martes, 13 de mayo de 2014

Capítulo 1.- el niño que vivió.

Capítulo 1.- el niño que vivió.
-Muy bien el libro se llama- una sombría y extraña mirada se plasmó en su rostro- Harry Potter y la piedra filosofal.
-¡¿Qué?!- fue le pregunta general- ¿Potter?, ¿pero quién es ese Harry? Yo no conozco a nadie con ese…- continúo James.
-Probablemente su hijo cornamenta- lo interrumpió Sirius, lo que hizo que el hombre sonriera la pensar en un hijo con Lily y que varias de su club de fans se deprimieran.
-Bueno el primer capítulo se llama “el niño que vivió”
-Qué clase de título es ese- exclamo Sirius
-Si te callas lo sabremos- le reclamo el castaño antes de empezar a leer.
El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías.
Dursley, ese no el nombre del novio de petunia, pensó Lily, pero que está haciendo el en un libro como ese que hablaba de su hijo, o bueno al menos creía que era su hijo.
El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos. Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él.
-Las descripciones son muy buenas- comento James- pero esa mujer se me hace familiar.
-Es mi hermana Petunia, James- le aclaro Lily con mucha seguridad
-Tu hermana, entonces ese Harry si es nuestro hijo- dijo con una sonrisa alegre antes de agregar con más seriedad- ¿qué tienen que ver ellos con mi hijo?
-Tal vez si me dejas continuar lo sabremos- ironizo Remus
Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter.
-Hey, ¿qué quieren decir con eso?-increpo
-Es obvio querido -le dijo la pelirroja-recuerda mi hermana aborrece todo lo referente a la magia y su esposo es cualquier cosa menos una buena persona- explico pero parecía que el hombre no la escuchaba-James
-Entonces con mayor razón no quiero que nuestro Harry se junte con ellos- la pelirroja sonrió, había aceptado demasiado bien que tendrían un hijo.
La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía hermana, (hay petunia, ¿por qué ese odio?, se dijo la pelirroja) porque su hermana y su marido, un completo inútil
-Hey- reclamo este- como que inútil.
-No lo sé cornamenta, yo creo que si te conoce bien- comento Sirius ganándose un golpe de parte de su amigo.
Su marido, un completo inútil (James bufo cuando el castaño repitió la frase) eran lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar. Los Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que Dudley se juntara con un niño como aquél.
-Nosotros tampoco lo dejaríamos juntarse con él,  no están a la altura- bromeo Sirius como si fuera de la realeza.
-Altanero como siempre Black- hablo con desprecio Severus, pero sin que nadie lo escuchara.
Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.
Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.
-¿Una lechuza?, ¿pero que hace una lechuza en un barrio muggle?- pregunto Alice
-No lo sé, pero algo me dice que las cosas extrañas apenas comienzan.
A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4.
-Pero que niño tan malcriado- expreso minerva
-Ningunos de mis hijos ha actuado así ni de chiste- comentó Molly
Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad.
De inmediato los merodeadores dirigieron su vista interrogante a la profesora McGonagall que permanecía inmutable.
Durante un segundo, el señor Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día.
Los merodeadores se vieron entre ellos de forma muy curiosa, eso algo que solo compartían eso tres y significaba que pensaban en algo, esa forma de verse no se repetiría hasta dentro de muchos años con otro trio de amigos.
-Un gato leyendo un plano- inicio James- piensan lo mismo que yo- dijo sin apartar la vista de a sus amigos.
-No será el mismo gato que encontramos la primera vez que llegamos a la clase de transformaciones- agregó Sirius volteando a ver a la profesora de forma curiosa.
-Se refieren a la vez que me hicieron llegar tarde por estar merodeando- agrego Remus con una sonrisa
-No reclames lunático si ni te molesto- ente toda respuesta el aludido continuo la lectura.
Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente. Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con capa.
-¿Magos?-fue la pregunta general.
