Capítulo 1.- el niño que vivió.
-Muy bien el libro se llama- una sombría y extraña
mirada se plasmó en su rostro- Harry Potter y la piedra filosofal.
-¡¿Qué?!- fue le pregunta general- ¿Potter?, ¿pero quién
es ese Harry? Yo no conozco a nadie con ese…- continúo James.
-Probablemente su hijo cornamenta- lo interrumpió
Sirius, lo que hizo que el hombre sonriera la pensar en un hijo con Lily y que
varias de su club de fans se deprimieran.
-Bueno el primer capítulo se llama “el niño que vivió”
-Qué clase de título es ese- exclamo Sirius
-Si te callas lo sabremos- le reclamo el castaño
antes de empezar a leer.
El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet
Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales. Eran las últimas
personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso,
porque no estaban para tales tonterías.
Dursley, ese no el nombre del novio de petunia, pensó
Lily, pero que está haciendo el en un libro como ese que hablaba de su hijo, o
bueno al menos creía que era su hijo.
El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que
fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque
con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello
casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que
pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los
jardines para espiar a sus vecinos. Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado
Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él.
-Las descripciones son muy buenas- comento James-
pero esa mujer se me hace familiar.
-Es mi hermana Petunia, James- le aclaro Lily con
mucha seguridad
-Tu hermana, entonces ese Harry si es nuestro hijo-
dijo con una sonrisa alegre antes de agregar con más seriedad- ¿qué tienen que
ver ellos con mi hijo?
-Tal vez si me dejas continuar lo sabremos- ironizo
Remus
Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un
secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se
supiera lo de los Potter.
-Hey, ¿qué quieren decir con eso?-increpo
-Es obvio querido -le dijo la pelirroja-recuerda mi
hermana aborrece todo lo referente a la magia y su esposo es cualquier cosa
menos una buena persona- explico pero parecía que el hombre no la escuchaba-James
-Entonces con mayor razón no quiero que nuestro Harry
se junte con ellos- la pelirroja sonrió, había aceptado demasiado bien que tendrían
un hijo.
La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían
desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía
hermana, (hay petunia, ¿por qué ese odio?,
se dijo la pelirroja) porque su hermana
y su marido, un completo inútil
-Hey- reclamo este- como que inútil.
-No lo sé cornamenta, yo creo que si te conoce bien-
comento Sirius ganándose un golpe de parte de su amigo.
Su marido, un completo inútil (James bufo cuando el
castaño repitió la frase) eran lo más
opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar. Los Dursley se estremecían al
pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían
que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El
niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que
Dudley se juntara con un niño como aquél.
-Nosotros tampoco lo dejaríamos juntarse con
él, no están a la altura- bromeo Sirius como
si fuera de la realeza.
-Altanero como siempre Black- hablo con desprecio Severus,
pero sin que nadie lo escuchara.
Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se
despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban
tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los
acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda
la región. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa
para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras
instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.
Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.
-¿Una lechuza?, ¿pero que hace una lechuza en un
barrio muggle?- pregunto Alice
-No lo sé, pero algo me dice que las cosas extrañas
apenas comienzan.
A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la
señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso,
aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los
cereales contra las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley
mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4.
-Pero que niño tan malcriado- expreso minerva
-Ningunos de mis hijos ha actuado así ni de chiste-
comentó Molly
Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo
raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad.
De inmediato los merodeadores dirigieron su vista interrogante
a la profesora McGonagall que permanecía inmutable.
Durante un segundo, el señor Dursley no se dio cuenta de lo que había
visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato
atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había
estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. El señor Dursley
parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor
Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por
el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que
decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los
planos). El señor Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos.
Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros
que esperaba conseguir aquel día.
Los merodeadores se vieron entre ellos de forma muy
curiosa, eso algo que solo compartían eso tres y significaba que pensaban en
algo, esa forma de verse no se repetiría hasta dentro de muchos años con otro
trio de amigos.
