sábado, 17 de mayo de 2014

Capítulo 2.- El vidrio que se desvaneció

-Muy bien, si me lo permiten yo leeré- se ofreció Alice a lo que todos estuvieron de acuerdo- está bien el titilo del capítulo es, “el vidrio que se desvaneció”
-Otro título igual de incomprensible que el anterior- comento Sirius ganándose un golpe por parte de Lily.
-Mejor ya no digas nada canuto- le recomendó su amigo
-Es evidente que se trata de magia accidental, después de todo es un mago, aunque no le guste a esa morsa y la jirafa que tiene por esposa- hablo sin pensar para después ver a su amiga- Lily, lo sient, yo…
-Descuida Alice, es comprensible- le regalo una dulce sonrisa- pero si no comienzas a leer entonces si me enojare- le dijo fingiendo molestia.
Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada, pero Privet Drive no había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído las ominosas noticias una noche de hacía diez años. Sólo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años antes, había una gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes colores,
-¿Por qué alguien le pondría sombrero a una pelota?- comento Sirius sin poderlo evitar.
-Y más aún, ¿por qué fotografiarla?- lo apoyo James como siempre.
Entonces la mujer que tenía el libro comenzó a reír pues había leído el resto de la oración, cuando se tranquilizó continuo con la lectura.
Pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño,
Entonces todos entendieron de qué hablaban del hijo de Petunia, sin poder evitarlo más de uno se puso a reír al imaginarse a ese malcriado mocoso rodando por el suelo mientras lo fotografiaran, cuando todos se tranquilizaron lo suficiente Alice continuo.
 Y en aquel momento las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su primera bicicleta, en un tiovivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador, besado y abrazado por su madre... La habitación no ofrecía señales de que allí viviera otro niño.
-¿Cómo es eso posible? pregunto el azabache- mi hijo también vive ahí o no- tanto él como la pelirroja fijaron la vista preocupados en la profesora McGonagall del futuro.
-Solo tienen que seguir con la lectura- dijo como respuesta.
-Esto es una mierda- murmuro por lo bajo el azabache.
Lily por su parte estaba dividida en cuanto a lo que deseaba, por una parte le quería que su pequeño estuviera con la única familia  que parecía tener, pero por otro lado conociendo a su hermana y su esposo, tal vez su hijo hubiera estado mejor viviendo en otra parte.
Sin embargo, Harry Potter estaba todavía allí, durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día.
— ¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!
-¿Que se cree esa flacucha que está haciendo?- grito exasperado Sirius.
-¡Esa no es forma de levantar a un niño!- continuo Alice siendo apoyada por Lily y la señora Weasley.
-¡Es una maldita!- expreso Remus sin poder contenerse, él que sabía muy bien el maltrato de las personas que no comprenden o no quieren comprender a aquellos que son diferentes a ellos.
Harry se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la puerta.
— ¡Arriba! —chilló de nuevo. Harry oyó sus pasos en dirección a la cocina, y después el roce de la sartén contra el fogón. El niño se dio la vuelta y trató de recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que volaba (Sirius Sonrió con arrogancia al escuchar eso). Tenía la curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente.
Su tía volvió a la puerta.
— ¿Ya estás levantado? —quiso saber.
—Casi —respondió Harry
—Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.
-Lo hace cocinar, que esa maldita no entiende lo peligrosos que eso para un niño- hablo Molly completamente molesta.
-Más bien no le importa lo que le pueda pasar- agregó Dromeda que tenía los puños apretados, no entendía como podía existir personas asi.
Harry gimió.
— ¿Qué has dicho? —gritó con ira desde el otro lado de la puerta.
—Nada, nada...
El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidarlo? Harry se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo de la cama y, después de sacar una araña de uno, se los puso. Harry estaba acostumbrado a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y allí era donde dormía.
Una nueva oleada de gritos y maldiciones surgieron a lo largo de todo el gran comedor cuando terminaron de leer el párrafo, era imposible imaginarse a una persona que puedan ser capaz de hacerle tremendas atrocidades a un niño inocente, durante todo la lectura Lily se había quedo quieta tratando de controlarse, pero había sido demasiado.
-¡¡¡Esa maldita hermana mía, juro por lo más sagrado Petunia que te are pagar por todo eso!!!- su grito fue capaz de opacar a todos los demás- y usted- se dirigió hacia Dumbledore- ¡¡¿cómo se le ocurrió dejar  mi Harry en ese lugar?!!- le envió una mirada envenenada al director que inclino un poco la cabeza..
-En verdad lamento lo ocurrido- dijo apenado el director.