-Así parece
-Comprendo que no muchos saben vestir a lo muggle-comentó Frank- pero de eso a salir con sus atuendos normales, es una locura.
-Debió de haber pasado algo- razono Lily- algo grande
El señor Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula. ¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser una moda nueva. Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados. El señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde esmeralda! ¡Qué valor! Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los taladros.
-Esto es cada vez más extraño- comento Frank- si mencionar que es muy peligros, podrían revelar nuestra existencia.
-Lo sabemos amor, pero espero que luego nos expliquen qué ocurre- lo tranquilizo su esposa
El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le habría costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra. La mayoría de aquellas personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo, el señor Dursley tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar.
-Tan encantador como siempre- comento Lily que tuvo la desgracia de conocerlo en una ocasión.
-Cómo es que tu hermana se interesó en esa criatura- indago Remus.
-Créeme que no lo sé- le confeso- tal vez es porque esa morsa compartiría mejor el desprecio que siente por la magia.
-No por nada mencionan que eran lo más apuesto a nosotros- agrego Remus antes de retomar la lectura.
-Tal vez podríamos hacerles una visita no Gideon
-Concuerdo contigo señor Fabián.
-Hey ustedes dos cálmense- les hablo Sirius que los había escuchado- si alguien va ir a visitarlos seremos nosotros- alego señalándose a sí mismo y a sus amigos.
Estuvo de muy buen humor hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las piernas y dirigirse a la panadería que estaba en la acera de enfrente.
Había olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al lado de la panadería. No sabía por qué, pero le ponían nervioso. Aquel grupo también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con un donut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su conversación.
—Los Potter, eso es, eso es lo que he oído...
—Sí, su hijo, Harry...
-¿Qué, que le ocurre a mi… a nuestro hijo?- pregunto James inquieto
-Aún no sabemos si es nuestro-le rebatió simplemente para llevarle la contraria, pues ella también creía que se trataba de su hijo
-Claro que si pelirroja, no existen muchos Potter en el mundo, somos muy especiales- más de alguno rodo lo ojos ante ese comentario.
El señor Dursley se quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo. Entonces Remus leyó como reacciono Vernon cuando regreso a la oficina
Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el edificio, a las cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta.
—Perdón —gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía al suelo. El señor Dursley se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que llamaba la atención de los que pasaban:
— ¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme! ¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este feliz día!
Y el anciano abrazó al señor Dursley y se alejó.
-Se… se fue- dijeron algunos sorprendidos por la noticia.
-Se ha ido- comento Sirius con seriedad, pero luego agrego alzando la voz como si estuviera festejando algo- si finamente el nariz de rendija dejo este mundo.
-¿Cómo te atreves a hablar así del señor tenebroso?- increpo Lucius
-Muy fácil serpiente- le respondió- me pregunto que pasara ahora contigo, en mi opinión deberías pasar unos añitos en Azkabán primito.
-Cierra la boca, tu yo no tenemos nada en común.
-Claro que sí, recuerda que Narcisa es mi prima- le recordó- aunque si no la quieres está bien, no dudo que estaría mejor si se casara con cualquier otro mago.
-Cierra la boca Black
-¿Por qué no me obligas Malfoy?
-Silencio los dos- grito Alastor logrado que se detuvieran- ya déjense de tonterías, y tú- señalo a Malfoy- créeme que no dudare en llevarte a Azkabán si tengo la oportunidad así que no te confíes- término de decir el auror.
El señor Dursley se quedó completamente helado. Lo había abrazado un desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas.
Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas alrededor de los ojos.
— ¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta.
-Si como si eso resultara para ese gato- comento Sirius divertido
-Muy cierto, de hecho si ese gato quisiera podría mandar a tal Dursley directo a la…
-James- le recrimino su novia.
-Pero si es cierto pelirroja- se justico el hombre
-De cualquier forma ¿que usted ahí profesora?- indago Lupin.
-No lo sé, eso aún no ocurre.
-No, no usted, la minie del futuro.
