que Harry no conocía. Algunos no tenían títulos. Un libro tenía una mancha negra que parecía sangre. A Harry se le erizaron los pelos de la nuca. Tal vez se lo estaba imaginando, tal vez no, pero le pareció que un murmullo salía de los libros, como si supieran que había alguien que no debía estar allí.
-Algo hay de eso- acepto la profesora McGonagall.
Tenía que empezar por algún lado. Dejó la lámpara con cuidado en el suelo y miró en una estantería buscando un libro de aspecto interesante. Le llamó la atención un volumen grande, negro y plateado. Lo sacó con dificultad, porque era muy pesado y, balanceándolo sobre sus rodillas, lo abrió.
-¡¡No!!- grito desesperada Lily.
-¿Qué ocurre cario?- pegunto James, quien al igual que muchos otros, la veía con interrogación.
-A no, no es nada- trato de hacerse la desentendida.
-Señorita Evans- le hablo McGonagall con severidad
-Es que ese libro grita cuando lo abren- confeso muy apenada, entonces Ted se apresuró a seguir con la lectura.
Un grito desgarrador; espantoso, cortó el silencio... ¡El libro gritaba!
-¿Tu como sabia eso pelirroja?- indagó Sirius sorprendido.
Todos los ojos se posaban sobre la chica que se sentía apenada, eso era algo que nunca le había dicho a nadie, ni siquiera Alice que era su confidente sabía todos los detalles de sus andanzas.
-Bueno, la verdad- comenzó a decir cohibida-no son los únicos que vagabundeaban por las noches- confeso para la sorpresa de todos.
-Pero entonces tu…- James la veía con sorpresa- ¡Lo sabía!, sabía que eras la chica perfecta para mí- agrego con alegría- ¿pero cómo…?
-Tu capa no es la única forma de hacerse invisible- resalto la pelirroja- en cuarto año aprendí a hacer el hechizo, y en ocasiones sacaba libros de biblioteca para leer.
-Pero señorita Evans- dijo McGonagall que la veía como una estudiante más que ejemplar.
-Era solo para complementar mis estudios profesora- se defendió ella.
-Pero ¿cómo lo hacías pelirroja?- interrogo Sirius- es cierto que siempre tenías un libro en las manos, pero nunca te vimos con un libro de la sección prohibida.
-Es porque ella era más discreta que ustedes- les aseguro Alice- tenía su escondite para hacerlo.
-Pero si nosotros conocemos todo el castillo- atajo James.
-¿Alguna vez estuvieron en la sala de menesteres?- les pregunto a los merodeadores.
-No- le respondieron.
-Pues yo si- les confeso- en tercer año estaba escapando de James porque me molestaba para que saliera con él, estaba en el séptimo piso deseando un lugar para esconderme y apareció una puerta de la nada- les relato- me tomo el resto del año averiguar cómo fusionaba y bueno, las veces que me perdía de vista iba a esa habitación para tener un momento libre.
-Pero ¿por qué nunca me lo dijiste?- pregunto cornamenta
-Por algo se llamaba “lugar secreto” Potter- resalto Alice quien apenas se enteraba de eso también.
-Ahora si me dejaste sorprendido pelirroja- confeso canuto
-Sí, eres increíble- aseguro el azabache abrazando a la chica y dándole un dulce beso, todo bajo la severa mirada de Minerva McGonagall que seguía sin poder creerlo.
Harry lo cerró de golpe, pero el aullido continuaba, en una nota aguda, ininterrumpida. Retrocedió y chocó con la lámpara, que se apagó de inmediato. Aterrado, oyó pasos que se acercaban por el pasillo, metió el volumen en el estante y salió corriendo. Pasó al lado de Filch casi en la puerta, y los ojos del celador; muy abiertos, miraron a través de Harry. El chico se agachó, pasó por debajo del brazo de Filch y siguió por el pasillo, con los aullidos del libro resonando en sus oídos.
-Al menos se libró de Filch-comento Ted.
-Pero ahora estarán buscando a alguien que estuvo ahí- hablo Lily- tiene que regresar de inmediato a la torre.
Se detuvo de pronto frente a unas armaduras. Había estado tan ocupado en escapar de la biblioteca que no había prestado atención al camino. Tal vez era porque estaba oscuro, pero no reconoció el lugar donde estaba. Había armaduras cerca de la cocina, eso lo sabía, pero debía de estar cinco pisos más arriba.