-No es para manos- comento la McGonagall del pasado sin poder evitarlo- ¿y no hicieron nada? ¿No trataron de ayudarlo de alguna forma?- le pregunto a su contraparte del futro que inclino la cabeza- ustedes lo sabían ¿no?
-No tengo idea si el profesor Dumbledore lo sabía o no- hablo con la verdad- pero por mi parte he de decir que nunca supe nada de eso, fue hasta hace poco que el joven Potter me conto de su vida antes de ingresar a Hogwarts, y he de aceptar que mi indignación no fue menos que el que Lily acaba de mostrar- acepto con sinceridad.
-¿En serio?, ¿se sintió tan mal profesora?- indago James con voz suave. La mujer lo miro a los ojos y asintió con la cabeza- ¿pero por qué usted…?
-En primera, porque es inhumano que traten a un niño de esa forma, y en segundo lugar- la voz firme y seria que usualmente utilizaba desapareció en ese momento- he de aceptar, que a pesar de los muchos problemas en que Harry se metía, le llegue a tomar un gran aprecio.
Esa confesión dejo a todo el mundo (incluyendo a su yo pasado) sorprendido, para los que la conocían bien era aún más sorprendente que la seria y justa profesora McGonagall, quien siempre le hablaba a los estudiantes por su apellido, se refiriera a Harry por su primer nombre, ese gesto solo lo tenía de vez en cuando con Lily. Eso solo quería decir que ese chico debía ser alguien muy especial.
Cuando estuvo vestido salió al recibidor y entró en la cocina. La mesa estaba casi cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que éste había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y la bicicleta de carreras. La razón exacta por la que Dudley podía querer una bicicleta era un misterio para Harry, ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio, excepto si conllevaba pegar a alguien, por supuesto. El saco de boxeo favorito de Dudley era Harry,
-Ese matito remedo de cerdo, ya después ajustemos cuentas.
-Sirius, no pensaras golpear a un niño o si- indago aterrada una chica de su club de fans.
-Claro que no, pero de una buena broma no se salva- agrego con una sonrisa malvada.
-Muy buena idea canuto- lo apoyo James sacando un pergamino para anotar la broma- ¿quién se une?- pregunto al gran comedor
De inermito Remus, los hermanos Prewett y para sorpresa de todos Lily se pusieron a garabatear el pergamino lo más rápido que podían, cuando terminaron le dieron una señala  Alice para que continuará con la lectura.
 Pero no podía atraparlo muy a menudo. Aunque no lo parecía, Harry era muy rápido.
Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena, pero Harry había sido siempre flaco y muy bajo para su edad. Además, parecía más pequeño y enjuto de lo que realmente era, porque toda la ropa que llevaba eran prendas viejas de Dudley, y su primo era cuatro veces más grande que él.
-Ni siquiera para eso son capaces- hablo Lily sin poder evitarlo.
Cerca de ahí Severus observaba la situación y no sabía cómo sentirse, al principio sitio furia por saber que Potter tendría un hijo con Lily, después sitio pena al enterarse de su muerte pero ahora, ese chicho era el fruto de la unión de su peor enemigo y la mujer que amaba, y ahora que leían eso no podría evitar recordar el sufrimiento que el mismo paso, después de todo no eran tan diferentes.
Harry tenía un rostro delgado, rodillas huesudas, pelo negro y ojos de color verde brillante. (Lili y James sonrieron ante eso) Llevaba gafas redondas siempre pegadas con cinta adhesiva, consecuencia de todas las veces que Dudley le había pegado en la nariz. La única cosa que a Harry le gustaba de su apariencia era aquella pequeña cicatriz en la frente, con la forma de un relámpago. La tenía desde que podía acordarse, y lo primero que recordaba haber preguntado a su tía Petunia era cómo se la había hecho.
—En el accidente de coche donde tus padres murieron —había dicho—. Y no hagas preguntas.
-Si claro, como si un par de magos pudieran morir con un simple accidente esa clase- comento Ted haciendo que todos asintieran.
-De seguro  no le contaron nada de nosotros- la pelirroja se acomodó en el pecho de su novio sintiéndose terrible.
«No hagas preguntas»: ésa era la primera regla que se debía observar si se quería vivir una vida tranquila con los Dursley.
Tío Vernon entró a la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al tocino.
— ¡Péinate! —bramó como saludo matinal.
-Es inútil- dijo James tratando de aligerar el ambiente- el cabello indomable, la figura escuálida y la ceguera son rasgos de todo Potter.
-Por surte tiene mis ojos- comento Lily sintiéndose un poco mejor.