-Señor Black, nuevamente le culmino a guardar respeto, en cuanto a su pregunta solo sigan leyendo, el libro lo explicara todo- dijo a toda respuesta.
El gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa (si conocemos muy bien esa mirada, pensaron los merodeadores). El señor Dursley se preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. Trató de calmarse y entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa.
La señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó que Dudley había aprendido una nueva frase (« ¡no lo haré!»).
-Pero que malcriado es ese niño- comento Molly- acaso no saben cómo criarlo.
-Aparentemente no hermanita- comentaron sus hermanos al unísono.
El señor Dursley trató de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al salón a tiempo para ver el informativo de la noche.
—Y por último, observadores de pájaros de todas partes han informado de que hoy las lechuzas de la nación han tenido una conducta poco habitual. Pese a que las lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil verlas a la luz del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son incapaces de explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus horarios de sueño. —El locutor se permitió una mueca irónica—. Muy misterioso. Y ahora, de nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más lluvias de lechuzas esta noche, Jim?
—Bueno, Ted —dijo el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido hoy una actitud extraña. Telespectadores de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para decirme que en lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas fugaces! Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la Noche de las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles una noche lluviosa.
-Sé que todos están alegres por la muerte de Voldemort- comenzó Lily haciendo que algunos se estremecieran cuando pronuncio ese nombre- pero lo que están haciendo es muy arriesgado, a ese paso podrían descubrir la existencia de los magos.
-Estoy completamente de acuerdo con usted señorita Evans- el apoyo McGonagall del futuro, fue justo lo que había pensado en su momento.
El señor Dursley se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo sobre los Potter...
-No podrían dejarse de rumores y decir las cosas de frente
-James- le recrimino la pelirroja.
-Pero es que se están tardando mucho.
-Y tardara más si sigues interrumpiendo.
La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con nerviosismo.
—Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana?
Como había esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada. Después de todo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.
—No —respondió en tono cortante—. ¿Por qué?
-Hay Tuney, hasta cuando me tendrás ese rencor- exclamo en voz alta sin poder evitarlo.
-Tranquila cielo, algún día entenderá el error que comente- trato de animarla James mientras la abrazaba.
-Y si no lo hace no importa, recuerda que nos tienes a nosotros- le dijo Sirius para animarla.
-Con eso solo logras que se deprima canuto- bromeo Remus haciendo que muchos rieran, en especial una metamorfomaga que no apartaba la vista del castaño.
—Hay cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor Dursley—. Lechuzas... estrellas fugaces... y hoy había en la ciudad una cantidad de gente con aspecto raro...
— ¿Y qué? —interrumpió bruscamente la señora Dursley
—Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya sabes... su grupo.
-“Su grupo”- exclamo Molly molesta- que quiere decir con “su grupo”.
-Se refiere a los magos Molly, ni a mi hermana y a su esposo les agrada la magia- explico Lily.
-Ella tiene razón cielo tranquilízate- le dijo Arthur pasando su brazo por el hombro, ella podía ser muy intimidante cuando se molestaba.
La señora Dursley bebió su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido «Potter». No, no se atrevería. En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado:
—El hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no?
—Eso creo —respondió la señora Dursley con rigidez.
— ¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no?
—Harry. Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión.
-Claro, como si Dudley fuera un nombre adorable- comentó la metamorfomaga haciendo que muchos rieran.
-Muy buena esa Nymp…
-No me/le  digas Nymphadora- dijeron al mismo tiempo la joven y Remus
-Valla, como siempre lunático sale al rescate de mi sobrina- se burló el oji gris- hasta sincronizados están- el castaño le dirigió una mirada severa antes de que continuar con la lectura..
—Oh, sí—dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de abatimiento—. Sí, estoy de acuerdo.
No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la señora Dursley estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera esperando algo.
Los Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida rápidamente, pero el señor Dursley permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que, aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que se acercaran a él y a la señora Dursley. Los Potter sabían muy bien lo que él y Petunia pensaban de ellos y de los de su clase... No veía cómo a él y a Petunia podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver. No, no podría afectarlos a ellos...