-Te falta reconocer más el terreno Harry- comentó Fred.
-Nosotros te podíamos dar un recorrido.
-Pues yo no me siento mejor de que lo hagan- resalto Molly viendo con reproche a sus hijos.
—Usted me pidió que le avisara directamente, profesor, si alguien andaba dando vueltas durante la noche, y alguien estuvo en la biblioteca, en la Sección Prohibida.
Harry sintió que se le iba la sangre de la cara. Filch debía de conocer un atajo para llegar a donde él estaba, porque el murmullo de su voz se acercaba cada vez más y, para su horror, el que le contestaba era Snape.
-Otra vez esos dos juntos- comentó sirius- no será que ellos dos.
-Black- reclamo Snape.
-Bueno, de cualquier forma eso es malo, debes escapar de ahí cachorro.
— ¿La Sección Prohibida? Bueno, no pueden estar lejos, ya los atraparemos.
Harry se quedó petrificado, mientras Filch y Snape se acercaban. No podían verlo, por supuesto, pero el pasillo era estrecho y, si se acercaban mucho, iban a chocar contra él. La capa no ocultaba su materialidad.
Ted relato como el chico fue retoñeciendo hasta llegar a una puerta entre abierta y como logro escapar de Filch y Snape entrando en ese lugar.
Transcurrieron unos pocos segundos antes de que se fijara en la habitación que lo había ocultado.
-¿No hay nada malo o peligros ahí verdad?- pegunto con preocupación Lily mientras veía a su hijo.
-Bueno- lo pensó un poco- eso depende de las circunstancias- eso tenso un poco a la pelirroja- pero no es nada como el perro de tres cabezas.
Ante eso la pelirroja se relajó un poco y Harry se tensó, sabía que era lo que seguía después de eso.
Parecía un aula en desuso. Las sombras de sillas y pupitres amontonados contra las paredes, una papelera invertida y apoyada contra la pared de enfrente... Había algo que parecía no pertenecer allí, como si lo hubieran dejado para quitarlo de en medio.
Todos escuchaban atentamente.
Era un espejo magnífico, alto hasta el techo, con un marco dorado muy trabajado, apoyado en unos soportes que eran como garras. Tenía una inscripción grabada en la parte superior: Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse.
Al segundo siguiente Lily comprendo la inscripción y todo el color de su cara se fue de golpe, otro que también había entendió era Remus, que solo pudo expresar un leve “oh no”
-¿Qué ocurre?- le pregunto la peli-rosa que lo alcanzo  a oír.
-Mira- saco un pedazo de pergamino y escribió las palabras leídas y luego invirtió el orden, cuando la chica lo leyó comprendió lo que se venía y su pelo pasó de rosa a un azul muy opaco.
El director estaba sorprendido por eso, que estaba haciendo un objeto tan antiguo y potencialmente peligroso en un simple salón en desuso, debía de haber una muy buena explicación para permitir que el espejo estuviera en ese lugar.
Ya no oía ni a Filch ni a Snape, y Harry no tenía tanto miedo. Se acercó al espejo, deseando mirar para no encontrar su imagen reflejada. Se detuvo frente a él.
Tuvo que llevarse las manos a la boca para no gritar. Giró en redondo. El corazón le latía más furiosamente que cuando el libro había gritado... Porque no sólo se había visto en el espejo, sino que había mucha gente detrás de él.
-¿Qué?, ¿cómo que veías más gente?- pregunto James nervioso, y es que la forma en que su pelirroja había reaccionado era muy poco común.
Pero la habitación estaba vacía. Respirando agitadamente, volvió a mirar el espejo.
Allí estaba él, reflejado, blanco y con mirada de miedo y allí, reflejados detrás de él, había al menos otros diez. Harry miró por encima del hombro, pero no había nadie allí. ¿O también eran todos invisibles? ¿Estaba en una habitación llena de gente invisible y la trampa del espejo era que los reflejaba, invisibles o no?
-Es imposible, de ser así habrías sentido a alguno de ellos cuando entraste- hablo Sirius sin entender lo que ocurría.
Miró otra vez al espejo. Una mujer, justo detrás de su reflejo, le sonreía y agitaba la mano. Harry levantó una mano y sintió el aire que pasaba. Si ella estaba realmente allí, debía de poder tocarla, sus reflejos estaban tan cerca... Pero sólo sintió aire: ella y los otros existían sólo en el espejo.
Era una mujer muy guapa. Tenía el cabello rojo oscuro y sus ojos... «Sus ojos son como los míos», pensó Harry, acercándose un poco más al espejo. Verde brillante, exactamente la misma forma, pero entonces notó que ella estaba llorando, sonriendo y llorando al mismo tiempo.
La Lily frente ellos estaba soltando lagrimas ante la descripción, James no terminaba de entender que pasaba, pero esa era la descripción de su novia, y si estaba ahí, el hombre que estaba junto a ella en el espejo debía ser…
El hombre alto, delgado y de pelo negro que estaba al lado de ella le pasó el brazo por los hombros. Llevaba gafas y el pelo muy desordenado. Y se le ponía tieso en la nuca, igual que a Harry.
-No, no puede ser- logro articulas Sirius sin poderlo creer.
Harry estaba tan cerca del espejo que su nariz casi tocaba su reflejo.
— ¿Mamá? —susurró—. ¿Papá?
Eso fue más de lo que podían soportar, los Potter comenzaron a llorar desconsoladamente abrazados el uno al otro, Sirius apoyaba su cabeza en sus manos negando una y otra vez, Andrómeda y Molly lloraban abrazadas por sus esposos y Tonks estaba siendo consolada por Remus que tenía al pequeño Teddy que no entendía que pasaba, Astoria soltaba lagrimas silenciosas sobre el pecho de Draco que no daba crédito a lo que oía y se sintió mal por las burlas que había hecho respecto a eso, Ron y Hermione estaban abrazados juntos viendo a su amigo con pena, Ginny también estaba mal y deseaba abrázalo, pero saco fuerzas para hacer que el azabache fuera con sus padres mientras lo gemelos se acercaban a ella para consolarla.
En cuanto Harry estuvo frente a ellos estos lo abrazaron como nunca antes lo habían hecho con alguien, podían sentir un dolor profundo dentro de ellos al no poder esta con su amado hijo, se sentía mal, se sentían furioso, se sentían tristes. Y todos en el gran comedor no se encontraban mejor que ellos.
Snape estaba sorprendido, no creía que fuera precisamente eso lo que viera en el espejo (pues el también entendió la inscripción) aunque una parte de él quería negarlo, también estaba sintiendo pena por el joven
En la mesa de los profesores McGonagall soltaba lagrimas silenciosas mientras Dumbledore veía con impresión al chico, a pesar del infierno de vida por el que había pasado seguía siendo alguien puro de corazón, algo que incluso él no logro ser.
Después de poco menos de una hora en que se lograron calmar, Arthur continúo con la lectura.
Entonces lo miraron, sonriendo. Y lentamente, Harry fue observando los rostros de las otras personas, y vio otro par de ojos verdes como los suyos, otras narices como la suya, incluso un hombre pequeño que parecía tener las mismas rodillas nudosas de Harry. Estaba mirando a su familia por primera vez en su vida.
Esa última frase hizo que todas las mujeres soltaran renovadas lágrimas de tristeza.
Los Potter sonrieron y agitaron las manos, y Harry permaneció mirándolos anhelante, con las manos apretadas contra el espejo, como si esperara poder pasar al otro lado y alcanzarlos. En su interior sentía un poderoso dolor, mitad alegría y mitad tristeza terrible.
Los Potter abrazaron con renovadas fuerzas a su hijo, en ese preciso momento ellos podían sentir exactamente lo mismo que estaba escrito en el libro
No supo cuánto tiempo estuvo allí. Los reflejos no se desvanecían y Harry miraba y miraba, hasta que un ruido lejano lo hizo volver a la realidad. No podía quedarse allí, tenía que encontrar el camino hacia el dormitorio. Apartó los ojos de los de su madre y susurró: «Volveré». Salió apresuradamente de la habitación.
-Mi bebe- sollozo Lily- como quisiera estar ahí, pero no creo que debas volver.
A toda respuesta el chico le sonrió dulcemente haciéndole entender que comprendía lo que quería decir.
—Podías haberme despertado —dijo malhumorado Ron.
—Puedes venir esta noche. Yo voy a volver; quiero enseñarte el espejo.
—Me gustaría ver a tu madre y a tu padre —dijo Ron con interés.
-Aun no entiendes el significado de la inscripción cierto- comentó Lily.
-¿Que tiene que ver eso con que nos vea en el espejo?
-Usa la cabeza cornamenta- le acuso Remus pasándole el pergamino que escribió para Dora
-Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse, esto no es tu cara sino de tu corazón el deseo- leyó en voz alta para todo el comedor.
Después de eso todos pudieron comprender la magia que despedía el espejo, y nuevas lagrimas se agolparon en varios ojos ya que se dieron cuenta que lo Harry había visto, era solamente el deseo proveniente del corazón de un niño huérfano de once años.
—Y yo quiero ver a toda tu familia, todos los Weasley. Podrás enseñarme a tus otros hermanos y a todos.
—Puedes verlos cuando quieras —dijo Ron—. Ven a mi casa este verano. De todos modos, a lo mejor sólo muestra gente muerta. Pero qué lástima que no encontraste a Flamel. ¿No quieres tocino o alguna otra cosa? ¿Por qué no comes nada?
Harry no podía comer. Había visto a sus padres y los vería otra vez aquella noche. Casi se había olvidado de Flamel. Ya no le parecía tan importante. ¿A quién le importaba lo que custodiaba el perro de tres cabezas? ¿Y qué más daba si Snape lo robaba?
Lily negaba con la cabeza al escuchar esa parte, eso no era nada bueno para su hijo.
— ¿Estás bien? —Preguntó Ron—. Te veo raro.
Lo que Harry más temía era no poder encontrar la habitación del espejo. Aquella noche, con Ron también cubierto por la capa, tuvieron que andar con más lentitud. Trataron de repetir el camino de Harry desde la biblioteca, vagando por oscuros pasillos durante casi una hora.
—Estoy congelado —se quejó Ron—. Olvidemos esto y volvamos.
— ¡No! —susurró Harry—. Sé que está por aquí.
Varios de los presentes, en especial los amigos y familiares del azabache, les desagrado la insistencia que mostraba el chico para encontrar el espejo, sentía que eso no era algo nada positivo para él.
Pasaron al lado del fantasma de una bruja alta, que se deslizaba en dirección opuesta, pero no vieron a nadie más.
Justo cuando Ron se quejaba de que tenía los pies helados, Harry divisó la pareja de armaduras.
—Es allí... justo allí... ¡sí!
Abrieron la puerta. Harry dejó caer la capa de sus hombros y corrió al espejo.
Allí estaban. Su madre y su padre sonrieron felices al verlo.
— ¿Ves? —murmuró Harry.
-No lo ara, su corazón no deseara lo mismo que tu- razono Remus logrando que Ron se sonrojara un poco al recordar lo que vio.
—No puedo ver nada.
— ¡Mira! Míralos a todos... Son muchos...
—Sólo puedo verte a ti.
—Pero mira bien, vamos, ponte donde estoy yo.
Harry dio un paso a un lado, pero con Ron frente al espejo ya no podía ver a su familia, sólo a Ron con su pijama de colores.
Sin embargo, Ron parecía fascinado con su imagen.
Todos los Weasley se preguntaban qué era lo que había visto en el espejo.
— ¡Mírame! —dijo.
— ¿Puedes ver a toda tu familia contigo?
—No... estoy solo... pero soy diferente... mayor... ¡y soy delegado!
-Ósea como- dijeron muchos
— ¿Cómo?
—Tengo... tengo un distintivo como el de Bill y estoy levantando la copa de la casa y la copa de quidditch... ¡Y también soy capitán de quidditch!
Ron apartó los ojos de aquella espléndida visión y miró excitado a Harry.
-Ese es tu mayor deseo- interrogo Bill.
-Tenía solo once años, no puedes pedir mucho de mí- se defendió.
—¿Crees que este espejo muestra el futuro?
—¿Cómo puede ser? Si toda mi familia está muerta... déjame mirar de nuevo...
—Lo has tenido toda la noche, déjame un ratito más.
—Pero si estás sosteniendo la copa de quidditch, ¿qué tiene eso de interesante? Quiero ver a mis padres.
—No me empujes.
-No deberían pelearse- comentó Ginny- y más por una estupidez como esa.
-Fue una de la pocas veces que lo hemos hecho, no puedes pedir que todo sea perfecto- atajo Ron.
-Aun así me parecen algo inmaduros.
-Hermione, teníamos once años- se defendió Harry.
Un súbito ruido en el pasillo puso fin a la discusión. No se habían dado cuenta de que hablaban en voz alta.
—¡Rápido!
Ron tiró la capa sobre ellos justo cuando los luminosos ojos de la Señora Norris aparecieron en la puerta. Ron y Harry permanecieron inmóviles, los dos pensando lo mismo: ¿la capa funcionaba con los gatos? Después de lo que pareció una eternidad, la gata dio la vuelta y se marchó.
—No estamos seguros... Puede haber ido a buscar a Filch, seguro que nos ha oído. Vamos.
Y Ron empujó a Harry para que salieran de la habitación.
-Eso es tener sentido común- comento Charlie aprobatoriamente.
La nieve todavía no se había derretido a la mañana siguiente.
— ¿Quieres jugar al ajedrez, Harry? —preguntó Ron.
—No.
— ¿Por qué no vamos a visitar a Hagrid?
—No... ve tú...
-Ya entendí- dijo de pronto Lily sorprendiendo a muchos.
-¿Que entendiste Lily?- pregunto su novio.
-Harry dijo que era peligrosos según las circunstancias- recordó la pelirroja- ahora entiendo lo peligroso que puede ser ese espejo.
Harry la vio con ternura al saber que ella lo comprendía, aunque era de los pocos que lo hacían, varios estudiantes tanto del pasado como del futuro se seguían preguntando cual era ese peligro de que hablaran.
—Sé en qué estás pensando, Harry, en ese espejo. No vuelvas esta noche.
— ¿Por qué no?
—No lo sé. Pero tengo un mal presentimiento y, de todos modos, ya has tenido muchos encuentros. Filch, Snape y la Señora Norris andan vigilando por ahí ¿Qué importa si no te ven? ¿Y si tropiezan contigo? ¿Y si chocas con algo?
-No es común verte de esa forma Ronnie- hablo Fred para aligerar el ambiente.
-Sí, el serio y responsable del grupo- apoyo George
-Oh cállense ustedes dos
—Pareces Hermione.
—Te lo digo en serio, Harry, no vayas
Pero Harry sólo tenía un pensamiento en su mente, volver a mirar en el espejo. Y Ron no lo detendría.
La tercera noche encontró el camino más rápidamente que las veces anteriores.
-Si fuera por razones diferentes no me molestaría- comento james para bajar la tensión.
Andaba más rápido de lo que habría sido prudente, porque sabía que estaba haciendo ruido, pero no se encontró con nadie.
Y allí estaban su madre y su padre, sonriéndole otra vez, y uno de sus abuelos lo saludaba muy contento. Harry se dejó caer al suelo para sentarse frente al espejo. Nadie iba a impedir que pasara la noche con su familia. Nadie.
Excepto...
Todos se tensaron ante lo que pudiera pasar.
—Entonces de vuelta otra vez, ¿no, Harry?
-¿Quién es?- interrogaron varios con cierto miedo.
Harry sintió como si se le helaran las entrañas. Miró para atrás. Sentado en un pupitre, contra la pared, estaba nada menos que Albus Dumbledore. Harry debió de haber pasado justo por su lado, y estaba tan desesperado por llegar hasta el espejo que no había notado su presencia.
—No... no lo había visto, señor.
—Es curioso lo miope que se puede volver uno al ser invisible —dijo Dumbledore, y Harry se sintió aliviado al ver que le sonreía
De hecho todos los cercanos a Harry se sentían aliviados, por lo menos parecía que en esa ocasión no saldría castigado.
—. Entonces —continuó Dumbledore, bajando del pupitre para sentarse en el suelo con Harry—, tú, como cientos antes que tú, has descubierto las delicias del espejo de Oesed.
—No sabía que se llamaba así, señor.
—Pero espero que te habrás dado cuenta de lo que hace, ¿no?
—Bueno... me mostró a mi familia y...
—Y a tu amigo Ron lo reflejó como capitán.
-Usted estuvo ahí esa noche-pregunto Ron.
-Puede ser joven Weasley- comento ya que eso aún no ocurría.
— ¿Cómo lo sabe...?
—No necesito una capa para ser invisible —dijo amablemente Dumbledore
-Sí, ya Lis se encargó de ilustrarnos en el tema- comento el azabache haciendo que la joven se sonrojara y besándola en la mejilla.
—Y ahora ¿puedes pensar qué es lo que nos muestra el espejo de Oesed a todos nosotros?
Harry negó con la cabeza.
—Déjame explicarte. El hombre más feliz de la tierra puede utilizar el espejo de Oesed como un espejo normal, es decir, se mirará y se verá exactamente como es. ¿Eso te ayuda?
-Solo un poco profesor- respondió el chico del futuro con media sonrisa.
Harry pensó. Luego dijo lentamente:
—Nos muestra lo que queremos... lo que sea que queramos...
—Sí y no —dijo con calma Dumbledore—. Nos muestra ni más ni menos que el más profundo y desesperado deseo de nuestro corazón. Para ti, que nunca conociste a tu familia, verlos rodeándote. Ronald Weasley, que siempre ha sido sobrepasado por sus hermanos, se ve solo y el mejor de todos ellos.
-¿Eso es cierto Ron?- pregunto Bill que decía lo que todos pensaban.
-En ese tiempo sí, pero desde entonces he cambiado un poco- respondió.
-Y si en este momento te toparas con el espejo, ¿qué verías en él?- aventuro Charlie.
Ron se quedó pensativo unos segundos, y de forma automática le dio una rápida mirada a Hermione que estaba sentada a su lado, luego devolvió la vista a sus hermanos y respondió “a ustedes que les interesa”, pero la verdad era que todos pudieron ver la reacción del pelirrojo, tal vez si o tal vez no la viera a ella, pero sin duda era algo muy deseado por él.
Sin embargo, este espejo no nos dará conocimiento o verdad. Hay hombres que se han consumido ante esto, fascinados por lo que han visto. O han enloquecido, al no saber si lo que muestra es real o siquiera posible.
Ahora que Dumbledore lo planteaba así, todos sabían e incluso hasta les pareció obvio el peligro potencia que ese enigmático espejo representaba.
—El espejo será llevado a una nueva casa mañana, Harry, y te pido que no lo busques otra vez. Y si alguna vez te cruzas con él, deberás estar preparado. No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir, recuérdalo. Ahora ¿por qué no te pones de nuevo esa magnífica capa y te vas a la cama?
-Profesor, ¿qué quiso decir con eso de “estar preparado si lo volvía a ver”?- interrogo Lily- en primer lugar ni siquiera debió de haberlo encontrado la primera vez.
-Me temo señorita Evans, que tendremos que esperar a que a lectura continúe- dijo el director que se estaba haciendo sus conjeturas.
Harry se puso de pie.
—Señor... profesor Dumbledore... ¿Puedo preguntarle algo?
—Es evidente que ya lo has hecho —sonrió Dumbledore—. Sin embargo, puedes hacerme una pregunta más.
— ¿Qué es lo que ve, cuando se mira en el espejo?
— ¿Yo? Me veo sosteniendo un par de gruesos calcetines de lana.
Varios comenzaron a reír por contestación del ansiado, y otros se quedaron extrañados de que le dijera tal disparate.
Harry lo miró asombrado.
—Uno nunca tiene suficientes calcetines —explicó Dumbledore—. Ha pasado otra Navidad y no me han regalado ni un solo par. La gente sigue insistiendo en regalarme libros.
En cuanto Harry estuvo de nuevo en su cama, se le ocurrió pensar que tal vez Dumbledore no había sido sincero. Pero es que, pensó mientras sacaba a Scabbers de su almohada, había sido una pregunta muy personal.
-Sin duda fue muy personal- comento Lily acomodándose en su lugar- hay muchas cosas que te tendré que enseñar- le dijo con cierto tono de reprimenda.

Dumbledore miro en dirección al joven Potter que miraba a la que sería su madre y pudo ver algo peculiar en su rostro, entonces una ligera duda se instauró en el anciano, sería posible que él supiera algo acerca de su desastrosos pasado..

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