-Un gato leyendo un plano- inicio James- piensan lo
mismo que yo- dijo sin apartar la vista de a sus amigos.
-No será el mismo gato que encontramos la primera
vez que llegamos a la clase de transformaciones- agregó Sirius volteando a ver
a la profesora de forma curiosa.
-Se refieren a la vez que me hicieron llegar tarde
por estar merodeando- agrego Remus con una sonrisa
-No reclames lunático si ni te molesto- ente toda
respuesta el aludido continuo la lectura.
Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente.
Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de
advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con
capa.
-¿Magos?-fue la pregunta general.
-Así parece
-Comprendo que no muchos saben vestir a lo muggle-comentó
Frank- pero de eso a salir con sus atuendos normales, es una locura.
-Debió de haber pasado algo- razono Lily- algo
grande
El señor Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula.
¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser una moda
nueva. Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos
extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados. El
señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no
eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde
esmeralda! ¡Qué valor! Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna
tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para
algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el
señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los
taladros.
-Esto es cada vez más extraño- comento Frank- si
mencionar que es muy peligros, podrían revelar nuestra existencia.
-Lo sabemos amor, pero espero que luego nos
expliquen qué ocurre- lo tranquilizo su esposa
El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la ventana, en su
oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le habría
costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno
día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca abierta,
mientras las aves desfilaban una tras otra. La mayoría de aquellas personas no
había visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo, el señor Dursley
tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas.
Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar.
-Tan encantador como siempre- comento Lily que tuvo
la desgracia de conocerlo en una ocasión.
-Cómo es que tu hermana se interesó en esa criatura-
indago Remus.
-Créeme que no lo sé- le confeso- tal vez es porque
esa morsa compartiría mejor el desprecio que siente por la magia.
-No por nada mencionan que eran lo más apuesto a
nosotros- agrego Remus antes de retomar la lectura.
-Tal vez podríamos hacerles una visita no Gideon
-Concuerdo contigo señor Fabián.
-Hey ustedes dos cálmense- les hablo Sirius que los había
escuchado- si alguien va ir a visitarlos seremos nosotros- alego señalándose a sí
mismo y a sus amigos.
Estuvo de muy buen humor hasta la hora de la comida, cuando decidió
estirar las piernas y dirigirse a la panadería que estaba en la acera de
enfrente.
Había olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo
que estaba al lado de la panadería. No sabía por qué, pero le ponían nervioso.
Aquel grupo también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando
regresaba con un donut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas
palabras de su conversación.
—Los Potter, eso es, eso es lo que he oído...
—Sí, su hijo, Harry...
-¿Qué, que le ocurre a mi… a nuestro hijo?- pregunto
James inquieto
-Aún no sabemos si es nuestro-le rebatió simplemente
para llevarle la contraria, pues ella también creía que se trataba de su hijo
-Claro que si pelirroja, no existen muchos Potter en
el mundo, somos muy especiales- más de alguno rodo lo ojos ante ese comentario.
El señor Dursley se quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió
hacia los que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo.
Entonces Remus leyó como reacciono Vernon cuando regreso a la oficina
Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el edificio,
a las cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse cuenta,
chocó con un hombre que estaba en la puerta.
—Perdón —gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía
al suelo. El señor Dursley se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa
violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se
iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que
llamaba la atención de los que pasaban:
— ¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme!
¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido! ¡Hasta los
muggles como usted deberían celebrar este feliz día!
Y el anciano abrazó al señor Dursley y se alejó.
-Se… se fue- dijeron algunos sorprendidos por la
noticia.
-Se ha ido- comento Sirius con seriedad, pero luego
agrego alzando la voz como si estuviera festejando algo- si finamente el nariz
de rendija dejo este mundo.
-¿Cómo te atreves a hablar así del señor tenebroso?-
increpo Lucius
-Muy fácil serpiente- le respondió- me pregunto que
pasara ahora contigo, en mi opinión deberías pasar unos añitos en Azkabán
primito.