¡Qué equivocado estaba!
Esa última frase no fue del agrado de nadie, en los poco párrafos que llevaban se habían dado cuenta que nunca se llevarían bien con ese tipo de personas, y al menos para James y Lily no les agradaba nada que su hijo tuviera que sufrir por la ignorancia y los prejuicios de sus tíos, porque para ese momentos los dos estaba seguros que Harry era su hijo.
El señor Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive. Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la tierra.
La tensión se hizo aumento en todos os oyentes, sin lugar a dudas ese persona era un mago, pero que podría hacer un mago en un barrio donde vivían tal clase muggle, agudizaron el odio y prestaron la máxima atención pues creían que la parte importante de la historia había llegado
En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez.
-Es usted verdad profesor- pregunto Lily y todas las vistas se dirigieron a él.
-Así parece señorita Evans- comento sin darle importancia.
-Pero que rayos está asciendo en ese barrio muggle- le pregunto Sirius con cierta inconformidad.
-No sabría responderle señor Black- dijo con simpleza- tenga en cuenta que en este tiempo aun no sucede nada de lo que está escrito.
Sirius bajo la vista apenado mientras los demás se reían por las equivocaciones del animago.
Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido. Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo. Rió entre dientes y murmuró:
—Debería haberlo sabido.
-Lógico, después de trabajar tantos años juntos es imposible que no la reconozca- comento James.
-Yo siempre me he preguntado porque nunca tuvieron algo- expreso en voz alta- como un hijo o una noche de…
-¡¡Sirius!! ¡¡Señor Black!!- reclamaron Lily, Molly, Andrómeda, y McGonagall (las dos) mandoble una mirada acida al hombre.
Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un leve estallido. Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a oscuras.
-Increíble, en donde consiguió algo así- pregunto Tonks emocionada.
-Digamos que yo fui quien lo hizo- le explico a la joven.
-Podría hacerme uno- le pidió con cara de niña buena- me sería útil al salir del colegio.
-¿Y tú para que necesitas algo como eso?- le pregunto su Tío- no te convertirás en ladrona o sí.
-Claro que no-respondió de inmediato- al contrario, pienso estudiar para ser auror, y algo así podría serme útil en las pruebas o en una misión.
-¡Auror!- se sorprendieron Sirius y Remus- pero Dora, ese es un trabajo muy arriesgado- agrego Remus sin medir lo que decía, pero para Lily, Sirius, James y los Tonks no pasó desapercibido aquel diminutivo que utilizo.
-Si lo sé, mis padres o han dejado de recordármelo- los vio con un poco de recelo- pero ya no soy una niña y es lo quiero hacer- le respondió- además no necesito que ninguno de ustedes me dé su autorización para hacerlo- Alastor vio toda la escena impresionado, esa chica tenía carácter sin lugar a dudas, si en un futuro entraba a la academia la entrenaría con mucho gusto.
Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del gato que lo observaba. Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra.
—Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.
-Lo sabíamos- gritaron James y Sirius.
-Nadie les discutió que fuera ella- les recordó Lily haciendo que se enfurruñaran.
Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño. Parecía claramente disgustada.
— ¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó.
—Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso.
Las risas no se hicieron esperar ante ese comentario, mientras las profesoras McGonagall lo veían un poco ofendidas.
—Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo —respondió la profesora McGonagall.
— ¿Todo el día? ¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí.
La profesora McGonagall resopló enfadada.
-Y no era para menos- aseguro la mujer, aun después de años le parecía reprobable las acciones de los magos ese día.
—Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. —Terció la cabeza en dirección a la ventana—. Lo he oído. Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces... Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común.
—No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos tenido tan poco que celebrar durante once años...
—Ya lo sé —respondió irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambia rumores...
-Bueno creo que aquí empieza lo interesante- comento Ted Tonks.
