-Muy bien, si me lo permiten yo leeré- se ofreció
Alice a lo que todos estuvieron de acuerdo- está bien el titilo del capítulo
es, “el vidrio que se desvaneció”
-Otro título igual de incomprensible que el
anterior- comento Sirius ganándose un golpe por parte de Lily.
-Mejor ya no digas nada canuto- le recomendó su
amigo
-Es evidente que se trata de magia accidental, después
de todo es un mago, aunque no le guste a esa morsa y la jirafa que tiene por
esposa- hablo sin pensar para después ver a su amiga- Lily, lo sient, yo…
-Descuida Alice, es comprensible- le regalo una
dulce sonrisa- pero si no comienzas a leer entonces si me enojare- le dijo fingiendo
molestia.
Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los
Dursley se despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada, pero
Privet Drive no había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos
jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y
avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el señor
Dursley había oído las ominosas noticias una noche de hacía diez años. Sólo las
fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado.
Diez años antes, había una gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran
pelota rosada con gorros de diferentes colores,
-¿Por qué alguien le pondría sombrero a una pelota?-
comento Sirius sin poderlo evitar.
-Y más aún, ¿por qué fotografiarla?- lo apoyo James
como siempre.
Entonces la mujer que tenía el libro comenzó a reír
pues había leído el resto de la oración, cuando se tranquilizó continuo con la
lectura.
Pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño,
Entonces todos entendieron de qué hablaban del hijo
de Petunia, sin poder evitarlo más de uno se puso a reír al imaginarse a ese
malcriado mocoso rodando por el suelo mientras lo fotografiaran, cuando todos
se tranquilizaron lo suficiente Alice continuo.
Y en aquel momento las fotos
mostraban a un chico grande y rubio montando su primera bicicleta, en un
tiovivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador, besado y abrazado
por su madre... La habitación no ofrecía señales de que allí viviera otro niño.
-¿Cómo es eso posible? pregunto el azabache- mi hijo
también vive ahí o no- tanto él como la pelirroja fijaron la vista preocupados
en la profesora McGonagall del futuro.
-Solo tienen que seguir con la lectura- dijo como
respuesta.
-Esto es una mierda- murmuro por lo bajo el
azabache.
Lily por su parte estaba dividida en cuanto a lo que
deseaba, por una parte le quería que su pequeño estuviera con la única
familia que parecía tener, pero por otro
lado conociendo a su hermana y su esposo, tal vez su hijo hubiera estado mejor
viviendo en otra parte.
Sin embargo, Harry Potter estaba todavía allí, durmiendo en aquel
momento, aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su
voz chillona era el primer ruido del día.
— ¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!
-¿Que se cree esa flacucha que está haciendo?- grito
exasperado Sirius.
-¡Esa no es forma de levantar a un niño!- continuo
Alice siendo apoyada por Lily y la señora Weasley.
-¡Es una maldita!- expreso Remus sin poder
contenerse, él que sabía muy bien el maltrato de las personas que no comprenden
o no quieren comprender a aquellos que son diferentes a ellos.
Harry se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la
puerta.
— ¡Arriba! —chilló de nuevo. Harry oyó sus pasos en dirección a la
cocina, y después el roce de la sartén contra el fogón. El niño se dio la
vuelta y trató de recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había
una moto que volaba (Sirius Sonrió con
arrogancia al escuchar eso). Tenía la
curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente.
Su tía volvió a la puerta.
— ¿Ya estás levantado? —quiso saber.
—Casi —respondió Harry
—Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a
dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de
Duddy.
-Lo hace cocinar, que esa maldita no entiende lo
peligrosos que eso para un niño- hablo Molly completamente molesta.
-Más bien no le importa lo que le pueda pasar- agregó
Dromeda que tenía los puños apretados, no entendía como podía existir personas
asi.
Harry gimió.
— ¿Qué has dicho? —gritó con ira desde el otro lado de la puerta.
—Nada, nada...
El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidarlo? Harry se
levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo de
la cama y, después de sacar una araña de uno, se los puso. Harry estaba
acostumbrado a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras
estaba llena de ellas, y allí era donde dormía.
Una nueva oleada de gritos y maldiciones surgieron a
lo largo de todo el gran comedor cuando terminaron de leer el párrafo, era
imposible imaginarse a una persona que puedan ser capaz de hacerle tremendas
atrocidades a un niño inocente, durante todo la lectura Lily se había quedo
quieta tratando de controlarse, pero había sido demasiado.
-¡¡¡Esa maldita hermana mía, juro por lo más sagrado
Petunia que te are pagar por todo eso!!!- su grito fue capaz de opacar a todos
los demás- y usted- se dirigió hacia Dumbledore- ¡¡¿cómo se le ocurrió
dejar mi Harry en ese lugar?!!- le envió
una mirada envenenada al director que inclino un poco la cabeza..
-En verdad lamento lo ocurrido- dijo apenado el
director.
-No es para manos- comento la McGonagall del pasado
sin poder evitarlo- ¿y no hicieron nada? ¿No trataron de ayudarlo de alguna
forma?- le pregunto a su contraparte del futro que inclino la cabeza- ustedes
lo sabían ¿no?
-No tengo idea si el profesor Dumbledore lo sabía o
no- hablo con la verdad- pero por mi parte he de decir que nunca supe nada de
eso, fue hasta hace poco que el joven Potter me conto de su vida antes de
ingresar a Hogwarts, y he de aceptar que mi indignación no fue menos que el que
Lily acaba de mostrar- acepto con sinceridad.
-¿En serio?, ¿se sintió tan mal profesora?- indago James
con voz suave. La mujer lo miro a los ojos y asintió con la cabeza- ¿pero por qué
usted…?
-En primera, porque es inhumano que traten a un niño
de esa forma, y en segundo lugar- la voz firme y seria que usualmente utilizaba
desapareció en ese momento- he de aceptar, que a pesar de los muchos problemas
en que Harry se metía, le llegue a tomar un gran aprecio.
Esa confesión dejo a todo el mundo (incluyendo a su
yo pasado) sorprendido, para los que la conocían bien era aún más sorprendente
que la seria y justa profesora McGonagall, quien siempre le hablaba a los
estudiantes por su apellido, se refiriera a Harry por su primer nombre, ese
gesto solo lo tenía de vez en cuando con Lily. Eso solo quería decir que ese
chico debía ser alguien muy especial.
Cuando estuvo vestido salió al recibidor y entró en la cocina. La mesa
estaba casi cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que éste
había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo
televisor y la bicicleta de carreras. La razón exacta por la que Dudley podía
querer una bicicleta era un misterio para Harry, ya que Dudley estaba muy gordo
y aborrecía el ejercicio, excepto si conllevaba pegar a alguien, por supuesto.
El saco de boxeo favorito de Dudley era Harry,
-Ese matito remedo de cerdo, ya después ajustemos
cuentas.
-Sirius, no pensaras golpear a un niño o si- indago
aterrada una chica de su club de fans.
-Claro que no, pero de una buena broma no se salva-
agrego con una sonrisa malvada.
-Muy buena idea canuto- lo apoyo James sacando un
pergamino para anotar la broma- ¿quién se une?- pregunto al gran comedor
De inermito Remus, los hermanos Prewett y para
sorpresa de todos Lily se pusieron a garabatear el pergamino lo más rápido que
podían, cuando terminaron le dieron una señala
Alice para que continuará con la lectura.
Pero no podía atraparlo muy a
menudo. Aunque no lo parecía, Harry era muy rápido.
Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena,
pero Harry había sido siempre flaco y muy bajo para su edad. Además, parecía
más pequeño y enjuto de lo que realmente era, porque toda la ropa que llevaba
eran prendas viejas de Dudley, y su primo era cuatro veces más grande que él.
-Ni siquiera para eso son capaces- hablo Lily sin poder
evitarlo.
Cerca de ahí Severus observaba la situación y no sabía
cómo sentirse, al principio sitio furia por saber que Potter tendría un hijo
con Lily, después sitio pena al enterarse de su muerte pero ahora, ese chicho
era el fruto de la unión de su peor enemigo y la mujer que amaba, y ahora que
leían eso no podría evitar recordar el sufrimiento que el mismo paso, después
de todo no eran tan diferentes.
Harry tenía un rostro delgado, rodillas huesudas, pelo negro y ojos de
color verde brillante. (Lili y James
sonrieron ante eso) Llevaba gafas
redondas siempre pegadas con cinta adhesiva, consecuencia de todas las veces
que Dudley le había pegado en la nariz. La única cosa que a Harry le gustaba de
su apariencia era aquella pequeña cicatriz en la frente, con la forma de un
relámpago. La tenía desde que podía acordarse, y lo primero que recordaba haber
preguntado a su tía Petunia era cómo se la había hecho.
—En el accidente de coche donde tus padres murieron —había dicho—. Y
no hagas preguntas.
-Si claro, como si un par de magos pudieran morir
con un simple accidente esa clase- comento Ted haciendo que todos asintieran.
-De seguro no
le contaron nada de nosotros- la pelirroja se acomodó en el pecho de su novio sintiéndose
terrible.
«No hagas preguntas»: ésa era la primera regla que se debía observar
si se quería vivir una vida tranquila con los Dursley.
Tío Vernon entró a la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al
tocino.
— ¡Péinate! —bramó como saludo matinal.
-Es inútil- dijo James tratando de aligerar el
ambiente- el cabello indomable, la figura escuálida y la ceguera son rasgos de
todo Potter.
-Por surte tiene mis ojos- comento Lily sintiéndose un
poco mejor.
-Sí, tus hermoso ojos esmeraldas- agrego viéndola
con ternura.
Una vez por semana, tío Vernon miraba por encima de su periódico y
gritaba que Harry necesitaba un corte de pelo. A Harry le habían cortado más
veces el pelo que al resto de los niños de su clase todos juntos, pero no
servía para nada, pues su pelo seguía creciendo de aquella manera, por todos
lados.
Harry estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina con su
madre. Dudley se parecía mucho a tío Vernon. Tenía una cara grande y rosada,
poco cuello, ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo rubio que
cubría su cabeza gorda. Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un
angelito. Harry decía a menudo que Dudley parecía un cerdo con peluca.
Las risas no se dejaron esperar después de leer los pensamientos
del joven azabache.
-Eso de seguro lo heredo de ti- comento divertida
Lily mirando a su pareja.
-Me alegra que se pueda divertir aunque se un poco-
comento con dulzura guandoca un beso de su novia.
-Esas personas son horribles- comento Nymphadora después
de un rato- no solo por su actitud también por su apariencia- muchos estuvieron
de acuerdo con ella.
-¿Y según tú quien tiene mejor figura sobrina?-
trato de picarla Sirius, pero ella no se intimido.
-Mmm no lo sé- hizo como si lo estuviera meditando
un segundo- yo creo que Remus sería una buena opción- ni Sirius, ni sus padres,
ni todos los que estaban cerca de ella pudieron creer lo que escucharon. En
cuanto al licántropo, él había adquirido un curioso color escarlata en su
rostro.
-Bueno, ciertamente no tienes mal gusto sobrina-
trato de aligerar el ambiente el animago- pero si de buena apariencia hablamos
aquí estoy yo- sonrió con arrogancia y varias chicas gritaron su apoyo.
-Mmm no, yo creo que Remus está mejor- le aseguro
dándole en donde más le dolía, en su orgullo, como había ocurrido hace un
momento otro grupo de chicas (pero esta vez del club de fans de Remus), expresando
su apoyo de la única forma que sabían, gritándolo.
-Señoritas por favor cálmense- hablo el director con
voz amplificada para evitar una pelea entre ellas, tal vez parezca un poco
exagerado, pero ya habían ocurrido antes peleas entre las miembros de los clubs
de fans de esos jóvenes.- podría continuar señora Longbottom-le pido a la
mujer.
Harry puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon, lo que era
difícil porque había poco espacio. Entretanto, Dudley contaba sus regalos. Su
cara se ensombreció.
—Treinta y seis —dijo, mirando a su madre y a su padre—. Dos menos que
el año pasado.
-Y todavía se queja, mira que ni siquiera cornamenta
era tan mimado- exclamo el oji gris.
-Si es cierto. ¡Oye!- le reclamo cuando entendió el
insulto- yo no era un mimado.
-Claro que sí, o te olvidas de las fiestas que mamá
Dorea te hacia- le recordó el licántropo- eras el príncipe de la casa.
-Gracias lunático-dijo apretando los dientes
-De nada cornamenta- le contesto como si nada.
La profesora del futuro miraba esa escena con media
sonrisa en su rostro, era muy grande la diferencia que había en eso tres
jóvenes que tenía frente a ella, a los que conoció en el futuro, tanto a Sirius
y en especial a Remus le hacía mucha falta tener a sus amigos con ellos.
—Querido, no has contado el regalo de tía Marge. Mira, está debajo de
este grande de mamá y papá.
—Muy bien, treinta y siete entonces —dijo Dudley, poniéndose rojo.
Harry; que podía ver venir un gran berrinche de Dudley, comenzó a
comerse el beicon lo más rápido posible, por si volcaba la mesa. Tía Petunia
también sintió el peligro, porque dijo rápidamente:
—Y vamos a comprarte dos regalos más cuando salgamos hoy. ¿Qué te
parece, pichoncito? Dos regalos más. ¿Está todo bien?
Dudley pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para él.
Por último, dijo lentamente.
—Entonces tendré treinta y... treinta y...
-Ni siquiera eso sabe hacer- se exaspero Molly.
-Seria increíble que lo lograra- comentó Dora como
si estuviera emocionada- piensen, cuantas veces han visto un cerdo que sepa
contar.
Todos, en especial los merodeadores y los gemelos Prewett
soltaron tremendas carcajadas ante ese cometario, normalmente Andrómeda se
encargaría de reprender a su hija por su forma de hablar, pero estaba demasiado
ocupada riéndose también de la comparación.
—Treinta y nueve, dulzura —dijo tía Petunia.
—Oh —Dudley se dejó caer pesadamente en su silla y cogió el regalo más
cercano—. Entonces está bien.
Tío Vernon rió entre dientes.
—El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su padre.
¡Bravo, Dudley! —dijo, y revolvió el pelo de su hijo.
Los merodeadores, Lily, los gemelos, los Tonks y los
Weasley bufaron de molestaría ante eso, malcriar así a un niño solo para
hacerle la vida miserable a otro era algo que nunca lograrían comprender.
En aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a cogerlo,
mientras Harry y tío Vernon miraban a Dudley, que estaba desembalando la
bicicleta de carreras, la filmadora, el avión con control remoto, dieciséis
juegos nuevos para el ordenador y un vídeo. Estaba rompiendo el envoltorio de
un reloj de oro, cuando tía Petunia volvió, enfadada y preocupada a la vez.
—Malas noticias, Vernon —dijo—. La señora Figg se ha fracturado una pierna.
No puede cuidarlo. —Volvió la cabeza en dirección a Harry.
-Mi pobre bebe, como mi hermana puede ser tan…
-Lo sabemos cariño- trataba de consolarla el
azabache, no era bueno que siguiera enojada.
-Figg, ¿acaso no conocimos recientemente a alguien con
ese nombre?- pregunto Remus
-Así es joven Lupin, es una squib amiga mía- le respondió
Dumbledore, al parecer no había dejado de vigilar al joven Potter esos años.
La boca de Dudley se abrió con horror, pero el corazón de Harry dio un
salto. Cada año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con un
amigo a pasar el día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o al
cine. Cada año, Harry se quedaba con la señora Figg, una anciana loca que vivía
a dos manzanas. Harry no podía soportar ir allí. Toda la casa olía a repollo y
la señora Figg le hacía mirar las fotos de todos los gatos que había tenido.
-Impertinente y arrogante como su padre- comentó
Severus de forma acida.
-Nadie te pregunto quejicus- le revalido James.
-Solo digo lo que es Potter.
-Ya basta Sev- le grito la pelirroja- entiendo que
no se lleven bien pero no te permitiré que trates así a mi hijo, él no tiene la
culpa de sus rencores
La mirada severa de la mujer era suficiente para provocar
miedo hasta al más valiente, y más ahora que estaba defendiendo a su hijo.
Snape se quedó viéndola a los ojos y no dijo nada más, no podía discutirle nada
pues era cierto.
— ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó tía Petunia, mirando con ira a Harry
como si él lo hubiera planeado todo. Harry sabía que debería sentir pena por la
pierna de la señora Figg, pero no era fácil cuando recordaba que pasaría un año
antes de tener que ver otra vez a Tibbles, Snowy, el Señor Paws o Tufty.
Severus bufo reafirmando su postura cuando leyeron
esa parte, estaba tratando de ver en ese niño al James Potter que tenía
enfrente de él, en lugar de ver al niño que alguna vez fue él, lo último que
quería era tomarle simpatía a aquel hijo de su enemigo.
—Podemos llamar a Marge —sugirió tío Vernon.
—No seas tonto, Vernon, ella no aguanta al chico.
Los Dursley hablaban a menudo sobre Harry de aquella manera, como si
no estuviera allí, o más bien como si pensaran que era tan tonto que no podía
entenderlos, algo así como un gusano.
-Más animales son ellos- comentó Andrómeda ganándose
asentimientos de Molly, Lily y Tonks.
— ¿Y qué me dices de... tu amiga... cómo se llama...? Yvonne?
—Está de vacaciones en Mallorca —respondió enfadada tía Petunia.
—Podéis dejarme aquí —sugirió esperanzado Harry. Podría ver lo que quisiera
en la televisión, para variar, y tal vez incluso hasta jugaría con el ordenador
de Dudley
Tía Petunia lo miró como si se hubiera tragado un limón.
— ¿Y volver y encontrar la casa en ruinas? —rezongó.
—No voy a quemar la casa —dijo Harry, pero no le escucharon.
—Supongo que podemos llevarlo al zoológico —dijo en voz baja tía
Petunia—... y dejarlo en el coche...
Muchos resoplaron molestos ante esa idea.
—El coche es nuevo, no se quedará allí solo...
La profesora soltó una tenue risa que nadie pudo
escuchar, hace poco tiempo Harry y sus amigos le contaron acerca de sus
aventuras, y era curioso que mencionaran un carro destruido, sin poder evitarlo
recordó los perturbadores acontecimientos que ocurrieron en su segundo año que
pronto leerían en el segundo libro.
Dudley comenzó a llorar a gritos. En realidad no lloraba, hacía años
que no lloraba de verdad, pero sabía que, si retorcía la cara y gritaba, su
madre le daría cualquier cosa que quisiera.
-No puedo creer que una mujer caiga tan bajo en la
crianza de un hijo- escupió Molly molesta.
-Sin duda muchas de las cosas que hacía era para que
Harry se sintiera inferior, pero en su odio hacia lo que no comprende no pudo
ver el daño que le está haciendo a su hijo- agrego con sapiencia Remus
impresionando a muchos, el profesor Dumbledore lo veía con orgullo y no podía
estar más desacuerdo.
-Cielos, ahora si se te quemo el cerebro lunático-
se burló Sirius haciendo que muchos rieran.
-Supongo que debo creerte, después de todo eso te
pasa muy seguido- le rebatió a su amigo incrementando las risas.
—Mi pequeñito Dudley no llores, mamá no dejará que él te estropee tu
día especial —exclamó, abrazándolo.
— ¡Yo... no... quiero... que... él venga! —exclamó Dudley entre
fingidos sollozos—. ¡Siempre lo estropea
todo! —Le hizo una mueca burlona a Harry, desde los brazos de su madre.
-Canuto el pergamino- pidió Remus y comenzó a
escribir con rapidez con una mirada extraña, sus amigos sabían que eso
significaba una broma de esas que marcan época.
Justo entonces, sonó el timbre de la puerta.
—¡Oh, Dios, ya están aquí! —dijo tía Petunia en tono desesperado y, un
momento más tarde, el mejor amigo de Dudley, Piers Polkiss, entró con su madre.
Piers era un chico flacucho con cara de rata. Era el que, habitualmente,
sujetaba los brazos de los chicos detrás de la espalda mientras Dudley les
pegaba. Dudley suspendió su fingido llanto de inmediato.
-Y a mí hijo lo dejaban solo como a un perro-
exclamo Lily.
-Hey, dejen a los perros tranquilos- reclamo Sirius
Media hora más tarde, Harry, que no podía creer en su suerte, estaba
sentado en la parte de atrás del coche de los Dursley, junto con Piers y
Dudley, camino del zoológico por primera vez en su vida. A sus tíos no se les
había ocurrido una idea mejor, pero antes de salir tío Vernon se llevó aparte a
Harry.
—Te lo advierto —dijo, acercando su rostro grande y rojo al de Harry—.
Te estoy avisando ahora, chico: cualquier cosa rara, lo que sea, y te quedarás
en la alacena hasta la Navidad.
-Nada más quiero ver que lo intentes morsa- lo
desafío James sin notar que se trataba de un libro.
—No voy a hacer nada —dijo Harry—. De verdad...
Pero tío Vernon no le creía. Nadie lo hacía.
El problema era que, a menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de Harry
y no conseguía nada con decir a los Dursley que él no las causaba.
-Si lo causaba, pero no de forma consiente, es magia
accidental- comento Alice por lo bajo.
En una ocasión, tía Petunia, cansada de que Harry volviera de la
peluquería como si no hubiera ido, cogió unas tijeras de la cocina y le cortó
el pelo casi al rape, exceptuando el flequillo, que le dejó «para ocultar la
horrible cicatriz». Dudley se rió como un tonto, burlándose de Harry, que pasó
la noche sin dormir imaginando lo que pasaría en el colegio al día siguiente,
donde ya se reían de su ropa holgada y sus gafas remendadas. Sin embargo, a la
mañana siguiente, descubrió al levantarse que su pelo estaba exactamente igual
que antes de que su tía lo cortara.
-No pueden ganar en contra del cabello Potter- alabo
James con una sonrisa.
-Ni siquiera con magia lo pueden controlar- agrego
Lily mientras le alborotaba el cabello, muchas chicas la miraron mal por estar
tan cerca de su querido ídolo.
-Y miren que lo hemos intentado- apoyo Sirius
Como castigo, lo encerraron en la alacena durante una semana, aunque
intentó decirles que no podía explicar cómo le había crecido tan deprisa el pelo.
-El pergamino- dijeron al unísono el azabache y la
pelirroja garabateando unos veinte centímetros cada uno..
Otra vez, tía Petunia había tratado de meterlo dentro de un repugnante
jersey viejo de Dudley. Cuanto más intentaba pasárselo por la cabeza, más
pequeña se volvía la prenda, hasta que finalmente le habría sentado como un
guante a una muñeca, pero no a Harry. Tía Petunia creyó que debía de haberse
encogido al lavarlo y, para su gran alivio, Harry no fue castigado.
-Ella sabía lo que era, y que a su edad era
imposible controlarlo-aseguro con molestia la pelirroja.
-Tranquilice sonorita Evans- le pidió la profesora McGonagall
del futuro-han pasado muchas cosas, y lo mejor será que se relaje- A nadie le
gusto el comentario de la profesora.
Por otra parte, había tenido un problema terrible cuando lo
encontraron en el techo de la cocina del colegio. El grupo de Dudley lo
perseguía como de costumbre cuando, tanto para sorpresa de Harry como de los
demás, se encontró sentado en la chimenea.
Una exclamación de asombro se generalizo por el gran
comedor.
-Pero ¿qué fue eso?, ¿se apareció o algo así?- pregunto
un chico de Gryffindor.
-Eso, o tal vez fue capaz de volar sin escoba-
comento el director igual de impresionado- pero de cualquier forma, ya fuera que
hiciera un opción u otra, ambas son muy difíciles de realizar y requieren de
mucha magia.
-Entonces eso quiere decir que será un mago muy
poderosos- comento Slughorn
-Será interesante tenerlo como estudiante.- agregó Flitwick
con algo de emoción.
-Sí señor, un gran mago sin duda, con esos padres
que tiene no se podría esperar menos- alabo Hagrid.
James y Lily escucharon todo lo que decían y no
pudieron evitar que sus pechos se hincharan de orgullo, incluso antes de que asistiera
la colegio su hijo estaba demostrando un gran poder.
Los Dursley recibieron una carta amenazadora de la directora del
colegio, diciéndoles que Harry andaba trepando por los techos del colegio. Pero lo único que trataba de hacer fue saltar
los grandes cubos que estaban detrás de la puerta de la cocina. Harry suponía
que el viento lo había levantado en medio de su salto.
-Si claro, estará flaco pero no es para tanto- se burlo Black
-¡Sirius!, mi hijo solamente está tratando de encontrar
una explicación coherente- le regaño
Lily
-Pero es que eso es magia
-¿Y tú crees que la odiosa de mi hermana se lo diría?-
ante eso el animago se sintió apenado y le envió una mirada de disculpa a su
amiga.
Pero aquel día nada iba a salir mal. Incluso estaba bien pasar el día
con Dudley y Piers si eso significaba no tener que estar en el colegio, en su
alacena, o en el salón de la señora Figg, con su olor a repollo.
Mientras conducía, tío Vernon se quejaba a tía Petunia. Le gustaba
quejarse de muchas cosas. Harry, el ayuntamiento, Harry, el banco y Harry eran
algunos de sus temas favoritos. Aquella mañana les tocó a los motoristas.
-Acaso ese infeliz no sabe hacer otra cosa que
quejarse- comento Dora
—... haciendo ruido como locos esos gamberros —dijo, mientras una moto
los adelantaba.
—Tuve un sueño sobre una moto —dijo Harry recordando de pronto—.
Estaba volando.
Cuando terminaron de leer las palabras de Harry Sirius
puso una sonrisa de suficiencia y Lily hizo aparecer un pergamino frente a ella,
después comenzó a anotar algunas cosas, Alice, Frank, los profesores y los
merodeadores vieron eso de forma muy extraña.
-Lily cariño, ¿qué estás haciendo?- pregunto con precaución,
pues sabia por experiencia que no era bueno molestarla.
-Estoy haciendo unas anotaciones- comento con simpleza-
hay algunas cosas que le tendré que decir a Harry cuando lo vea- para todos fue
obvio que Lily regañaría a su hijo en cuanto pudiera.
Tío Vernon casi chocó con el coche que iba delante del suyo. Se dio la
vuelta en el asiento y gritó a Harry:
—¡LAS MOTOS NO VUELAN!
Su rostro era como una gigantesca remolacha con bigotes. Dudley y
Piers se rieron disimuladamente.
—Ya sé que no lo hacen —dijo Harry—. Fue sólo un sueño.
Pero deseó no haber dicho nada. Si había algo que desagradaba a los
Dursley aún más que las preguntas que Harry hacía, era que hablara de cualquier
cosa que se comportara de forma indebida, no importa que fuera un sueño o un
dibujo animado. Parecían pensar que podía llegar a tener ideas peligrosas.
Un gran número de risas se escuchó en el lugar
Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias.
Los Dursley compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en
la entrada, y luego, como la sonriente señora del puesto preguntó a Harry qué
quería antes de que pudieran alejarse, le compraron un polo de limón, que era
más barato. Aquello tampoco estaba mal, pensó Harry, chupándolo mientras
observaban a un gorila que se rascaba la cabeza y se parecía notablemente a
Dudley, salvo que no era rubio.
-Eso tiene solución- comento Dora para que solo
Remus y su tío la escucharan.
-Muy cierto sobrinita- apoyo su tío alcanzando el
pergamino de la bromas para agregar algunas cosas.
Fue la mejor mañana que Harry había pasado en mucho tiempo. Tuvo
cuidado de andar un poco alejado de los Dursley, para que Dudley y Piers, que
comenzaban a aburrirse de los animales cuando se acercaba la hora de comer, no
empezaran a practicar su deporte favorito, que era pegarle a él. Comieron en el
restaurante del zoológico, y cuando Dudley tuvo una rabieta porque su bocadillo
no era lo suficientemente grande, tío Vernon le compró otro y Harry tuvo
permiso para terminar el primero.
Más tarde, Harry pensó que debía haber sabido que aquello era
demasiado bueno para durar.
-¿Y ahora que le pasara?- se lamentó su madre.
-Si tiene la misma buena suerte que cornamenta, de
seguro algo grande- comento Sirius haciendo que todos los que lo conocían al
hombre asintieran.
Después de comer fueron a ver los reptiles. Estaba oscuro y hacía
frío, y había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los
vidrios, toda clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por
las piedras y los troncos. Dudley y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas
y las gruesas pitones que estrujaban a los hombres. Dudley encontró rápidamente
la serpiente más grande. Podía haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo
aplastado como si fuera una lata, pero en aquel momento no parecía tener ganas.
En realidad, estaba profundamente dormida.
Dudley permaneció con la nariz apretada contra el vidrio, contemplando
el brillo de su piel.
—Haz que se mueva —le exigió a su padre.
-Los animales están ahí para que los admiren, no
para que los diviertan- comentó Alice molesta por esa actitud.
Tío Vernon golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió.
—Esto es aburrido —se quejó Dudley. Se alejó arrastrando los pies.
Harry se movió frente al vidrio y miró intensamente a la serpiente. Si
él hubiera estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin
ninguna compañía, salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando
todo el día. Era peor que tener por dormitorio una alacena donde la única
visitante era tía Petunia, llamando a la puerta para despertarlo: al menos, él
podía recorrer el resto de la casa.
De pronto, la serpiente abrió sus ojillos, pequeños y brillantes como
cuentas. Lenta, muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron
al nivel de los de Harry.
Guiñó un ojo.
-¿Que la serpiente hizo que?- pregunto Frank
confundido
Harry la miró fijamente. Luego echó rápidamente un vistazo a su
alrededor, para ver si alguien lo observaba. Nadie le prestaba atención. Miró
de nuevo a la serpiente y también le guiñó un ojo.
-¡Eso no es posible!- grito Sirius con desesperación-
¡de entre todas la cosas que puede hacer, mini-cornamenta se quiere ligar a una
serpiente!- termino con dramatismo haciendo que algunos rieran y otros
voltearan los ojos- ¡de tantas chicas de las que podría elegir!
-¡¡Sirius!! Eso es en lo que único que piensas-recrimino
Lily
-¿Qué? acaso hay otra cosa más importante para
pensar- negando con la cabeza le
pidieron a Alice para que continuara.
La serpiente torció la cabeza hacia tío Vernon y Dudley, y luego
levantó los ojos hacia el techo. Dirigió a Harry una mirada que decía
claramente:
—Me pasa esto constantemente.
—Lo sé —murmuró Harry a través del vidrio, aunque no estaba seguro de
que la serpiente pudiera oírlo—. Debe de ser realmente molesto.
-Hay pequeño, no puede entender lo que dices- comentó
James con cierta ternura.
La serpiente asintió vigorosamente.
-Oh por merlín,
¡si le entiende!-volvió a hablar el hombre sin poderlo creer.
—A propósito, ¿de dónde vienes? —preguntó Harry
La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había cerca
del vidrio. Harry miró con curiosidad.
«Boa Constrictor, Brasil.»
—¿Era bonito aquello?
La boa constrictor volvió a señalar con la cola y Harry leyó: «Este
espécimen fue criado en el zoológico».
—Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil?
Dumbledore y los demás profesores escuchaban la
narración sin poderlo entender, esa era una habilidad muy extraña, y más aun
tomando en cuenta que esa familia no tenía relación con la casa de Salazar
Slytherin.
Mientras la serpiente negaba con la cabeza, un grito ensordecedor
detrás de Harry los hizo saltar.
—¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO VAN A
CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!
-¡Ese maldito mocoso!- increpo Alastor.
—Quita de en medio —dijo, golpeando a Harry en las costillas. Cogido
por sorpresa, Harry cayó al suelo de cemento. Lo que sucedió a continuación fue
tan rápido que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dudley estaban inclinados
cerca del vidrio, y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de
terror.
Harry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el
cubículo de la boa constrictor había desaparecido.
-Bueno, ya ves porque el capítulo lleva ese nombre-
le dijo a Alice al oji gris
-Sí, y valió la pena dedicarle un capitulo jajá- el
hombre se reía por lo ocurrido, sin duda era hijo de un merodeador.
-Sin duda increíble-se escuchó desde la mesa de
profesores impresionados - el desaparecer objetos se enseña hasta el cuarto
cuso- continuo la McGonagall del pasado.
-Mi pequeño será un gran mago- termino Lily con
admiración
La descomunal serpiente se había desenrollado rápidamente y en aquel
momento se arrastraba por el suelo. Las personas que estaban en la casa de los
reptiles gritaban y corrían hacia las salidas.
Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Harry habría podido jurar
que una voz baja y sibilante decía:
—Brasil, allá voy... Gracias, amigo.
-Eso es imposible- grito James- es que no, el no
pude hablar… o si puede hacerlo- miro a la profesora McGonagall del futuro.
-Todas las respuestas están en los libros-desvió la
pregunta.
El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado.
—Pero... ¿y el vidrio? —repetía—. ¿Adónde ha ido el vidrio?
El director del zoológico en persona preparó una taza de té fuerte y
dulce para tía Petunia, mientras se disculpaba una y otra vez. Piers y Dudley
no dejaban de quejarse. Por lo que Harry había visto, la serpiente no había
hecho más que darles un golpe juguetón en los pies, pero cuando volvieron al
asiento trasero del coche de tío Vernon, Dudley les contó que casi lo había
mordido en la pierna, mientras Piers juraba que había intentado estrangularlo.
Pero lo peor, para Harry al menos, fue cuando Piers se calmó y pudo decir:
—Harry le estaba hablando. ¿Verdad, Harry?
-Y se podría saber quién le pregunto- exclamo Ted
molesto- eso le traería más problemas al pobre chico.
Tío Vernon esperó hasta que Piers se hubo marchado, antes de enfrentarse
con Harry. Estaba tan enfadado que casi no podía hablar.
—Ve... alacena... quédate... no hay comida —pudo decir, antes de
desplomarse en una silla. Tía Petunia tuvo que servirle una copa de brandy.
Mucho más tarde, Harry estaba acostado en su alacena oscura, deseando
tener un reloj. No sabía qué hora era y no podía estar seguro de que los
Dursley estuvieran dormidos. Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a ir
a la cocina a buscar algo de comer.
Había vivido con los Dursley casi diez años, diez años desgraciados, (unas lágrimas se deslizaron por la mejilla de la pelirroja) hasta donde podía acordarse, desde que
era un niño pequeño y sus padres habían muerto en un accidente de coche. No
podía recordar haber estado en el coche cuando sus padres murieron. Algunas
veces, cuando forzaba su memoria durante las largas horas en su alacena, tenía
una extraña visión, un relámpago cegador de luz verde y un dolor como el de una
quemadura en su frente.
-La maldición acecina- increpo Alastor y muchos se
estremecieron.
-Lo… lo recuerda- se lamentó su madre
Aquello debía de ser el choque, suponía, aunque no podía imaginar de
dónde procedía la luz verde. Y no podía recordar nada de sus padres. Sus tíos
nunca hablaban de ellos y, por supuesto, tenía prohibido hacer preguntas.
Cuando era más pequeño, Harry soñaba una y otra vez que algún pariente
desconocido iba a buscarlo para llevárselo, pero eso nunca sucedió: los Dursley
eran su única familia.
-Y se podría saber ¿dónde demonios estaban ustedes?-
le reclamo James a sus amigos que se encogieron de hombros.
Esperaban que hubiera una buena razón, o si no la
pareja se encargaría de torturarlos severamente, pero más importante que eso,
ellos también querían saber qué diablos estaban haciendo en lugar de estar conSel
hijo de su mejor amigo.
Pero a veces pensaba (tal vez era más bien que lo deseaba) que había
personas desconocidas que se comportaban como si lo conocieran. Eran
desconocidos muy extraños. Lo más raro de toda aquella gente era la forma en
que parecían desaparecer en el momento en que Harry trataba de acercarse.
-Sin duda eran magos- comentó Dumbledore.
En el colegio, Harry no tenía amigos. Todos sabían que el grupo de
Dudley odiaba a aquel extraño Harry Potter, con su ropa vieja y holgada y sus
gafas rotas, y a nadie le gustaba estar en contra de la banda de Dudley.
-Aquí termina el capítulo- informo Alice dándole el
libro a su marido que se lo había pidió.
-Muy bien, aún tenemos tiempo de leer un par de
capítulos más- hablo el director- pero antes de continuar- hizo una seña y
luego la comida comenzó a parecer en las mesas- es hora de cenar.
Sirius felizmente acepto la oferta y se dispusieron
a comer mientras platicaban y comentaban
lo que habían leído, hasta cierto punto era interesante todo eso, pero según lo
que les había dicho Dumbledore, eso tenía ver con cierto mago tenebroso que los
estaba acosando, así que no podían evitar preguntarse, que papel tenía el hijo
de James y Lily además de lo que ya se habían enterado.
Buen capítulo.
ResponderEliminarSirius como siempre un chistoso y muerto de hambre.