Muy
bien, a quien le gustaría leer el siguiente.
-Yo leeré-
se ofreció Ted Tonks- muy bien el capítulo se llama, “el espejo de Oesed.
Los chicos
del futuro que sabían parte de la historia quedaron impactados, ese sería un cáptalo
muy difícil para todos, pero en especial para Harry y para sus padres.
-Oesed-
repitió Lily por lo bajo- deseo
-¿Qué
quieres Lis?- pregunto al azabache junto a ella.
-Ha no
es nada- se apresuró a decir- Ted, por favor.
Se acercaba la Navidad. Una mañana de
mediados de diciembre Hogwarts se descubrió cubierto por dos metros de nieve.
El lago estaba sólidamente congelado y los gemelos Weasley fueron castigados
por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran a Quirrell y lo golpearan
en la parte de atrás de su turbante.
Ojala hubiéramos
hecho más que eso- pensaron los jóvenes.
Las pocas lechuzas que habían podido llegar a
través del cielo tormentoso para dejar el correo tuvieron que quedar al cuidado
de Hagrid hasta recuperarse, antes de volar otra vez.
-¿Quien
en su sano juicio mandan correo durante las tormentas?- cuestiono Dora.
-Eso
suponiendo que supieran que había tormenta.- razono Lupin.
-Siempre
tienes que saltar con la lógica- dijo juguetonamente
-Es un habito
difícil de quitar- respondió siguiéndole el juego.
Todos estaban impacientes de que empezaran
las vacaciones. Mientras que la sala común de Gryffindor y el Gran Comedor
tenían las chimeneas encendidas, los pasillos, llenos de corrientes de aire, se
habían vuelto helados, y un viento cruel golpeaba las ventanas de las aulas. Lo
peor de todo eran las clases del profesor Snape, abajo en las mazmorras, en
donde la respiración subía como niebla y los hacía mantenerse lo más cerca
posible de sus calderos calientes.
-Claro,
porque necesitaríamos calor para estudiar- ironizo Sirius.
-Mira quién
habla de estudios Black- le rebatió Snape.
-Pues
aun así tengo mejores notas que tu pelo grasiento- le increpo.
-Tu maldito…
-¡Los
dos guarden silencio!- los callo Lily- ambos parecen una par de críos inmaduros.
-¡¡Yo no
soy como él!!- dieron al mismo tiempo.
-Como
sea. Ya dejen que Ted continúe leyendo.
—Me da mucha lástima —dijo Draco Malfoy, en
una de las clases de Pociones— toda esa gente que tendrá que quedarse a pasar
la Navidad en Hogwarts, porque no los quieren en sus casas.
Muchos
resoplaron molestos, eso sin duda lo decía para molestar a Harry y nada más.
Mientras hablaba, miraba en dirección a Harry.
Crabbe y Goyle lanzaron risitas burlonas. Harry, que estaba pesando polvo de
espinas de pez león, no les hizo caso. Después del partido de quidditch, Malfoy
se había vuelto más desagradable que nunca.
-Eso
era posible- interrogaron los gemelos Prewett.
-Al
parecer si- les respondió James
Disgustado por la derrota de Slytherin, había
tratado de hacer que todos se rieran diciendo que un sapo con una gran boca
podía reemplazar a Harry como buscador. Pero entonces se dio cuenta de que
nadie lo encontraba gracioso, porque estaban muy impresionados por la forma en
que Harry se había mantenido en su escoba. Así que Malfoy; celoso y enfadado,
había vuelto a fastidiar a Harry por no tener una familia apropiada.
-Mejor
no tener familia a tener a un infeliz como padre- increpo Sirius en contra de
Lucius mientras este lo traba de acecinar con la mirada. Draco simplemente bajo
la vista sintiéndose mal e interiormente le daba la razón al hombre.
Era verdad que Harry no iría a Privet Drive
para las fiestas. La profesora McGonagall había pasado la semana antes,
haciendo una lista de los alumnos que iban a quedarse allí para Navidad, y
Harry puso su nombre de inmediato. Y no se sentía triste,
-Como podría,
cualquiera elegiría Hogwarts que a esos malditos hijos de…
-¡¡Nymphadora!!
-¿Qué?,
hay que llamar a las cosas por su nombre que no—se defendió la chica haciendo
que muchos rieran y que todos (en especial los bromistas) estuvieran de acuerdo
con sus palabras.
Ya que probablemente ésa sería la mejor
Navidad de su vida. Ron y sus hermanos también se quedaban, porque el señor y
la señora Weasley se marchaban a Rumania, a visitar a Charles.
-Si me entristeció
que no fueran- acepto Chales- pero me alegra que no hayan dejado solo a su
amigo.
Cuando abandonaron los calabozos, al finalizar
la clase de Pociones, encontraron un gran abeto que ocupaba el extremo del
pasillo. Dos enormes pies aparecían por debajo del árbol y un gran resoplido
les indicó que Hagrid estaba detrás de él.
—Hola, Hagrid. ¿Necesitas ayuda? —preguntó
Ron, metiendo la cabeza entre las ramas.
-Oh
eres muy considerado Ronnie- comenzó Fred.
-Pero
con lo enclenques que eran como pretendías que lo ayudaran-concluyo George.
-Solo estaba
tratando de ser amable- rebatió el pelirrojo.
.Y es
algo que ustedes podrían aprender- los regaño Molly viéndolos con reproche.
—No, va todo bien. Gracias, Ron.
— ¿Te importaría quitarte de en medio? —La
voz fría y gangosa de Malfoy llegó desde atrás—. ¿Estás tratando de ganar algún
dinero extra, Weasley? Supongo que quieres ser guardabosques cuando salgas de
Hogwarts... Esa choza de Hagrid debe de parecerte un palacio, comparada con la
casa de tu familia.
-Tu
maldito hijo de…
-¡Sirius/chicos!-
gritaron Lily a su amigo y Molly a todos sus hijos.
-Pero…
-¡¡Pero
nada!!- dijeron con más fuerza las pelirrojas- ¡¡cállense y siéntense!!
De mala
gana todos obedecieron sin rechistar.
Ron se lanzó contra Malfoy justo cuando
aparecía Snape en lo alto de las escaleras.
— ¡WEASLEY!
Ron soltó el cuello de la túnica de Malfoy.
—Lo han provocado, profesor Snape —dijo
Hagrid, sacando su gran cabeza peluda por encima del árbol—. Malfoy estaba
insultando a su familia.
—Lo que sea, pero pelear está contra las
reglas de Hogwarts, Hagrid —dijo Snape con voz amable—. Cinco puntos menos para
Gryffindor; Weasley, y agradece que no sean más. Y ahora marchaos todos.
-¡Y
porque a ellos no les bajas puntos ¿he?!- interrogo con furia Lily a su
“amigo”- ir contra los estudiantes a excepción de los de tu casa, eso es algo
despreciable- termino con cierto asco en la voz y Severus bajo la vista, no
podía defender lo indefendible.
-A ver
querida pelirroja, ¿cómo tu si puedes gritarle a “ese” y nosotros…?
-Porque
una cosa es reprenderlo por sus deficientes prácticas como educador y otra muy
diferente es hacer acusaciones sin fundamentos Black
-Pero
Lily…
-¡Ya
cállate Black!- reclamo Marlene cansada por su terquedad- o te aremos callar.
-Tú y
cuantas más McKinnon- rebatió el hombre, pero entonces se escucharon varios carraspeos
de parte de Lily, Alice y Nymphadora- ¿Qué, tú también sobrina?, no importa,
pues yo tengo a lunático y cornamenta de mi lado, cierto- volteo a ver a sus
amigos.
-Sirius
y yo hemos pasado muchas cosas juntos- comenzó el castaño- y siendo el cerebro
del grupo que soy, yo digo, que te quedas solo colega, yo no pienso ir en
contra de ellas - aseguro acercándose más a Nymphadora que sonreía
arrogantemente.
-Y yo
te ayudaría hermano, pero tarde años en convencer a Lily para ser mi novia, y
aun no quiero morir, así que, hasta pronto canuto.