-Si querido, y dudo que seas el único que lo quiere saber, así que por favor deja que sigan leyendo- comento su esposa con un poco de enojo.
—Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore?
—Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer. ¿Le gustaría tomar un caramelo de limón?
-¿Un qué?- preguntaron varios de los presentes.
— ¿Un qué?
—Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho.
—No, muchas gracias —respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara que aquél no era un momento apropiado para caramelos—. Como le decía, aunque Quien-usted-sabe se haya ido...
—Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-usted-sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo llamara por su verdadero nombre, Voldemort. —La profesora McGonagall se echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort.
-Será difícil que lo consiga- hablo Frank- la profesora es muy poderosa, pero siempre tiene sus reservas cuando se trata de Voldemort.
-Pero es cierto, ese es solo un siempre nombre, es estúpido temerle a eso- aseguro Lily segura de sí ganándose un beso se su azabache.
—Sé que usted no tiene ese problema —observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo.
—Me está halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve.
—Sólo porque usted es demasiado... bueno... noble... para utilizarlos.
—Menos mal que está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras.
-Jajaja, sería divertido ver al loco de nuestro director sonrojado- comento el animago sin pensar.
-Sirius- le reclamo Lily señalando con la cabeza al anciano con la cabeza.
-Hay, lo siento profesor Dumbledore.
-Oh no hay problema señor- le aseguro- estaba distraído y no logre oír nada de su loco director- Todos rieron ante su comentario, incluso Sirius sonrió a pesar de que estaba un poco avergonzado por lo que había dicho.
—Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo?
Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento.
De hecho todos los presentes estaban esperando que llegara esa parte, por lo que prestaron la mayor atención posible.
Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió.
-Siempre destete esa actitud relajada suya profesor- comento james con sinceridad- es genial, pero un poco desesperante
-No debemos de perturbarnos por las cosas que pasan  joven Potter,
—Lo que están diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter (la pareja se tensó esperando lo peor). El rumor es que Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos.
-¡¡NO!!- es escucho un grito desgarrador, la mayoría de los presentes conocían de laguna forma a la pareja, y por el poco o el mucho cariño que les tenían, la noticia fue más que perturbadora.
-¡No, no, no, eso no puede ser posible!- decía Sirius mientras se paraba y caminaba por el lugar.
-Sirius cálmate- dijo Lupin poniéndose de pie también, aunque sentía la misma frustración que su amigo.
-¿Cómo quieres que me calme?, esto es una porquería, y no importa que se una grosería profesora- afirmo antes que le dijera algo, pero no lo aria, no podía evitar recordar el dolor y la angustia que sintió aquel día- ¡ellos, ellos no pueden estar muertos, no pueden…!- unas lágrimas traicioneras comenzaron a escapar de sus ojos, ellos y Remus eran, son y serian su mejor familia, no podía aceptarlo.
-Sirius esto no es una mentira- le aseguro corriendo el riego de ser golpeado- quienes enviaron esto no abrían puesto algo así si fuera mentira, a todas luces esta es una de la cosas que debemos cambiar, entiendes- esas últimas palabras parecen que los tranquilizaron.
 Cuando voltearon la esta notaron como sus amigos se encontraban peor que ellos, Lily sollozaba sin control sobre el pecho de James que hacia un intento por consolarla, pero el mismo estaba derramando lagrimas repitiendo “perdón”, “era mi deber protegerte y falle”, todos (a excepción de Malfoy)- sentían como el corazón se le rompía al ver la escena, pero entonces a la pelirroja le llego un pensamiento.
-¡Harry!- dijo apresurada apartándose de James- y Harry, que paso con… con nuestro bebe.
Para toda respuesta el licántropo se sentó de nuevo, tomo el libro y busco la página para continuar con la lectura.
Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta.
—Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus...
Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda.
—Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza.
La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó.
—Eso no es todo. Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry.
Una renovada angustia y desesperación los abordo
Pero no pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la que se ha ido.
Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado.