-Cierra la boca, tu yo no tenemos nada en común.
-Claro que sí, recuerda que Narcisa es mi prima- le
recordó- aunque si no la quieres está bien, no dudo que estaría mejor si se
casara con cualquier otro mago.
-Cierra la boca Black
-¿Por qué no me obligas Malfoy?
-Silencio los dos- grito Alastor logrado que se
detuvieran- ya déjense de tonterías, y tú- señalo a Malfoy- créeme que no
dudare en llevarte a Azkabán si tengo la oportunidad así que no te confíes- término
de decir el auror.
El señor Dursley se quedó completamente helado. Lo había abrazado un
desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que
eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse
hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas.
Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio fue el gato
atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado
en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas
líneas idénticas alrededor de los ojos.
— ¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta.
-Si como si eso resultara para ese gato- comento
Sirius divertido
-Muy cierto, de hecho si ese gato quisiera podría
mandar a tal Dursley directo a la…
-James- le recrimino su novia.
-Pero si es cierto pelirroja- se justico el hombre
-De cualquier forma ¿que usted ahí profesora?-
indago Lupin.
-No lo sé, eso aún no ocurre.
-No, no usted, la minie del futuro.
-Señor Black, nuevamente le culmino a guardar
respeto, en cuanto a su pregunta solo sigan leyendo, el libro lo explicara todo-
dijo a toda respuesta.
El gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa (si conocemos muy bien esa mirada, pensaron los
merodeadores). El señor Dursley se
preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. Trató de calmarse y
entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa.
La señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían,
le informó de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le
contó que Dudley había aprendido una nueva frase (« ¡no lo haré!»).
-Pero que malcriado es ese niño- comento Molly- acaso
no saben cómo criarlo.
-Aparentemente no hermanita- comentaron sus hermanos
al unísono.
El señor Dursley trató de comportarse con normalidad. Una vez que
acostaron a Dudley, fue al salón a tiempo para ver el informativo de la noche.
—Y por último, observadores de pájaros de todas partes han informado
de que hoy las lechuzas de la nación han tenido una conducta poco habitual.
Pese a que las lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil
verlas a la luz del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de
estas aves en todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son
incapaces de explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus
horarios de sueño. —El locutor se permitió una mueca irónica—. Muy misterioso.
Y ahora, de nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más
lluvias de lechuzas esta noche, Jim?
—Bueno, Ted —dijo el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las
lechuzas han tenido hoy una actitud extraña. Telespectadores de lugares tan
apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para decirme que en
lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas
fugaces! Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la Noche de
las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles una
noche lluviosa.
-Sé que todos están alegres por la muerte de Voldemort-
comenzó Lily haciendo que algunos se estremecieran cuando pronuncio ese nombre-
pero lo que están haciendo es muy arriesgado, a ese paso podrían descubrir la
existencia de los magos.
-Estoy completamente de acuerdo con usted señorita
Evans- el apoyo McGonagall del futuro, fue justo lo que había pensado en su
momento.
El señor Dursley se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces
por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel
cuchicheo sobre los Potter...
-No podrían dejarse de rumores y decir las cosas de
frente
-James- le recrimino la pelirroja.
-Pero es que se están tardando mucho.
-Y tardara más si sigues interrumpiendo.
La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no
iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con
nerviosismo.
—Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu
hermana?
Como había esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada.
Después de todo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.
—No —respondió en tono cortante—. ¿Por qué?
-Hay Tuney, hasta cuando me tendrás ese rencor-
exclamo en voz alta sin poder evitarlo.
-Tranquila cielo, algún día entenderá el error que
comente- trato de animarla James mientras la abrazaba.
-Y si no lo hace no importa, recuerda que nos tienes
a nosotros- le dijo Sirius para animarla.
-Con eso solo logras que se deprima canuto- bromeo Remus
haciendo que muchos rieran, en especial una metamorfomaga que no apartaba la
vista del castaño.
—Hay cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor Dursley—.