-Ustedes
son solo un par de falderos traidores- acuso Black ante la diversión de muchos.
Cuando por fin se calmaron Ted retomo la lectura.
Malfoy, Crabbe y Goyle pasaron bruscamente,
sonriendo con presunción.
—Voy a atraparlo —dijo Ron, sacando los
dientes ante la espalda de Malfoy—. Uno de estos días lo atraparé...
—Los detesto a los dos —añadió Harry—. A
Malfoy y a Snape.
-Todos
carrocho, todos lo hacemos- le aseguro canuto.
—Vamos, arriba el ánimo, ya es casi Navidad
—dijo Hagrid—. Os voy a decir qué haremos: venid conmigo al Gran Comedor; está
precioso.
Así que los tres siguieron a Hagrid y su
abeto hasta el Gran Comedor, donde la profesora McGonagall y el profesor
Flitwick estaban ocupados en la decoración.
El salón estaba espectacular. Guirnaldas de
muérdago y acebo colgaban de las paredes, y no menos de doce árboles de Navidad
estaban distribuidos por el lugar, algunos brillando con pequeños carámbanos,
otros con cientos de velas.
-Las decoraciones
siempre son magníficas- dijeron las chica.
— ¿Cuántos días os quedan para las
vacaciones? —preguntó Hagrid.
—Sólo uno —respondió Hermione—. Y eso me
recuerda... Harry, Ron, nos queda media hora para el almuerzo, deberíamos ir a
la biblioteca.
-¡¿A la
biblioteca antes de vacaciones?!- se escandalizaron James y Sirius- ¡ni lunático
ni Lily hacían eso! -continuo el oji gris y los aludidos lo vieron con
reproche.
-¡¿Cómo
tú pudiste cometer semejante crimen hijo?! -agregó el azabache con dramatismo.
-Porque
no mejor se callan y seguimos leyendo- respondió Harry en parte divertido en parte
molesto.
—Sí, claro, tienes razón —dijo Ron,
obligándose a apartar la vista del profesor Flitwick, que sacaba burbujas doradas
de su varita, para ponerlas en las ramas del árbol nuevo.
-¡¿Tú también
Ronnie?!- exclamaron los gemelos Weasley de la misma forma.
-Hay
sobrinito, ¡¿Cómo puedes hacernos esto?!- comentó Fabián.
-Que no
vez que este paso te volverás un
prefecto- continuo Gideon.
Los del
futuro rieron levemente porque en efecto en su cuarto año lo habían hecho prefecto
de su casa, si esa era su reacción ahora no, se podía imaginar cómo actuarían
cuando se enteraran.
— ¿La biblioteca? —Preguntó Hagrid,
acompañándolos hasta la puerta—. ¿Justo antes de las fiestas? Un poco triste,
¿no creéis?
-¡Ya
ven!, hasta Hagrid lo piensa- atajo canuto.
—Oh, no es un trabajo —explicó alegremente
Harry—. Desde que mencionaste a Nicolás Flamel, estamos tratando de averiguar
quién es.
-A
bueno siendo así es otra historia cierto canuto.
-Muy
cierto cornamenta.
-Pueden
cerrar sus bocas de una vez- exclamo Lily un poco desesperada- y ustedes- les
hablo al trio- ¿cómo se pueden meter en esos asuntos?, eso es algo que no les debe
concernir- reprendió la mujer al trio.
-Pero
querida, no es nada malo, solo quieren saber quién es Flamel.
-Para
descubrir que es lo que guarda el perro de tres cabezas- resalto ella
-Ya
ríndete James- le aconsejo Lupin- sabes que nunca le ganas en una discusión.
— ¿Qué? —Hagrid parecía impresionado—.
Escuchadme... Ya os lo dije... No os metáis. No tiene nada que ver con vosotros
lo que custodia ese perro.
—Nosotros queremos saber quién es Nicolás
Flamel, eso es todo —dijo Hermione.
—Salvo que quieras ahorrarnos el trabajo
—añadió Harry—. Ya hemos buscado en miles de libros y no hemos podido encontrar
nada... Si nos das una pista... Yo sé que leí su nombre en algún lado.
-¿En
serio?- peguntaron los merodeadores.
-Sí, fue
en el cromo de ranas de chocolate de Dumbledore- dijo por sorpresa de todos Lily.
—No voy a deciros nada —dijo Hagrid con
firmeza.
—Entonces tendremos que descubrirlo nosotros
—dijo Ron. Dejaron a Hagrid malhumorado y fueron rápidamente a la biblioteca.
Habían estado buscando el nombre de Flamel
desde que a Hagrid se le escapó, porque ¿de qué otra manera podían averiguar lo
que quería robar Snape? El problema era la dificultad de buscar; sin saber qué
podía haber hecho Flamel para figurar en un libro. No estaba en Grandes magos
del siglo XX ni en Notables nombres de la magia de nuestro tiempo; tampoco
figuraba en Importantes descubrimientos en la magia moderna ni en Un estudio
del reciente desarrollo de la hechicería. Y además, por supuesto, estaba el
tamaño de la biblioteca, miles y miles de libros, miles de estantes, cientos de
estrechas filas...
-Claro
que no lo encontraran ahí- comento Dumbledore por lo bajo a los profesores-
tienen que explorar más hacia el pasado- los que sabían a que se refería asintieron
en conformidad.
Hermione sacó una lista de títulos y temas
que había decidido investigar; mientras Ron se paseaba entre una fila de libros
y los sacaba al azar. Harry se acercó a la Sección Prohibida. Se había
preguntado si Flamel no estaría allí.
-Lo
dudo realmente hijo- hablo Lily
Pero por desgracia, hacía falta un permiso
especial, firmado por un profesor, para mirar alguno de los libros de aquella
sección, y sabía que no iba a conseguirlo. Allí estaban los libros con la
poderosa Magia del Lado Oscuro, que nunca se enseñaba en Hogwarts y que sólo
leían los alumnos mayores, que estudiaban cursos avanzados de Defensa Contra
las Artes Oscuras.
-Son
tétricos, pero a la vez muy informativos- comento Hermione por lo bajo.
Como
Ron y Harry se unirían al equipo de aurores, habían obtenido permiso para
entrar a la sección prohibida por parte de McGonagall, y constantemente Ron le
mostraba los libros para que le echara una mano para estudiar.
— ¿Qué estás buscando, muchacho?
—Nada —respondió Harry.
-Eso lo
saco de Lily- exclamo Remus de inmediato.
-Es
cierto, mi esposa es muy lista pero no es buena para las excusas- la chica se
sonrojo ante eso.
La señora Pince, la bibliotecaria, empuñó un
plumero ante su cara.
—Entonces, mejor que te vayas. ¡Vamos, fuera!
Harry salió de la biblioteca, deseando haber
sido más rápido en inventarse algo. Él, Ron y Hermione se habían puesto de
acuerdo en que era mejor no consultar a la señora Pince sobre Flamel. Estaban
seguros de que ella podría decírselo, pero no podían arriesgarse a que Snape se
enterara de lo que estaban buscando.
-Esa es
una buena precaución- hablo Alastor- pero hay otras formas de saber la verdad.
-No sugieres
que usen alguna poción o hechizo ¿verdad?- interrogo Fabián.
-Si fueran
magos más experimentados si- aseguro el hombre- pero para su edad lo mejor sería
que trataran de engañarla y que soltara información sin que tuviera la
intención-aclaro el auror.
-Con
palabas, cielos, eso algo poco propio para ti no crees- comento Gideon
ganándose una mirada acecina del hombre.
Harry los esperó en el pasillo, para ver si
los otros habían encontrado algo, pero no tenía muchas esperanzas. Después de
todo, buscaban sólo desde hacía quince días y en los pocos momentos libres, así
que no era raro que no encontraran nada. Lo que realmente necesitaban era una
buena investigación, sin la señora Pince pegada a sus nucas.
Cinco minutos más tarde, Ron y Hermione
aparecieron negando con la cabeza. Se marcharon a almorzar.
—Vais a seguir buscando cuando yo no esté,
¿verdad? —Dijo Hermione—. Si encontráis algo, enviadme una lechuza.
—Y tú podrás preguntarle a tus padres si
saben quién es Flamel —dijo Ron—. Preguntarle a ellos no tendrá riesgos.
—Ningún riesgo, ya que ambos son dentistas
—respondió Hermione.
-¿Qué
son dentiscas?- pegunto James.
-Dentistas,
es una profesión muggle en la que dedican al cuidado de los dientes- explico Lily-
y si no tienes algo más inteligente que añadir deja que sigan leyendo- le reprendió
la pelirroja por su innecesario interrupción.
Cuando comenzaron las vacaciones, Ron y Harry
tuvieron mucho tiempo para pensar en Flamel. Tenían el dormitorio para ellos y
la sala común estaba mucho más vacía que de costumbre, así que podían elegir los
mejores sillones frente al fuego. Se quedaban comiendo todo lo que podían
pinchar en un tenedor de tostar (pan, buñuelos, melcochas) y planeaban formas
de hacer que expulsaran a Malfoy, muy divertidas, pero imposibles de llevar a
cabo.
-Harry,
como puedes pensar en eso- reprendió Lily.
-Era
solo un niño, además no dudo que él también pensaba eso- se defendió el azabache.
-De
hecho si, en más de una ocasión- acepto el rubio ante la mirada represiva de su
madre.
Ron también comenzó a enseñar a Harry a jugar
al ajedrez mágico. Era igual que el de los muggles, salvo que las piezas
estaban vivas, lo que lo hacía muy parecido a dirigir un ejército en una
batalla. El juego de Ron era muy antiguo y estaba gastado. Como todo lo que
tenía, había pertenecido a alguien de su familia, en este caso a su abuelo.
Los señores
Weasley bajaron la cabeza un poco apenados por no poder darle algo mejor a sus
hijos, pero una mirada compresiva de todos sus hijos y de varios de los
presentes, los hizo sentirse un poco mejor.
Sin embargo, las piezas de ajedrez viejas no
eran una desventaja. Ron las conocía tan bien que nunca tenía problemas en
hacerles hacer lo que quería.
Harry jugó con el ajedrez que Seamus Finnigan
le había prestado, y las piezas no confiaron en él. Él todavía no era muy buen
jugador, y las piezas le daban distintos consejos y lo confundían, diciendo,
por ejemplo: «No me envíes a mí. ¿No ves el caballo? Muévelo a él, podemos
permitirnos perderlo».
-Constantemente
es el destino que corre esa pieza- menciono Arthur y Lupin lo secundo asintiendo.
En la víspera de Navidad, Harry se fue a la
cama, deseoso de que llegara el día siguiente, pensando en toda la diversión y
comida que lo aguardaban, pero sin esperar ningún regalo.
-¿Como
que no esperabas regalos?, si es la mejor parte- exclamo Sirius.
-¿Y de
quien los recibiría?, de los Dursley- contraataco el azabache- era raro que me
regalan algo, y estando en el castillo no esperaba que tan siquiera intentaran
enviarme algo- dijo sin darle importancia a lo que el animago se quedó sin
palabras.
Sin
embargo James y Lily escuchaban todo eso con tristeza, le dolía que a pesar de
lo bueno que le pasaba, aun no podía tener una infancia normal.
-Relájense,
ya cambaremos todo eso- trato de animarlos Remus que había notado su estado.
-Sí,
eso es cierto- hablo ahora Sirius- incluso aremos fiestas que duraran varios días
y llenaremos la casa de juguetes solo para él.
Aquellos
que conocían al hombre sabían que si era capaz de dejar bacía su bóveda de Gringotts
para conseguirlo. Harry por su parte se sentía
feliz por la idea de pasar esos días feliz como cualquier otro chico normal,
pero no le agradaba tanto eso que le dieran todo lo que quería y hasta lo que
no.
Cuando al día siguiente se despertó temprano,
lo primero que vio fue unos cuantos paquetes a los pies de su cama.
—¡Feliz Navidad! —lo saludó medio dormido
Ron, mientras Harry saltaba de la cama y se ponía la bata.
—Para ti también —contestó Harry—. ¡Mira
esto! ¡Me han enviado regalos!
-Era
eso o recibir unos nabos- comento canuto y los del futuro rieron.
—¿Qué esperabas, nabos? —dijo Ron,
volviéndose hacia sus propios paquetes, que eran más numerosos que los de Harry
-Mira
nada más, la misma mente retorcida- comentó Marlene y todos comenzaron a reír.
Harry cogió el paquete que estaba más arriba.
Estaba envuelto en papel de embalar y tenía escrito: «Para Harry de Hagrid».
Contenía una flauta de madera, toscamente trabajada. Era evidente que Hagrid la
había hecho. Harry sopló y la flauta emitió un sonido parecido al canto de la lechuza.
-Muchas
gracias Hagrid, ese fue un hermoso detalle- dijo con felicidad Lily.
-Y
además nos fue muy útil- comento por lo bajo el azabache a sus amigos.
El segundo, muy pequeño, contenía una nota.
«Recibimos tu mensaje y te mandamos tu regalo
de Navidad. De tío Vernon y tía Petunia.» Pegada a la nota estaba una moneda de
cincuenta peniques.
-Oh
pero que detalle- ironizo Lily,
—Qué detalle —comentó Harry.
Era
increíble como su humor cambiaba de un párrafo al otro, ahora estaba viendo a
su hijo con ternura mientras le revolvía el cabello nuevamente.
Ron estaba fascinado con los cincuenta
peniques.
—¡Qué raro! —dijo— ¡Qué forma! ¿Esto es
dinero?
-¡Es
igual a Arthur!- comentaron al unísono los gemelos Prewett
-Eso no
es malo- rebatió Ron haciendo que su padre lo viera con orgullo.
-Por
supuesto que no es malo Ron- aseguro su madre- siempre que no tengas un cuarto repleto
de cachivaches muggles- felicito a su hijo y reprendió a su esposo en la misma oración.
—Puedes quedarte con ella —dijo Harry, riendo
ante el placer de Ron—. Hagrid, mis tíos... ¿Quién me ha enviado éste?
—Creo que sé de quién es ése —dijo Ron, algo
rojo y señalando un paquete deforme—. Mi madre. Le dije que creías que nadie te
regalaría nada y.. oh, no —gruñó—, te ha hecho un jersey Weasley.
-¿Un qué?-
preguntaron algunos.
Harry abrió el paquete y encontró un jersey
tejido a mano, grueso y color verde esmeralda, y una gran caja de pastel de
chocolate casero.
-Enserio
Molly, gracias- le dijo Lily viendo a la mujer.
-De
nada querida, ustedes hubieran hecho lo mismo por cualquiera de mis hijos-
hablo la señora Weasley.
-Aunque
no sería algo casero- atajo Sirius- a este inútil hasta se le quema el agua- señaló
a James que lo vio con rencor mientras algunos reían
-Pero
yo si soy muy buena en eso Sirius- le recordó la castaña con una ligera molestia.
-Valla
hermanita, igual a nuestra madre- comento Gideon, ya que cada año recibían una
bufanda, un gorro o un jersey tejido.
-Sí,
solo que en ese tiempo serian jerseys Prewett- apoyo Fabián.
—Cada año nos teje un jersey —dijo Ron,
desenvolviendo su paquete— y el mío siempre es rojo oscuro.
—Es muy amable de parte de tu madre —dijo
Harry probando el pastel, que era delicioso.
-Ya me está
dando hambre- comento Sirius- Remus, ¿me das un chocolate?- pegunto alzando la
mano.
-Claro
que no canuto- dijo de manea cortante.
-Remus,
¿me das un chocolate?- dijo esta vez Tonks y el licántropo de inmediato le
alcanzo uno.
-¡Hey!,
¿por qué ella si le das y no a mí?
-Te recuerdo
que estos chocolates nos lo enviaron a nosotros- resalto Remus- así que deja de
interrumpir con tus cosas- término haciendo que su amigo se sentara con los brazos
cruzados.
El siguiente regalo también tenía golosinas,
una gran caja de ranas de chocolate, de parte de Hermione.
Le quedaba el último. Harry lo cogió y notó
que era muy ligero. Lo desenvolvió.
Algo fluido y de color gris plateado se
deslizó hacia el suelo y se quedó brillando. Ron bufó.
-Eso…
eso es- comenzó James con sorpresa y emoción.
-Creo
que si cornamenta amigo- termino canuto
Mientras
tanto una idea se comenzó a formar en la mente el anciano director, una disipación
como esa se le hacía muy particular, tal vez se podría tratar de una de esas
tres antiguas reliquias, cuya búsqueda la había salido tan cara.
—Había oído hablar de esto —dijo con voz
ronca, dejando caer la caja de grageas de todos los sabores, regalo de Hermione—.
Si es lo que pienso, es algo verdaderamente raro y valioso.
—¿Qué es?
-Algo
que te será muy útil cachorito- comenzó canuto.
-Me
atrevería a decir que es la herencia más valiosa de la familia Potter.-agrego James
con un brillo especial en sus ojos.
-Y de
seguro le darás un mejor uso que este par- termino Remus sonriendo.
Harry cogió el género brillante y plateado.
El tocarlo producía una sensación extraña, como si fuera agua convertida en
tejido.
—Es una capa invisible —dijo Ron, con una
expresión de temor reverencial—. Estoy seguro... Pruébatela.
Todos sin
excepción, quedaron sorprendidos ante lo que decían, muy pocos sabían de la
existencia de esa capa.
Harry se puso la capa sobre los hombros y Ron
lanzó un grito.
—¡Lo es! ¡Mira abajo!
Harry se miró los pies, pero ya no estaban.
Se dirigió al espejo. Efectivamente: su reflejo lo miraba, pero sólo su cabeza
suspendida en el aire, porque su cuerpo era totalmente invisible. Se puso la
capa sobre la cabeza y su imagen desapareció por completo.
Increíble-
dijeron muchos al tiempo que Dumbledore afianzaba su feria de la capa, sin duda
ese artefacto le sería muy útil a joven Potter.
—¡Hay una nota! —dijo de pronto Ron—. ¡Ha
caído una nota!
Harry se quitó la capa y cogió la nota. La
caligrafía, fina y llena de curvas, era desconocida para él. Decía:
Tu
padre dejó esto en mi poder antes de morir. Ya es tiempo de que te sea
devuelto. Utilízalo bien.
Una muy
Feliz Navidad para ti.
-Pero
quien te la pudo haber enviado- indago Sirius- cornamenta nunca se separa de
esa capa.
-Tal
vez alguno de ustedes-se aventuró James.
-Pero
por lo que hemos leído ninguno de ellos tiene una verdadera participación- dijo
Lily con un leve tono de reproche.
-Entones
quien puso ser Lis.
-Saldrá
en el final del libro- hablo Harry interrumpiéndolos.
-¡Hasta
el final!- exclamo el oji gris- no podríamos saltarnos unas hojas y…
-¡No
Sirius!- le aseguraron sus amigos Lily, Marlene, los Weasley y los profesores.
No tenía firma. Harry contempló la nota. Ron
admiraba la capa.
—Yo daría cualquier cosa por tener una —dijo—
Lo que sea. ¿Qué te sucede?
—Nada —dijo Harry Se sentía muy extraño.
¿Quién le había enviado la capa? ¿Realmente había pertenecido a su padre?
-No
tengo idea pequeño, y si, era mía- aseguro el azabache- aunque antes también
fue de mi padre- agrego.
Antes de que pudiera decir o pensar algo, la
puerta del dormitorio se abrió de golpe y Fred y George Weasley entraron. Harry
escondió rápidamente la capa. No se sentía con ganas de compartirla con nadie
más.
-¡Hay
Harry cómo pudiste!- dramatizó Fred.
-¡Y
nosotros que te queremos tanto!- lo segundo George.
-¡Compartimos
nuestros secretos!- y agrego en un susurro para que solo él lo escuchara- y también
a nuestra hermana.
-¡Eres
como un hermano para nosotros, y nos lo ocultaste!
-¡¿Por qué
Harry?, ¿Por qué?!- terminaron al mismo tempo con falsas lágrimas en los ojos mientras
los demás negaban con la cabeza divertidos.
—¡Feliz Navidad!
—¡Eh, mira! ¡A Harry también le han regalado
un jersey Weasley!
Fred y George llevaban jerséis azules, uno
con una gran letra F y el otro con la G.
—El de Harry es mejor que el nuestro —dijo
Fred cogiendo el jersey de Harry—. Es evidente que se esmera más cuando no es
para la familia.
-Y lo
sigo diciendo- aseguro este.
-¡¡Fred!!-
le grito la su madre.
— ¿Por qué no te has puesto el tuyo, Ron? —Quiso
saber George—. Vamos, pruébatelo, son bonitos y abrigan.
—Detesto el rojo oscuro —se quejó Ron,
mientras se lo pasaba por la cabeza.
-Lo
lamento Ron- se disculpó su madre.
-No hay
problema mamá- le restó importancia el chico.
—No tenéis la inicial en los vuestros
—observó George—. Supongo que ella piensa que no os vais a olvidar de vuestros
nombres. Pero nosotros no somos estúpidos... Sabemos muy bien que nos llamamos
Gred y Feorge.
-Eso es
muy ingenioso no Gabián
-Mucho
mi querido Fideon- hablaron los gemelo Prewett haciéndolos reír a todos.
—¿Qué es todo ese ruido?
Percy Weasley asomó la cabeza a través de la
puerta, con aire de desaprobación. Era evidente que había ido desenvolviendo
sus regalos por el camino, porque también tenía un jersey bajo el brazo, que
Fred vio.
—¡P de prefecto! Pruébatelo, Percy, vamos,
todos nos lo hemos puesto, hasta Harry tiene uno.
—Yo... no... quiero —dijo Percy, con firmeza,
mientras los gemelos le metían el jersey por la cabeza, tirándole las gafas al
suelo.
-Lo
siento por eso- se disculpó Percy al recordar lo petulante de su postura en ese
tiempo.
-No hay
problema bobo- hablo George.
—Y hoy no te sentarás con los prefectos —dijo
George—. La Navidad es para pasarla en familia.
-En eso
tienen mucha razón- comento Bill como el mayor de los hermanos.
Cogieron a Percy y se lo llevaron de la
habitación, con los brazos sujetos por el jersey.
Harry no había celebrado en su vida una
comida de Navidad como aquélla. Un centenar de pavos asados, montañas de
patatas cocidas y asadas, soperas llenas de guisantes con mantequilla,
recipientes de plata con una grasa riquísima y salsa de moras, y muchos huevos
sorpresa esparcidos por todas las mesas. Estos fantásticos huevos no tenían
nada que ver con los flojos artículos de los muggles, que Dudley habitualmente
compraba, ni con juguetitos de plástico ni gorritos de papel.
-Por
supuesto que no, nuestras cosas están más elaboradas- aseguro Sirius.
-Y no
han visto lo que Fred y yo hemos estado planeando.
-Serán
unos artículos de bromas exclusivos para esas fiestas.
-¿Qué
son?- peguntaron de inmediato los bromistas.
-Tendrán
que esperar a que los inventemos- rebatieron los gemelos Weasley logrando que
los otros los vieran con rencor.
Ted
continuo relatando como se desarrolló la fiesta, la forma en que los profesores
estaban conviviendo entre ellos, de cómo Percy casi se rompe un diente gracias
a un sickle de plata dentro del pavo y del beso en la mejilla de Hagrid a
McGonagall que termino sonrojándose.
-Solo
en contadas ocasiones hemos visto tan relajada a la profesora McGonagall- comentó
Remus.
-Pero
no es extraño ver a nuestro Hagrid subido de copas- agrego Sirius logrando que
el gigante se sonrojara.
-¡Porque
no mejor no cierras la boca!- intervino Lily
-Es
cierto, tú te has embriagado tres o cuatro veces por cada una de Hagrid- resalto
Marlene a lo que al animago no pudo reclamar nada.
Cuando Harry finalmente se levantó de la
mesa, estaba cargado de cosas de las sorpresas navideñas, y que incluían globos
luminosos que no estallaban, un juego de Haga Crecer Sus Propias Verrugas y piezas
nuevas de ajedrez. Los ratones blancos habían desaparecido, y Harry tuvo el
horrible presentimiento de que iban a terminar siendo la cena de Navidad de la
Señora Norris.
-Sería
una lástima- comento Tonks que no le gustaba la idea.
Harry y los Weasley pasaron una velada muy
divertida, con una batalla de bolas de nieve en el parque. Más tarde, helados,
húmedos y jadeantes, regresaron a la sala común de Gryffindor para sentarse al
lado del fuego. Allí Harry estrenó su nuevo ajedrez y perdió espectacularmente
con Ron. Pero sospechaba que no habría perdido de aquella manera si Percy no
hubiera tratado de ayudarlo tanto.
-Lo mejor
es siempre jugar tu propio juego- hablo Remus- de esa forma si ganas o pierdes
es solo responsabilidad tuya.
-Entonces
¿por qué te molestaste con migo y me hechizaste aquella vez lunático?
-Porque
cuando ibas a perder golpeaste el tablero tirándolo a piso, y rompiste varias piezas
en magnifico estado, canuto- le recordó a su amigo con voz de reproche.
Después de un té con bocadillos de pavo,
buñuelos, bizcocho borracho y pastel de Navidad, todos se sintieron tan hartos
y soñolientos que no podían hacer otra cosa que irse a la cama; no obstante,
permanecieron sentados y observaron a Percy, que perseguía a Fred y George por
toda la torre Gryffindor porque le habían robado su insignia de prefecto.
Fue el mejor día de Navidad de Harry.
-Tal vez
ahí, pero cuando cambiemos las cosas pasara todas las nocividades con su
familia- aseguro James ganándose una mirada de agradecimiento de su hijo.
Sin embargo, algo daba vueltas en un rincón
de su mente. En cuanto se metió en la cama, pudo pensar libremente en ello: la
capa invisible y quién se la había enviado.
Ron, ahíto de pavo y pastel y sin ningún
misterio que lo preocupara, se quedó dormido en cuanto corrió las cortinas de
su cama. Harry se inclinó a un lado de la cama y sacó la capa.
-Esto
se pondrá bueno- Sirius se tallo las manos por la emoción.
De su padre... Aquello había sido de su
padre. Dejó que el género corriera por sus manos, más suave que la seda, ligero
como el aire. «Utilízalo bien», decía la nota.
Tenía que probarla. Se deslizó fuera de la
cama y se envolvió en la capa. Miró hacia abajo y vio sólo la luz de la luna y
las sombras. Era una sensación muy curiosa.
-Pero
es grandiosa al mismo tiempo- hablo James recordando la primera vez que la
utilizo.
«Utilízalo bien.»
De pronto, Harry se sintió muy despierto. Con
aquella capa, todo Hogwarts estaba abierto para él.
-Esa es
la actitud cachorro.
-Ya sabía
que no podías ser un prefecto perfecto- atajo
James antes de ver la mirada furiosa de su novia- este digo…
-Mejor
no digas nada cornamenta- le recomendó el castaño.
Mientras estaba allí, en la oscuridad y el
silencio, la excitación se apoderó de él. Podía ir a cualquier lado con ella, a
cualquier lado, y Filch nunca lo sabría.
Ron gruñó entre sueños. ¿Debía despertarlo?
Algo lo detuvo. La capa de su padre... Sintió que aquella vez (la primera vez)
quería utilizarla solo.
Harry
le envió una mirada de disculpa a su amigo que se la devolvió como diciéndole
que no importaba, después de todo lo que habían pasado no se molestaría por una
insignificancia como esa.
Salió cautelosamente del dormitorio, bajó la
escalera, cruzó la sala común y pasó por el agujero del retrato.
—¿Quién está ahí? —chilló la Dama Gorda.
Harry no dijo nada. Anduvo rápidamente por el pasillo.
¿Adónde iría? De pronto se detuvo, con el
corazón palptante, y pensó. Y entonces lo supo. La Sección Prohibida de la
biblioteca.
-¡¡Noooo!!-
gritaron con dramatismo dos de los merodeadores- esos genes Evans están tomando
el control- continuo el oji gris que se ganó un golpe en la cabeza- auch pelirroja.
-Y la
próxima vez será con la varita- le advirtió al hombre
-Teniendo
todo Hogwarts para exploras decides ir a la biblioteca- exclamó james y varios chicos
del futuro y del pasado les extraño eso.
-Podrías
ir a las cocinas, al lago o incluso a la habitación de alguna chica.
-Sirius,
tenía solo once años.
-Y eso
que cachorro, a los catorce años tu padre y yo ya habíamos perdido la vir…-un
fuerte golpe de su amigo lo obligo a guardar silencio- bueno, quiero decir…
-Mejor
cierra la boca Black- le dijo la pelirroja con furia, estaban en problemas.
Iba a poder leer todo lo que quisiera, para
descubrir quién era Flamel.
-A bueno,
así la cosa cambia- dijo el azabache mayor con una dulce sonrisa a su novia,
pero ella aún estaba molesta.
La biblioteca estaba oscura y fantasmal.
Harry encendió una lámpara para ver la fila de libros. La lámpara parecía
flotar sola en el aire y hasta el mismo Harry, que sentía su brazo llevándola,
tenía miedo.
La Sección Prohibida estaba justo en el fondo
de la biblioteca. Pasando con cuidado sobre la soga que separaba aquellos
libros de los demás, Harry levantó la lámpara para leer los títulos.
-No
servirá de mucho- comentó Remus- algunos de esos libros no tienes título y
otros más que lo tienen esta escritas con runas u otras lenguas.
-Como
sabes eso- pregunto Dora viéndolo a los ojos.
-James y
Sirius estudian para ser aurores y yo veía interesante estudiar esos temas con
ellos.
-Además
siempre es útil tener al cerebro del grupo ahí para ayudarnos- agrego canuto
-Yo
opino lo mismo- agrego Ron volteando a ver a Hermione.
-Entonces
en el futuro me puedes ayudar a estudiar- hablo la metamorfomaga a Remus.
-Yo también
te podría ayudar- dijo Sirius ufanamente.
-Si podrías,
pero recuerda que fue Remus quien te enseña a ti- le recordó Lily
No le decían mucho. Las letras doradas
formaban palabras en lenguajes que Harry no conocía. Algunos no tenían títulos.
Un libro tenía una mancha negra que parecía sangre. A Harry se le erizaron los
pelos de la nuca. Tal vez se lo estaba imaginando, tal vez no, pero le pareció
que un murmullo salía de los libros, como si supieran que había alguien que no
debía estar allí.
-Algo
hay de eso- acepto la profesora McGonagall.
Tenía que empezar por algún lado. Dejó la
lámpara con cuidado en el suelo y miró en una estantería buscando un libro de
aspecto interesante. Le llamó la atención un volumen grande, negro y plateado.
Lo sacó con dificultad, porque era muy pesado y, balanceándolo sobre sus
rodillas, lo abrió.
-¡¡No!!-
grito desesperada Lily.
-¿Qué
ocurre cario?- pegunto James, quien al igual que muchos otros, la veía con
interrogación.
-A no,
no es nada- trato de hacerse la desentendida.
-Señorita
Evans- le hablo McGonagall con severidad
-Es que
ese libro grita cuando lo abren- confeso muy apenada, entonces Ted se apresuró
a seguir con la lectura.
Un grito desgarrador; espantoso, cortó el
silencio... ¡El libro gritaba!
-¿Tu
como sabia eso pelirroja?- indagó Sirius sorprendido.
Todos
los ojos se posaban sobre la chica que se sentía apenada, eso era algo que
nunca le había dicho a nadie, ni siquiera Alice que era su confidente sabía
todos los detalles de sus andanzas.
-Bueno,
la verdad- comenzó a decir cohibida-no son los únicos que vagabundeaban por las
noches- confeso para la sorpresa de todos.
-Pero
entonces tu…- James la veía con sorpresa- ¡Lo sabía!, sabía que eras la chica
perfecta para mí- agrego con alegría- ¿pero cómo…?
-Tu
capa no es la única forma de hacerse invisible- resalto la pelirroja- en cuarto
año aprendí a hacer el hechizo, y en ocasiones sacaba libros de biblioteca para
leer.
-Pero señorita
Evans- dijo McGonagall que la veía como una estudiante más que ejemplar.
-Era
solo para complementar mis estudios profesora- se defendió ella.
-Pero ¿cómo
lo hacías pelirroja?- interrogo Sirius- es cierto que siempre tenías un libro
en las manos, pero nunca te vimos con un libro de la sección prohibida.
-Es porque
ella era más discreta que ustedes- les aseguro Alice- tenía su escondite para
hacerlo.
-Pero
si nosotros conocemos todo el castillo- atajo James.
-¿Alguna
vez estuvieron en la sala de menesteres?- les pregunto a los merodeadores.
-No- le
respondieron.
-Pues
yo si- les confeso- en tercer año estaba escapando de James porque me molestaba
para que saliera con él, estaba en el séptimo piso deseando un lugar para
esconderme y apareció una puerta de la nada- les relato- me tomo el resto del
año averiguar cómo fusionaba y bueno, las veces que me perdía de vista iba a
esa habitación para tener un momento libre.
-Pero ¿por
qué nunca me lo dijiste?- pregunto cornamenta
-Por
algo se llamaba “lugar secreto” Potter- resalto Alice quien apenas se enteraba
de eso también.
-Ahora
si me dejaste sorprendido pelirroja- confeso canuto
-Sí, eres
increíble- aseguro el azabache abrazando a la chica y dándole un dulce beso,
todo bajo la severa mirada de Minerva McGonagall que seguía sin poder creerlo.
Harry lo cerró de golpe, pero el aullido
continuaba, en una nota aguda, ininterrumpida. Retrocedió y chocó con la
lámpara, que se apagó de inmediato. Aterrado, oyó pasos que se acercaban por el
pasillo, metió el volumen en el estante y salió corriendo. Pasó al lado de
Filch casi en la puerta, y los ojos del celador; muy abiertos, miraron a través
de Harry. El chico se agachó, pasó por debajo del brazo de Filch y siguió por
el pasillo, con los aullidos del libro resonando en sus oídos.
-Al
menos se libró de Filch-comento Ted.
-Pero
ahora estarán buscando a alguien que estuvo ahí- hablo Lily- tiene que regresar
de inmediato a la torre.
Se detuvo de pronto frente a unas armaduras.
Había estado tan ocupado en escapar de la biblioteca que no había prestado
atención al camino. Tal vez era porque estaba oscuro, pero no reconoció el lugar
donde estaba. Había armaduras cerca de la cocina, eso lo sabía, pero debía de
estar cinco pisos más arriba.
-Te
falta reconocer más el terreno Harry- comentó Fred.
-Nosotros
te podíamos dar un recorrido.
-Pues
yo no me siento mejor de que lo hagan- resalto Molly viendo con reproche a sus
hijos.
—Usted me pidió que le avisara directamente,
profesor, si alguien andaba dando vueltas durante la noche, y alguien estuvo en
la biblioteca, en la Sección Prohibida.
Harry sintió que se le iba la sangre de la
cara. Filch debía de conocer un atajo para llegar a donde él estaba, porque el
murmullo de su voz se acercaba cada vez más y, para su horror, el que le
contestaba era Snape.
-Otra
vez esos dos juntos- comentó sirius- no será que ellos dos.
-Black-
reclamo Snape.
-Bueno,
de cualquier forma eso es malo, debes escapar de ahí cachorro.
— ¿La Sección Prohibida? Bueno, no pueden
estar lejos, ya los atraparemos.
Harry se quedó petrificado, mientras Filch y
Snape se acercaban. No podían verlo, por supuesto, pero el pasillo era estrecho
y, si se acercaban mucho, iban a chocar contra él. La capa no ocultaba su
materialidad.
Ted
relato como el chico fue retoñeciendo hasta llegar a una puerta entre abierta y
como logro escapar de Filch y Snape entrando en ese lugar.
Transcurrieron unos pocos segundos antes de
que se fijara en la habitación que lo había ocultado.
-¿No
hay nada malo o peligros ahí verdad?- pegunto con preocupación Lily mientras
veía a su hijo.
-Bueno-
lo pensó un poco- eso depende de las circunstancias- eso tenso un poco a la
pelirroja- pero no es nada como el perro de tres cabezas.
Ante eso
la pelirroja se relajó un poco y Harry se tensó, sabía que era lo que seguía
después de eso.
Parecía un aula en desuso. Las sombras de
sillas y pupitres amontonados contra las paredes, una papelera invertida y
apoyada contra la pared de enfrente... Había algo que parecía no pertenecer
allí, como si lo hubieran dejado para quitarlo de en medio.
Todos
escuchaban atentamente.
Era un espejo magnífico, alto hasta el techo,
con un marco dorado muy trabajado, apoyado en unos soportes que eran como
garras. Tenía una inscripción grabada en la parte superior: Oesed lenoz aro cut
edon isara cut se onotse.
Al
segundo siguiente Lily comprendo la inscripción y todo el color de su cara se
fue de golpe, otro que también había entendió era Remus, que solo pudo expresar
un leve “oh no”
-¿Qué
ocurre?- le pregunto la peli-rosa que lo alcanzo a oír.
-Mira-
saco un pedazo de pergamino y escribió las palabras leídas y luego invirtió el
orden, cuando la chica lo leyó comprendió lo que se venía y su pelo pasó de
rosa a un azul muy opaco.
El
director estaba sorprendido por eso, que estaba haciendo un objeto tan antiguo
y potencialmente peligroso en un simple salón en desuso, debía de haber una muy
buena explicación para permitir que el espejo estuviera en ese lugar.
Ya no oía ni a Filch ni a Snape, y Harry no
tenía tanto miedo. Se acercó al espejo, deseando mirar para no encontrar su
imagen reflejada. Se detuvo frente a él.
Tuvo que llevarse las manos a la boca para no
gritar. Giró en redondo. El corazón le latía más furiosamente que cuando el
libro había gritado... Porque no sólo se había visto en el espejo, sino que
había mucha gente detrás de él.
-¿Qué?,
¿cómo que veías más gente?- pregunto James nervioso, y es que la forma en que
su pelirroja había reaccionado era muy poco común.
Pero la habitación estaba vacía. Respirando
agitadamente, volvió a mirar el espejo.
Allí estaba él, reflejado, blanco y con
mirada de miedo y allí, reflejados detrás de él, había al menos otros diez.
Harry miró por encima del hombro, pero no había nadie allí. ¿O también eran
todos invisibles? ¿Estaba en una habitación llena de gente invisible y la
trampa del espejo era que los reflejaba, invisibles o no?
-Es imposible,
de ser así habrías sentido a alguno de ellos cuando entraste- hablo Sirius sin
entender lo que ocurría.
Miró otra vez al espejo. Una mujer, justo
detrás de su reflejo, le sonreía y agitaba la mano. Harry levantó una mano y
sintió el aire que pasaba. Si ella estaba realmente allí, debía de poder
tocarla, sus reflejos estaban tan cerca... Pero sólo sintió aire: ella y los
otros existían sólo en el espejo.
Era una mujer muy guapa. Tenía el cabello
rojo oscuro y sus ojos... «Sus ojos son como los míos», pensó Harry, acercándose
un poco más al espejo. Verde brillante, exactamente la misma forma, pero
entonces notó que ella estaba llorando, sonriendo y llorando al mismo tiempo.
La Lily
frente ellos estaba soltando lagrimas ante la descripción, James no terminaba
de entender que pasaba, pero esa era la descripción de su novia, y si estaba
ahí, el hombre que estaba junto a ella en el espejo debía ser…
El hombre alto, delgado y de pelo negro que
estaba al lado de ella le pasó el brazo por los hombros. Llevaba gafas y el
pelo muy desordenado. Y se le ponía tieso en la nuca, igual que a Harry.
-No, no
puede ser- logro articulas Sirius sin poderlo creer.
Harry estaba tan cerca del espejo que su
nariz casi tocaba su reflejo.
— ¿Mamá? —susurró—. ¿Papá?
Eso fue
más de lo que podían soportar, los Potter comenzaron a llorar desconsoladamente
abrazados el uno al otro, Sirius apoyaba su cabeza en sus manos negando una y
otra vez, Andrómeda y Molly lloraban abrazadas por sus esposos y Tonks estaba
siendo consolada por Remus que tenía al pequeño Teddy que no entendía que
pasaba, Astoria soltaba lagrimas silenciosas sobre el pecho de Draco que no
daba crédito a lo que oía y se sintió mal por las burlas que había hecho
respecto a eso, Ron y Hermione estaban abrazados juntos viendo a su amigo con
pena, Ginny también estaba mal y deseaba abrázalo, pero saco fuerzas para hacer
que el azabache fuera con sus padres mientras lo gemelos se acercaban a ella
para consolarla.
En
cuanto Harry estuvo frente a ellos estos lo abrazaron como nunca antes lo
habían hecho con alguien, podían sentir un dolor profundo dentro de ellos al no
poder esta con su amado hijo, se sentía mal, se sentían furioso, se sentían
tristes. Y todos en el gran comedor no se encontraban mejor que ellos.
Snape
estaba sorprendido, no creía que fuera precisamente eso lo que viera en el
espejo (pues el también entendió la inscripción) aunque una parte de él quería
negarlo, también estaba sintiendo pena por el joven
En la
mesa de los profesores McGonagall soltaba lagrimas silenciosas mientras Dumbledore
veía con impresión al chico, a pesar del infierno de vida por el que había
pasado seguía siendo alguien puro de corazón, algo que incluso él no logro ser.
Después
de poco menos de una hora en que se lograron calmar, Arthur continúo con la
lectura.
Entonces lo miraron, sonriendo. Y lentamente,
Harry fue observando los rostros de las otras personas, y vio otro par de ojos
verdes como los suyos, otras narices como la suya, incluso un hombre pequeño que
parecía tener las mismas rodillas nudosas de Harry. Estaba mirando a su familia
por primera vez en su vida.
Esa última
frase hizo que todas las mujeres soltaran renovadas lágrimas de tristeza.
Los Potter sonrieron y agitaron las manos, y
Harry permaneció mirándolos anhelante, con las manos apretadas contra el
espejo, como si esperara poder pasar al otro lado y alcanzarlos. En su interior
sentía un poderoso dolor, mitad alegría y mitad tristeza terrible.
Los
Potter abrazaron con renovadas fuerzas a su hijo, en ese preciso momento ellos
podían sentir exactamente lo mismo que estaba escrito en el libro
No supo cuánto tiempo estuvo allí. Los
reflejos no se desvanecían y Harry miraba y miraba, hasta que un ruido lejano
lo hizo volver a la realidad. No podía quedarse allí, tenía que encontrar el
camino hacia el dormitorio. Apartó los ojos de los de su madre y susurró: «Volveré».
Salió apresuradamente de la habitación.
-Mi
bebe- sollozo Lily- como quisiera estar ahí, pero no creo que debas volver.
A toda
respuesta el chico le sonrió dulcemente haciéndole entender que comprendía lo
que quería decir.
—Podías haberme despertado —dijo malhumorado
Ron.
—Puedes venir esta noche. Yo voy a volver;
quiero enseñarte el espejo.
—Me gustaría ver a tu madre y a tu padre
—dijo Ron con interés.
-Aun no
entiendes el significado de la inscripción cierto- comentó Lily.
-¿Que
tiene que ver eso con que nos vea en el espejo?
-Usa la
cabeza cornamenta- le acuso Remus pasándole el pergamino que escribió para Dora
-Oesed
lenoz aro cut edon isara cut se onotse, esto no es tu cara sino de tu corazón
el deseo- leyó en voz alta para todo el comedor.
Después
de eso todos pudieron comprender la magia que despedía el espejo, y nuevas
lagrimas se agolparon en varios ojos ya que se dieron cuenta que lo Harry había
visto, era solamente el deseo proveniente del corazón de un niño huérfano de
once años.
—Y yo quiero ver a toda tu familia, todos los
Weasley. Podrás enseñarme a tus otros hermanos y a todos.
—Puedes verlos cuando quieras —dijo Ron—. Ven
a mi casa este verano. De todos modos, a lo mejor sólo muestra gente muerta.
Pero qué lástima que no encontraste a Flamel. ¿No quieres tocino o alguna otra
cosa? ¿Por qué no comes nada?
Harry no podía comer. Había visto a sus
padres y los vería otra vez aquella noche. Casi se había olvidado de Flamel. Ya
no le parecía tan importante. ¿A quién le importaba lo que custodiaba el perro
de tres cabezas? ¿Y qué más daba si Snape lo robaba?
Lily
negaba con la cabeza al escuchar esa parte, eso no era nada bueno para su hijo.
— ¿Estás bien? —Preguntó Ron—. Te veo raro.
Lo que Harry más temía era no poder encontrar
la habitación del espejo. Aquella noche, con Ron también cubierto por la capa,
tuvieron que andar con más lentitud. Trataron de repetir el camino de Harry
desde la biblioteca, vagando por oscuros pasillos durante casi una hora.
—Estoy congelado —se quejó Ron—. Olvidemos esto
y volvamos.
— ¡No! —susurró Harry—. Sé que está por aquí.
Varios
de los presentes, en especial los amigos y familiares del azabache, les
desagrado la insistencia que mostraba el chico para encontrar el espejo, sentía
que eso no era algo nada positivo para él.
Pasaron al lado del fantasma de una bruja
alta, que se deslizaba en dirección opuesta, pero no vieron a nadie más.
Justo cuando Ron se quejaba de que tenía los
pies helados, Harry divisó la pareja de armaduras.
—Es allí... justo allí... ¡sí!
Abrieron la puerta. Harry dejó caer la capa
de sus hombros y corrió al espejo.
Allí estaban. Su madre y su padre sonrieron
felices al verlo.
— ¿Ves? —murmuró Harry.
-No lo
ara, su corazón no deseara lo mismo que tu- razono Remus logrando que Ron se
sonrojara un poco al recordar lo que vio.
—No puedo ver nada.
— ¡Mira! Míralos a todos... Son muchos...
—Sólo puedo verte a ti.
—Pero mira bien, vamos, ponte donde estoy yo.
Harry dio un paso a un lado, pero con Ron
frente al espejo ya no podía ver a su familia, sólo a Ron con su pijama de
colores.
Sin embargo, Ron parecía fascinado con su
imagen.
Todos
los Weasley se preguntaban qué era lo que había visto en el espejo.
— ¡Mírame! —dijo.
— ¿Puedes ver a toda tu familia contigo?
—No... estoy solo... pero soy diferente...
mayor... ¡y soy delegado!
-Ósea como-
dijeron muchos
— ¿Cómo?
—Tengo... tengo un distintivo como el de Bill
y estoy levantando la copa de la casa y la copa de quidditch... ¡Y también soy
capitán de quidditch!
Ron apartó los ojos de aquella espléndida visión
y miró excitado a Harry.
-Ese es
tu mayor deseo- interrogo Bill.
-Tenía
solo once años, no puedes pedir mucho de mí- se defendió.
—¿Crees que este espejo muestra el futuro?
—¿Cómo puede ser? Si toda mi familia está
muerta... déjame mirar de nuevo...
—Lo has tenido toda la noche, déjame un
ratito más.
—Pero si estás sosteniendo la copa de
quidditch, ¿qué tiene eso de interesante? Quiero ver a mis padres.
—No me empujes.
-No
deberían pelearse- comentó Ginny- y más por una estupidez como esa.
-Fue
una de la pocas veces que lo hemos hecho, no puedes pedir que todo sea
perfecto- atajo Ron.
-Aun
así me parecen algo inmaduros.
-Hermione,
teníamos once años- se defendió Harry.
Un súbito ruido en el pasillo puso fin a la
discusión. No se habían dado cuenta de que hablaban en voz alta.
—¡Rápido!
Ron tiró la capa sobre ellos justo cuando los
luminosos ojos de la Señora Norris aparecieron en la puerta. Ron y Harry
permanecieron inmóviles, los dos pensando lo mismo: ¿la capa funcionaba con los
gatos? Después de lo que pareció una eternidad, la gata dio la vuelta y se
marchó.
—No estamos seguros... Puede haber ido a
buscar a Filch, seguro que nos ha oído. Vamos.
Y Ron empujó a Harry para que salieran de la
habitación.
-Eso es
tener sentido común- comento Charlie aprobatoriamente.
La nieve todavía no se había derretido a la
mañana siguiente.
— ¿Quieres jugar al ajedrez, Harry? —preguntó
Ron.
—No.
— ¿Por qué no vamos a visitar a Hagrid?
—No... ve tú...
-Ya
entendí- dijo de pronto Lily sorprendiendo a muchos.
-¿Que
entendiste Lily?- pregunto su novio.
-Harry
dijo que era peligrosos según las circunstancias- recordó la pelirroja- ahora
entiendo lo peligroso que puede ser ese espejo.
Harry
la vio con ternura al saber que ella lo comprendía, aunque era de los pocos que
lo hacían, varios estudiantes tanto del pasado como del futuro se seguían
preguntando cual era ese peligro de que hablaran.
—Sé en qué estás pensando, Harry, en ese
espejo. No vuelvas esta noche.
— ¿Por qué no?
—No lo sé. Pero tengo un mal presentimiento
y, de todos modos, ya has tenido muchos encuentros. Filch, Snape y la Señora
Norris andan vigilando por ahí ¿Qué importa si no te ven? ¿Y si tropiezan
contigo? ¿Y si chocas con algo?
-No es
común verte de esa forma Ronnie- hablo Fred para aligerar el ambiente.
-Sí, el
serio y responsable del grupo- apoyo George
-Oh cállense
ustedes dos
—Pareces Hermione.
—Te lo digo en serio, Harry, no vayas
Pero Harry sólo tenía un pensamiento en su
mente, volver a mirar en el espejo. Y Ron no lo detendría.
La tercera noche encontró el camino más
rápidamente que las veces anteriores.
-Si
fuera por razones diferentes no me molestaría- comento james para bajar la
tensión.
Andaba más rápido de lo que habría sido
prudente, porque sabía que estaba haciendo ruido, pero no se encontró con
nadie.
Y allí estaban su madre y su padre,
sonriéndole otra vez, y uno de sus abuelos lo saludaba muy contento. Harry se
dejó caer al suelo para sentarse frente al espejo. Nadie iba a impedir que
pasara la noche con su familia. Nadie.
Excepto...
Todos
se tensaron ante lo que pudiera pasar.
—Entonces de vuelta otra vez, ¿no, Harry?
-¿Quién
es?- interrogaron varios con cierto miedo.
Harry sintió como si se le helaran las
entrañas. Miró para atrás. Sentado en un pupitre, contra la pared, estaba nada
menos que Albus Dumbledore. Harry debió de haber pasado justo por su lado, y
estaba tan desesperado por llegar hasta el espejo que no había notado su
presencia.
—No... no lo había visto, señor.
—Es curioso lo miope que se puede volver uno
al ser invisible —dijo Dumbledore, y Harry se sintió aliviado al ver que le
sonreía
De
hecho todos los cercanos a Harry se sentían aliviados, por lo menos parecía que
en esa ocasión no saldría castigado.
—. Entonces —continuó Dumbledore, bajando del
pupitre para sentarse en el suelo con Harry—, tú, como cientos antes que tú,
has descubierto las delicias del espejo de Oesed.
—No sabía que se llamaba así, señor.
—Pero espero que te habrás dado cuenta de lo
que hace, ¿no?
—Bueno... me mostró a mi familia y...
—Y a tu amigo Ron lo reflejó como capitán.
-Usted
estuvo ahí esa noche-pregunto Ron.
-Puede
ser joven Weasley- comento ya que eso aún no ocurría.
— ¿Cómo lo sabe...?
—No necesito una capa para ser invisible
—dijo amablemente Dumbledore
-Sí, ya
Lis se encargó de ilustrarnos en el tema- comento el azabache haciendo que la
joven se sonrojara y besándola en la mejilla.
—Y ahora ¿puedes pensar qué es lo que nos
muestra el espejo de Oesed a todos nosotros?
Harry negó con la cabeza.
—Déjame explicarte. El hombre más feliz de la
tierra puede utilizar el espejo de Oesed como un espejo normal, es decir, se
mirará y se verá exactamente como es. ¿Eso te ayuda?
-Solo
un poco profesor- respondió el chico del futuro con media sonrisa.
Harry pensó. Luego dijo lentamente:
—Nos muestra lo que queremos... lo que sea
que queramos...
—Sí y no —dijo con calma Dumbledore—. Nos
muestra ni más ni menos que el más profundo y desesperado deseo de nuestro
corazón. Para ti, que nunca conociste a tu familia, verlos rodeándote. Ronald Weasley,
que siempre ha sido sobrepasado por sus hermanos, se ve solo y el mejor de
todos ellos.
-¿Eso
es cierto Ron?- pregunto Bill que decía lo que todos pensaban.
-En ese
tiempo sí, pero desde entonces he cambiado un poco- respondió.
-Y si
en este momento te toparas con el espejo, ¿qué verías en él?- aventuro Charlie.
Ron se
quedó pensativo unos segundos, y de forma automática le dio una rápida mirada a
Hermione que estaba sentada a su lado, luego devolvió la vista a sus hermanos y
respondió “a ustedes que les interesa”, pero la verdad era que todos pudieron
ver la reacción del pelirrojo, tal vez si o tal vez no la viera a ella, pero
sin duda era algo muy deseado por él.
Sin embargo, este espejo no nos dará
conocimiento o verdad. Hay hombres que se han consumido ante esto, fascinados
por lo que han visto. O han enloquecido, al no saber si lo que muestra es real
o siquiera posible.
Ahora
que Dumbledore lo planteaba así, todos sabían e incluso hasta les pareció obvio
el peligro potencia que ese enigmático espejo representaba.
—El espejo será llevado a una nueva casa
mañana, Harry, y te pido que no lo busques otra vez. Y si alguna vez te cruzas
con él, deberás estar preparado. No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y
olvidarse de vivir, recuérdalo. Ahora ¿por qué no te pones de nuevo esa
magnífica capa y te vas a la cama?
-Profesor,
¿qué quiso decir con eso de “estar preparado si lo volvía a ver”?- interrogo
Lily- en primer lugar ni siquiera debió de haberlo encontrado la primera vez.
-Me
temo señorita Evans, que tendremos que esperar a que a lectura continúe- dijo
el director que se estaba haciendo sus conjeturas.
Harry se puso de pie.
—Señor... profesor Dumbledore... ¿Puedo
preguntarle algo?
—Es evidente que ya lo has hecho —sonrió
Dumbledore—. Sin embargo, puedes hacerme una pregunta más.
— ¿Qué es lo que ve, cuando se mira en el
espejo?
— ¿Yo? Me veo sosteniendo un par de gruesos
calcetines de lana.
Varios
comenzaron a reír por contestación del ansiado, y otros se quedaron extrañados
de que le dijera tal disparate.
Harry lo miró asombrado.
—Uno nunca tiene suficientes calcetines
—explicó Dumbledore—. Ha pasado otra Navidad y no me han regalado ni un solo
par. La gente sigue insistiendo en regalarme libros.
En cuanto Harry estuvo de nuevo en su cama,
se le ocurrió pensar que tal vez Dumbledore no había sido sincero. Pero es que,
pensó mientras sacaba a Scabbers de su almohada, había sido una pregunta muy
personal.
-Sin
duda fue muy personal- comento Lily acomodándose en su lugar- hay muchas cosas
que te tendré que enseñar- le dijo con cierto tono de reprimenda.
Dumbledore
miro en dirección al joven Potter que miraba a la que sería su madre y pudo ver
algo peculiar en su rostro, entonces una ligera duda se instauró en el anciano,
sería posible que él supiera algo acerca de su desastrosos pasado..
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