-Está vivo, está vivo James- eso los había relajado notablemente a la pelirroja que se acomodaba en su pecho- nuestro bebe está bien.
-El pequeño cornamenta es genial- comento Sirius para alegrar a sus amigos, aunque más que nada quería alegrase a él también
— ¿Es... es verdad? —Tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry en nombre del cielo?
—Sólo podemos hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos.
-¿En verdad no lo sabe profesora?- indago Remus viendo a McGonagall.
-En su momento no señor Lupin- le respondió- a lo largo de los libros se resolverán muchas incógnitas y se revelaran muchos secretos, lo mejor es que sigamos leyendo.
Dumbledore escucho aquello de una forma un poco distinta a los demás, secretos revelados, será acaso que en alguno de esos libros se descubra algo de su turbio pasado, sin duda sentía vergüenza de como había actuado en aquellos años, sabía que los presentes no lo juzgarían con tanta severidad, bueno, al final la verdad siempre ha de surgir.
—Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no?
El hombretón reacciona con la mención de su nombre.
—Sí —dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.
—He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora.
-¡No!- la angustia se volvió a apoderar de la mujer- ¡no puede decirlo en serio, ya vio cono son, ellos maltratan a Harry como no tiene idea, no lo puede dejar ahí!
-Cálmese señorita Evans- le pidió el director- lo que estamos leyendo aún no ha pasado, y si mi yo futuro tomo esa decisión por algo será.
-Pero no se puede quedar con alguno de nosotros- atajo Sirius- podemos ser irresponsables- el castaño lo miro- está bien puedo ser irresponsable pero aun así estaría mejor con nosotros- eso aligero un poco el ambiente.
-No puedo responder a sus preguntas joven Black, lo más recomendable es que continuemos.
— ¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! —Gritó la profesora, poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4—. Dumbledore... no puede. Los he estado observando todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que tienen... Lo vi dando patadas a su madre mientras subían por la escalera, pidiendo caramelos a gritos. ¡Harry Potter no puede vivir ahí!
James y Lily sintieron un renovado aprecio por su profesora, aun en ese preciso momento que ni siquiera conocía al niño, se preocupaba y cuidaba de él.
—Es el mejor lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta.
-¡Y un cuerno!- reclamo el animago- y cree que una simple carta sirva de algo.
— ¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse—. Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter! Escribirán libros sobre Harry... todos los niños del mundo conocerán su nombre.
Los merodeadores (los tres) esbozaron una sonrisa engreída por lo que dijo, no conocían a Harry en lo absoluto, pero ya lo sentía parte de su muy extraña y particular familia.
—Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas—. Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber hablar y andar! ¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda! ¿No se da cuenta de que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para asimilarlo?
-Aunque no quiera admitirlo, en eso tiene puede que tenga razón- acepto con tristeza Lily.
—Sí... sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del profesor, como si pensara que podía tener escondido a Harry.
—Hagrid lo traerá.
— ¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como eso?
—A Hagrid, le confiaría mi vida—dijo Dumbledore.
-Muchas gracias profesor- le dijo con una sonrisa.
-Lo digo con sinceridad viejo amigo- reafirmo el anciano
—No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar —dijo a regañadientes la profesora McGonagall—. Pero no me dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre de... ¿Qué ha sido eso?
Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos.
—Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto?
—Me la han prestado; profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius Black me la dejó. Lo he traído, señor.
-¡¡Si!!- grito alegre el ojí gris- a pesar de las críticas, reclamos y amenazas de Lily conseguí mi querida moto- todos negaron con la cabeza por su actitud- y además la encante para poder volar en ella, eso impresionara a más de una…
-¡¡Tío!! deja tus lujurias a un lado que hay cosas más importantes que hacer- le riño Tonks haciendo que los presentes rieran, en especial el castaño.
— ¿No ha habido problemas por allí?
—No, señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol.
Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.