Lechuzas... estrellas fugaces... y hoy había en la ciudad una cantidad de gente
con aspecto raro...
— ¿Y qué? —interrumpió bruscamente la señora Dursley
—Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya
sabes... su grupo.
-“Su grupo”- exclamo Molly molesta- que quiere decir
con “su grupo”.
-Se refiere a los magos Molly, ni a mi hermana y a
su esposo les agrada la magia- explico Lily.
-Ella tiene razón cielo tranquilízate- le dijo Arthur
pasando su brazo por el hombro, ella podía ser muy intimidante cuando se
molestaba.
La señora Dursley bebió su té con los labios fruncidos. El señor
Dursley se preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido
«Potter». No, no se atrevería. En lugar de eso, dijo, tratando de parecer
despreocupado:
—El hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no?
—Eso creo —respondió la señora Dursley con rigidez.
— ¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no?
—Harry. Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión.
-Claro, como si Dudley fuera un nombre adorable- comentó
la metamorfomaga haciendo que muchos rieran.
-Muy buena esa Nymp…
-No me/le
digas Nymphadora- dijeron al mismo tiempo la joven y Remus
-Valla, como siempre lunático sale al rescate de mi
sobrina- se burló el oji gris- hasta sincronizados están- el castaño le dirigió
una mirada severa antes de que continuar con la lectura..
—Oh, sí—dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de
abatimiento—. Sí, estoy de acuerdo.
No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la
señora Dursley estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente
hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato
todavía estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera
esperando algo.
Los Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida
rápidamente, pero el señor Dursley permaneció despierto, con todo aquello dando
vueltas por su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido
fue que, aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón
para que se acercaran a él y a la señora Dursley. Los Potter sabían muy bien lo
que él y Petunia pensaban de ellos y de los de su clase... No veía cómo a él y
a Petunia podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver. No, no podría
afectarlos a ellos...
¡Qué equivocado estaba!
Esa última frase no fue del agrado de nadie, en los
poco párrafos que llevaban se habían dado cuenta que nunca se llevarían bien
con ese tipo de personas, y al menos para James y Lily no les agradaba nada que
su hijo tuviera que sufrir por la ignorancia y los prejuicios de sus tíos,
porque para ese momentos los dos estaba seguros que Harry era su hijo.
El señor Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba
sentado en la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan
inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de
Privet Drive. Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado
observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que
había surgido de la tierra.
La tensión se hizo aumento en todos os oyentes, sin
lugar a dudas ese persona era un mago, pero que podría hacer un mago en un
barrio donde vivían tal clase muggle, agudizaron el odio y prestaron la máxima
atención pues creían que la parte importante de la historia había llegado
En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado
y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos
con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el
suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros,
brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna.
Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna
vez.
-Es usted verdad profesor- pregunto Lily y todas las
vistas se dirigieron a él.
-Así parece señorita Evans- comento sin darle importancia.
-Pero que rayos está asciendo en ese barrio muggle-
le pregunto Sirius con cierta inconformidad.
-No sabría responderle señor Black- dijo con
simpleza- tenga en cuenta que en este tiempo aun no sucede nada de lo que está
escrito.
Sirius bajo la vista apenado mientras los demás se reían
por las equivocaciones del animago.
Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una
calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido.
Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse
cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo
contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver
al gato pareció divertirlo. Rió entre dientes y murmuró:
—Debería haberlo sabido.
-Lógico, después de trabajar tantos años juntos es
imposible que no la reconozca- comento James.
-Yo siempre me he preguntado porque nunca tuvieron
algo- expreso en voz alta- como un hijo o una noche de…
-¡¡Sirius!! ¡¡Señor Black!!- reclamaron Lily, Molly,
Andrómeda, y McGonagall (las dos) mandoble una mirada acida al hombre.
Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un
encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz
más cercana de la calle se apagó con un leve estallido. Lo encendió otra vez y
la siguiente lámpara quedó a oscuras.
-Increíble, en donde consiguió algo así- pregunto
Tonks emocionada.
-Digamos que yo fui quien lo hizo- le explico a la
joven.
-Podría hacerme uno- le pidió con cara de niña
buena- me sería útil al salir del colegio.
-¿Y tú para que necesitas algo como eso?- le
pregunto su Tío- no te convertirás en ladrona o sí.
-Claro que no-respondió de inmediato- al contrario, pienso
estudiar para ser auror, y algo así podría serme útil en las pruebas o en una
misión.
-¡Auror!- se sorprendieron Sirius y Remus- pero
Dora, ese es un trabajo muy arriesgado- agrego Remus sin medir lo que decía,
pero para Lily, Sirius, James y los Tonks no pasó desapercibido aquel diminutivo
que utilizo.
-Si lo sé, mis padres o han dejado de recordármelo-
los vio con un poco de recelo- pero ya no soy una niña y es lo quiero hacer- le
respondió- además no necesito que ninguno de ustedes me dé su autorización para
hacerlo- Alastor vio toda la escena impresionado, esa chica tenía carácter sin
lugar a dudas, si en un futuro entraba a la academia la entrenaría con mucho gusto.
Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas luces que
quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del gato que
lo observaba. Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque
fuera la señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no
habría podido ver lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió a guardar el
Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó
en la pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió
la palabra.
—Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.
-Lo sabíamos- gritaron James y Sirius.
-Nadie les discutió que fuera ella- les recordó Lily
haciendo que se enfurruñaran.
Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar,
le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de
montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del
gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro
estaba recogido en un moño. Parecía claramente disgustada.
— ¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó.
—Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso.
Las risas no se hicieron esperar ante ese
comentario, mientras las profesoras McGonagall lo veían un poco ofendidas.
—Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una
pared de ladrillo —respondió la profesora McGonagall.
— ¿Todo el día? ¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber
pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí.
La profesora McGonagall resopló enfadada.
-Y no era para menos- aseguro la mujer, aun después
de años le parecía reprobable las acciones de los magos ese día.
—Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—.
Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se
han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. —Terció la cabeza en
dirección a la ventana—. Lo he oído. Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces...
Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas
fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho
sentido común.
—No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos
tenido tan poco que celebrar durante once años...
—Ya lo sé —respondió irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es
una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente
descuidada, sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa
de los muggles, intercambia rumores...
-Bueno creo que aquí empieza lo interesante- comento
Ted Tonks.
-Si querido, y dudo que seas el único que lo quiere
saber, así que por favor deja que sigan leyendo- comento su esposa con un poco
de enojo.
—Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece
haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque
realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore?
—Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer. ¿Le
gustaría tomar un caramelo de limón?
-¿Un qué?- preguntaron varios de los presentes.
— ¿Un qué?
—Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me
gusta mucho.
—No, muchas gracias —respondió con frialdad la profesora McGonagall,
como si considerara que aquél no era un momento apropiado para caramelos—. Como
le decía, aunque Quien-usted-sabe se haya ido...
—Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como
usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de
Quien-usted-sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo
llamara por su verdadero nombre, Voldemort. —La profesora McGonagall se echó
hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de
limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso si seguimos
diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo para temer
pronunciar el nombre de Voldemort.
-Será difícil que lo consiga- hablo Frank- la profesora
es muy poderosa, pero siempre tiene sus reservas cuando se trata de Voldemort.
-Pero es cierto, ese es solo un siempre nombre, es
estúpido temerle a eso- aseguro Lily segura de sí ganándose un beso se su
azabache.
—Sé que usted no tiene ese problema —observó la profesora McGonagall,
entre la exasperación y la admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben
que usted es el único al que Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo.
—Me está halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía
poderes que yo nunca tuve.
—Sólo porque usted es demasiado... bueno... noble... para utilizarlos.
—Menos mal que está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la
señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras.
-Jajaja, sería divertido ver al loco de nuestro
director sonrojado- comento el animago sin pensar.
-Sirius- le reclamo Lily señalando con la cabeza al
anciano con la cabeza.
-Hay, lo siento profesor Dumbledore.
-Oh no hay problema señor- le aseguro- estaba
distraído y no logre oír nada de su loco director- Todos rieron ante su
comentario, incluso Sirius sonrió a pesar de que estaba un poco avergonzado por
lo que había dicho.
—Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por
ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que
finalmente lo detuvo?
Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que más
deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo
el día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a
Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento.
De hecho todos los presentes estaban esperando que
llegara esa parte, por lo que prestaron la mayor atención posible.
Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo
iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin
embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió.
-Siempre destete esa actitud relajada suya profesor-
comento james con sinceridad- es genial, pero un poco desesperante
-No debemos de perturbarnos por las cosas que
pasan joven Potter,
—Lo que están diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort
apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter (la pareja se tensó esperando lo peor). El rumor es que Lily y James Potter
están... están... bueno, que están muertos.
-¡¡NO!!- es escucho un grito desgarrador, la mayoría
de los presentes conocían de laguna forma a la pareja, y por el poco o el mucho
cariño que les tenían, la noticia fue más que perturbadora.
-¡No, no, no, eso no puede ser posible!- decía
Sirius mientras se paraba y caminaba por el lugar.
-Sirius cálmate- dijo Lupin poniéndose de pie también,
aunque sentía la misma frustración que su amigo.
-¿Cómo quieres que me calme?, esto es una porquería,
y no importa que se una grosería profesora- afirmo antes que le dijera algo,
pero no lo aria, no podía evitar recordar el dolor y la angustia que sintió
aquel día- ¡ellos, ellos no pueden estar muertos, no pueden…!- unas lágrimas
traicioneras comenzaron a escapar de sus ojos, ellos y Remus eran, son y serian
su mejor familia, no podía aceptarlo.
-Sirius esto no es una mentira- le aseguro corriendo
el riego de ser golpeado- quienes enviaron esto no abrían puesto algo así si
fuera mentira, a todas luces esta es una de la cosas que debemos cambiar,
entiendes- esas últimas palabras parecen que los tranquilizaron.
Cuando
voltearon la esta notaron como sus amigos se encontraban peor que ellos, Lily
sollozaba sin control sobre el pecho de James que hacia un intento por
consolarla, pero el mismo estaba derramando lagrimas repitiendo “perdón”, “era
mi deber protegerte y falle”, todos (a excepción de Malfoy)- sentían como el
corazón se le rompía al ver la escena, pero entonces a la pelirroja le llego un
pensamiento.
-¡Harry!- dijo apresurada apartándose de James- y
Harry, que paso con… con nuestro bebe.
Para toda respuesta el licántropo se sentó de nuevo,
tomo el libro y busco la página para continuar con la lectura.
Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó
boquiabierta.
—Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus...
Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda.
—Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza.
La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó.
—Eso no es todo. Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry.
Una renovada angustia y desesperación los abordo
Pero no pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo,
pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que
ésa es la razón por la que se ha ido.
Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado.
-Está vivo, está vivo James- eso los había relajado notablemente
a la pelirroja que se acomodaba en su pecho- nuestro bebe está bien.
-El pequeño cornamenta es genial- comento Sirius
para alegrar a sus amigos, aunque más que nada quería alegrase a él también
— ¿Es... es verdad? —Tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de
todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es
asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo
sobrevivió Harry en nombre del cielo?
—Sólo podemos hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo
sepamos.
-¿En verdad no lo sabe profesora?- indago Remus
viendo a McGonagall.
-En su momento no señor Lupin- le respondió- a lo
largo de los libros se resolverán muchas incógnitas y se revelaran muchos secretos,
lo mejor es que sigamos leyendo.
Dumbledore escucho aquello de una forma un poco distinta
a los demás, secretos revelados, será acaso que en alguno de esos libros se descubra
algo de su turbio pasado, sin duda sentía vergüenza de como había actuado en
aquellos años, sabía que los presentes no lo juzgarían con tanta severidad, bueno,
al final la verdad siempre ha de surgir.
—Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría
aquí, ¿no?
El hombretón reacciona con la mención de su nombre.
—Sí —dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me va
a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.
—He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia
que le queda ahora.
-¡No!- la angustia se volvió a apoderar de la mujer-
¡no puede decirlo en serio, ya vio cono son, ellos maltratan a Harry como no tiene
idea, no lo puede dejar ahí!
-Cálmese señorita Evans- le pidió el director- lo
que estamos leyendo aún no ha pasado, y si mi yo futuro tomo esa decisión por
algo será.
-Pero no se puede quedar con alguno de nosotros-
atajo Sirius- podemos ser irresponsables- el castaño lo miro- está bien puedo
ser irresponsable pero aun así estaría mejor con nosotros- eso aligero un poco
el ambiente.
-No puedo responder a sus preguntas joven Black, lo más
recomendable es que continuemos.
— ¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! —Gritó
la profesora, poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4—.
Dumbledore... no puede. Los he estado observando todo el día. No podría
encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que tienen... Lo vi
dando patadas a su madre mientras subían por la escalera, pidiendo caramelos a
gritos. ¡Harry Potter no puede vivir ahí!
James y Lily sintieron un renovado aprecio por su profesora,
aun en ese preciso momento que ni siquiera conocía al niño, se preocupaba y cuidaba
de él.
—Es el mejor lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos
podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta.
-¡Y un cuerno!- reclamo el animago- y cree que una
simple carta sirva de algo.
— ¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse—.
Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente
jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería
que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter!
Escribirán libros sobre Harry... todos los niños del mundo conocerán su nombre.
Los merodeadores (los tres) esbozaron una sonrisa
engreída por lo que dijo, no conocían a Harry en lo absoluto, pero ya lo sentía
parte de su muy extraña y particular familia.
—Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus
gafas—. Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber
hablar y andar! ¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda! ¿No se da cuenta de
que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para
asimilarlo?
-Aunque no quiera admitirlo, en eso tiene puede que
tenga razón- acepto con tristeza Lily.
—Sí... sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño
hasta aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del profesor, como si
pensara que podía tener escondido a Harry.
—Hagrid lo traerá.
— ¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como
eso?
—A Hagrid, le confiaría mi vida—dijo Dumbledore.
-Muchas gracias profesor- le dijo con una sonrisa.
-Lo digo con sinceridad viejo amigo- reafirmo el
anciano
—No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar —dijo a
regañadientes la profesora McGonagall—. Pero no me dirá que no es descuidado.
Tiene la costumbre de... ¿Qué ha sido eso?
Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Aumentó hasta ser
un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto
cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos.
—Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa
moto?
—Me la han prestado; profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando
con cuidado del vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius Black me la dejó.
Lo he traído, señor.
-¡¡Si!!- grito alegre el ojí gris- a pesar de las
críticas, reclamos y amenazas de Lily conseguí mi querida moto- todos negaron
con la cabeza por su actitud- y además la encante para poder volar en ella, eso
impresionara a más de una…
-¡¡Tío!! deja tus lujurias a un lado que hay cosas más
importantes que hacer- le riño Tonks haciendo que los presentes rieran, en
especial el castaño.
— ¿No ha habido problemas por allí?
—No, señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que
los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre
Bristol.
Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas.
Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de
pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma
curiosa, como un relámpago.
-Mi pobre bebe- dijo Lily con aflicción sin poder
evitarlo- tan dulce que lo describen, tan pequeño y ya tiene que llevar una cicatriz.-
dijo con voz melosa.
-Tranquila Lily, ya nos encargaremos de cambiar eso-
le dio un beso en la frente
— ¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall.
—Sí —respondió Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre.
— ¿No puede hacer nada, Dumbledore?
—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo
tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres.
Los merodeadores y los hermanos Prewett sonrieron
por el exceso de información
Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto.
Dumbledore se volvió hacia la casa de los Dursley
— ¿Puedo... puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid.
Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso,
raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido,
como si fuera un perro herido.
-¿Por qué ponen de ejemplo a un perro?- reclamo
Sirius como cada vez que mencionan algo relacionado con un perro.
-Gracias por querer así a nuestro hijo Hagrid-le
dijo James.
-No hay de que, de seguro es un niño extraordinario-
les aseguro- con unos padres como ustedes no podría ser otra cosa.
— ¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los
muggles!
—Lo... siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran
pañuelo—. Pero no puedo soportarlo... Lily y James muertos... y el pobrecito
Harry tendrá que vivir con muggles...
Todos asintieron, a nadie le gustaba la idea de que
el niño vivera con ese tipos de personas.
—Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a
descubrirnos —susurró la profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de
Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la
puerta que había enfrente. Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta
de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros
dos.
-¡¡Piensa dejarlo ahí a la intemperie!!- dijo con
desesperación la pelirroja viendo a su director.
-Seria descortés llamar a la puerta a esa horas- fue
su única excusa con la joven.
-Podría correr mil peligros ahí afuera, podría
atacarlo un animal callejero pero “seria descortés llamar a la puerta”- ironizo
con enojo la pelirroja, hasta cierto punto era extraño que le hablara así a un
profesor.
—Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que
hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones.
—Ajá —respondió Hagrid con voz ronca—. Voy a devolver la moto a
Sirius. Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore.
Hagrid se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la
moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito
se elevó en el aire y desapareció en la noche.
—Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore,
saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la
nariz por toda respuesta.
Dumbledore se volvió y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina
y levantó el Apagador de plata.
Ese aparato en verdad sería muy útil, pensó la
metamorfomaga anotando mentalmente pedirle nuevamente un apagador como ese.
Lo hizo funcionar una vez y todas las luces de la calle se
encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado,
y pudo ver a un gato atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro
extremo de la calle. También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la
casa número 4.
-Mi bebe- susurro Lily pero su novio la escucho y la
abrazo por los hombros
—Buena suerte, Harry —murmuró. Dio media vuelta y, con un movimiento
de su capa, desapareció.
Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía
silenciosa bajo un cielo de color tinta. Aquél era el último lugar donde uno
esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio la vuelta entre
las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y siguió
durmiendo,
Varias mujeres lanzaron exclamaciones de ternura con
la descripción del pequeño bebe, y sin duda a más de alguna le hubiera gustado
poder hacer algo por ese pequeño.
-Oh mi dulce bebe- hablo Lily sin poder contenerse-
como quisiera tenerte en mis brazos en este momento.
-Pues, algo podríamos hacer Lily.- le propuso su
novio en tono seductor
-Compórtate Potter.- le dijo mitad en broma mitad en
serio.
Sin saber que era famoso, sin saber que en unas pocas horas le haría
despertar el grito de la señora Dursley, cuando abriera la puerta principal
para sacar las botellas de leche. Ni que iba a pasar las próximas semanas
pinchado y pellizcado por su primo Dudley (muchos bufaron ante eso). No
podía saber tampoco que, en aquel mismo momento, las personas que se reunían en
secreto por todo el país estaban levantando sus copas y diciendo, con voces
quedas: « ¡Por Harry Potter... el niño que vivió!».
-Ya entendí el significado del título- comentó
Sirius- no me parece justo que eso este pasando.
-Ya te lo dije canuto, es una de las cosas que
debemos cambiar.
-Sí, creo que tienes razón lunático
-Solo crees- dijo Tonks con falso tono de indignación-
él siempre tiene razón, por eso es el cerebro del grupo.
Muchos sonrieron ante eso y por la expresión que había
puesto el aludido, pero más de uno no pudo evitar notar como la joven salía a
la defensa del lobo, parecía que hay había algo más que se estaba gestando
entre ellos.
-Muy bien, les perece que continuemos con el siguiente-
propuso el director y todos asintieron.
Hola quería pedirte permiso para publicar tu historia en wattpad
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