-Sí, tus hermoso ojos esmeraldas- agrego viéndola con ternura.
Una vez por semana, tío Vernon miraba por encima de su periódico y gritaba que Harry necesitaba un corte de pelo. A Harry le habían cortado más veces el pelo que al resto de los niños de su clase todos juntos, pero no servía para nada, pues su pelo seguía creciendo de aquella manera, por todos lados.
Harry estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina con su madre. Dudley se parecía mucho a tío Vernon. Tenía una cara grande y rosada, poco cuello, ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo rubio que cubría su cabeza gorda. Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un angelito. Harry decía a menudo que Dudley parecía un cerdo con peluca.
Las risas no se dejaron esperar después de leer los pensamientos del joven azabache.
-Eso de seguro lo heredo de ti- comento divertida Lily mirando a su pareja.
-Me alegra que se pueda divertir aunque se un poco- comento con dulzura guandoca un beso de su novia.
-Esas personas son horribles- comento Nymphadora después de un rato- no solo por su actitud también por su apariencia- muchos estuvieron de acuerdo con ella.
-¿Y según tú quien tiene mejor figura sobrina?- trato de picarla Sirius, pero ella no se intimido.
-Mmm no lo sé- hizo como si lo estuviera meditando un segundo- yo creo que Remus sería una buena opción- ni Sirius, ni sus padres, ni todos los que estaban cerca de ella pudieron creer lo que escucharon. En cuanto al licántropo, él había adquirido un curioso color escarlata en su rostro.
-Bueno, ciertamente no tienes mal gusto sobrina- trato de aligerar el ambiente el animago- pero si de buena apariencia hablamos aquí estoy yo- sonrió con arrogancia y varias chicas gritaron su apoyo.
-Mmm no, yo creo que Remus está mejor- le aseguro dándole en donde más le dolía, en su orgullo, como había ocurrido hace un momento otro grupo de chicas (pero esta vez del club de fans de Remus), expresando su apoyo de la única forma que sabían, gritándolo.
-Señoritas por favor cálmense- hablo el director con voz amplificada para evitar una pelea entre ellas, tal vez parezca un poco exagerado, pero ya habían ocurrido antes peleas entre las miembros de los clubs de fans de esos jóvenes.- podría continuar señora Longbottom-le pido a la mujer.
Harry puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon, lo que era difícil porque había poco espacio. Entretanto, Dudley contaba sus regalos. Su cara se ensombreció.
—Treinta y seis —dijo, mirando a su madre y a su padre—. Dos menos que el año pasado.
-Y todavía se queja, mira que ni siquiera cornamenta era tan mimado- exclamo el oji gris.
-Si es cierto. ¡Oye!- le reclamo cuando entendió el insulto- yo no era un mimado.
-Claro que sí, o te olvidas de las fiestas que mamá Dorea te hacia- le recordó el licántropo- eras el príncipe de la casa.
-Gracias lunático-dijo apretando los dientes
-De nada cornamenta- le contesto como si nada.
La profesora del futuro miraba esa escena con media sonrisa en su rostro, era muy grande la diferencia que había en eso tres jóvenes que tenía frente a ella, a los que conoció en el futuro, tanto a Sirius y en especial a Remus le hacía mucha falta tener a sus amigos con ellos.
—Querido, no has contado el regalo de tía Marge. Mira, está debajo de este grande de mamá y papá.
—Muy bien, treinta y siete entonces —dijo Dudley, poniéndose rojo.
Harry; que podía ver venir un gran berrinche de Dudley, comenzó a comerse el beicon lo más rápido posible, por si volcaba la mesa. Tía Petunia también sintió el peligro, porque dijo rápidamente:
—Y vamos a comprarte dos regalos más cuando salgamos hoy. ¿Qué te parece, pichoncito? Dos regalos más. ¿Está todo bien?
Dudley pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para él. Por último, dijo lentamente.
—Entonces tendré treinta y... treinta y...
-Ni siquiera eso sabe hacer- se exaspero Molly.
-Seria increíble que lo lograra- comentó Dora como si estuviera emocionada- piensen, cuantas veces han visto un cerdo que sepa contar.
Todos, en especial los merodeadores y los gemelos Prewett soltaron tremendas carcajadas ante ese cometario, normalmente Andrómeda se encargaría de reprender a su hija por su forma de hablar, pero estaba demasiado ocupada riéndose también de la comparación.
—Treinta y nueve, dulzura —dijo tía Petunia.
—Oh —Dudley se dejó caer pesadamente en su silla y cogió el regalo más cercano—. Entonces está bien.
Tío Vernon rió entre dientes.
—El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su padre. ¡Bravo, Dudley! —dijo, y revolvió el pelo de su hijo.
Los merodeadores, Lily, los gemelos, los Tonks y los Weasley bufaron de molestaría ante eso, malcriar así a un niño solo para hacerle la vida miserable a otro era algo que nunca lograrían comprender.
En aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a cogerlo, mientras Harry y tío Vernon miraban a Dudley, que estaba desembalando la bicicleta de carreras, la filmadora, el avión con control remoto, dieciséis juegos nuevos para el ordenador y un vídeo. Estaba rompiendo el envoltorio de un reloj de oro, cuando tía Petunia volvió, enfadada y preocupada a la vez.
—Malas noticias, Vernon —dijo—. La señora Figg se ha fracturado una pierna. No puede cuidarlo. —Volvió la cabeza en dirección a Harry.
-Mi pobre bebe, como mi hermana puede ser tan…
-Lo sabemos cariño- trataba de consolarla el azabache, no era bueno que siguiera enojada.
-Figg, ¿acaso no conocimos recientemente a alguien con ese nombre?- pregunto Remus
-Así es joven Lupin, es una squib amiga mía- le respondió Dumbledore, al parecer no había dejado de vigilar al joven Potter esos años.
La boca de Dudley se abrió con horror, pero el corazón de Harry dio un salto. Cada año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con un amigo a pasar el día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o al cine. Cada año, Harry se quedaba con la señora Figg, una anciana loca que vivía a dos manzanas. Harry no podía soportar ir allí. Toda la casa olía a repollo y la señora Figg le hacía mirar las fotos de todos los gatos que había tenido.
-Impertinente y arrogante como su padre- comentó Severus de forma acida.
-Nadie te pregunto quejicus- le revalido James.
-Solo digo lo que es Potter.
-Ya basta Sev- le grito la pelirroja- entiendo que no se lleven bien pero no te permitiré que trates así a mi hijo, él no tiene la culpa de sus rencores
La mirada severa de la mujer era suficiente para provocar miedo hasta al más valiente, y más ahora que estaba defendiendo a su hijo. Snape se quedó viéndola a los ojos y no dijo nada más, no podía discutirle nada pues era cierto.
— ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó tía Petunia, mirando con ira a Harry como si él lo hubiera planeado todo. Harry sabía que debería sentir pena por la pierna de la señora Figg, pero no era fácil cuando recordaba que pasaría un año antes de tener que ver otra vez a Tibbles, Snowy, el Señor Paws o Tufty.
Severus bufo reafirmando su postura cuando leyeron esa parte, estaba tratando de ver en ese niño al James Potter que tenía enfrente de él, en lugar de ver al niño que alguna vez fue él, lo último que quería era tomarle simpatía a aquel hijo de su enemigo.
—Podemos llamar a Marge —sugirió tío Vernon.
—No seas tonto, Vernon, ella no aguanta al chico.
Los Dursley hablaban a menudo sobre Harry de aquella manera, como si no estuviera allí, o más bien como si pensaran que era tan tonto que no podía entenderlos, algo así como un gusano.
-Más animales son ellos- comentó Andrómeda ganándose asentimientos de Molly, Lily y Tonks.
— ¿Y qué me dices de... tu amiga... cómo se llama...? Yvonne?
—Está de vacaciones en Mallorca —respondió enfadada tía Petunia.
—Podéis dejarme aquí —sugirió esperanzado Harry. Podría ver lo que quisiera en la televisión, para variar, y tal vez incluso hasta jugaría con el ordenador de Dudley
Tía Petunia lo miró como si se hubiera tragado un limón.
— ¿Y volver y encontrar la casa en ruinas? —rezongó.
—No voy a quemar la casa —dijo Harry, pero no le escucharon.
—Supongo que podemos llevarlo al zoológico —dijo en voz baja tía Petunia—... y dejarlo en el coche...
Muchos resoplaron molestos ante esa idea.
—El coche es nuevo, no se quedará allí solo...
La profesora soltó una tenue risa que nadie pudo escuchar, hace poco tiempo Harry y sus amigos le contaron acerca de sus aventuras, y era curioso que mencionaran un carro destruido, sin poder evitarlo recordó los perturbadores acontecimientos que ocurrieron en su segundo año que pronto leerían en el segundo libro.
Dudley comenzó a llorar a gritos. En realidad no lloraba, hacía años que no lloraba de verdad, pero sabía que, si retorcía la cara y gritaba, su madre le daría cualquier cosa que quisiera.
-No puedo creer que una mujer caiga tan bajo en la crianza de un hijo- escupió Molly molesta.
-Sin duda muchas de las cosas que hacía era para que Harry se sintiera inferior, pero en su odio hacia lo que no comprende no pudo ver el daño que le está haciendo a su hijo- agrego con sapiencia Remus impresionando a muchos, el profesor Dumbledore lo veía con orgullo y no podía estar más desacuerdo.
-Cielos, ahora si se te quemo el cerebro lunático- se burló Sirius haciendo que muchos rieran.
-Supongo que debo creerte, después de todo eso te pasa muy seguido- le rebatió a su amigo incrementando las risas.
—Mi pequeñito Dudley no llores, mamá no dejará que él te estropee tu día especial —exclamó, abrazándolo.
— ¡Yo... no... quiero... que... él venga! —exclamó Dudley entre fingidos  sollozos—. ¡Siempre lo estropea todo! —Le hizo una mueca burlona a Harry, desde los brazos de su madre.
-Canuto el pergamino- pidió Remus y comenzó a escribir con rapidez con una mirada extraña, sus amigos sabían que eso significaba una broma de esas que marcan época.
Justo entonces, sonó el timbre de la puerta.
—¡Oh, Dios, ya están aquí! —dijo tía Petunia en tono desesperado y, un momento más tarde, el mejor amigo de Dudley, Piers Polkiss, entró con su madre. Piers era un chico flacucho con cara de rata. Era el que, habitualmente, sujetaba los brazos de los chicos detrás de la espalda mientras Dudley les pegaba. Dudley suspendió su fingido llanto de inmediato.
-Y a mí hijo lo dejaban solo como a un perro- exclamo Lily.
-Hey, dejen a los perros tranquilos- reclamo Sirius
Media hora más tarde, Harry, que no podía creer en su suerte, estaba sentado en la parte de atrás del coche de los Dursley, junto con Piers y Dudley, camino del zoológico por primera vez en su vida. A sus tíos no se les había ocurrido una idea mejor, pero antes de salir tío Vernon se llevó aparte a Harry.
—Te lo advierto —dijo, acercando su rostro grande y rojo al de Harry—. Te estoy avisando ahora, chico: cualquier cosa rara, lo que sea, y te quedarás en la alacena hasta la Navidad.
-Nada más quiero ver que lo intentes morsa- lo desafío James sin notar que se trataba de un libro.
—No voy a hacer nada —dijo Harry—. De verdad...
Pero tío Vernon no le creía. Nadie lo hacía.
El problema era que, a menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de Harry y no conseguía nada con decir a los Dursley que él no las causaba.
-Si lo causaba, pero no de forma consiente, es magia accidental- comento Alice por lo bajo.
En una ocasión, tía Petunia, cansada de que Harry volviera de la peluquería como si no hubiera ido, cogió unas tijeras de la cocina y le cortó el pelo casi al rape, exceptuando el flequillo, que le dejó «para ocultar la horrible cicatriz». Dudley se rió como un tonto, burlándose de Harry, que pasó la noche sin dormir imaginando lo que pasaría en el colegio al día siguiente, donde ya se reían de su ropa holgada y sus gafas remendadas. Sin embargo, a la mañana siguiente, descubrió al levantarse que su pelo estaba exactamente igual que antes de que su tía lo cortara.
-No pueden ganar en contra del cabello Potter- alabo James con una sonrisa.
-Ni siquiera con magia lo pueden controlar- agrego Lily mientras le alborotaba el cabello, muchas chicas la miraron mal por estar tan cerca de su querido ídolo.
-Y miren que lo hemos intentado- apoyo Sirius
Como castigo, lo encerraron en la alacena durante una semana, aunque intentó decirles que no podía explicar cómo le había crecido tan deprisa el pelo.
-El pergamino- dijeron al unísono el azabache y la pelirroja garabateando unos veinte centímetros cada uno..
Otra vez, tía Petunia había tratado de meterlo dentro de un repugnante jersey viejo de Dudley. Cuanto más intentaba pasárselo por la cabeza, más pequeña se volvía la prenda, hasta que finalmente le habría sentado como un guante a una muñeca, pero no a Harry. Tía Petunia creyó que debía de haberse encogido al lavarlo y, para su gran alivio, Harry no fue castigado.
-Ella sabía lo que era, y que a su edad era imposible controlarlo-aseguro con molestia la pelirroja.
-Tranquilice sonorita Evans- le pidió la profesora McGonagall del futuro-han pasado muchas cosas, y lo mejor será que se relaje- A nadie le gusto el comentario de la profesora.
Por otra parte, había tenido un problema terrible cuando lo encontraron en el techo de la cocina del colegio. El grupo de Dudley lo perseguía como de costumbre cuando, tanto para sorpresa de Harry como de los demás, se encontró sentado en la chimenea.
Una exclamación de asombro se generalizo por el gran comedor.
-Pero ¿qué fue eso?, ¿se apareció o algo así?- pregunto un chico de Gryffindor.
-Eso, o tal vez fue capaz de volar sin escoba- comento el director igual de impresionado- pero de cualquier forma, ya fuera que hiciera un opción u otra, ambas son muy difíciles de realizar y requieren de mucha magia.
-Entonces eso quiere decir que será un mago muy poderosos- comento Slughorn
-Será interesante tenerlo como estudiante.- agregó Flitwick con algo de emoción.
-Sí señor, un gran mago sin duda, con esos padres que tiene no se podría esperar menos- alabo Hagrid.
James y Lily escucharon todo lo que decían y no pudieron evitar que sus pechos se hincharan de orgullo, incluso antes de que asistiera la colegio su hijo estaba demostrando un gran poder.
Los Dursley recibieron una carta amenazadora de la directora del colegio, diciéndoles que Harry andaba trepando por los techos del colegio.  Pero lo único que trataba de hacer fue saltar los grandes cubos que estaban detrás de la puerta de la cocina. Harry suponía que el viento lo había levantado en medio de su salto.
-Si claro, estará flaco pero no  es para tanto- se burlo Black
-¡Sirius!, mi hijo solamente está tratando de encontrar una explicación coherente-  le regaño Lily
-Pero es que eso es magia
-¿Y tú crees que la odiosa de mi hermana se lo diría?- ante eso el animago se sintió apenado y le envió una mirada de disculpa a su amiga.
Pero aquel día nada iba a salir mal. Incluso estaba bien pasar el día con Dudley y Piers si eso significaba no tener que estar en el colegio, en su alacena, o en el salón de la señora Figg, con su olor a repollo.
Mientras conducía, tío Vernon se quejaba a tía Petunia. Le gustaba quejarse de muchas cosas. Harry, el ayuntamiento, Harry, el banco y Harry eran algunos de sus temas favoritos. Aquella mañana les tocó a los motoristas.
-Acaso ese infeliz no sabe hacer otra cosa que quejarse- comento Dora
—... haciendo ruido como locos esos gamberros —dijo, mientras una moto los adelantaba.
—Tuve un sueño sobre una moto —dijo Harry recordando de pronto—. Estaba volando.
Cuando terminaron de leer las palabras de Harry Sirius puso una sonrisa de suficiencia y Lily hizo aparecer un pergamino frente a ella, después comenzó a anotar algunas cosas, Alice, Frank, los profesores y los merodeadores vieron eso de forma muy extraña.
-Lily cariño, ¿qué estás haciendo?- pregunto con precaución, pues sabia por experiencia que no era bueno molestarla.
-Estoy haciendo unas anotaciones- comento con simpleza- hay algunas cosas que le tendré que decir a Harry cuando lo vea- para todos fue obvio que Lily regañaría a su hijo en cuanto pudiera.
Tío Vernon casi chocó con el coche que iba delante del suyo. Se dio la vuelta en el asiento y gritó a Harry:
—¡LAS MOTOS NO VUELAN!
Su rostro era como una gigantesca remolacha con bigotes. Dudley y Piers se rieron disimuladamente.
—Ya sé que no lo hacen —dijo Harry—. Fue sólo un sueño.
Pero deseó no haber dicho nada. Si había algo que desagradaba a los Dursley aún más que las preguntas que Harry hacía, era que hablara de cualquier cosa que se comportara de forma indebida, no importa que fuera un sueño o un dibujo animado. Parecían pensar que podía llegar a tener ideas peligrosas.
Un gran número de risas se escuchó en el lugar
Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias. Los Dursley compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en la entrada, y luego, como la sonriente señora del puesto preguntó a Harry qué quería antes de que pudieran alejarse, le compraron un polo de limón, que era más barato. Aquello tampoco estaba mal, pensó Harry, chupándolo mientras observaban a un gorila que se rascaba la cabeza y se parecía notablemente a Dudley, salvo que no era rubio.
-Eso tiene solución- comento Dora para que solo Remus y su tío la escucharan.
-Muy cierto sobrinita- apoyo su tío alcanzando el pergamino de la bromas para agregar algunas cosas.
Fue la mejor mañana que Harry había pasado en mucho tiempo. Tuvo cuidado de andar un poco alejado de los Dursley, para que Dudley y Piers, que comenzaban a aburrirse de los animales cuando se acercaba la hora de comer, no empezaran a practicar su deporte favorito, que era pegarle a él. Comieron en el restaurante del zoológico, y cuando Dudley tuvo una rabieta porque su bocadillo no era lo suficientemente grande, tío Vernon le compró otro y Harry tuvo permiso para terminar el primero.
Más tarde, Harry pensó que debía haber sabido que aquello era demasiado bueno para durar.
-¿Y ahora que le pasara?- se lamentó su madre.
-Si tiene la misma buena suerte que cornamenta, de seguro algo grande- comento Sirius haciendo que todos los que lo conocían al hombre asintieran.
Después de comer fueron a ver los reptiles. Estaba oscuro y hacía frío, y había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los vidrios, toda clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y los troncos. Dudley y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las gruesas pitones que estrujaban a los hombres. Dudley encontró rápidamente la serpiente más grande. Podía haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo aplastado como si fuera una lata, pero en aquel momento no parecía tener ganas. En realidad, estaba profundamente dormida.
Dudley permaneció con la nariz apretada contra el vidrio, contemplando el brillo de su piel.
—Haz que se mueva —le exigió a su padre.
-Los animales están ahí para que los admiren, no para que los diviertan- comentó Alice molesta por esa actitud.
Tío Vernon golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió.
—Esto es aburrido —se quejó Dudley. Se alejó arrastrando los pies.
Harry se movió frente al vidrio y miró intensamente a la serpiente. Si él hubiera estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin ninguna compañía, salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando todo el día. Era peor que tener por dormitorio una alacena donde la única visitante era tía Petunia, llamando a la puerta para despertarlo: al menos, él podía recorrer el resto de la casa.
De pronto, la serpiente abrió sus ojillos, pequeños y brillantes como cuentas. Lenta, muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron al nivel de los de Harry.
Guiñó un ojo.
-¿Que la serpiente hizo que?- pregunto Frank confundido
Harry la miró fijamente. Luego echó rápidamente un vistazo a su alrededor, para ver si alguien lo observaba. Nadie le prestaba atención. Miró de nuevo a la serpiente y también le guiñó un ojo.
-¡Eso no es posible!- grito Sirius con desesperación- ¡de entre todas la cosas que puede hacer, mini-cornamenta se quiere ligar a una serpiente!- termino con dramatismo haciendo que algunos rieran y otros voltearan los ojos- ¡de tantas chicas de las que podría elegir!
-¡¡Sirius!! Eso es en lo que único que piensas-recrimino Lily
-¿Qué? acaso hay otra cosa más importante para pensar- negando con  la cabeza le pidieron a Alice para que continuara.
La serpiente torció la cabeza hacia tío Vernon y Dudley, y luego levantó los ojos hacia el techo. Dirigió a Harry una mirada que decía claramente:
—Me pasa esto constantemente.
—Lo sé —murmuró Harry a través del vidrio, aunque no estaba seguro de que la serpiente pudiera oírlo—. Debe de ser realmente molesto.
-Hay pequeño, no puede entender lo que dices- comentó James con cierta ternura.
La serpiente asintió vigorosamente.
-Oh por merlín,  ¡si le entiende!-volvió a hablar el hombre sin poderlo creer.
—A propósito, ¿de dónde vienes? —preguntó Harry
La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había cerca del vidrio. Harry miró con curiosidad.
«Boa Constrictor, Brasil.»
—¿Era bonito aquello?
La boa constrictor volvió a señalar con la cola y Harry leyó: «Este espécimen fue criado en el zoológico».
—Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil?
Dumbledore y los demás profesores escuchaban la narración sin poderlo entender, esa era una habilidad muy extraña, y más aun tomando en cuenta que esa familia no tenía relación con la casa de Salazar Slytherin.
Mientras la serpiente negaba con la cabeza, un grito ensordecedor detrás de Harry los hizo saltar.
—¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!
-¡Ese maldito mocoso!- increpo Alastor.
—Quita de en medio —dijo, golpeando a Harry en las costillas. Cogido por sorpresa, Harry cayó al suelo de cemento. Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dudley estaban inclinados cerca del vidrio, y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror.
Harry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el cubículo de la boa constrictor había desaparecido.
-Bueno, ya ves porque el capítulo lleva ese nombre- le dijo a Alice al oji gris
-Sí, y valió la pena dedicarle un capitulo jajá- el hombre se reía por lo ocurrido, sin duda era hijo de un merodeador.
-Sin duda increíble-se escuchó desde la mesa de profesores impresionados - el desaparecer objetos se enseña hasta el cuarto cuso- continuo la McGonagall del pasado.
-Mi pequeño será un gran mago- termino Lily con admiración
La descomunal serpiente se había desenrollado rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el suelo. Las personas que estaban en la casa de los reptiles gritaban y corrían hacia las salidas.
Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Harry habría podido jurar que una voz baja y sibilante decía:
—Brasil, allá voy... Gracias, amigo.
-Eso es imposible- grito James- es que no, el no pude hablar… o si puede hacerlo- miro a la profesora McGonagall del futuro.
-Todas las respuestas están en los libros-desvió la pregunta.
El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado.
—Pero... ¿y el vidrio? —repetía—. ¿Adónde ha ido el vidrio?
El director del zoológico en persona preparó una taza de té fuerte y dulce para tía Petunia, mientras se disculpaba una y otra vez. Piers y Dudley no dejaban de quejarse. Por lo que Harry había visto, la serpiente no había hecho más que darles un golpe juguetón en los pies, pero cuando volvieron al asiento trasero del coche de tío Vernon, Dudley les contó que casi lo había mordido en la pierna, mientras Piers juraba que había intentado estrangularlo. Pero lo peor, para Harry al menos, fue cuando Piers se calmó y pudo decir:
—Harry le estaba hablando. ¿Verdad, Harry?
-Y se podría saber quién le pregunto- exclamo Ted molesto- eso le traería más problemas al pobre chico.
Tío Vernon esperó hasta que Piers se hubo marchado, antes de enfrentarse con Harry. Estaba tan enfadado que casi no podía hablar.
—Ve... alacena... quédate... no hay comida —pudo decir, antes de desplomarse en una silla. Tía Petunia tuvo que servirle una copa de brandy.
Mucho más tarde, Harry estaba acostado en su alacena oscura, deseando tener un reloj. No sabía qué hora era y no podía estar seguro de que los Dursley estuvieran dormidos. Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a ir a la cocina a buscar algo de comer.
Había vivido con los Dursley casi diez años, diez años desgraciados, (unas lágrimas se deslizaron por la mejilla de la pelirroja) hasta donde podía acordarse, desde que era un niño pequeño y sus padres habían muerto en un accidente de coche. No podía recordar haber estado en el coche cuando sus padres murieron. Algunas veces, cuando forzaba su memoria durante las largas horas en su alacena, tenía una extraña visión, un relámpago cegador de luz verde y un dolor como el de una quemadura en su frente.
-La maldición acecina- increpo Alastor y muchos se estremecieron.
-Lo… lo recuerda- se lamentó su madre
Aquello debía de ser el choque, suponía, aunque no podía imaginar de dónde procedía la luz verde. Y no podía recordar nada de sus padres. Sus tíos nunca hablaban de ellos y, por supuesto, tenía prohibido hacer preguntas.
Cuando era más pequeño, Harry soñaba una y otra vez que algún pariente desconocido iba a buscarlo para llevárselo, pero eso nunca sucedió: los Dursley eran su única familia.
-Y se podría saber ¿dónde demonios estaban ustedes?- le reclamo James a sus amigos que se encogieron de hombros.
Esperaban que hubiera una buena razón, o si no la pareja se encargaría de torturarlos severamente, pero más importante que eso, ellos también querían saber qué diablos estaban haciendo en lugar de estar conSel hijo de su mejor amigo.
Pero a veces pensaba (tal vez era más bien que lo deseaba) que había personas desconocidas que se comportaban como si lo conocieran. Eran desconocidos muy extraños. Lo más raro de toda aquella gente era la forma en que parecían desaparecer en el momento en que Harry trataba de acercarse.
-Sin duda eran magos- comentó Dumbledore.
En el colegio, Harry no tenía amigos. Todos sabían que el grupo de Dudley odiaba a aquel extraño Harry Potter, con su ropa vieja y holgada y sus gafas rotas, y a nadie le gustaba estar en contra de la banda de Dudley.
-Aquí termina el capítulo- informo Alice dándole el libro a su marido que se lo había pidió.
-Muy bien, aún tenemos tiempo de leer un par de capítulos más- hablo el director- pero antes de continuar- hizo una seña y luego la comida comenzó a parecer en las mesas- es hora de cenar.

Sirius felizmente acepto la oferta y se dispusieron a  comer mientras platicaban y comentaban lo que habían leído, hasta cierto punto era interesante todo eso, pero según lo que les había dicho Dumbledore, eso tenía ver con cierto mago tenebroso que los estaba acosando, así que no podían evitar preguntarse, que papel tenía el hijo de James y Lily además de lo que ya se habían enterado.

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