-Mi pobre bebe- dijo Lily con aflicción sin poder evitarlo- tan dulce que lo describen, tan pequeño y ya tiene que llevar una cicatriz.- dijo con voz melosa.
-Tranquila Lily, ya nos encargaremos de cambiar eso- le dio un beso en la frente
— ¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall.
—Sí —respondió Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre.
— ¿No puede hacer nada, Dumbledore?
—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres.
Los merodeadores y los hermanos Prewett sonrieron por el exceso de información
Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto.
Dumbledore se volvió hacia la casa de los Dursley
— ¿Puedo... puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid.
Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera un perro herido.
-¿Por qué ponen de ejemplo a un perro?- reclamo Sirius como cada vez que mencionan algo relacionado con un perro.
-Gracias por querer así a nuestro hijo Hagrid-le dijo James.
-No hay de que, de seguro es un niño extraordinario- les aseguro- con unos padres como ustedes no podría ser otra cosa.
— ¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los muggles!
—Lo... siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo soportarlo... Lily y James muertos... y el pobrecito Harry tendrá que vivir con muggles...
Todos asintieron, a nadie le gustaba la idea de que el niño vivera con ese tipos de personas.
—Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos —susurró la profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente. Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos.
-¡¡Piensa dejarlo ahí a la intemperie!!- dijo con desesperación la pelirroja viendo a su director.
-Seria descortés llamar a la puerta a esa horas- fue su única excusa con la joven.
-Podría correr mil peligros ahí afuera, podría atacarlo un animal callejero pero “seria descortés llamar a la puerta”- ironizo con enojo la pelirroja, hasta cierto punto era extraño que le hablara así a un profesor.
—Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones.
—Ajá —respondió Hagrid con voz ronca—. Voy a devolver la moto a Sirius. Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore.
Hagrid se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en la noche.
—Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore, saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la nariz por toda respuesta.
Dumbledore se volvió y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y levantó el Apagador de plata.
Ese aparato en verdad sería muy útil, pensó la metamorfomaga anotando mentalmente pedirle nuevamente un apagador como ese.
Lo hizo funcionar una vez y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle. También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4.
-Mi bebe- susurro Lily pero su novio la escucho y la abrazo por los hombros
—Buena suerte, Harry —murmuró. Dio media vuelta y, con un movimiento de su capa, desapareció.
Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo de color tinta. Aquél era el último lugar donde uno esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio la vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y siguió durmiendo,
Varias mujeres lanzaron exclamaciones de ternura con la descripción del pequeño bebe, y sin duda a más de alguna le hubiera gustado poder hacer algo por ese pequeño.
-Oh mi dulce bebe- hablo Lily sin poder contenerse- como quisiera tenerte en mis brazos en este momento.
-Pues, algo podríamos hacer Lily.- le propuso su novio en tono seductor
-Compórtate Potter.- le dijo mitad en broma mitad en serio.
Sin saber que era famoso, sin saber que en unas pocas horas le haría despertar el grito de la señora Dursley, cuando abriera la puerta principal para sacar las botellas de leche. Ni que iba a pasar las próximas semanas pinchado y pellizcado por su primo Dudley (muchos bufaron ante eso). No podía saber tampoco que, en aquel mismo momento, las personas que se reunían en secreto por todo el país estaban levantando sus copas y diciendo, con voces quedas: « ¡Por Harry Potter... el niño que vivió!».
-Ya entendí el significado del título- comentó Sirius- no me parece justo que eso este pasando.
-Ya te lo dije canuto, es una de las cosas que debemos cambiar.
-Sí, creo que tienes razón lunático
-Solo crees- dijo Tonks con falso tono de indignación- él siempre tiene razón, por eso es el cerebro del grupo.
Muchos sonrieron ante eso y por la expresión que había puesto el aludido, pero más de uno no pudo evitar notar como la joven salía a la defensa del lobo, parecía que hay había algo más que se estaba gestando entre ellos.

-Muy bien, les perece que continuemos con el siguiente- propuso el director y todos asintieron.

1 comentario: